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030811


Carpe Diem

Bandera nuejtra…
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Durante las elecciones generales de 1982 y durante los siguientes comicios tuve a mi cargo la supervisión de centros de votación en el Parque de la Industria y en el Liceo Guatemala.  En aquellos tiempos, pero especialmente en 1982 se nos advertía contra diversas formas de fraude.

Las más comunes eran el uso de pequeños crayones, o de lápiz labial, para invalidar boletas adversas, por parte de los delegados de los partidos.  Igualmente se nos prevenía contra el derramamiento de la tinta, o la introducción de cigarrillos encendidos en las urnas. 

Eran otros tiempos, y aunque ya no “se amarraban chuchos con longanizas”, supongo que aquellos métodos para alterar los resultados de la elección eran bastante rudimentarios.  Claro que aquellas artimañas eran adicionales a la manipulación de cédulas y  del padrón, a la desaparición de urnas, y a las que ocurrían en el Congreso cuando los diputados hacían el conteo.

Tuve suerte, porque nunca tuve problema alguno en las mesas; empero, las historias de lo que ocurría en los departamentos, corroboraban todo lo que nos habían dicho que podía pasar.

Actualmente, las autoridades electorales parecen ser más confiables que las del antiguo Registro Electoral; la informática ha avanzado increíblemente; los ojos del mundo están puestos en Guatemala.  Hechos que hacen inverosímil el uso de las viejas herramientas de fraude; pero que no descartan el chanchullo.

No es válido caer en la actitud inocente de algunos políticos y analistas que ven las advertencias contra el fraude como algo innecesario y negativo.  ¡Al contrario, estar prevenidos contra el fraude es una obligación cívica,  el voto es nuestra arma!

Ciertamente hay evidencias de que algo sucio puede estarse cocinando.  Por ejemplo: 240 municipios no le reportan sus registros de muertes al Tribunal Supremo Electoral; en el padrón se han encontrado duplicidad de cédulas, se ha detectado el otorgamiento de cédulas a menores de edad y uso de cédulas de personas ya fallecidas; así como se ha visto el transporte de personas del interior del país para empadronarse en la capital, eso sin contar que han desaparecido más de un millón de cédulas en blanco.

A aquellos actos hay que sumarles el otorgamiento de cédulas a extranjeros que viven en Guatemala.  Por eso es que no debe extrañarnos que algunos supuestos chapines, cuando hacen  la Jura a la bandera, dicen: “Bandera nuejtra, a ti juramo…”

Empero, a las herramientas de fraude que hay que ponerles especial atención son las dos que el FRG ha trabajado con más dedicación, ahínco y sigilo durante su gestión en el gobierno.  La primera es la cooptación de los organismos de control administrativo y judicial, tales como la Corte de Constitucionalidad y otros tribunales.  La segunda es la intimidación y el clima de inseguridad que están desarrollando entre la sociedad guatemalteca.  

Las armas con las que cuenta el partido oficial, para cumplir con su indecible misión son las posibilidades de amenazar, asustar, forzar y desprestigiar, sin correr el riesgo de que prospere denuncia alguna en su contra.  Por documentada que esté.

Los fraudes talvez ya no se hagan relativamente fácil, como antes; pero para el FRG y su patético líder, es ahora o nunca.  De modo que, como ya nos lo mostró la experiencia, ¡nada los detendrá!, excepto la unidad de los guatemaltecos todos, contra el descaro, el abuso y la violencia.

Por eso es de celebrar la conformación del Frente Cívico para la Democracia; por medio del cual la sociedad guatemalteca puede enfrentar, unida, los peligros del irrespeto a la Constitución y las leyes. Y por eso es de reconocer la responsable, valiente y honrada, actitud del ex candidato presidencial Rodolfo Paiz, quien declinó su candidatura a favor de la unidad.   Dice mucho, del Candidato, esta decisión cívica.  Y dice mucho de los otros, que se aferran a sus posiciones.


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