LA REPRESENTACIÓN INORGÁNICA EN LA DEMOCRACIA MODERNA

Por Rafael Gambra* Madrid,España.

* La Dirección agradece su colaboración que mucho nos honra.

La obra de Vázquez de Mella -el llamado "Verbo de la Tradición"- fue ante todo una obra de elocuencia. Seguramente ningún orador puede comparársele en España durante el siglo pasado y primer tercio de este, ya que, comparado con Castelar, Mella oponía a la vacuidad doctrinal de aquel, un pensamiento sólido y profundo. Solo él en su tiempo fue capaz de mantener la atención y el entusiasmo de un Parlamento mayoritariamente liberal - hostil a su pensamiento - durante la hora y pico que duraba el menor de sus discursos.

El pensamiento de Mella no es así una obra escrita ni sistemática sino esparcida en multitud de discursos parlamentarios, intervenciones electorales en teatros o concentraciones carlistas ( aplecs en Cataluña) , actos florales,etc. Ha llegado a nosotros en los casi treinta tomos de sus Obras Completas en textos captados taquigraficamente de oído, es decir, en un estilo oratorio y vibrante que no es seguramente del gusto del lector actual ( sabido es que el estilo hablado y el escrito difieren substancialmente). Ni siquiera se hizo entonces un índice temático que permita analizar separadamente los distintos aspectos de su pensamiento.

Sin embargo, por ninguna obra transita con mayor emoción e intensidad el espíritu del tradicionalismo español y la inspiración religiosa y patria del mismo. Y, sobre todo, resultan notables en el discurso de Mella las intuiciones geniales, los súbitos golpes de vista que nos aclaran en tres renglones más de lo que podríamos comprender a lo largo de su libro. Voy a referirme a una de esas visiones esclarecedoras que creo fundamental por su permanente actualidad.

Sabido es que, después de la victoria aliada en la última guerra mundial -del Vaticano II en la Iglesia- el único régimen de la "ortodoxia pública" mundial es la democracia liberal de representación individual mayoritaria o Voluntad General. Lo mismo se trate de que un país civilizado de Europa o América que salga de un gobierno dictatorial o que se pretenda poner orden en un caótico genocidio de negros africanos, la solución es única y la misma: convocar una elecciones supuestamente libres en las que por sufragio individual directo ( "un hombre un voto" ) se logre la mayoría de alguno de los partidos políticos más o menos improvisados para la ocasión. A todo el mundo sorprende que en ese sistema para determinar la voluntad popular valga lo mismo el voto de un analfabeto alcoholizado que el de un sabio y que se prescinda totalmente de una continuidad en el gobierno sabiendo que esa teórica Voluntad soberana es cambiante y manipulable. Pero el imperativo igualitarista y el de que el poder emane de un origen puramente humano, "laico", prevalece sobre toda otra consideración.

Es aquí donde una sencilla intuición, una sola frase de Mella deshace y anula toda esa teoría del Poder y su origen que ha llegado a admitirse universalmente: el hombre, que es social por naturaleza, forma parte de diversas sociedades concretas ( profesiones, municipios, países) que tienen intereses comunes que son representables y delegables, "pero lo que el hombre tiene de propiamente individual no es representable mas que por él mismo" ( Obras,t.8,p.150 ). Es decir que para darse una representación individual, inorgánica, verdadera, tendrían que acudir al Parlamento la totalidad de los ciudadanos, cada uno con su propia reivindicación. Lo que además de imposible sería inexpresable, de acuerdo con el dicho escolástico "Individuum ineffabile": el individuo como tal es inexpresable. Yo puedo definir lo que es el triángulo, o el artesanado, o el rey de España, pero si quiero definir cómo es un hombre en concreto, aunque me pasara la vida describiéndolo, no podría dar de él la imagen concreta, instantánea, que se obtiene con solo verlo o conocerlo.

Mella recuerda aquí aquella famosa frase del Conde de Maistre en la que afirma que él ha encontrado en el mundo rusos,franceses, italianos,etc., pero nunca al hombre o al individuo porque se trata sólo de una abstracción, un ente de razón. Si los hombres delegan la representación de sus intereses comunes como miembros de un grupo concreto ( profesional,municipal, estamental,etc.) puede de ahí surgir una verdadera institución representativa y un dialogo auténtico. Tal era el caso de las antiguas Cortes prerrevolucionarias donde los diputados de esos grupos elevaban al Rey sus quejas o peticiones, que el monarca debía satisfacer, o al menos responder, antes de la siguiente convocatoria a Cortes. Cuando lo que se pretende representar es el individuo abstracto, se da simplemente una alienación humana en dos grupos concretísimos que ejercerán de hecho el poder a su conveniencia: los políticos profesionales y los periodistas que fabrican esa opinión pública puramente sentimental y efímera que da el poder al otro grupo en simbiosis de partido.

La muchedumbre inorgánica, el hombre-masa, nunca tiene opinión estable ni ejerce responsabilidad alguna. Su acción sólo aprovecha esporádicamente a accesos de protesta o de ira, generalmente violentos y crueles. Tales quejas no son respondidas en los "cuadernos de Cortes"sino por las vergas y corazas o escudos de la policía antidisturbios.

El Carlismo propugna la representación orgánica y, por lo mismo, existe desde hace siglo y medio, y empalma con el régimen histórico de las viejas Españas. Los partidos políticos de "opinión", ?cuantos habrán sido desde las Cortes de Cádiz: quinientos, mil ...?. Lucharon entre sí por el poder, desgobernaron a España, y de la mayoría no existe ya ni aun su recuerdo.

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