13 de agosto de 1969
Ha sonado al última campanada en el reloj de la vieja torre conventual... Son las doce de la noche... ¡La hora del pavor y de la angustia! Cuántas cosas horribles oculta el tiempo... ¡Sí, cosas espantosas que nadie se atreve a imaginar! Estas armas que estuvieron presentes en los terribles combates por el santo sepulcro encierran una historia muy divertida... ¡precisamente como la que necesitan para dormir bien! ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo! La verdad en el extraño, el espeluznante caso de... "LAS ARMAS DEL CRUZADO".

Walter Fenton, Historiador, impartía clases en el Instituto Oriel en Oxford, Inglaterra. Apasionado investigador del pasado dedicaba su existencia a las labores académicas y a la búsqueda científica. Una tarde por casualidad se topó con un Bazar de Antigüedades donde hizo un descubrimiento colosal: la armadura completa de un soldado de la época de las cruzadas. Sin pensarlo dos veces adquirió tan importante reliquia y se trasladó sin más trámite a su hogar. Ya en casa, se comunicó de inmediato con su amigo y colega Peter Moller, profesor de historia, tan instruido y apasionado como él. En cosa de minutos ambos historiadores se encontraban estudiando el hallazgo. Tal era la emoción de los dos académicos que, en un fortuito descuido, desde la mesa fue a estrellarse contra el suelo el casco de la armadura. El golpe hizo que la antigua pieza de hierro se partiera en dos y grande fue el asombro de Fenton y Moller al observar que un amarillento pergamino quedaba al descubierto. Temblando de emoción trataron de descifrar su contenido. Escrito en normando, fue fácil para ellos su traducción. Se trataba de un testamento fechado el año 1202 y escrito en esa data por el Barón de Crossville, donde éste legaba una gran fortuna arrebatada a los infieles a quien hallara el manuscrito, además de un castillo ubicado en el Norte de Escocia. Intrigados y casi en estado de shock, los historiadores programaron una visita al lugar, con el fin de dilucidar tan extraño enigma. Una vez llegados al sitio convenido, cansados y hambrientos se detuvieron a comer en un sitio señalado para ello y al hacer consultas sobre el camino hacia Crossville solo vieron horror en las caras, respuestas esquivas y consejos de abandonar la búsqueda. Para los lugareños, la senda en cuestión era la entrada al infierno…. Y de verdad lo era.

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