¿QUE SIGNIFICA SER CARLISTA?

Por José María de Domingo-Arnau y Rovira

Vicepresidente de la Hermandad Monárquica del

Maestrazgo. Madrid. España.

El Carlismo no es un partido. No se titula partido, sino Comunión. Partido es alianza de conveniencias y ambiciones. Comunión es unión en común ideal y una especial forma de entender y vivir la vida en una doctrina.

Los partidos se agrupan en torno a programas siempre variantes, circunstancias, frágiles como castillos de arena frente al oleaje de los oportunismos calculistas.

Una Comunión se constituye en torno a una doctrina, o conjunto de principios eternos, de afirmaciones substanciales de la vida del hombre y de los pueblos en que se agrupa; sustenta en realidad unos dogmas sobre la sociedad y sobre la Patria.

Los partidos se contentan con dar una determinada fisonomía externa a la sociedad, a la política y a la economía en que viven, con gobernar simplemente o con desgobernar sinceramente, pretendiendo parar la derivación secular de la vida nacional en fosilizaciones administrativas del momento ignorando el empuje de la Tradición y las exigencias del futuro. Desconocen el factor tiempo y con él el valor de lo eterno. Les faltan perspectivas y relieves dinámicos de historia. Pretenden elevar un edificio y solo dibujan una caricatura grotesca y muerta sobre el plano de sus mezquinos oportunismos. Los partidos son siempre políticos en el sentido laico, maquiavélico de la palabra.

Una Comunión, con ser política, y admitir medidas programáticas y gubernativas las ennoblece con la elevación de sus dogmas nacionales y las encauza armoniosamente en la evolución histórica, espiritual y humana de la nación.

La Comunión Carlista no es partido. Es la voluntad agrupada en mantener un cauce nacional hacia los principios de Dios, la patria y el Rey.

Porque una Nación no es un conjunto de hombres viviendo sobre el suelo. Este a lo más es una tribu. Una Nación es sobre todo un estilo de vivir y un espíritu de actuar en el mundo. Espíritu y estilo son alma y carácter que impulsan y configuran a un pueblo haciéndolo Patria con vocación de empresas históricas.

El Carlismo es una Comunión, porque mantiene unas afirmaciones sobre España lo español y los hombres de España. Defiende el espíritu de lo español y el estilo de ser español. Guarda, con ello, celosamente, la herencia moral, cultural e histórica de España y de los grandes españoles. Quiere enriquecer con esa herencia el patrimonio nacional que empobreció la rapacidad extranjera y la venalidad de los extranjerizados o la osadía de los extranjeros.

Quiere con ese espíritu, dar nuevos objetivos universales a España y con ese estímulo devolvernos la conciencia de nuestro propio ser ante los demás pueblos. Pretende, con ambos restituir vida y personalidad a lo español, a la Patria y a la sociedad española.

Por eso el carlismo no es sólo español, sino españolista, reivindicador de la Integridad, Honor y Grandeza de España, como Patria, y de sí mismo como español. Ser carlista no significa sustentar tan sólo unas preferencias por determinadas formas políticas, sino también una suprema inquietud por la justicia social y por la moral cristiana influyendo en la realidad española. Ni tampoco el carlista puede limitarse a propugnar unas simples medidas de gobierno sin disponerse a ser digno de ellas.

Ser carlista no es tanto el profesar el ideal católico y españolista cuando practicarlo en la persona, en los propios actos.

Por eso es conveniente despojar, como bien decía Javier Morte,del título de carlista a los que apellidan a esta forma españolista de "partido", pues lo único que pretenden son medros personales sin más objetivo que la propia ambición. En el Carlismo no se puede encontrar un partido ni un concepto mercantilista del arte de gobernar.

No pueden ser carlistas los que vean en el Carlismo un simple baúl de relicarios históricos y momificaciones extranjerizadas con marchamo feudalista. Les molestaría nuestras sinceridad dinámica y actualizadora de la experiencia histórica de la Tradición al servicio de las necesidades presentes de nuestro pueblo.

Deseamos ardientemente que comprendan al auténtico Carlismo quienes creen en España, no los que sólo admiran su grandeza pasada, ni los que sólo aguardan, platónicos, su resurrección futura, ni los que miran única y egoístamente a su presente criterio, sino los que aman a España como Madre y se sienten capaces de luchar por ella cada día con la fuerza potentísima que da el amor, los que la entienden como una Comunión histórica al servicio de Dios y del hombre, los que creen, como nosotros, firmemente en España, porque creen en Dios.

Fuente: Maestrazgo. Época III,número 44,año XXV, enero-febrero 1997.

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