SADELAS

Sociedad amigos de la salud

Manuel C Martínez M.

13_17_10_2000

La POLITIZACIÓN de la DELINCUENCIA

Hemos venido insistiendo en la necesidad que tenemos de purificar ( pisar tierra) nuestras actitudes frente a los demás. Ya no se trata de ser buenos o malos ciudadanos, porque, al fin y al cabo, la asunción de esta decisión escapa permanentemente a nuestra voluntad. Es un asunto holísticamente afrontado.

 

 Es muy común el hecho de que la mafia, la delincuencia organizada, los asaltantes del Tesoro Público, los políticos deshonestos y los irresponsables de toda índole sean los más beneficiados con las leyes de Occidente. Existe toda una organización tendente a la defensa a ultranzas de la bondad natural del hombre, en una suerte de homenaje al criterio rusoniano, muy contrario a la concepción maquiavélica.

 

Ahora bien, ¿acaso está comprobado que Nicolás Maquiavelo se equivocó? ¿acaso no es mejor y más científico admitir que los hombres terminan ora buenos, ora malos de acuerdo con sus hechos, de facto, y  no de juris? Entonces, serían sus actuaciones en vivo las que digan cómo son, independientemente de las razones que lo impulsen a la comisión de hechos delictuales. Pero, esto es muy diferente a la cacería de ataques que tienen los políticos para que los malhechores sean bien tratados.

 

En Venezuela hubo recientemente todo un espectáculo presidencial y mundial que  giró en torno a la demolición de una insalubre prisión nacional: La Planta. No hay duda:  el cuerpo jurídico, leyes ad hoc, tribunales, acuerdos internacionales  y demás disposiciones e instituciones que tienen reservada la exclusividad de la competencia delictual en países como Venezuela, está desviado hacia la protección de los delincuentes. Los ciudadanos de conducta normal y quienes accidentalmente se vieren involucrados en hechos reñidos con la ley se hallan virtualmente desamparados, salvo que posean buena posición económica.

 

 Éste no es el caso de los hampones,  quienes hasta los provenientes  de los bajos estratos sociales, tienen a sus órdenes todo ese paquete de leyes, de abogados dispuestos a lucrarse con sus delitos, y la defensa incondicional de los mismos delincuentes metidos a la Política. Los corruptos contra la cosa pública son delincuentes inmunizados por sus cargos. Estos delincuentes, metidos a burócratas, hacen lo imposible para velar por la protección de hasta quienes sean hallados in flagrante. Tales delincuentes se cuidan para que, en  acaso de ser descubiertos en sus fechorías, llamadas actos de corrupción administrativos, puedan disfrutar de las mismas protecciones que viene gozando el hampa común no burocrática.

 De resultas, la delincuencia se halla politizada para beneficio de los pillos ora como gente común, ora como burócratas .

 

 

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