Fiesta de los Mártires de la Tradición

Por Miguel Ayuso

Madrid - Reino de España.

Fuente: El Boletín Carlista de Madrid.

Marzo-Abril 2000, Nº 50.

En la tesitura actual, con el legitimismo por fuerza arrumbado o dificultosamente mantenido, con la continuidad histórica rota a trechos por la desaparición del pueblo carlista, y con un tradicionalismo teóricamente vigoroso –recordemos los nombres de Elías de Tejada, Rafael Gambra, Francisco Canals Vidal, Alvaro d’Ors, Juan Vallet de Goytisolo-, pero progresivamente desvinculado de la realidad y por lo mismo más difícil de realizar en la práctica, se plantea de modo inexorable la continuidad misma del Carlismo, de nuestros esfuerzos, de nuestros quehaceres, de nuestra dedicación a la Causa.

Es obligación nuestra el perseverar. Podría parecer que la conclusión habría de ser negativa, que la respuesta a la pregunta que he lanzado de forma retórica implicaría esa negación. Pero, al contrario, creo que deben recordarse una serie de razones que nos llevan a la perseverancia en el servicio de la Tradición, y que es esta perseverancia la que ilumina la actualidad – más allá de las razones que llevaron a S.M. Católica el Rey Carlos VII a instituirla- de la fiesta de los Mártires de la Tradición.

En primer lugar, en sede teológica, no podemos abandonar un depósito venerable y sagrado que no nos pertenece, pero que hemos recibido y, aunque lo llevamos –como dice San Pablo- en vasijas de barro, hemos de preservar y entregar. Por eso, el mismo Apóstol de las gentes exhortaba a guardar las tradiciones. Pero es que también en la profecía se nos dice que la acción del Mesías, y puede extenderse a las obras del espíritu, que "la caña doblada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará". Es piadoso levantar lo que parece que ya cae, sobre todo cuando tanta luz y calor nos ha dado ese pabilo. Finalmente, en breve repaso, hasta la profecía –porque también lo es- de los últimos tiempos, esto es, el Apocalipsis, esconde tesoros para sostén de nuestra perseverancia: así, en el mensaje del Angel a las siete iglesias que encabeza ese último libro de la Escritura, y en el que se traza la totalidad de la historia de la Iglesia de Cristo, al llegar a la iglesia de Tiatira, que es la que simboliza -según reputados exégetas- la Cristiandad, tras las líneas en que se describe la época y las posteriores en que se formula un reproche, el consejo que –como en todos los demás mensajes- cierra es: "No arrojo sobre vosotros otra carga, solamente lo que tenéis, tenedlo fuerte, hasta que yo venga". Así pues, no hemos de perder nada de lo que se nos dio, sino que –herederos de la iglesia de Tiatira- hemos de asirnos fuerte a lo que tenemos, a lo que va quedando.

Estamos, pues, obligados sobrenaturalmente a conservar lo que tenemos, lo que no nos obligaría si no hubiésemos recibido ese don y esa gracia, también esa carga. Pero lo recibimos, y ahora no podemos desentendernos, no podemos entregarlo a quien no lo quiere aceptar, al enemigo, que eso es traición, sino a quienes han de continuar la obra, que eso es la tradición.

Hay también razones piadosas, razones familiares, razones naturales de toda índole, que fortalecen la adhesión a la obra de nuestras familias, de nuestros antepasados, de nuestros connacionales y conmílites. El cuarto mandamiento de la Ley de Dios, tan desconocido en nuestro mundo, no sólo se refiere a los padres, sino también a la patria, como supo ver el genio de Santo Tomás de Aquino.

Es verdad que hay mucha mies y pocos, cada vez menos, operarios. Hemos de rogar, pues, al dueño de la mies para que nos envíe más. Pues sin la gracia de Dios todos nuestros esfuerzos son vanos. Lo que no quita para que hayamos de emplearnos con todas nuestras fuerzas en el servicio al que hemos sido consagrados. Permítaseme repasar algo, entre tanto, de lo que podemos y debemos hacer, alentar, apoyar.

En un nivel histórico, el mero hecho de custodiar la memoria histórica del Carlismo es tarea en la que caben múltiples contribuciones. Hay iniciativas que se están volcando en este sentido: la Fundación Hernando de Larramendi, la editorial Actas de Luis Valiente, la revista Aportes que dirige Alfonso Bullón de Mendoza. También en un ámbito fundamentalmente histórico, aunque con componentes doctrinales y más amplitud, ya que cubre toda la historia de las Españas, se desenvuelven los trabajos de la Fundación Elías de Tejada, que coordina a centenares de intelectuales del mundo, en especial hispánico, y más ampliamente del tradicionalismo.

En un nivel doctrinal, el de la doctrina social católica y la filosofía política contrarrevolucionaria, resulta imprescindible la Fundación Speiro y su revista Verbo, la mejor del mundo hispánico tradicionalista, que sirven a una lucha que si puede resultar excesivo calificar de política, al menos es prepolítica o parapolítica. Y es lástima que sea éste terreno en que tengamos que detener muchas veces nuestros desvelos. Pues siempre rechazamos a las societés de pensée, que los liberales utilizaban para erosionar la sociedad (real) cristiana. Hoy, en cambio, hemos comenzado a convertirnos en algo parecido a una sociedad de pensamiento, si no fuera porque estamos animados de espíritu religioso, que hace que de nuestro pequeño grano de mostaza pueda volver a brotar un árbol donde aniden los pájaros. Dejémoslo en manos de Dios, y si lo que le agrada ahora es que nos veamos en esta situación, y si no podemos ofrecerle otra cosa, trabajemos al menos sin descanso en la indagación y perfeccionamiento doctrinales.

Mientras sigan existiendo focos sociales de cierta amplitud en que arraigan nuestras convicciones, hemos de mantenerlos y perfeccionar su reclutamiento, encuadramiento y proselitismo. Lo que vale para la actuación política de la Comunión Tradicionalista, de los distintos Círculos carlistas, con sus boletines, o la revista "Ahora-Información", en Barcelona.

Y si se me permite algo más añadiré que podríamos también empeñarnos en la tarea de recuperación teológica y litúrgica, tan necesitadas de nuestro concurso tras el vendaval conciliar, y a la que, a diferencia de la acontecido en otros países, no hemos prestado demasiada atención. Apoyemos la liturgia venerable del rito romano antiguo, acosada por tantas jerarquías eclesiásticas, y que en Madrid se conserva, no sin dificultades, en la Ermita de la Virgen del Puerto.*

Son muchos campos los que tenemos delante de nosotros y en los que podemos trabajar según nuestra vocación y capacidades. No me cabe duda de que nuestra opción –"opté y se me dio el sentido, invoqué y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría", dice la Escritura - nos reportará fracasos profesionales o, por lo menos, el dejar de conseguir los éxitos a que legítimamente podríamos aspirar. Encontraremos, así, alguna marginación social, alguna dificultad familiar. Sufriremos, y no puede ser de otro modo, por nuestra perseverancia en el servicio a Dios en la causa de la Tradición. Este es el sentido actual de la Fiesta de los Mártires de la Tradición. Es nuestra fiesta tanto como la de nuestros antecesores.

Este sentido agudísimo de frustración humana y de transfiguración sobrenatural es el que he encontrado en unos versos del poeta y escritor montañés Ignacio Romero Raizábal. Con ellos termino estos deshilachados pensamientos:

 

"Acaso nadie, al verlos, que son héroes crea

pero lo son y grandes, ¡ vaya que si lo son!

Son los caballeros, héroes de la idea

que sirven a una dama que es la Renunciación.

Más que guerreros, mártires, resisten el acecho

que sobre ellos proyectan la Fama y el Poder,

y acaso no son héroes por las cosas que han hecho,

pero lo son por otras que no han querido hacer."

 

(*) Nota de la Redacción: Sobre el particular agregamos que, en la Capilla de Santiago Apóstol, sita en la calle Catalina Suárez, 16, de Madrid, también se celebra la Santa Misa tradicional, oficiada por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X.

 

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