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domingo, mayo 01, 2005

Forjemos el futuro del Saint Gaspar...

Hace unas semanas organicé una comida con los compeñeros de colegio que egresamos del Saint Gaspar College en 1992. Cada cierto tiempo me da por hacer estas reuniones multitudinarias, trabajo detectivesco previo para ubicar a los que borraron sus huellas, y siempre valen la pena. Desde que salimos del colegio, hace diez años, nos hemos juntado unas cinco veces y cada asado o cena termina con la dichosa promesa de "Oye, tenemos que juntarnos otra vez". No hay mayor verdad que el sketch "Hagamos un asado al tiro" de Plan Z.

Entre las cosas divertidas de estos reencuentros está ver cómo están ahora los cabros de 17 años que se enfrentaban al mundo a principios de los 90. Qué cambió, qué permaneció, que se creó. Y no hablo de ver quién está pelado, quién está gordo, quién se casó ni esas tonteras básicas. Me refiero a algo más profundo, a cosas de carácter, de la vida, a las ironías que el destino juega en nosotros.

Por ejemplo está el que ya a los 30 años está separado y luchando por la tuición del hijo. Está el que en el colegio pasaba en inspectoría y raspando los ramos, y que ahora tiene un negocio propio, un hijo mayor que es un ángel y uno menor que le salió calcado, lo que nos causa risa porque ahora le toca vivir lo que su propio padre tuvo que pasar en la época del colegio. Está el que jamás pensábamos que sería padre y que ahora lo es. Supimos de uno que nunca pudo terminar Derecho y que ahora conduce un camión en el norte. Está el que tuvo un episodio de esquizofrenia a fines de los 90 y que ahora es médico. También está el que por fin salió del clóset. Y el que se suicidó.

Si hay alguien por ahí que haya salido del colegio hace años y tiene al menos curiosidad por saber cómo la vida puede transformar a una persona, le sugiero que haga el ejercicio de rastrear a los compañeros y compañeras para ver qué fue de ellos. No tiene para qué ser en un asado, comida o evento como en mi caso. Basta con una llamada telefónica de cortesía, en un cumpleaños, para Navidad o por cualquier otra razón, como que no quiere la cosa. Hasta la excusa de "encontré tu teléfono por ahí y quise saber cómo estabas" sirve. Les aseguro que se sorprenderán con sólo escarbar un poco. Quién sabe, quizás sepan de alguien que está haciendo clases en una universidad, que se fue a vivir fuera del país, que murió o que se metió a monja. La vida tiene más vueltas que una oreja.
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