S.M.C. DON ALFONSO CARLOS I

Fue egregia la figura de S.M.C. Don Alfonso Carlos I de Borbón, el último monarca descendiente, en línea directa, de la Dinastía carlista. Nació el 12 de septiembre de 1849 y falleció el 28 de septiembre de 1936, víctima de un accidente de tránsito en la calle Prinz Eugen Strasse de Viena.

Don Alfonso Carlos I fue el segundo hermano de Carlos VII, que a su vez fue sucedido por Don Jaime III, que al morir sin hijos, supuso la proclamación de D.Alfonso Carlos como Rey legítimo. Fueron años muy difíciles para España y para la Dinastía carlista los de su corto reinado. Pero en tan corto espacio de tiempo logró el incremento de la Comunión Tradicionalista, hasta el extremo de preparar nutridos tercios de Requetés capaces de enfrentarse con el gobierno republicano, que conducía a España a caer en las redes del totalitarismo comunista de Stalin. Pese a sus numerosos años desde San Juan de Luz (Francia) próximo a la frontera siguió todos los preparativos para el Alzamiento nacional de 1936, y organizó y determinó las bases necesarias para ello.

Sin embargo, a pesar de todos sus meritorios hechos y preparativos castrenses, quizás lo importante hoy, sea recordar alguno de los párrafos de su Manifiesto publicado en la Festividad de los Santos Reyes, en 1932, en el que trazó las bases de un gobierno en una Monarquía Tradicional.

Decía así:

"Cortes verdaderamente españolas, ligadas en los casos trascendentales por el mandato imperativo de sus electores, dignas sucesoras de aquellas gloriosas Cortes de los antiguos reinos, aunque acomodadas también, en lo que fuere preciso, a las exigencias harto complejas de los tiempos modernos, y no Parlamentos estériles, donde triunfa la garrulería y el escándalo; ni diputados que apenas conozcan sus distritos, como no sea para someterlos al yugo de sus caciquismos electorales. La Monarquía que yo proclamé debe ser Monarquía de verdaderas repúblicas, es decir, de Municipios libres verdaderamente, tales como España los concibió durante dilatados siglos de su Historia; baluarte inexpugnable de las libertades públicas y honrado ejemplo de escrupulosa administración".

"Menester es, igualmente, devolver a las regiones su personalidad y los derechos que un malvado centralismo les arrebató, con daño inmenso de la paz nacional. Es preciso que la región vuelva a ser lo que siempre fue, valladar enérgico contra todo absolutismo centralista, legisladora de su peculiar derecho, guarda escrupulosa de sus tradiciones, custodia de su lengua propia, inculcadora de su cultura, administradora de sus intereses, propulsora de su singular economía y hermanadas todas ellas en una suprema unidad, intangible y sagrada, como debe serlo la madre que todos veneran y ninguno discute sin mengua de su propio honor. Y porque la subsistencia de unos derechos en nada obstan en esa intangible unidad de la Patria común, yo proclamo solemnemente todas las libertades, fueros y franquicias de los antiguos reinos, principados y señoríos, deseando jurarlos si la ocasión me fuera propicia como los juraron mis antepasados en toda su integridad, sin perjuicio de aquellas modificaciones que las propias regiones, para su mayor virtualidad, creyesen necesario introducir en relación con las exigencias de la vida moderna".

Un programa, el expuesto en ese Manifiesto, que señala la doctrina del Tradicionalismo, sostenida a lo largo de varios años con la firmeza que le daba la historia y el firme propósito de persistir en su defensa, ya que con tales principios podría haberse resuelto la grave crisis política de aquellos difíciles años.

Estos puntos eran los que la Comunión Tradicionalista sostuvo y trató de establecer a lo largo de la dictadura del General Franco, desgraciadamente sin éxito.

Agradecemos a la revista Maestrazgo, órgano de difusión de la Hermandad Monárquica del Maestrazgo (España), el artículo que reproducimos.

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