Por Mario Fidel Bianchetti Cabezas
Buenos Aires — R. Argentina
La comparación entre las figuras de
Liniers y de Beresford pone al descubierto un enfrentamiento de naturaleza
conceptual.
La
figura de Beresford —al final victorioso— con su extraordinaria lucidez, nos
señala la clave de la historia de estas
tierras. Dice aconsejando a Lord Castlereagh ante los preparativos de una
tercera invasión inglesa "a
menos que vayamos a darles independencia, será mejor no acercarnos..." (1).
Durante los días de gobernador en Buenos Aires, ya había tomado juramento de
fidelidad a la corona británica, a muchos “destacados” porteños, entre los que
se contaba Juan José Castelli (1).
Contrasta
aquella figura con ese Liniers humilde, en su fidelidad a Dios, la Patria y el
Rey hasta perder la vida, presentándose como uno de los pocos notables,
conceptualmente enemigo de aquel. Él es probablemente nuestro último patriota
en estas latitudes. Hasta su descendencia, vinculada fuertemente a las filas
del Carlismo y sus últimas declaraciones ante la inminencia de su muerte, nos
confirman sin duda la claridad de sus ideas (2).
Este enfrentamiento, que esconde como siempre el de toda la historia de la
Cristiandad —al decir de W. T. Walsh: el de Cristo contra el anticristo— nos
trae el recuerdo de aquel discurso que José Antonio pronunciara el 4 de marzo
de 1934 en Valladolid (3).
Allí
José Antonio decía: "El separatismo
local es signo de decadencia, que surge cabalmente cuando se olvida que una
Patria no es aquello inmediato, físico que podemos percibir hasta en el estado
más primitivo de espontaneidad. ... : que una
Patria es una misión en la historia,
una misión en lo universal." Y aquí viene lo que nos sugiere un
paralelismo con aquellos dos conceptos antagónicos.
"La
vida de todos los pueblos es una lucha trágica entre lo espontáneo y lo
histórico."
Liniers,
defendiendo la Patria hasta perder la vida, y los "Castellis y
Belgranos" traicionando esa Patria
a favor de lo espontáneo, lo primitivo, aprovechándose de un momento de debilidad
para ello, hasta poder decir —como José Antonio en el principio de su discurso—
ya "estamos sin España",
¡desde luego que no con la tristeza de José Antonio!. Que sigue diciendo: "Cuando se produce la época de
decadencia de ese sentido de la misión universal, empiezan a florecer otra vez
los separatismos, empieza otra vez la gente a volverse a su suelo, a su tierra,
a su música, a su habla y otra vez se pone en peligro esa gloriosa integridad,
que fue la España de los grandes tiempos."
Creo
que el fracaso de los movimientos patrióticos americanos (nacionalismos) se
debe a que nunca han defendido la Patria, esa "misión en la historia... misión que en lo universal los diferencia
de los demás pueblos", sino "este
estado primitivo... espontáneo", porque ello implicaría aspirar a una
unidad en la que los egoísmos localistas jamás han pensado (y que nunca el
enemigo ha dejado de temer).
La
intuición y una conciencia sana les ha permitido identificar al enemigo, pero
han subestimado su astucia y se han aferrado para combatirlo, a la defensa de
una situación de hecho, impulsada por este, en detrimento de la defensa de la
verdadera Patria. Y esta es una cuestión esencial: ¡tanto o más importante que conocer al enemigo es saber qué estamos
defendiendo de él!
Mientras
las Españas Americanas se disgregan en ridículas "republiquetas bananeras
independientes" —¿de quién?— esgrimiendo los mismos argumentos
separatistas de la España de hoy y cayendo en la misma brillante trampa de
Beresford, el enemigo arma una grande y poderosa nación, aumentando su
extensión y su población con los territorios que nos ha robado.
Creemos
que el tiempo transcurrido no legitima los separatismos triunfantes: los derechos de la Patria no
prescriben.
El
fruto de mayo no está contenido en la Hispanidad. José Antonio nos enseña a
distinguir este "signo de la
decadencia", y su defensa no implica la defensa de la Patria sino, por
el contrario, la forma más engañosa de combatirla.
¡Las Patrias no nacen por designio de los hombres
sino de Dios, que esto es "una misión en la historia": un mandato
Divino!
Sabemos
que los himnos y las banderas van a desaparecer: el enemigo ya no los necesita.
Los ha usado por casi doscientos años y ha logrado con ello su objetivo
estratégico: ha borrado a España de las raíces de los americanos, ha escondido
la Patria. La escuela laica, obligatoria y gratuita, con una eficacia
increíble, lo ha tenido entre sus fines principales, lo demás sólo lo oculta.
Agentes
del gobierno mundial ya se asoman como cabecera de playa: basta leer a
O’Donnell, Soriano, Efrom. En ellos ya San Martín es masón y Belgrano y
Castelli autores de ordenanzas terribles, que ellos mismos se encargan de hacer
cumplir sin reparar en el uso de métodos criminales. Luego caerán sus símbolos.
Ya se
vienen las banderas del gobierno mundial. En lugar de gastar esfuerzos en
evitar que caigan las banderas falsas, unámonos para levantar, antes que el
enemigo ice las suyas, las banderas de la verdadera Patria, aquella que funda
la acción conjunta y milagrosa de Santiago y Recaredo, la Patria del Cid, la
Patria de Isabel y de Fernando, la Patria que defiende Liniers hasta su muerte,
la Patria en fin, que tiene en el Carlismo su último bastión, hasta la victoria
final.
(1) Beresford, Gobernador de Buenos Aires - Lozier
Almazán, Bernardo P. (Editorial Galerna, 1994)
(2) La descendencia carlista de Santiago de Liniers - Lozier
Almazán, Bernardo P. (Obra inédita)
(3) Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera (I, Los Coihues, 1979).
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