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viernes, marzo 04, 2005

Mi nombre es Rodrigo y soy un veinticuatrólico, parte 2

Con esto termino de dar la lata. Pasó que cuando me encargaron el artículo sobre 24 tenía dos ideas en mente, y como no me decidí por ninguna, realicé ambas. Esta segunda versión de "24 visto por un fanático" es, a mi parecer, mucho más original y entretenida que la primera, pero, como dijo Gemita Bueno, "es todo, todo, todo, todo, todo mentira". No sé qué tan publicable era, porque mal que mal era una mentira que no hacía daño a nadie, pero al menos fue un buen ejercicio. Ahí está, para que vean, comparen y juzguen. No, mejor no juzguen, me daría lata.
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“24”, cuarta temporada:

Veinticuatro horas de adicción pura

Uno de los regresos más esperados para este año televisivo es el de 24, una serie que para muchos es una devoción y un vicio como pocos que hay en la vida.

Este mes vuelve a las pantallas de Fox 24, la serie de acción y suspenso protagonizada por Kiefer Sutherland en donde cada episodio es una hora en un día específico del agente federal Jack Bauer. Una de las mejores producciones televisivas que hayan salido de Estados Unidos. Una telenovela de espionaje que genera fanáticos por doquier, seguidores acérrimos y discípulos leales, de los cuales me considero parte. Soy un fan adicto, comprometido y juramentado. 24 es un vicio que sólo puedo explicar con la siguiente historia.

A la protagonista de esta historia la llamaremos Alejandra. Ella trabaja como coordinadora internacional en una ONG, lo que significa que está siempre viajando por varios países, pero su estadía más larga siempre la hace en Chile. Nos conocimos en 2002 por razones de trabajo y debo decir que hubo casi de inmediato una conexión. Empezamos a juntarnos, saliendo una vez a la semana, a veces más. Podía pasar un fin de semana completo en que estuviéramos juntos. Todo aprovechando al máximo el escaso tiempo que su trabajo le dejaba.

Cada cita se convertía en una experiencia añorada, intensa, ansiada. El ritmo cardíaco de cada uno aumentaba en forma exponencial al tiempo que pasábamos juntos. Cada día miraba la agenda contando los días para que Alejandra y yo volviéramos a salir a comer, o al cine, o por último a andar en bicicleta, mirando constantemente el reloj y deseando que anduviera más lento para que pudiéramos hacer más cosas en la ventana de tiempo que se nos permitía.

Pero su estadía de seis meses en el país llegó a su fin y, como debía ser, Alejandra volvió a su país y a retomar el itinerario de trabajo que la llevaba a viajar a otras naciones y continentes donde, quién sabe, quizás habría otros como yo. La despedida, como en todos estos casos, incluyó la promesa de volver.

Y así fue. Alejandra volvió al año siguiente y reanudamos lo que habíamos dejado stand-by. Y volvimos a la emoción, al pulso acelerado de los encuentros. Cada minuto con Alejandra significaba una evasión total del mundo, una dedicación total del uno al otro, un rendez-vous que, aunque podía ser programado, siempre podía estar lleno de sorpresas, de descubrimientos y revelaciones que nos hacían contar las horas tras el beso de buenas noches para volvernos a ver.

Y además, debido al trabajo de Alejandra que la hacía venir a Chile una vez al año por seis meses, se generó una segunda clase de espera. Si primero contábamos las horas para volver a vernos tras una salida, luego contábamos las semanas para ver cuándo ella estaría de vuelta en el país para volver a lo nuestro. El ansia llenaba nuestros días. Una especie de dulce tortura.

Aunque suene extraño o ridículo, algo parecido ocurre con 24. Al igual que en una cita con esa persona especial, la emisión de cada episodio de 24 es un cara a cara con la emoción, con la adrenalina y el vértigo, sesenta minutos donde el espectador está al borde de la taquicardia, deseando que esa hora no se acabe nunca. Una experiencia que, cuando llega a su fin, deja con ganas de más, y que vuelve a la espera por el próximo capítulo (o peor, por la próxima temporada) en algo insoportable.

Pero eventualmente 24 regresa. Cada lunes se calma el ansia al tiempo que se alimentan los deseos de ver las siguientes entregas, tal como en una cita romántica. Y al finalizar cada temporada la vida significa sólo aguardar a que al año siguiente retorne ese viejo conocido y todo comience de nuevo. Como con Alejandra. No es que esté comprándola a ella con una serie de TV. Pero me entienden la idea.

Y al igual que cuando esa persona que estuvo lejos cuenta las novedades de su vida, 24 también trae varias cosas nuevas esta temporada. El año anterior terminó como pocos lo hacen. Al hacer frente a la potencial propagación de un altamente contagioso virus diseñado para matar en horas, malévolo plan del ex agente británico y luego terrorista Stephen Saunders, todos los personajes secundarios desaparecieron de escena de una forma u otra en el consabido lapso de 24 horas. La maquiavélica Sherry Palmer, la supervillana Nina Myers y el severo jefe de Jack Bauer, Ryan Chapelle, murieron asesinados; el presidente David Palmer renunció a la política por el asesinato de su ex esposa, en el que él tuvo implicancias; el agente Tony Almeida cayó preso por traición al dejar escapar a Saunders para salvar la vida de su esposa, Michelle Dessler, quien también debió abandonar la agencia, y la hija de Jack, Kim, anunció su retiro para irse con su pololo, el agente Chase Edmunds.

Todo esto hace que la cuarta temporada (o, mejor dicho, el "día 4") sea un borrón y cuenta nueva para el protagonista. Dieciocho meses han pasado desde el incidente del virus y Jack ya no es parte de las filas de CTU, pues la nueva jefa de la agencia, Erin Driscoll, lo despidió por la adicción a la heroína en que cayó para infiltrarse en una banda de narcotraficantes mexicanos. Nuestro héroe es ahora mano derecha del Secretario de Defensa, James Heller, y tiene en secreto un romance con Audrey, la hija de su jefe.

La crisis que hay que tratar esta vez parece atacar en varios frentes. En el primer episodio veremos un atentado explosivo a un tren de pasajeros, obra de los Araz, una familia turca que no se preocupa de esconder que su negocio es el terrorismo. Pero lo ocurrido en el tren parece ser una distracción para ocultar el verdadero plan, uno de cuyos ingredientes es un software capaz de lanzar un ataque informático global, programa que descubre por accidente el hacker Andrew Paige, quien ahora debe correr por su vida. Jack está en los cuarteles de CTU haciendo una diligencia a nombre del Departamento de Defensa cuando comienzan a llegar las informaciones del atentado ferroviario, y al ver que la investigación no toma el rumbo que él habría seguido, Jack se rebela contra su nuevo empleo de traje y corbata y toma a la fuerza las riendas del combate a esta nueva amenaza al pueblo norteamericano.

Una buena sorpresa de este nuevo año de producción es el nivel del actual elenco. El veterano William DevaneKim Raver, quien viene de hacer de Kim Zambrano en Third Watch y los fanáticos de La Femme Nikita podrán ver a Alberta Watson, quien encarnaba a Madeline, en el papel de Erin Driscoll. La actriz iraní Shohreh Aghdashloo, nominada al Oscar por La Casa de Arena y Niebla, da vida a la turca Dina Araz, y el computín Andrew Paige es nada menos que Lukas Haas, el niñito de Testigo en Peligro, en una muy llamativa vuelta a las pantallas.

Así que marque el 7 de marzo en su agenda. Ese día es el retorno de 24. Y, a propósito, también el de Alejandra.
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