LOS DE SIEMPRE

Si nos miramos a los ojos,

veremos nuestros corazones.

Veremos los ojos tristes, los

ojos preocupados, los ojos

repletos de alegría. Y

también veremos a

un corazón rompiéndose.

Suavemente.

Y en el espejo sólo podemos

ver lo que queremos.

Es nuestra elección.

Fingimos y muchas veces

nos engañamos. Y nos

desilusionamos.

Porque al ver lo que de verdad

hay en el alma, nos damos

cuenta que eso

no lo veremos reflejado

en ningún vidrio o metal.

Y entramos en el peligroso

juego de la mentira.

"Reflejamos el alma"

nos decimos a nosotros.

Pero en el fondo sabemos

que no es verdad.

Y una pelea comienza

muy dentro nuestro.

Pequeñas líneas de luz

brillante pasando frente

a nosotros. Son las armas

del espíritu que se defienden

ante la falsedad.

De a poco perdemos el

recuerdo de la fe en todo.

De esa fe que vemos

en los árboles y en las

praderas. O en el color

de la esperanza.

Nuestro espíritu se

quiebra... tan frágilmente.

Pero a la vez tan

dulcemente.

Nos recuerda a

los ángeles.

Y de pronto nos

encontramos en un

lugar sin luz,

lúgubre.

Esperando que alguien

venga a salvarnos.

Y en el último momento,

cuando todo ya está

perdido. Hay en

algún lugar un

hilo de pureza corriendo

por nuestro ser.

Y se hace fuerte

cuando lo ayuda la amistad.

Y al final de todo,

volvemos a ser

nosotros mismos.

Los de siempre.

 

Noelia Soledad Demichelli.

San Justo, Buenos Aires.

Marzo de 1997.

Trabajo de lengua, 3° "A".

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