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031027


Carpe Diem


Maestro para siempre
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“¡Desgraciadas, tres veces desgraciadas, las naciones en las cuales es dominante entre las masas el deseo de participar de los beneficios de la expoliación legal en el momento en que aquellas se adueñan del poder legislativo!”

Los siguientes son consejos para los ciudadanos que quedarán de diputados y funcionarios públicos durante el próximo período constitucional.  No son de mi cosecha, sino de la del genial maestro Federico Bastiat, autor de La ley, libro extraordinariamente rico y muy apropiado para las personas honradas que quieren hacer, de su paso por el Congreso, una labor de próceres.

“Cuando una cantidad de riqueza es transferida, por la fuerza o por la astucia, del propietario de esa riqueza, sin su consentimiento y sin compensación que le satisfaga, a otro individuo, digo que ha habido violación de propiedad, es decir, ha habido expoliación”.

Piénsenlo bien: si un hombre armado con una pistola los asalta, ¿es robo, o no? Si mil hombres armados los asaltan, ¿es robo, o no? Y si un hombre, o mil, armados con una ley los asaltan, ¿por qué no es robo?

“Invocando pretextos de organización, protección, reglamentación y fomento, se ha introducido en el sistema un principio funesto: la ley puede quitar a unos para dar a otros…y por supuesto, en todas las clases nace, con absoluta justificación dados los antecedentes, la pretensión de manosear la ley para su provecho”. 

Eso lo vemos todos los días en los diarios.  Casi no hay grupo de interés que no quiera una ley que sirva a sus propósitos. Muchos de sus amigos llegarán a pedirles leyes que los favorezcan, que los protejan y que los beneficien.

“La existencia de la sociedad presupone, en mayor o meno grado, el respeto de las leyes.  Pero la fórmula más segura para lograr el respeto de las leyes es que las leyes sean respetables”.

Un Congreso no es una fábrica de salchichas. En los medios de comunicación se tiene la mala costumbre de presionar a los diputados para que legislen, cuando, en realidad, se les debería presionar para que fiscalicen.  Esa es la función principal del parlamento. 

“La finalidad de la ley es impedir que reine la injusticia.  En efecto, la justicia no tiene existencia propia.  La injusticia sí la tiene.  Cada una es el resultado de la ausencia de la otra, y lamedor definición de justicia es: ausencia de injusticia!”

Cuando se tiene la facultad de legislar la tentación de desfacer entuertos debe ser muy grande.  Empero, “confiar a la ley la misión de organizar el trabajo, la instrucción o la religión equivaldría a confiar a la ley la misión de desorganizar la justicia.”

“La ley es la organización del derecho natural de legítima defensa….y si la constitución de un pueblo se inspirara en este principio, me parece que habría orden en los hechos y en las ideas.  Me parece que ese pueblo tendría el gobierno más simple, más económico, más liviano, menos perceptible, más justo y, en consecuencia, tendría el gobierno más sólido que uno pudiera imaginar”.

Ahora que ustedes se enfrentarán al gravísimo problema de la ingobernabilidad recuerden el párrafo anterior.  El mejor gobierno no es el que menos gobierna. Como dijo Ludwig von Mises: “la administración pública debe atender, con el máximo celo, aquellas funciones que le son propias.  Conviene que la fuerza estatal proteja al particular de todo posible agravio” contra su vida, su libertad y su propiedad.  Necesitamos un gobierno fuerte, que proteja los derechos individuales de todos y que vele por la igualdad de todos ante la ley.

Al no ceder a las presiones de los grupos de interés, los legisladores honrados serán atacados.  Pero cuando eso pase hay que recordar las palabras de Bastiat: “no rechazamos la organización natural, ni la libre asociación, ni la fraternidad espontánea, ni la solidaridad providencial.  Rechazamos la organización cuando es forzada, las formas de asociación que el socialismo pretende imponernos, la fraternidad mandada por la ley y la solidaridad artificial, que no es sino un desplazamiento injusto de la responsabilidad.

Para los legisladores y los gobernados, la lectura de La ley y del maestro Bastiat, es como la lactancia materna: un regalo para toda la vida.  Y es el antídoto contra los abusos empobrecedores que tienen plagada la legislación.


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