31 de julio
SAN IGNACIO DE LOYOLA,*
Confesor

Haced todo a gloria de Dios.
(1 Cor., 10, 31).

   La lectura de la vida de los santos inspir6 a San Ignacio el amor a la santidad. Renunci� a la gloria de las armas para alistarse bajo el estandarte de Cristo, y para trabajar por la gloria de Dios y la salvaci6n de las almas. Se retir� a la, gruta de Manresa, en la que llev� una vida muy austera. Fue all� donde compuso su admirable libro de los Ejercicios espirituales. Comenz� a estudiar la lengua latina a la edad de 33 a�os, y durante su permanencia en la Universidad de Par�s, atrajo a varios compa�eros con los que ech� las bases de la Compa��a de Jes�s. Muri� el a�o 1556.

MEDITACI�N SOBRE LA VIDA
DE SAN IGNACIO

   I. San Ignacio, en la soledad de Manresa, hab�a trazado el plano del edificio espiritual que deb�a edificar durante toda su vida. Su libro de los Ejercicios espirituales es un resumen de lo que debe hacerse y de lo que �l mismo hizo para llegar a la perfecci�n. Comenz� por llorar sus pecados y expiarlos mediante ruda penitencia. Es el primer paso: lavar nuestros pecados con l�grimas. As� procedieron todos los santos; �los imitamos nosotros? Aunque no hubi�semos cometido sino un solo pecado mortal, seria suficiente para llorar hasta la muerte.

   II. El segundo paso hacia la perfecci6n, dice San Ignacio, es la imitaci6n de Jes�s que obra y sufre para la gloria de Dios y la salvaci6n de los hombres. San Ignacio ha seguido paso a paso a este Modelo de los predestinados: despu�s de su conversi�n llev6 primero una vida escondida como �l; despu�s se consagr� por entero a la salvaci6n del pr�jimo, sufriendo a causa de esto injurias, calumnias y prisi6n. �C�mo imitamos nosotros la vida oculta de Jes�s, sus trabajos y sus sufrimientos? Sigamos la divisa de San Ignacio: Todo para la mayor gloria de Dios.

   III. El tercer paso hacia la perfecci6n, que tan alto elev� la santidad de San Ignacio, es la uni6n perfecta con Dios. Para llegar a ella, hay que desasirse del temor de todo lo que no sea Dios, y darse enteramente a �l. Tenemos amor para las cosas de este mundo, y no lo tenemos para Dios. �Todo amamos, todo buscamos, s�lo Dios nada vale ante nuestros ojos! (Salviano).

El celo por la gloria de Dios
Orad por las �rdenes religiosas.

ORACI�N

   Oh Dios, que, para la mayor gloria de vuestro Nombre, hab�is dado por el bienaventurado Ignacio un nuevo socorro a vuestra Iglesia militante, haced, que despu�s de haber combatido en la tierra, siguiendo su ejemplo y bajo su protecci6n, merezcamos ser coronados con �l en el cielo. Por J. C. N. S.  Am�n.

   

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