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Actualizado al: Martes, 17 de Diciembre de 2002

 
     

 

 

 

ESTA SEMANA EN:

Año 1 Número 2

16 de Diciembre 2002


Una fiesta importante 

Arturo Rodríguez Tovar

Este relato se refiere al origen de una tradición muy hermosa cuyos principios se pierden en los tiempos y se entremezclan con la historia, la mitología y la leyenda.
Surge aparentemente entre las tribus germánicas que ocupaban hace más de dos mil años el territorio que hoy conocemos como Alemania.
Has de saber, que como todas las tribus primitivas que desconocían las causas de los fenómenos naturales que rigen nuestro mundo y el universo, las tribus germánicas se daban cuenta de las bondades y los perjuicios que estos fenómenos les proporcionaban y así los adoraban como dioses, a unos, para que esas bondades se multiplicaran y a otros para que no les golpearan tan duramente. A las buenas lluvias, la buena tierra y el sol, los adoraban y celebraban con grandes aunque primitivas fiestas su llegada. Por el contrario a los huracanes y las sombras les temían y ofrecían sacrificios para ahuyentarlos, aunque como podrás comprender esto no servía mucho. 
Esos primitivos hombres y mujeres con su observación, descubrieron que el mundo funcionaba como una perfecta maquina que seguía leyes exactas y así, encontraron periodos amables y llenos de bondades y periodos difíciles en que su subsistencia se hacía más dura y debían defenderse de los embates naturales. Descubrieron que había días que duraban más que las noches y noches que duraban más que los días y también a ellos como a nosotros les agradaban los días soleados y los campos llenos de verde prado y flores multicolores y los entristecía y atemorizaba la oscuridad y los días brumosos y helados.
En aquella región había bosques en los que abundaban principalmente las coníferas, es decir esos árboles tan altos y tan hermosos que tienen forma de cono, como son los pinos y los abetos, y los primitivos hombres germánicos construían sus chozas entre los árboles, se valían de los mismos árboles que al cortarlos dejaban claros en el bosque, pero siempre al lado de las chozas quedaban algunos que les daban buena sombra.
Y sucedió que precisamente aquellas adoraciones, ofrendas y holocaustos a los dioses propiciaban fiestas y celebraciones y esos habitantes primitivos idearon una fastuosa celebración la noche del 24 de diciembre, aunque claro está, ellos no sabían de veinticuatros ni de diciembres, ni tampoco sabían que era el solsticio de invierno, lo único que sabían era que ese día, o más bien, a partir de esa noche, esa y las siguientes iban siendo de menor duración que las anteriores; y esto representaba para ellos el triunfo del día sobre la noche, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, y esto los llenaba de júbilo, puesto que llegarían tiempos en que los días fueran largos, muy largos.
Muchos días antes de esa fecha, basándose en un rudimentario calendario - que seguramente poseían - comenzaban a preparar su gran fiesta, adornando sus chozas y los pequeños pinos y abetos que las circundaban.
Y así, año tras año celebrando, esperaron sin saberlo ellos, puesto que eran primitivos hombres, que la civilización trajera la perpetuación de la celebración de la fiesta del solsticio de Invierno.
He de pasar pues ahora a otro episodio de este relato en el que aparecen como muchas veces en la historia de la humanidad los soldados y los generales, los guerreros y los conquistadores y por supuesto los vencedores, los vencidos, los conquistados, aparecieron, esos hombres que les gusta la guerra, que desean poseer y tener mediante el sencillo procedimiento de sacrificar a otros seres humanos. Y así fue como aquellas tribus primitivas pero pacíficas sufrieron la derrota y la conquista de la civilización representada por el imperio romano que sediento de poder y lleno de ambición extendía día tras día su territorio.
Fueron conquistados, pero conquistaron el mundo con sus costumbres y con su fiesta del solsticio de invierno que les gustó a los romanos y llegó a ocupar el primer sitial entre las fiestas de todo el imperio, la fiesta más importante. Ahora me trasladaré a un establo en la aldea de Belén cercana a la gran ciudad de Jerusalén, gobernada entonces por Herodes y dominada también por el gran imperio romano. En aquella aldea nació un niño como tantos nacen todos los días. Los pastores y los animales que ellos guardaban fueron a ver a ese niño porque un ángel del cielo les avisó que era el hijo de Dios, y hubo una estrella refulgente y maravillosa que se posó sobre aquella aldea y vinieron reyes de otras regiones a verlo y a adorarlo. Este niño aprendió el oficio de su padre, que era carpintero, pero sorprendió a toda la gente por la gran sabiduría que poseía.
Pues bien, ese niño que se llamó Emmanuel en un idioma y Jesús en otro, creció con gran sabiduría, al grado de que a la edad de doce años se puso a enseñar a los profesores. En aquel tiempo, la escuela donde enseñaban era el templo, donde también adoraban a Dios. Todos los ancianos profesores y los letrados se quedaron sorprendidos de la sabiduría de aquel adolescente.
Cuando aquel niño creció y se hizo hombre adulto, comenzó a recorrer los caminos y las aldeas de toda las regiones de Galilea, Judea, Samaria; y fue enseñando su sabiduría a todo el que lo quería escuchar. Según cuentan quienes vieron esto, y que dejaron escritos estos hechos, no solo enseñaba sino también hacía grandes prodigios que ahora conocemos como milagros. Pero lo más asombroso es que su enseñanza era muy sencilla y que todos los ejemplos o parábolas que utilizaba tenían únicamente el propósito de enseñar una simple cosa: SOLO SE PUEDE SER FELIZ SI SE AMA VERDADERAMENTE. La única enseñanza que nos dejó cuando partió, fue que, debemos amarnos unos a otros, que fácil de decir pero que difícil de hacer.
Murió a los 33 años sacrificado en una cruz, después de haber sido condenado a muerte. ¿pero, realmente murió?. Su cuerpo quizá, pero la huella que dejó en los seres humanos fue imborrable.
Después de su muerte, muchos hombres y mujeres siguieron sus enseñanzas, su nombre comenzó a escucharse ya no únicamente en aquellas regiones sino que trascendió las fronteras y en todo el mundo se supo de su existencia y sus enseñanzas.
Cerca de cuatrocientos años después del nacimiento de este hombre, el emperador romano Constantino que para entonces construía una nueva ciudad a orillas del mar negro que llamó Constantinopla y ahora se llama Estambul, firmó el Edicto de Milán, mediante el cual ordenaba que la fiesta más importante del imperio romano, la fiesta del solsticio de invierno, aquella fiesta que habían ideado las tribus germánicas para celebrar el triunfo del día sobre la noche, la fiesta de la victoria de la luz sobre las sombras, la fiesta de la noche del 24 de Diciembre, se celebrara en honor del nacimiento de aquel niño nacido en la aldea de Belén y que hasta ahora, seguimos celebrando como la Fiesta de Navidad, una fiesta muy importante.

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