26 de febrero de 1969
Es un error imaginar que el espanto está asociado siempre a la oscuridad y el silencio. Puede encontrarse en pleno día, en medio de los ruidos de una gran ciudad, en un teatro, en una feria... Sí, el terror y la locura pueden surgir de cualquier parte, a cualquier hora... Esta noche les contaré cómo lo encontró una mujer, a la hora en que la luz del sol entraba por las ventanas de su casa, una mañana de otoño... Porque ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo! La verdad en el increíble, en el espantoso caso de... "EL SÉPTIMO ESCALÓN".

Puertas o entradas a otros mundos. La literatura, el cine y el cómic los han tratado en innumerables oportunidades de diferente manera. Esta versión del Monje Loco se aparta radicalmente del lugar común y nos entrega un producto novedoso. David Collins conoce a su futura cónyuge, Amelia, en un teatro donde ella había quedado de juntarse con una amiga, encuentro que no llega a concretarse. De inmediato congenian y al cabo de cinco meses legalizan su unión casándose con gran pompa en la iglesia del lugar. La familia de la novia le resulta un poco extraña a Collins. Todos parecen estar afectados de un problema nervioso. Sin embargo Amelia se demuestra diferente. De carácter reposado, cariñosa y preocupada por lo que ocurre a su alrededor, sin exagerar detalles. Los recién casados se trasladan a su nuevo hogar, una casa de dos pisos moderna, soleada y bien cuidada. Anacrónicamente la escalera que conduce al segundo piso desentona con el ambiente. Está como empotrada entre las sombras y su aspecto es ruinoso. Esta situación es motivo de jolgorio en ambos y al parecer no tienen intenciones de efectuar algún cambio en la decoración. Un día cualquiera, David, que las oficia de vendedor viajante, debe abandonar la ciudad y la joven queda sola en la casona. El día parece transcurrir sin novedad, pero al llegar el crepúsculo un hecho llama su atención. La escalera se manifiesta escondida en la oscuridad y un inesperado impulso la obliga a subir. Llegada arriba contempla con extrañeza que los escalones que acaba de contar son trece y no los catorce que ella estaba segura de contar cada mañana. Cuidadosamente desciende y comprueba que efectivamente parece faltar uno. El hecho le descoloca y así lo hace saber a su marido, pero todo no es más que una anécdota y pasado corto tiempo parece olvidarse. Semanas después David por razones laborales nuevamente se ausenta y nace en Amelia el deseo de investigar la intriga. Pero esta vez es diferente: los escalones son catorce y ella concienzudamente lo ha comprobado, pero en el lugar donde debía estar el séptimo solo hay un hueco que parece no tener fondo. Desde allí en adelante la trama toma un giro arrollador donde la locura y la razón se entrelazan y desaparece el límite entre una y otra. Extraña y muy bien resuelta.

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