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ELOGIO DEL LUNFARDO

Por Dante A. Linyera

Tomado de La Canción Moderna, 7 de mayo de 1928

A nosotros, los académicos del reaje, los eruditos del lunfardo, la gente cajetilla nos tiene una bronca negra.

Dice que chamuyamos mal. Se cabrea, se indigna, da pataditas en el suelo como las mujeres caprichosas y nos da vuelta la cara. ¡Qué ricos tipos!

Ahora si que'stá lindo. ¡Nos van a enseñar a nosotros a parlarla! A nosotros, que somos los creadores de un idioma nuevo, de un lenguaje sencillo, gráfico, más contundente que biaba de Campolo y más florido que sombrero'e vieja.

Nuestro idioma es el chamuyo del porvenir. Por más que lo tiren a matar, se impone y se difunde como un tango de Matos Rodríguez.

No hay que hacerle. Todos lo detestan pero todos lo hablan.

Porque no hay vocabulario en este cochino mundo que le pueda pisar la raya al profuso, amplio, picaresco y gracioso idioma del arrabal porteño.

Lo dice Last Reason, el maestro de los orres, el incomparable jockey que va primero siempre en esta reñida carrera del humorismo autóctono, y lo digo yo, que cuando no voy placé, le ando raspando. ¡Y basta!


Los pintorescos inventores del lunfardo


El idioma reo –porque es todo un idioma, no hay vueltas que darle– es, entre todos, el único capaz de prestarse a todas las modalidades, a todos los caracteres, a todas las costumbres.

Ágil, alegre, elástico como cordón de liga, cuando no alcanza de un solo lado, te lo dan vuelta, y ¡zas! se usa al revés, como traje'e patos. Sin mayores inconvenientes.

Si esto fuera poco, el ingenio popular porteño es tan inagotable que, cuando no se halla en la conversación una palabra a mano para designar un objeto, una idea o una emoción, ¡páfete!, se aparece un Miguel de Cervantes del bajo fondo y al acto inventa una expresión tan argentina, y tan terminante y gráfica que hasta Calixto Oyuela no tiene más remedio que aceptarla. Aceptarla o reventar.

* * *

Veamos el origen de algunas expresiones. (La madona como hablo!). Hasta hace poco para decir "goal" no había más remedio que decir "goal"... Era una calor! En un país como el nuestro, tan intelijudo, usar una palabra yoni para expresar un gesto tan criollo como es el de "encajar" la pelota en el arco!

Pero un buen día, se apareció un fulano, hinchado de fruncir la nariz para gritar en las canchas:

–¡Gol! ¡Gol!

Y se le ocurrió cambiarla por una expresión más papusa. Y dijo:

–¡Fue un "pepino"!

Desde entonces no se dice gol. Cuando a un team le encajan los argentinos una buena goleada, ¡zas! le dicen:

–¡Le han hecho tragar tres pepinos!

Quieren decirnos, ahora, si no resulta más expresivo... Mancu dirlo!

* * *

Otros casos:

Cuando las palabras se usan mucho, quedan como las corbatas: arrugadas, feas, descoloridas. Hay que cambiarlas. Es lo que hacemos nosotros.

Estábamos cansados de decir otarios y le agregamos distintos motes más o menos papusos. Y de un tiempo a esta parte a los otarios (no hay alusión a ningún "pueta") les decimos Terrabusi, Terreja, Mangiazzopa.

Ampliamos la bella elasticidad de la palabra gil y decimos: Gilillo, Gilito, Gilote, Gilimursi, Giliberto.

Antes se decía curdas para designar al insigne gremio de los borrachos. Ahora decimos curda-frates, "victivini", borrachín, "escabiador", escabielli, etc.

A las percantas: percantinas, papas, papusas, postas, postiellis, postichelas, mosaico, "rombo", bicicleta, mina, minilla, cosa, cusifai.

Al choma: garabo, garabito, gavión, gavilán, coso, cusifai, nene.

Y bastan estas de ejemplo.


¿Qué quieren?


¿Y van a batirnos que esto no es riqueza de idioma? ¿Que esto es una relajación? ¿Una porquería? ¡¡Salgan de allí!!

¡Si en Buenos Aires no hay cuatro personas capaces de entenderse si no utilizan el impagable caló lunfardo!

¡El lunfardo! ¡El reo! ¡El arrabalero!

Es el único lenguaje llamado a universalizarse, el único susceptible de renovaciones constantes y el único que entodavía no halló al comentarista o ensayista capaz de encerrarlo en la estrecha cafúa de un diccionario cualunque.

El único, por lo demás, que permite emocionar a las pebetas cuando el gilimursi le bate cerquita del oído en la puerta'e la calle, en una noche serena y fría, al calor del metejón, entre las sombras de una poética callejuela suburbana:

–Con esos ojos, papusa, y esos labios y esas manos, y ese cuerpo, y esa tapín y... lo otro... mama mía... ¿Quién no se siente ayudante del Puerto Nuevo?



Dante A. Linyera. Seudónimo –una obvia referencia al escritor italiano Dante Alighieri– de Francisco Bautista Rímoli (Bs. As., 2-8-1902/Hospicio de las Mercedes, Bs. As., 14-7-1938). Periodista en diarios y revistas, director de La Canción Moderna (luego, Radiolandia). Escribió poesía, teatro y letras de tango (Florida de arrabal, Boedo, Si volviera Jesús, etc.).

La poesía de Linyera hizo pie en el suburbio, ámbito descubierto por Carriego, pero en la línea abierta por Carlos de la Púa, en los bajos fondos donde la pobreza y el delito se acercan, y el lunfardo es imprescindible en una expresión rústica, sea esta una elección o no.

Frecuentó también el verso culto, pero es en este estilo donde mejor se desarrolló una obra poética que, sin dejar de lado lo sentimental, manifiesta un profundo contenido social, con rebeldía y potencia, con desencanto y un ataque a los valores éticos y sociales imperantes. Sus versos "huelen a convento, / huelen a yirantas, / a chorros, a reos / y a rincón de cama. / ¡Claro, si se han hecho con biabas e insultos / y gargajos del alma!" ("Semos hermanos", 1928).

Les cantó a los chorros y a las putas más que a los obreros, con una estetización de lo basto, con la mirada posándose en el vacío que queda después de la fiesta, o, peor aún, en donde no hay fiesta. Formas populares de expresión como estas o como el tango fueron descubiertas tardíamente por la izquierda intelectual. Sin embargo, en el caso de Rímoli, aunque la bronca lo llevó por las calles del anarquismo, más que una ideología acabada sus versos traslucen la "tristeza muy honda que s'escrachó en mi corazón". El asco que da tu sociedad, en términos de Luca Prodan.

En 1928 fue el primero en hablar de la "filosofía" de Discépolo, "el autor de los tres tangos más originales que ha conocido la literatura milonguera: Esta noche me emborracho, Qué vachaché y Chorra (...) El tango tiene ya su salvador y su filósofo". A su vez, el mismo Linyera filosofó desde un desasosiego que postula que el "mundo nació pa' sufrir la picana y el látigo de la fayuta miseria humana" [1].

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[1] La palabra picana se refiere a la aguijada, una vara larga con una punta de hierro que los gauchos utilizaban para azuzar a los bueyes.