MUERTE
La muerte ronda
por las frías calles
de la ciudad.
Pasea sigilosa,
camina sin rumbo,
sólo espera la hora
y luego te viene a buscar.
Y allá estás vos.
Caminando por
Ramos, una tarde
de Julio. Hace frío,
pero estás bien.
Y no te das cuenta
de quién está por
venir a buscarte.
De pronto cruzas la
Av. de Mayo, el
semáforo estaba en verde.
No te das cuenta.
Alguien te grita.
Te das vuelta.
Lo último que viste
fue la trompa de
un viejo colectivo
línea 96.
Alboroto en la calle.
El tráfico parado, la
gente alrededor.
Tu cuerpo yace allá
tirado. Frío como
el mármol. Tu alma
se ha escapado.
Y la muerte, otra vez,
a alguien joven
se ha llevado.
¡Pero si eras tan joven!
¿Por qué tenía que
pasarte esto?
Y luego de un quieto
llamado telefónico,
viene tu amado y
al verte tirada en la
calle, no encuentra
remedio y larga un
grito desesperado.
No hace otra cosa
más que gritar
¿¡Por qué!?.
Y junto a ti se
queda llorando,
abrazando tu cuerpo,
ahora congelado.
Te levantan los
paramédicos.
La ambulancia
para nada sirvió.
Ya estabas muerta.
Entonces te llevan,
con una tranquilidad
digna de un muerto,
y te llevan a otro lado.
A un lugar silencioso
donde la gente va
pasando para ver
tu cuerpo inerte.
Esta tarde te
entierran.
Otra fría tarde
de Julio.
Te llevan hacia el
cementerio de
San Justo.
Una caravana de
autos te siguen.
Vos, muerta, vas
adelante.
Ellos, vivos, te
siguen como si
fueran muertos.
Te dan su último
adiós.
Algunos lloran.
Algunos callan.
Y otros observan
desde afuera como
entierran tu cuerpo
frío en la fría
tierra.
Y una vez enterrada
llegaste a tu triste final.
Sólo un nombre más
acompañado de una fecha
en el triste cementerio
de una triste ciudad.
Farewell... Farewell...
Tú ya no estás,
pero yo seguiré.
Hasta que un día,
no sé cuándo ni por qué,
junto a tu frío cuerpo
yo también yaceré.
Noelia Soledad Demichelli.
Ramos Mejía, Buenos Aires.
Martes 31 de Agosto de 1999, 14:30 hs.