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sábado, febrero 05, 2005

¿Le mido el azúcar, jefe?

Hoy en la mañana me fui a hacer un mini test de glicemia para espantar un fantasma que hace rato estaba dando vueltas. Todo partió hace como dos años cuando Angelique, amiga de la Romina, me dijo con sus ojos de enfermera: "Qué raro que seas tan flaco con todos los dulces que comes. ¿No serás diabético?".

Para otras personas eso será llegar y decir, pero no para mí. Hay antecedentes de diabetes en mi familia materna: por esa enfermedad mi abuelo ahora es un lamentable figura decaída, nada que ver con el hombre jovial y hacendoso que solía ser cuando yo era chico; y el hermano de mi mamá murió pasados los cuarenta en 2001 por complicaciones derivadas. Así que en mi caso había genuinos motivos para preocuparse.

Empecé a hacer consultas con amigos médicos para ver a qué especialista había que ir (un diabetólogo, duh), examinar con detención mi plan de la isapre, ver alternativas de cambio y cobertura de medicamentos, todo eso, para armarme con un potente plan de salud antes de que me diagnosticaran diabetes (las isapres pueden ser muy tramposas) y luego hacerme todos los exámenes de rigor en las vacaciones.

Pero me recomendaron que como primer paso me hiciera un examen sencillo de glicemia para ver el nivel de azúcar en la sangre, porque por ahí hay que partir antes de cualquier ortra cosa.Así que hoy en la mañana fui a la casa de mi abuelo, porque mi tía le hace medición de glicemia todas las mañanas, a que me hiciera lo mismo. Un pinchazo en el dedo, una gota de sangre en una lengueta plástica que se inserta en un medidor electrónico, unos segundos pasan y mi tía dice:

-Hmmm... tienes ochenta.

-¿Y eso es bueno o malo?

-Es bueno. Ya párate que no tienes nada.

Y eso. En el primer vistazo estoy más sano que un batifrut. Aunque igual me aconsejaron que me hiciera un chequeo médico completo por estos días, con perfil bioquímico y todo eso, para prevenir problemas y detectar algunos que no se hayan manifestado. O sea, ya soy un treintón a los veintinueve.

Lo bueno es que por el momento voy a poder seguir llenándome de cocacolas, trencitos, oreos, churros con azúcar flor, mendocinos, berlines, chandelles, zucaritas, sahnenusses, tritones, alfajores, nutellas y mantecoles que tanto me gustan. Y a la Angelique, un combo en el hombro por meterme miedo.
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