LOS MITOS

Idea de los griegos acerca de los dioses.

Zeus o Júpiter.

Hera o Juno.

Ares o Marte.

Hefaistos o Vulcano.

Atenea o Minerva.

Hermes o Mercurio.

Apolo.

Artemisa o Diana.

Afrodita o Venus.

El Olimpo.

Poseidón o Neptuno.

Hades o Plutón.

Deméter y Perséfone.

Dionysos o Baco.

Los gigantes.

Los monstruos.

Los héroes.

Leyenda del sitio de Troya.

La Odisea.

 

IDEA DE LOS GRIEGOS ACERCA DE LOS DIOSES. - Imaginaban los griegos que las cosas de la Naturaleza, el sol, la lluvia, el trueno, el viento, los ríos y arroyos, el mar, son producidas por seres muy poderosos, superiores a los hombres. Pero no tenían la idea de un Dios único, les parecía que tantos fenómenos diferentes obedecían también a varias causas. De esta suerte creían en un gran número de dioses, y por tanto, eran politeístas. Daban a cada dios un nombre diferente y atribuían a cada uno una forma, una función, un carácter, y hasta una morada en que vivían con preferencia.

   Comúnmente los griegos se figuraban a sus dioses en forma de hombre o mujer, más altos, más hermosos, más dichosos que el común de los mortales, pero como ellos con cuerpo, vestido y armas. Los dioses eran inmortales, pero sufrían como los hombres pasiones, disgustos, envidia y cólera. Esta manera de representarse los dioses en forma humana se llama antropomorfismo.

   Los griegos se habían figurado a los dioses semejantes a los hombres, creían que tenían familia y entre ellos crearon lazos de parentesco. Un dios era padre o hijo de otro dios, esposo de una diosa. Sus hermanos y hermanas eran otros dioses y otras diosas, y a menudo también tenían hijos que eran simplemente hombres.

   Contaban también los griegos el nacimiento, las aventuras, los combates de sus dioses. Estos relatos, en griego mitos, formaban la mitología, es decir, la historia de los dioses.

   Representándose siempre a los dioses en forma humana, los griegos pensaban en las fuerzas naturales que el dios representaba, y hablaban de él a la vez como una persona y como un fenómeno. Cuando se hablaba de una náyade, se representaba a una muchacha linda, pero, al mismo tiempo, una fuente que brota. Un río, por ejemplo, era a la vez una corriente de agua y un hombre robusto con cabeza de toro.

   Cada distrito de Grecia tenía sus dioses que se creía establecidos en la comarca. Había un dios o una diosa para cada torrente, para cada fuente, para cada cumbre de la montaña. Esos dioses no eran conocidos casi más que por los habitantes del distrito en que se les adoraba.

   Pero todos los griegos daban el mismo nombre a algunas divinidades más poderosas y generales, que se figuraban rigiendo las grandes fuerzas de la Naturaleza, la luz, el cielo, el fuego, el viento, la lluvia. Cada ciudad tenía también un dios-sol, una diosa-tierra, un dios-tempestad, que no eran enteramente los mismos que los de la ciudad vecina, y que, no obstante, llevaban el mismo nombre. Había también en Grecia gran número de Apolos o de Zeus que se seguían distinguiendo unos de otros por un sobrenombre en las oraciones y los sacrificios. En la ciudad de Atenas solamente había diecinueve ejemplares de Zeus, diecisiete de Atenea, quince de Apolo.

   Imaginaron los romanos más tarde confundir los dioses griegos con los de Roma y dar a cada uno de ellos el nombre del dios romano al que más se parecía. Esta mala costumbre se ha conservado entre nosotros.

 

ZEUS O JÚPITER. - El más poderoso de los dioses es Zeus, al cual se llama a veces "rey de los hombres y de los dioses". Es el rey del cielo, el que envía la lluvia y el trueno. Habita las cumbres de las altas montañas, la región de las tempestades, en Tesalia el monte Olimpo, en Creta el monte Ida, en Arcadia el monte Liceo. Se le llama "el que junta las nubes", el dios "de las nubes sombrías", el dios que "gruñe en las cimas". Cuando llueve se dice: "Zeus llueve", y los atenienses, en épocas de sequía, le invocan diciendo: ¡Zeus, derrama la lluvia en los campos de los atenienses!.

   Se le representaba como hombre de barba larga, de recia cabellera, sentado en trono de oro. Tiene en la mano el cetro o el rayo, que imaginaban como una especie de flecha, y a sus pies hay un águila, el ave de las altas cumbres. Su rostro aparece tranquilo y majestuoso. Cuando frunce el seño, la tierra tiembla y el trueno ruge.

   Como Zeus está a la cabeza de los demás dioses y es dueño de los hombres, él es quien comunica su poder a los reyes, él quien envía la felicidad y la desgracia. Hay, dice Homero, dos toneles ante la puerta del palacio de Zeus: uno contiene los bienes; otro, los males. El dios mete mano en ambos y distribuye a cada hombre su parte. Zeus protege las casas y las familias, y hace respetar la justicia castigando a los culpables.

 

   No obstante, Zeus tuvo un padre, Cronos o Saturno, y una madre, Rhea o Cibeles. Cronos reinaba en el mundo y sabía que uno de sus hijos había de vencerle y destronarle. A medida que su mujer Rhea iba dando hijos a luz, los devoraba. Pero Rhea consiguió ocultar a Zeus y dio en su lugar una poedra envuelta en mantillas que Cronos se tragó.

   Lelvó al niño a Creta a una caverna del monte Ida y le confió a las Ninfas y a los Coribantes. Zeus fue criado con miel de abejas y leche de la cabra Amaltea. Cuando lloraba, los Coribantes (que se representan como jóvenes guerreros) golpeaban con sus espadas en los escudos de bronce, para que su llanto no pudiera llegar a oídos de Cronos.

   Cuando Zeus creció atacó a su padre, le venció y le precipitó al fondo de la tierra. Luego reinó en su lugar.

 

HERA O JUNO. - La esposa de Zeus es Hera, diosa del cielo y de la luna. Se la llama la diosa de los brazos blancos o la diosa de los ojos de ternera. Se le representa de ordinario como una reina sentada en un trono o subida en un carro. Lleva coraza, larga vestidura, muchas veces un velo que la envuelve por entero. Tiene en una mano el cetro coronado por un cuco, en la otra una granada, símbolo de la fecundidad. A su lado figura un pavo real. La vaca le está también consagrada. El carro de la sacerdotisa de Hera, en Argos, iba tirado por vacas blancas.

   Hera es la reina de las mujeres, como Zeus es el rey de los hombres. Es la diosa del matrimonio, protege a las mujeres casadas y las ayuda a dar a luz sus hijos.

   Los principales santuarios de Hera eran los de Argos y Samos.

 

   Decíase que esta diosa era hija de Cronos. Zeus la había robado y escondido en una gruta del monte Citerón. Luego se había casado con ella en los jardines maravillosos de las Hespérides, donde reina primavera eterna y donde los árboles dan manzanas de oro. Al principio se había transformado en cuco.

 

   En recuerdo de aquella aventura, se celebraba en Argos todos los años, en primavera, una fiesta en que las jóvenes, con traje de boda y coronadas de flores, iban en procesión acompañando a la estatua de Hera, que se paseaba en un carro, como se hacía en las bodas.

   Era mujer de Zeus, fiel, pero celosa y susceptible. Disputaba con él y Zeus le pegaba. Homero cuenta que un día le sujetó las manos con cadenas de oro y la colgó de las nubes con un yunque en cada pie.

 

ARES O MARTE. - Ares, hijo de Zeus y de Hera, es el dios del huracán que viene del Norte, dios salvaje y furioso que lleva el hambre y la peste y se complace en la matanza. por eso es el dios de la guerra.

   Se le representa como un guerrero, alto, robusto, ágil, con coraza de bronce, gran escudo que despide llamas, casco coronado por anorme cimera. Blande la lanza lanzando gritos salvajes y se arroja en medio de la batalla, hiriendo con furor por todos lados. A veces combate en un carro del que tiran dos caballos veloces que arrojan fuego por las narices. Detrás de él van Enyo (su hija o su nodriza), que destruye las ciudades, su hermana Eris (la Discordia), de horrible rostro, cuyos cabellos son serpientes, y los Keros, demonios de la muerte violenta, con dientes y garras de animales feroces. Se le llama el "terror de las murallas".

   En su honor los griegos, antes del combate, lanzan su grito de guerra. Los animales consagrados a Ares son los perros y los buitres que devoran los cadáveres en los campos de batalla. Tiene por símbolo la espada y dos antorchas encendidas. A veces dos sacerdotes van delante del ejército con antorchas y las arrojan del lado del enemigo para dar la señal del combate.

   Más tarde, se ha representado a Ares en forma de joven hermoso y de melancólica apariencia.

 

HEFAISTOS O VULCANO. - Hefaistos es el dios del fuego, y, por consiguiente, de la fragua y de los herreros. Se le representa como un hombre cojo, feo, de fuertes brazos, cuello robusto, el pecho velludo, unas veces vestido con túnica corta y sin mangas, otras desnudo, con el martillo en la mano, forjando en una fragua, las manos y la cara negras del humo.

   Habita en los volcanes que vomitan llamas. Se dice que tiene la forja en un volcán de la isla de Lemnos, donde la tierra es roja y de donde salen humaredas. Allí trabaja con sus compañeros, los genios del fuego y de los metales.

   Es obrero hábil que ha fabricado los instrumentos maravillosos de los dioses y de los héroes, el cetro de Zeus, las flechas de Apolo, la hoz de Deméter, la coraza de Heracles, el escudo de Aquiles.

   Hefaistos es hijo de Hera y de Zeus. Había dos maneras de contar su historia.

   Según unos, cuando vino al mundo, su madre, avergonzada al verle cojo, le tiró de lo alto del cielo. Según otros, habiendo intentado Hefaistos defender a su madre el día que Zeus la colgó de las nubes, Zeus, encolerizado, le cogió por el pie y le arrojó al espacio. Había caído, decíase, en el mar, cerca de Lemnos.

 

ATENEA O MINERVA. - Es una diosa del rayo. Nació toda armada de la cabeza de Zeus, lanzando un grito de guerra y blandiendo su lanza. Es una diosa guerrera. Con frecuencia va a las batallas en un carro de fuego y protege a los guerreros, sus favoritos, cubriéndolos con su escudo o envolviéndoles en una nube. Se la llama a veces Atenea Promacos, es decir, que combate delante. Se la representa de ordinario como una virgen bella, de pie, la cabeza cubierta con casco y cimera, en la mano la lanza o el escudo. Lleva la égida, manto hecho de piel de cabra, bordado de serpientes, adornado con la cabeza de Gorgona, monstruo con cabellera de serpientes que ha matado con su propia mano. Tiene el rostro severo y la mirada brillante.

   Atenea es, al mismo tiempo, la diosa de la inteligencia, de la sabiduría, del arte. Ella inspira a las Asambleas las resoluciones sabias, es la Atenea boulaia o del consejo. Ella ha enseñado a las mujeres a hilar, a tejer y a bordar (se la llama Ergané, la obrera), ella ha tejido la túnica de Hera.

   Ella ha enseñado la orfebrería, la cerámica, el arte de cincelar y la escultura.

   Es también diosa de la agricultura. Hizo salir de la tierra al olivo, cuida de las mieses.

   Los animales que le están consagrados son el mochuelo, la corneja y la serpiente.

   Era la hija favorita de Zeus, vivía a su lado y le daba consejos. Se la decía altiva, insensible, y no se contaba de ella ninguna aventura.

 

HERMES O MERCURIO. - Era dios del comercio, hijo de Zeus y de Maia, ninfa de la lluvia. Se le representaba como un joven bello y ágil, calzado con sandalias con alas en el talón, vestido unas veces de pastor, otras de viajero.

   Era un dios diestro que desempeñaba funciones muy varias.

   Como mensajero de Zeus, bajaba del cielo a la tierra para llevar sus mensajes, convocaba a los dioses a Asamblea. En su calidad de heraldo, se le representaba muchas veces con sombrero de anchas alas, botas altas y manto echado hacia atrás. Llevaba en la mano el cericeo, bastón mágico con el que podía dormir, despertar o transformar.

   Era, además, dios de los discursos hábiles y de las invenciones ingeniosas; de la elocuencia; de la escritura; de las ciencias; de la navegación; de los caminos y del comercio. Los guardacantones colocados en los cruces de los caminos para indicar éstos, terminaban muchas veces con tres o cuatro cabezas de Hermes. Era el dios de los rebaños y de los pastores. Protegía, sobre todo, al ganado menor que pastaba en los montes, las cabras y los carneros. Se le representaba con frecuencia sentado en un macho cabrío o llevando a hombros un carnero.

   Era el dios de la buena fortuna; de los hallazgos; del juego; de las suertes; de la salud; de los sueños; el que, con una varita de oro, guiaba el tropel de las almas a los infiernos, y en tal función de la llamaba Psicopompo.

   Por último, era el dios de la música, inventó la flauta y la lira, y era ladrón diestro y, como tal, dios de los ladrones.

 

   Su madre, Maia, le había dado a luz en una caverna, en el monte Cilene de Arcadia. En cuanto nace, el niño se escapa y llega al otro extremo de Grecia, al monte Olimpo. Allí pacían los bueyes de cuernos de oro que eran del dios Apolo. Hermes roba cincuenta y los lleva andando hacia atrás para disimular las huellas. Los esconde en una caverna profunda a orillas del Alfeo y vuelve al monte Cilene. Apolo, que había partido en busca de sus bueyes, sorprende al joven ladrón en la gruta de su madre, le coge en sus brazos y le lleva a Zeus, que, después de haberse divertido con la hazaña, le ordena conducir a Apolo al sitio donde había escondido los bueyes.

   Un día el joven Hermes ve delante de su gruta una tortuga que pastaba la hierba florida. La coge, arranca el cuerpo y vacía el caparazón. Luego corta cañas, las pasa por el caparazón de la tortuga, lo rodea con una piel de buey, coloca un puente y sujeta a él cuerdas de tripa de cordero. Tal fue la primera lira.

   Decíase también que Hermes fue el primero en descubrir el arte de encender fuego haciendo girar rápidamente una clavija de madera de laurel en un agujero hecho en un trozo de madera.

   A veces se representaba a Hermes con el caduceo, bastón con dos serpientes arrolladas, pero en Italia solamente fue habitual esta manera de representarle.

 

APOLO. - Es el dios del sol y de la luz. Se le llama muchas veces Febo, el brillante. Se le representa como un joven guapo y vigoroso, con cabellos dorados, mirada brillante, armado con arco de plata que dispara flechas mortales. Su árbol es el laurel.

   En primavera vuelve de los países hiperbóreos, donde el sol brilla sin cesar, en un carro tirado por cisnes. En ese momento se celebra la teofanía, aparición del dios. Se va a fines de otoño, después de la vendimia. Entonces se celebra la fiesta de la partida llevando una rama de oliva cargada de fruto y guirnaldas.

   Es el dios de los pastos, el protector de rebaños, y a la vez el de las epidemias y de la salud. Él envía las enfermedades agudas disparando sus flechas encendidas, él las cura. Él también purifica a los asesinos manchados con la sangre de su víctima, tocándoles con la rama de laurel.

   Es el dios de la juventud y de los ejercicios corporales, patrono de los gimnasios, de la lucha, de la carrera, de la caza. Es el dios de la guerra, armado de lanza, casco y espada. Ha inventado el peán, el canto de guerra que se entona al ir al combate.

   Es el dios de los presagios y de las profecías. Se le representa a menudo con uno de los animales que los griegos consideraban predecir los cambios de tiempo: el cuervo, el gavilán, el lobo, el delfín.

   Es el dios que inspira a los poetas y a los cantores, el dios de la poesía y de la música. Muchas veces se le representa vestido con largo ropaje, coronado de laurel y tocando la cítara. Un grupo de nueve doncellas, las Musas, hijas de Zeus, diosas de las fuentes, bailan y cantan a su alrededor en tanto Apolo las acompaña. Se reúnen con preferencia al pie del monte Helicón, cerca de la fuente Hipocrene, o cerca de las fuentes del Parnaso.

 

ARTEMISA O DIANA. - Era la diosa de la luna. Se la representa como una joven hermosa, armada con flecha y aljaba, una piel de ciervo al hombro, seguida de ninfas que recorren los bosques dando caza a los ciervos y a los jabalíes. Con frecuencia sujeta una cierva por los cuernos, y en la frente lleva una media luna de plata.

   Es la diosa de las fuentes, de los ríos, de los lagos y de las charcas. Se la adora en millares de santuarios junto a las aguas. Su imagen se coloca delante de una fuente, en las ramas de un árbol sagrado o en la cumbre de una montaña arbolada. En calidad de diosa de las aguas, hace crecer la hierba de los prados y alimenta a los animales silvestres en los montes. "Protege -dice el poeta Esquilo- a la progenie de los leones devoradores y a las crías de todos los animales de los campos". Doma a las bestias feroces y atraviesa la caza con sus flechas.

   Es diosa virgen y feroz, vivía alejada de los hombres, en el fondo de las selvas, rodeada de un tropel de compañeras que con ella cazan y danzan en corro en los claros del bosque. Un día un cazador llamado Acteón, se escondi+o para verla mientras se bañaba. Artemisa le castigó transformándole en ciervo y fue devorado por sus propios perros. Era, al principio, diosa de Arcadia. Se la ha representado luego como hermana de Apolo e hija de Zeus.

   Los griegos confundieron con Artemisa a una diosa de Asia, probablemente de la tierra fecunda, que se representaba con el cuerpo cubierto de mamas. Esta imagen, colocada en el templo de Éfeso, llevaba de nombre Artemisa. Fue la que los romanos llamaron Diana de Éfeso.

 

AFRODITA O VENUS. - Nació, dícese, de la espuma del mar. Las olas la llevaron a la costa de Chipre. Se la llama Chipriota. Es probable que sea la misma diosa que los fenicios llamaban Astarté y que los griegos adoraban imitándoles. Sus santuarios más concurridos estaban en Pafos, en Chipre y en la isla de Citerea, donde los fenicios se habían establecido.

   Se representaba a Afrodita como una mujer joven maravillosamente hermosa, de piel blanca, con larga cabellera de un rubio dorado, rostro gracioso y dulce sonrisa. Lleva un cinturón milagroso y va coronada de mirtos y rosas. En la mano tiene una granada, emblema de la fecundidad. A su lado hay una paloma.

   Es diosa de la fecundidad, diosa de las flores de los jardines y de la primavera, llamada Antheia o la florida. la hierba crece donde pisa. A veces, de noche, en primavera, va cerca de las fuentes de las montañas con las Carites o Gracias, diosas de la alegría, tres encantadoras jóvenes vestidas de brillantes colores, coronadas de perfumadas flores primaverales que bailan en la hierba florida, cantando en graciosos corros, batiendo palmas.

   Es la diosa de la belleza y del amor. Las fieras, los leones, los lobos, las panteras, dominadas por su gracia, la siguen mansamente. Afrodita está casada con Hefaistos, el dios de la fragua, pero prefiere al fiero Ares.

 

EL OLIMPO. - Al oriente de Tesalia se yergue una montaña escarpada de nevada cima, con frecuencia rodeada de nubes, donde se oye rugir el trueno. Es el Olimpo. Los griegos de los tiempos primitivos creían que en aquella cima, que ningún hombre había osado escalar, estaba la corte de Zeus y de los demás dioses.

   Era como una familia divina reunida alrededor de su jefe y, según su costumbre, los griegos se la representaban semejante a una familia humana. Los dioses se sentaban a la mesa. Comían y bebían la ambrosía y el néctar, alimentos divinos que daban la inmortalidad. Eran servidos por una joven diosa, la encantadora Hebe, que les llenaba las copas, les preparaba el carro y también el baño. Las Musas iban a cantar para divertirles, en tanto Apolo tocaba la lira.

   A la puerta estaban las Horas, diosas "de pies delicados", esplendorosas jóvenes adornadas con collares de oro y guirnaldas de flores. Abrían o cerraban la nube espesa que servía de cortina al Olimpo.

   Al servicio de los dioses del Olimpo estaba Iris, su mensajera, la virgen de los pies ligeros. Llevaba terciado el arco iris y bajaba volando del cielo a la tierra, tan rápida como el viento.

   Los dioses reunidos en el Olimpo discutían los asuntos terrenales. Decíase que a veces disputaban. Homero representa a Zeus disputando con los otros dioses y les dice: Sujetad en el cielo una cadena de oro de la que os colguéis todos, dioses y diosas. Todos vuestros esfuerzos reunidos, no conseguirán arrastrar a la tierra a Zeus, el soberano dueño del mundo. Mientras que yo, si quiero tirar de la cadena, arrastraré con ella la tierra y el mar, y la sujetaré a la cima del Olimpo y todo el Universo quedará colgado, tan por encima estoy de los demás dioses.

 

POSEIDÓN O NEPTUNO. - Zeus y los dioses del Olimpo dominaban en el cielo y la tierra. Sobre las aguas reinaba Poseidón, hermano de Zeus. Era el dios del mar y de las fuentes.

   Se le representaba como un viejo con barba, de cabellera erizada, ancho pecho, cuerpo musculoso, rostro ceñudo, en la mano el tridente. Habitaba en el fondo del mar, en un palacio brillante. De allí salía en un carro tirado por caballos blancos que galopaban por la superficie del mar agitando las crines. estos caballos representan las olas del mar o la espuma de los torrentes.

   Poseidón manda en las olas, a su voz las aguas agitadas se calman, a su voz se levantan las olas. Golpenado con su tridente, abre las rocas o hace temblar la tierra hasta sus cimientos. Él ha hecho las islas del mar Egeo, dejando caer en el mar montañas arrancadas del continente. Agujereando la tierra con su tridente, hace también que las fuentes broten.

   Muchas veces se representa a Poseidón acompañado de su mujer Anfitrite, la diosa de los azules ojos, en un carro de que tiran dioses marinos, los Tritones, que tienen cuerpo humano y cola de delfín y sacan sonidos de una concha a manera de trompeta.

   Otro dios marino, Nereo, "el viejo del mar", es un anciano arrugado, de barba blanca, que mora en esplendorosa gruta en el fondo de las aguas. es el dios del mar tranquilo. Jamás hace daño a las naves, es suave y justo. Sus cincuenta hijas, las Nereidas, las vírgenes del mar, son bellas y amables criaturas que salen del palacio de su padre para ir a las costas a cantar en corro.

 

HADES O PLUTÓN. - De igual modo que Zeus reinaba en el cielo y Poseidón en el mar, su hermano Hades (el Invisible) reinaba en el interior de la tierra. Se la llamaba Zeus subterráneo.

   Los griegos creían que las almas de los muertos se reunían bajo la tierra y que Hades era, por consiguiente, el dios de los muertos. Se le representaba sentado en un trono, revestido de manto, el cetro en la mano. Tenía un casco maravilloso que le hacía invisible. A sus pies estaba el monstruo Cerbero, perro con tres cabezas y cola de serpiente, cuyo ladrido helaba de terror al que le oía. Era el guardián de la morada de los muertos, y por tanto, un dios sombrío y terrible, a quien nadie se atrevía a nombrar siquiera. Se le llamaba "el que esconde todo", o "el que reúne a los pueblos", o el "cazador".

   El reino de los muertos, sumergido en las tinieblas, parecía a los griegos morada de horror. Decíase que por él corrían ríos de aguas negras, Estigia y Aqueronte. Estigia es un torrente de Arcadia que va a caer al fondo de profunda garganta y se pierde en el interior de la roca; Aqueronte es un río del Epiro de aguas negras y pantanosas. Las almas atravesaban al Aqueronrte en una barca negra que conducía un barquero horrendo y brutal, el viejo Caronte. Se adoptó la costumbre en Grecia, cuando se enterraba a un muerto, de ponerle una monedita en la boca para que pudiera pagar el pasaje a Caronte.

   En el sitio más profundo estaba el Tártaro, lugar de suplicio donde eran atormentadas las almas de los que habían cometido delito contra los dioses.

   Hades era el dios de todo lo que se encuentra en la tierra, el dios de los tesoros subterráneos, el dios de las semillas ocultas en las profundidades del suelo. Se acabó por considerarle distribuidor de la riqueza, y, en calidad de tal, se le llamó Plutón.

 

DEMÉTER Y PERSÉFONE. - Los griegos adoraban a varias diosas de la tierra. Gea era la tierra inmensa que produce todos los seres y a donde todos vuelven una vez muertos. Era divinidad muy vieja.

   Rea o Cíbeles, venida de Asia, era la diosa de las montañas y de las cavernas. Se la representaba en un carro tirado por dos leones.

   Deméter era la diosa de la tierra cultivada, diosa de las mieses. Se representaba como mujer rubia y afable, vestida con ropaje de anchos pliegues, en la mano una espiga de trigo. En Eleusis, en África, donde tenía un santuario, se contaba que había enseñado al joven Triptolemo el arte de labrar y sembrar, y que le había paseado a través del mundo entero en un carro arrastrado por serpientes.

   Deméter tenía una hija, Coré, diosa de la vegetación, que todas las primaveras salía de la tierra y volvía a meterse en ella al finalizar el otoño. Un día que la muchacha jugaba con sus compañeras en una pradera llena de flores, vio un narciso y quiso cogerlo. De pronto se abrió el suelo y el dios de la tierra, el sombrío Hades, se apareció, cogió a la muchacha, la llevó a su carro de oro tirado por cuatro caballos negros y la condujo a su palacio subterráneo. Coré lanzó desgarradores gritos. Su madre la oyó al fin y se puso a buscarla. Nueve días vagó por todos lados sin beber ni descansar. Por fin el Sol, que lo ve todo, le dijo que su hija había sido raptada por Hades con licencia de Zeus. Llena de dolor, Deméter ya no hizo brotar ninguna semilla. Los hombres iban a perecer de hambre. Zeus rogó a Deméter que permitiese a la tierra dar mieses. Ella exigió que le fuera devuelta su hija. Los dioses accedieron, y Coré volvió de la morada de Hades. Pero, durante su estancia allí, había comido un grano de granada, y era bastante para que no pudiera librarse por completo de Hades.

   Coré está sentada junto a Hades en la morada de las tinieblas y se la llama Perséfone o Proserpina. Pasa allí todo el invierno, pero cuando retorna la primavera, vuelve a tierra y permanece junto a su madre los dos tercios del años.

 

DIONYSOS O BACO. - Adoraban los griegos a otra divinidad de la vegetación, Dionysos, que parece haber sido primeramente un dios de los pueblos bárbaros de Tracia. Era el dios que hacía crecer los árboles y los frutos, el dios de la uva, del vino, de las vendimias y de la embriaguez.

   Le habían criado unas mujeres, las Ménades, que vivían en el interior de los bosques con animales silvestres. Con frecuencia se apoderaba de ellas un delirio divino. Entonces, suelto el pelo, el cuerpo cubierto con una piel de corzo, la cabeza echada atrás, corrían por las selvas y las montañas, cogiendo serpientes que se arrollaban al cuerpo, haciendo brotar del suelo fuentes de leche y miel, amamantando las crías de los animales de las selvas.

   Para honrar a Dionysos, las mujeres que se llamaban bacantes hubieron de imitar a las Ménades. Se reunían de noche, al resplandor de antorchas encendidas, vestidas con piel de corzo adronadas con guirnaldas de hiedra, en la mano el tirso o varita rodeada de hiedra. Se excitaban a los sonidos de una música ruidosa de flautas, cimbales, campanas, lanzando en honor del dios gritos salvajes. Llevaban un cabrito o un ternero vivo, le hacían pedazos, comían la carne cruda y sangrienta, luego, acometidas de una locura religiosa que se llamaba entusiasmo, corrían por los campos entre gritos y movimiento desordenados.

   Se había dorado primeramente a Dionysos en forma de árbol rodeado de hiedra. Luego los griegos se le representaron como hombre barbudo y vigoroso que en la mano tenía el tirso. Más tarde, Dionysos vino a ser un jovenzuelo muy lindo y gracioso, de perezoso andar y larga cabellera rubia, algo femenino su aspecto, vestido con largo ropaje flotante, a la manera de los asiáticos.

   Se le imaginaba, por lo común, acompañado de ruidoso cortejo y exaltado por el delirio de la embriaguez. Eran las Ménades, sus nodrizas, desmelenadas, con serpientes rodeándoles la cintura, con guirnaldas de hiedra arrolladas al cuerpo. Eran los Sátiros, genios de la montaña, mitad hombres, mitad machos cabríos, que alegremente saltaban como cabras, tocando la flauta. Era Sileno, un genio de las fuentes venido de Asia, representado unas veces como un viejo calvo, con gran tripa, feísimo, siempre borracho, montado en un asno, y otras, con cola y pezuñas de cabrón.

 

   Contaban en Beocia que Dionysos era hijo de Zeus y de Semelé. Antes de que naciera, Semelé había suplicado a Júpiter que se apareciera a ella en toda su majestad, tal como se mostraba a la diosa Hera. Cuando Zeus apareció en su carro entre truenos y relámpagos, Semelé murió de la sorpresa. Zeus recogió al niño Dionysos y le ocultó en su pierna hasta que estuvo en disposición de venir al mundo. Luego le confió a las ninfas de la montaña de Nyssa, que le criaron en una gruta tapizada de pámpanos.

   Contaban en Naxos que Dionysos, ya mozo, fue preso por piratas tirrenos que quisieron encadenarle. Pero las ligaduras cayeron de sus manos, y el joven dios se transformó en león rugiente, luego en oso enfurecido. Los piratas, enloquecidos, se arrojaron al mar e inmediatamente fueron transformados en delfines.

   Contaban también que en Tracia, Licurgo (un rey o un dios) había perseguido a las Ménades por la montaña de Nyssa pinchándolas con su dardo. Dionysos se salvó tirándose al mar, pero inspiró a Licurgo un acceso de locura en el que mató a su propio hijo, creyendo arrancar una cepa de vid. Luego fue hecho pedazos por las Ménades.

   En Tebas, era Penteo el que había insultado a Dionysos. Subido a un pino, miraba a las bacantes y se burlaba de ellas. Las bacantes derribaron el árbol, dieron caza a Penteo como si fuera una fiera y le destrozaron. A la cabeza de aquellas mujeres delirantes estaba su propia madre.

 

LOS GIGANTES. - Hablaban los griegos de una raza de seres sobrenaturales que habían habitado la tierra antes que los hombres. Eran los gigantes nacidos de la tierra, semejantes a hombres, pero de estatura colosal y fuerza prodigiosa. Algunos tenían cien brazos. Los griegos creían encontrar en la tierra los huesos de aquellos gigantes, que también lo eran los titanes, hijos de Gea y de Urano.

 

   Contábase que habían hecho la guerra a Zeus y a los dioses del Olimpo. Para defenderse Zeus dio libertad a los gigantes aprisionados por Cronos. Luego se entabló una gran batalla. Zeus lanzaba el rayo. Atenea combatía con la égida y la lanza. Hefaistos con su martillo, Dionysos con su tirso. Por su parte, los titanes lanzaban árboles, rocas, trozos enteros de montañas. Díjose más tarde que habían colocado una encima de otra dos montañas, el Peliñon y el Ossa, con objeto de escalar el Olimpo. La tierra ardía, los bosques estallaban, hervía el mar, surcaban el aire los relámpagos. Al fin los gigantes, aliados de los dioses del Olimpo, decidieron la victoria arrojando sobre los titanes rocas enormes. Los titanes, vencidos, fueron precipitados al abismo y arrastrados al fondo de la tierra, al Tártaro, prisión de bronce llena de húmedos vapores, sumergida en oscuridad eterna.

 

   Decíase también que uno de ellos, Encelades, estaba encadenado debajo del Etna. El humo que salía del volcán era su aliento, el rugido subterráneo su voz, y, cuando temblaba la montaña, decíase que Encelades daba una vuelta.

 

LOS MONSTRUOS. - No imaginaban los griegos únicamente dioses hermosos y nobles, semejantes a hombres, sino que se representaban también criaturas monstruosas, con rasgos horribles, tomados de los más feos animales.

   Eran Forkis y su mujer Keto, que habitaban el fondo del mar y originaban las tempestades. Su hija Equidna tenía la parte superior del cuerpo de mujer con rostro agraciado, dulce mirada, y la parte inferior era una enorme serpiente cubierta de escamas. Vivía en una profunda caverna con su marido, Tifón, el genio de los torbellinos. Era un dios terrible que de sus hombros salían cabezas de serpientes, cuyas bocas disparaban lenguas negras y lanzaban silbidos o mugidos. De su cuerpo se escapaban torrentes de llamas.

   Equidna concibió monstruos terribles: Cerbero, el perro-serpiente que defendía la puerta de los infiernos; Ortros, el perro de terrible ladrar que guardaba los rebaños del gigante Gerión; la Quimera, de cuerpo formado por partes de león, de cabra, de serpiente, y que vomitaba llamas; la Hidra, serpiente de nueve cabezas cuyo aliento comunicaba la muerte; la Esfinge, monstruo con cabeza de mujer y cuerpo de león, que devoraba a los viajeros; Escila, monstruo marino que hacía salir por cima de las olas seis horribles bocas provistas de triple fila de dientes.

   De la misma raza eran las Greas, tres viejas que no tenían más que un diente y un ojo; las Gorgonas, de cara redonda, furiosa, con ojos brillantes y fauces de que salían enormes dientes blancos; las Harpías, aves con cabeza de mujer que devoraban a los marinos, y las Erinnias, vestidas de negro, con cabellera de serpientes y rostro terrible, que habitaban en la morada de los muertos, de la que se lanzaban para perseguir a los asesinos, con un látigo en una mano, una antorcha en la otra, aullando como una jauría.

 

LOS HÉROES. - No adoraban los griegos solamente a dioses. Veneraban también a los héroes, que consideraban intermedios de hombres y dioses. Algunas veces se les llamaba semidioses. Se creía que el héroes había vivido antes como hombre, que había sido rey o guerrero famoso. Pero no se le confundía con los hombres comunes. Se decía que era hijo de un dios o de una diosa, que le habían ayudado los dioses, que había realizado hechos sobrenaturales, y que después de su muerte conservaba poder divino.

   No había ciudad en Grecia que no tuviera, por lo menos, un santuario erigido en memoria de un héroe de la comarca. En muchos sitios, se creía poseer la tumba en que habían sido depositadas las cenizas del héroe. Los habitantes de la comarca se reunían en días determinados ante el santuario para tributar culto al héroe. Le llevaban ofrendas, cantaban himnos, ejecutaban danzas variadas, organizaban luchas o carreras en honor suyo. La mayor parte de las familias reales pretendían descender de un héroe.

   De todos, el más venerado era Heracles o Hércules. En todos los países donde había griegos, se contaban sus aventuras y se celebraban fiestas en su honor. Las gentes de Tebas y las de Argos le reclamaban como compatriota suyo, y los reyes de Esparta pretendían descender de él.

   Se le representaba comúnmente como un hombre alto, de anchos hombros, de brazos musculosos, con el pelo corto. Iba cubierto con una piel de león cuyo hocico le cubría la cabeza. Llevaba arco y una maza. Siendo el más vigoroso de todos los héroes, se le consideraba patrón de los luchadores y su imagen se colocaba en los gimnasios.

   Decíase que Hércules era hijo de Alcmena, reina de Tebas, y de Zeus, el más poderoso de los dioses. La diosa Hera le había odiado desde que nació y había intentado darle muerte. Envió dos enormes serpientes para que matasen al niño en la cuna, pero al oír sus silbidos, Hércules despertó y, cogiendo a los dos monstruos del cuello, ahogó a cada uno con una mano.

   Ya hombre, Hércules, siempre perseguido por el odio de la diosa, fue servidor de Euristeo, hijo del rey Argos, que, envidioso de él y queriendo su muerte, le ordenó sucesivamente las cosas más difíciles que pudo imaginar. El héroe salió vencedor de todas estas pruebas, que se denominan los doce trabajos de Hércules.

   I.   Euristeo le ordenó ir a matar al león feroz que devoraba hombres y rebaños en el valle de Nemea. Hércules fue al encuentro del león y le disparó todas sus flechas, pero la piel del animal era muy dira y las flechas resbalaban. El león huyó a su caverna. El héroe le siguió, le cogió entre sus brazos, y tanto le apretó que acabó por ahogarle. Luego le degolló y se cubrió con la piel que, en adelante, le sirvió de coraza.

   II.   Euristeo le mandó luego combatir con la hidra de Lerna. Era un reptil enorme con nueve cabezas de serpiente y, cuando se cortaba una, crecían otras dos en su lugar. Su aliento era envenenado y el que lo respiraba morñia al momento. El monstruo moraba en los pantanos de Lerna, de los que salía para devorar los rebaños y talar las mieses. Hércules llegó en un carro guiado por su amigo Iolao. Halló a la hidra en el pantano, le disparó flechas para hacerla salir, y luego, acercándose a ella, empezó a cortar sus cabezas, pero, a medida que derribaba una, nacían dos. El héroe llamó en su ayuda al fiel Iolao, que acudió con tizones encendidos y quemó las cabezas de la hidra. Hércules mojó en el veneno de animal sus flechas, que se envenenaron.

   III.   Recibió entonces orden de ir en busca del terrible jabalí de Erimanto, que hacía estragos en la Arcadia. Persiguió al animal por los montes, le obligó a arrojarse a un barranco lleno de nieve, se apoderó de él y vivo de lo llevó a los hombros.

   IV.   Mató con sus flechas a las aves de la laguna Estínfala, en las montañas de Arcadia. Eran aves monstruosas, alimentadas por Ares, tenían plumas de hierro que disparaban a modos de dardos, mataban a los habitantes y los devoraban, devastaban las mieses.

   V.   Euristeo mandó en seguida al héroe que le llevara la cierva de pezuñas de bronce y cuernos de oro consagrada a la diosa Artemisa. La bestia, gracias a sus pezuñas de bronce, era incansable. Hércules la persiguió un año entero por todos los países y, al cabo, la cogió por los cuernos.

   VI.   El rey de Élida, Augías, poseía enormes boyadas y rebaños de carneros, y en sus establos se había amontonado una capa de estiércol tan alta, que no era posible sacarla. Hércules recibió orden de limpiar en un día los establos de Augías. Para lograrlo abrió ancha abertura en el muro y por ella introdujo todo un río, el Alfeo.

   VII.   Luego tocó la vez al toro de Creta.

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