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El pánico ha vuelto a las bolsas internacionales. En las últimas
semanas han vuelto a aparecer unas imágenes de desesperación
en los corredores bursátiles que creíamos ya desterradas.
sin embargo, una recesión real es lo que es, y si la mayor economía
del mundo entra en una fase de decrecimiento, no podemos esperar que unas
bolsas, hinchadas tras un largo periodo de bonanza económica, aguanten
medianamente el tipo.
Un economista es bueno cuando es capaz de explicar convincentemente
por qué se equivocó en su previsión. La enorme complejidad
del sistema económico en el que nos movemos hace una tarea casi
imposible el intentar adelantar qué ocurrirá en el futuro.
De hecho, las previsiones tanto de analistas bursátiles como las
de los organismos (FMI, OCDE) han ido demostrándose erróneas
una tras otra: las bolsas descendieron cuando se dijo que iban a subir,
EEUU crecía cuando se le pronosticaba una crisis, y ha entrado en
recesión cuando se preveía un aterrizaje suave.
Los valores tecnológicos habían hinchado tremendamente
las bolsas. El fenómeno Internet estaba asombrando en los EEUU por
los tremendos beneficios en forma de reducción de costes y aumento
de la productividad estaba produciendo. Empezaba a aparecer una nueva economía
con potenciales de crecimiento enormes y que tan solo requería de
un ordenador para ponerla en marcha. Se preveían tremendos beneficios
futuros en las compañías puntocom. Y como todo el mundo sabe,
el valor de una empresa en bolsa viene determinado por el flujo de beneficios
que es capaz de proporcionar.
A esto hay que unir que la economía crecía. Todas estas
aplicaciones permitieron a Estados Unidos entrar en la vía del crecimiento
autosostenido no inflacionario, debido al aumento de productividad de las
nuevas tecnologías. La relación es simple: a mayor productividad,
mayor riqueza.
Así pues, este país se encontró en una brillante
coyuntura económica, y con la aparición de unas nuevas empresas
que podrían llegar a producir grandísimos beneficios. Las
inversiones bursátiles en el sector, por tanto, estaban aseguradas.
Aprovechando el momento de riqueza real había que tomar posiciones
en el nuevo sector.
Esto produjo el crecimiento de las cotizaciones, y ante ese éxito
más y más empresas aparecieron en Internet, y decidieron
su salida a bolsa. Los inversores, amparados en el crecimiento de la economía
real, invertían más y más en esos beneficios futuros.
Pero todo exceso se termina pagando. Ante la panacea que suponían
las empresas de Internet, los pequeños inversores destinaron sus
ahorros a la bolsa, con la intención de obtener grandes beneficios.
También aparecieron, por supuesto, los especuladores. Y así
las cotizaciones subieron de manera increíble, muy por encima de
la realidad de sus productos.
¿Qué ocurrió entonces? El crecimiento pronosticado
era demasiado rápido. Cuando se vio la realidad, se comprendió
que esos tremendos beneficios iban a tardar mucho más en llegar.
Además, el gran número de empresas aparecidas les había
obligado a inmensas inversiones para poder mejkorar sus ofertas. La fuerte
competencia impedía el establecimiento de precios medianamente altos
(en Internet se produce el todo es gratis, y si un servicio lo pones
de pago, alguien lo ofrecerá gratuito y allí se irán
los clientes potenciales). No hay más que ver la cantidad de sitios
web que ofrecen e-mail grauito, espacio para páginas web, mensajes
a móviles, juegos, software, chats, información financiera...
Todo sustentado por la publicidad, en un sector que, por moderno, no
acapara toda la publicidad necesaria. Así pues, las ganancias a
repartir han sido muy escasas y los resultados peores de lo esperado. Esto
ha generado un cierto pesimismo que, trasladado a la economía real
ha producido una recesión. Los inversores se han encontrado con
ésta y un peor comportamioento de las empresas on-line. ¿Conclusión?
Descensos bursátiles, especuladores que huiyen en desbandada, más
descensos, pequeños inversores arruinados, más descensos.
Y los consumidores, que se habían lanzado a gastar amparados en
la riqueza virtual que les proporcionaba la bolsa, restringen su consumo.
Así, la crisis se autoalimenta por acción y gracia de la
especulación y la burbuja bursátil.
Es cierto que hay que añadir otros factores: tipos de interés
crecientes hasta hace unos meses, inestabilidad política de los
países emergentes... Lo único cierto es que la economía
estadounidense ha entrado en un periodo de recesión de duración
imprevisible. Y cualquier intento de evaluar cuánto va a durar y
cómo va a afectar al resto de economías mundiales y mercados
bursátiles sólo va a servir para qué después
los analistas expliquen el por qué del error de sus previsiones
Ojalá que a base de equivocaciones lleguemos a comprender cómo
funciona el conglomerado económico mundial. Así, podremos
actuar mucho más eficientemente y evitar nuevas crisis como la actual.
Y tal vez para ello, sea importante que no dejemos crecer libremente a
la bolsa, y se convierta en un inmenso imperio sobre el que sustentemos
nuestras vidas. Porque se ha comprobado que se convierte en un gigante,
pero con pies de barro. |