Mártires de la Tradición

 

Sermón pronunciado el 10 de marzo de 2001 por el

Pbro. Edgardo Albamonte

Capellán de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII.

Buenos Aires — Argentina.

Otro año transcurrido, hoy 10 de marzo, la Fiesta de los Mártires de la Tradición nos convoca a la Santa Misa anual de nuestra Institución, Misa que —siempre lo recordamos— fue instituida por el Rey Carlos VII para los Mártires de la Tradición y que nosotros hacemos extensiva a los Cruzados de la guerra 1936/1939, agregando una intención de acción de gracias por los frutos de nuestra Hermandad.

Asombrosamente, en medio de esta debacle general que la globalización ha profundizado ¡hemos crecido!... y además despertamos interés en algunos..., también curiosidad en otros, hasta aquellos que se extrañan... ¿cómo es posible ser carlistas en Sudamérica...? (a esto responderá próximamente nuestro presidente con sus trabajos); o peor, preguntan ¿cómo es posible ser carlistas en el siglo XXI...?

Una vez más respondemos: ¡el Carlismo es el Tradicionalismo Católico, que no cambia y tiene sentido con la Fe Católica de siempre, no la adulterada! ¡Sin Fe Católica se convierte en un movimiento político más, o lo que es peor, en un partido político del sistema!... ¡No es lo nuestro!

Aquí estamos rindiendo homenaje a todos, conocidos y anónimos, que forjaron la España Eterna, la defendieron y la reconquistaron en 1936...

De aquella España Eterna forjadora de nuestra Hispanidad Americana, España Eterna cuya misión era la de salvar el mundo... ¡y esa fue toda su Historia!

¡España salvadora! Porque la Catolicidad es la quintaesencia de la Tradición Española y el factor principal de todas sus grandezas... Se decía que prescindir de ella (de la Catolicidad) o relegarla, sería desgajar a España del tronco de la Tradición y condenarla a la esterilidad y a la muerte...

La España que reaccionó en el 36, que combatió, era esa España Eterna... Y así fue en gran medida con el triunfo del 39...

Volvió el Catecismo a los niños españoles... a los colegios. Volvió el Crucifijo (libro de la Sabiduría de Dios), a ocupar su trono en todas las instituciones españolas.

¡Volvió la Inmaculada!, que había recibido desde las banderas de los tercios, el homenaje del valor de requetés y soldados... Y volvió el catolicismo a las Fuerzas Armadas españolas...

En esa España renacida se decidía el ser o no ser de toda una civilización acosada por el Comunismo y el ateísmo, suscitados por el Liberalismo... (recuerden la situación histórica después de la segunda guerra mundial).

¡ERA ESPAÑA, BALUARTE DE OCCIDENTE!

Hoy, en este recuerdo y homenaje a la distancia, vemos que quizá esa España de post-guerra no aplicó "integralmente" los Principios de la Tradición... No es el momento aquí de analizarlo...

¡Lo que sí nos consta es que el desmantelamiento de ese Estado católico español se consumó con la aplicación del Vaticano II en la Iglesia Española y en los Principios del Régimen Español, del Estado, en 1967, "de acuerdo a lo concordado por el Estado español con la Santa Sede", decían... La libertad religiosa significó el fin de la Unidad Católica de España... y entonces, ¡también la de su misión de salvar al mundo......!!

¡La unidad católica de España murió en 1967, cuando las Cortes aprobaron la aplicación del Decreto de Libertad Religiosa...!

Esa unidad católica —obra de los más grandes santos y héroes hispanos, como Recaredo, Pelayo, los Alfonsos, Fernando, Isabel y todos los hacedores de la Unidad de España— moría.

Hoy, desde este San Isidro de Argentina, recordamos el panegírico que el teólogo del Alzamiento, el Canónigo Don Aniceto de Castro Albarrán pronunciara con llanto en la Fiesta del Santo Patrono de Madrid en 1967, desde el púlpito de la vieja catedral...

"La unidad Católica de España está muerta", dijo, "Es uno de los grandes cadáveres que quedan flotando sobre la historia..." Y se extrañó del silencio de esa España ante la tragedia, que podía interpretarse como una repulsa a los grandes constructores de nuestra unidad religiosa.

Y después de elogiar a los que con piedras de santidad y sangre de mártires edificaron y decoraron el Alcázar de España católicamente UNA... reflexionó: "Siendo tan grande la obra de la unidad, el vacío que deja al desaparecer es también muy grande..."

"Así," dice, "andamos en afanes de unidad de las tierras y de los hombres (habla de la Comunidad Europea) y entre tanto, hemos consumado para siempre la rotura de la unidad de las almas... ABYSUS ABYSUM INVOCAT," profetiza el gran sacerdote... (Un abismo llama a otro abismo)... Y haciendo referencia a los bárbaros, que desviaban el curso de los ríos con cadáveres, agrega: "no dudéis, este cadáver de nuestra unidad religiosa hará torcer el curso del río de España.... ¡Era nuestra grandeza y acaba de perderse! ¿adónde va España...? Ya sé lo que decís: el vacío se ha producido, pero lo llenaremos... ¿Con qué? ¡con libertad, con libertad y con más libertad! ¡Que Dios os lo demande! De cualquier manera, pienso que de lo que se está colmando el vacío es de «mezclas explosivas..». En este trance, en que esta Unidad desaparece y muere ¡loor a esta grandeza española, florón de nuestra historia...! Rendirle este homenaje de alabanza es lo menos que podemos hacer...".

Esto lo decía hace más de 30 años... De aquellas profecías a la realidad de la España de hoy no se necesitan comentarios. Nosotros también rendimos homenaje a esa España una, baluarte de la Iglesia y del Occidente, forjadora de la Hispanidad y esperanza del mundo, ¡España redentora!

Y hoy, en 2001, sólo nos queda la esperanza sobrenatural y —como Don Aniceto en 1967— invocamos también a San Isidro Labrador, (que es nuestro Patrono regional) y a toda la corte de Santos Hispanos... Sólo con la restauración de la Iglesia de Cristo a través de la restauración de su Corazón, que es el Santo Sacrificio verdadero, habrá restauración de la Cristiandad Hispana, que nació al pie de los altares.

¡SÓLO ASÍ ESPAÑA Y LA HISPANIDAD SERÁN SALVAS!

NUESTRA SEÑORA, REINA DE LA HISPANIDAD, ROGAD POR NOSOTROS

 

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