102-04-03-KK3(059-27-10-1996,año XVI) Manuel C. Martínez M.
Sadelas
Sociedad Amigos de la Salud
Las finas huellas del ser querido
Casi todos nosotros sabemos sentir la fuerza de las relaciones , por intangibles que se nos presenten: la vieja casa donde discurrió la infancia, la improvisada escuelita, el primer juguete regio cargado de fantasías. De tentativos y platónicos amoríos, no se diga.
Estas relaciones , indelebles per se, nos visitaron una vez y se apropiaron de nosotros cual invasor que busca albergue para cubrir su propia soledad. Tal es el caso de nuestra <<Motica>>, un gran perro chiquito que vivió con nosotros para encanto de todos. Le puse Motica por su frondosa e incipiente pelambre, acabadito de nacer, y es que a primera vista se dificultaba reconocerle su parte frontal de su trasera.
Así de peludo era Motica. Luego vino el encariñamiento, sus retozos y travesuras, el perfeccionamiento de sus negricirculares ojazos, sus recortadas paticas traseras en perfecta armonía con su mermada y chucuta cola.
Bueno, Motica se hizo querer y también nos quiso mucho, a su manera, por supuesto. Y fue así cómo quedaron en nuestras vidas las firmes, dulces y amorosas huellas, tan hondamente puestas, que a todos los perritos que le sucedieron, luego de su muerte natural, les seguimos llamando Motica, a pesar de haberles dado muy diferentes nombres.
Estoy hablando de ese ser querido, de las finas huellas de aquel hijo de <<Edil>>, quien hubo de dejarnos las suyas propias y prolongadas en sus encantadores descendientes, a tal punto de que hoy sigo arrepentido por ese despectivo nombre con que la bauticé para expresar así mi descontento con tanta inservibilidad burocrática y edilicia de la que sí no quisiera recordarme.