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030929


Carpe Diem

El que con niños
se acuesta…

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Uno de mis libros favoritos es La columna de hierro, de Taylor Caldwell.  En él cuenta la historia de Cicerón, el abogado romano.  En uno de los primeros capítulos el padre de Marco Tulio Cicerón cuenta que a él lo ponían nervioso los niños; y esa es una forma de ver a los chicos.

Otra es la que ilustra el título de esta columna: El que con niños se acuesta, mojado amanece.  Frase que oí algunas veces en mi infancia y que escogí sólo porque llama la atención.  Esa es otra forma de ver a los patojos.

La tercera forma es el socorrido grito de ¡Que venga Herodes!, deseo radical y vehemente que, por dicha, no es posible.  Eso si, es comprensible en algunos casos.  Digamos…cuando mis primos y yo nos juntábamos y hacíamos averías.

Una cuarta opción es la dulce actitud de Dejad que los niños vengan a mí.  Que es la que asume la institución a la que me voy a referir luego.

Personalmente creo que debe haber una posición en medio, ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre. Sobre todo porque algunos de mis mejores amigos a duras penas pasan del metro de altura.  Estos son, personajes de la vida real como Luis, Alejandra, Gilberto e Isabel; Rodrigo y Romina; las Lucys, Yunelli, Dulce y Laurita; o mis sobrinos. 

Con ellos puede uno ver el mundo con ojos diferentes.  Con ellos se recobra la capacidad de asombrarse; y por consiguiente, las ganas de cuestionarse.  Por eso creo que aunque a veces sacan de onda, a los niños hay que prestarles atención.  Por eso me choca aquel concepto de que los niños son para verlos, y no para escucharlos.  Idea absurda que desperdicia una riquísima fuente de diversión y de maravillas.

Todo esto viene porque el 1 de octubre se celebra el Día del Niño; y porque no me gané nada en la rifa de la Sociedad Protectora del Niño.  Curiosamente esta es una de las instituciones caritativas más antiguas de Guatemala, y una de las que más en silencio realizan su valiosa labor.

Fundada en 1922, la Sociedad les da atención y asistencia especial a chicos cuyas madres no pueden darles cuidados materiales.  Ya sea porque ellas trabajan, o porque sus hogares son deficientes.

Aparte de eso, les proporciona a los niños afecto y cuidados, acompañados de servicios de salud, alimentación, educación, estimulación temprana y recreación, para facilitar su desarrollo físico, mental, emocional y social.

La obra no para ahí.  La Sociedad también les ofrece a los padres de familia, o encargados, educación familiar que los capacita para cumplir mejor su función.

Ahí, sin hacer mucho alboroto, las personas que hacen posible la Sociedad, cuentan con guarderías; servicios médicos; consultorios internos; laboratorios clínicos; farmacia; escuela de niñeras; unidades de trabajo social, de psicología y de educación preescolar; y parques escolares.

Antes de 1920 el dictador Manuel Estrada Cabrera ya había fundado el Asilo Joaquina, en honor a su madre; y en él se les daban cuidados a las mamás que no podían atender bien a sus hijos.  Claro que luego de la caída de su gobierno, los cachurecos cerraron la institución; sólo para descubrir, luego, que algo así era muy necesario.

Afortunadamente lo que sustituyó a aquel experimento estatal fue esta organización privada voluntaria de servicio, cuya brillante historia demuestra que las personas individuales, con recursos abundantes, con centavos, o con su trabajo ad honorem, pueden hacer nacer, ver crecer y consolidar una importante obra de caridad hasta convertirla en una verdadera institución.

Yo tengo una particular admiración por la obra de la Sociedad Protectora del Niño, no sólo porque mi abuela era voluntaria, o porque he visto la entrega de su amiga Queta y la de sus compañeras de junta directiva.  Pero además, porque conozco a personas muy trabajadoras y emprendedoras que han pasado por alguna Casa del Niño y han sabido sacarle ventaja a los cuidados que ahí recibieron.

Este Día del Niño, por medio del ejemplo de la Sociedad, no quise dejar pasar la ocasión sin rendir un humilde homenaje a todas aquellas personas que hacen sonreír a los niños, que les ponen atención, que les dan apoyo y que se asombran, con ellos, de las maravillas de este mundo. ¡Felíz Día del Niño!


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