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jueves, marzo 03, 2005

Mi nombre es Rodrigo y soy un veinticuatrólico

La próxima semana en Fox vuelve 24, mi serie sagrada, mi comunión de lunes por la noche, la única serie que grabo en VHS si no estoy en casa para verla. Mi adicción, mi vicio, mi preciosso. Como soy fiel seguidor de la serie, Ortega me encargó un artículo de doble página para la revista RTV adelantando la nueva temporada, pero desde la perspectiva del fanático. O sea, qué me provoca ver 24 y por qué todos deberían verla. Escribí desde el fondo mismo de las pelotas, como diría Fontanarrosa, pero al final por cuestiones de espacio mi texto quedó reducido a un solo párrafo (pero con una grosa foto, eso sí). Para sacarme la espina pongo aquí el artículo original en versión íntegra. Es largo. Sugiero imprimir para que no les piquen los ojos.
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"24", día 4:

Otra vez contra el cronómetro

La que debe ser la serie más adictiva del cable hace su retorno este mes en Fox. Kiefer Sutherland vuelve a tomarse litros de café para ponerse la piel de Jack Bauer, el superagente que en exactas 24 horas deberá evitar que los terroristas hagan de las suyas en suelo estadounidense. Tensión, angustia y acción al extremo, garantizadas.


Y aquí vamos de nuevo. Por cuarto año consecutivo volver a someterse a una torturante sesión semanal de sudor frío, manos temblorosas, corazón apretado y uñas roídas. Otra vez pasar las noches de lunes, por veinticuatro semanas consecutivas, con la agenda bloqueada y el teléfono apagado para estar sesenta minutos atornillado frente al televisor, como en un fervoroso ritual pagano. Porque el 7 de marzo comienza la cuarta temporada de 24.

¿Cómo tanta devoción? ¿Cómo tanto fanatismo? Oh, es que 24 no es una producción de TV cualquiera. Nunca lo fue. Ya es conocido el mayor artilugio de la serie, el narrar un día completo a razón de una hora por episodio, y es justamente esa característica la que otorga a 24 su mayor cualidad: el manejo de la tensión y el suspenso. Sabemos que el arco argumental de la temporada no puede acabarse antes del último capítulo, y a cada hora vemos cómo los personajes resuelven una crisis para que aparezcan tres, o se salvan de la muerte para ser secuestrados diez minutos después, y uno mira constantemente el reloj para preguntarse cómo diablos harán para solucionar el tremendo entuerto en el tiempo que les resta.

Giros de la historia a cada momento ayudan a alimentar la adicción del espectador. En 24 nunca nada es lo que parece ser. El sospechoso que los protagonistas sufrieron por arrestar durante la mitad del día resulta no tener nada que ver con el caso que siguen, o la persona menos pensada resulta ser un traidor, o las pistas aparecen en los lugares más inesperados. El segundo gimmick de la serie, la pantalla dividida que muestra acontecimientos simultáneos, no sirve tanto para que nos informemos de cómo avanza la historia en distintos frentes, sino para que nos volvamos locos mirando a cada cuadro, con taquicardia galopante, para ver en cuál de todos se dará vuelta la tortilla y nos pondrá el “Continuará” que nos dejará gritando con el corazón en la mano y maldiciendo por tener que esperar siete angustiosos días para ver cómo sigue todo. Sé de gente que no ve la serie en la TV, sino que se aguanta a que salga en DVD porque no se resiste a ver tan sólo un episodio por vez. Y sé de otros que derechamente no la ven porque la tensión que genera cada hora es demasiada. 24, de plano, no es para enfermos cardíacos.

Además, siempre es emocionante ver en pantalla a Kiefer Sutherland, la más celebrada resurrección de uno de los tantos actores que fueron promesa en los 80 y que erraron el camino. Su personaje de Jack Bauer, el tenaz, temerario y casi suicida agente anti terrorista, con sus carreras contrarreloj, órdenes ladradas en celulares de última tecnología y determinación que raya en el trance, ya es un símbolo de la televisión, un modelo de héroe de acción para esta década y hasta un referente cultural (“Se me puso Jack Bauer”).

Otra muestra de que 24 no es cualquier serie es que la tercera temporada terminó como pocas lo hacen. Al hacer frente a la potencial propagación de un virus altamente contagioso diseñado para matar en horas, malévolo plan del ex agente británico y luego terrorista Stephen Saunders, todos los personajes secundarios desaparecieron de escena de una forma u otra en el consabido lapso de 24 horas. La maquiavélica Sherry Palmer, la supervillana Nina Myers y el severo jefe de Jack, Ryan Chapelle, murieron asesinados; el presidente David Palmer renunció a la política por el asesinato de su ex esposa, en el que él tuvo implicancias; el agente Tony Almeida cayó preso por traición al dejar escapar a Saunders para salvar la vida de su esposa, Michelle Dessler, quien también debió abandonar la agencia, y la hija de Jack, Kim, anunció su retiro para irse con su pololo, el agente Chase Edmunds.

Todo esto hace que la cuarta temporada (o, mejor dicho, el “día 4”) sea un borrón y cuenta nueva para Jack Bauer. Dieciocho meses han pasado desde el incidente del virus y Jack ya no es parte de las filas de CTU, pues la nueva jefa de la agencia, Erin Driscoll, lo despidió por la adicción a la heroína en que cayó para infiltrarse en una banda de narcotraficantes mexicanos. Nuestro héroe es ahora mano derecha del Secretario de Defensa, James Heller, y tiene en secreto un romance con Audrey, la hija de su jefe.

La crisis que hay que tratar esta vez parece atacar en varios frentes. En el primer episodio veremos un atentado explosivo a un tren de pasajeros, obra de los Araz, una familia turca que no se preocupa de esconder que su negocio es el terrorismo. Pero lo ocurrido en el tren parece ser una distracción para ocultar el verdadero plan, uno de cuyos ingredientes es un software capaz de lanzar un ataque informático global, programa que descubre por accidente el hacker Andrew Paige, quien ahora debe correr por su vida. Jack está en los cuarteles de CTU haciendo una diligencia a nombre del Departamento de Defensa cuando comienzan a llegar las informaciones del atentado ferroviario, y al ver que la investigación no toma el rumbo que él habría seguido, Jack se rebela contra su nuevo empleo de traje y corbata y toma a la fuerza las riendas del combate contra esta nueva amenaza al pueblo norteamericano.

Un elemento a destacar en este nuevo año de producción es el nivel del actual elenco. El veterano William Devane interpreta a James Heller, su hija Audrey es Kim Raver, quien viene de hacer de Kim Zambrano en Third Watch y los fanáticos de La Femme Nikita podrán ver a Alberta Watson, quien encarnaba a Madeline, en el papel de Erin Driscoll. La actriz iraní Shohreh Aghdashloo, nominada al Oscar por La Casa de Arena y Niebla, da vida a la turca Dina Araz, y el computín Andrew Paige es nada menos que Lukas Haas, el niñito de Testigo en Peligro, en una muy llamativa vuelta a las pantallas.

Servido el plato, se hace la invitación al vicio. 24 es la mejor teleserie que puede haber en la temporada, es una obligación desde el primer capítulo, un compromiso que no acepta invitados que llegan en la mitad de la fiesta. Es un encuentro amoroso que tienes con la vecina más sexy de tu edificio o con el tipo más tincudo del gimnasio: una hora intensa, llena de adrenalina, donde el reloj es tu mayor enemigo, tu corazón late como si fuera a reventar en tu pecho y donde por sesenta minutos no existe nada, pero nada más.
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1 Comments:

  • At 11:43 PM, Anonymous said…

    un solo comentario tony y michelle vuelven a la serie.

     

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