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martes, agosto 30, 2005

No lo digo yo, lo dicen ellos

A mi fiesta de cumpleaños fueron 22 invitados, sin contar a la banda ni a sus pololas. Los invitados eran como 130, de los cuales yo esperaba que llegaran como 60 ó 70. Por supuesto, a Dios se le ocurrió justo mandar un temporal en ese día, lo que hizo que muchos se quedaran en la casa por las inundaciones. Otros ausentes dieron excusas distintas, desde lo absolutamente justificable, como "Lo siento, tengo que acompañar a mi polola que está hospitalizada", hasta disculpas insulsas como "Mi lindo, estoy agotá".

Como sigo teniendo el ego más inflado que las gomas de Pamela Anderson, y como me gusta sacarle pica a los que no fueron, aquí van algunas impresiones de los asistentes que complementan lo que escribí ayer.


Mi amigo celebró sus 30 años con todo. Fue increíble verlo cantando a Judas. (...) Rodrigo tiene una pinta de calmado que hizo que mucha gente nunca se lo imaginara sobre un escenario y cantando Rock. Yo creo conocerlo un poco y no me sorprendí, más bien sentí una enorme admiración por él, por atreverse a cumplir ese sueño que tantos llevamos dentro y que pocos tienen las agallas para hacer.

Rafael Cavada, en el blog de Mañana será otro día



Lo que mejor recuerdo era que el lugar se veía -en el mejor de los sentidos- feo, oscuro y siniestro. Un cruce entre un escenario descartado de "Mulholland Drive" y un bar de camioneros. Lo que me pareció okey. No le vi la cara a nadie ni nadie me la vio a mí y si hubiera que definir el cumpleaños del señor de la Paz diría que está marcado por todo lo que NO tuvo: ni platos con papas fritas ni botellas amontonadas en una mesa, ni vecinos puntillosos con el ruido ni gente jodiendo para que uno dejara de fumar ni ninguno de esos vicios del cumpleaños-de-profesional-joven-en-depto-de-4x4 que hoy por hoy nos inundan. Por todo eso, gracias.

Respecto a lo que vino después, sólo diré que nunca entendí una sola cosa de las que cantaba el vocalista de Wharenaldo, lo que ahora me parece un mérito. Sus letras -supongo- deben hablar de carrete, sexo y corazones rotos, sagrada trilogía rockanrolera que a todos nos quedó más que clara en el segundo en que el guatón se sentó tras los tambores.

Lo que tenía que transmitirnos la banda -una banda de bar de camioneros- era la alegría y alivio de estar vivos y ser capaces de treparse a un escenario con pantalones de cuero a estas alturas de la vida sin que les arrojaran tomates. Era ésa la sonrisa del vocalista y la actitud zen con que los guitarristas se tomaron la atmósfera de respetuoso silencio -la muerte para una banda pachangera- con que los acogimos de principio a fin. Después, el acabóse: me divirtió el rasca plagio a las líneas de Bilbo en su cumpleaños y la polera con la frasecita ofensiva tenía tanta maldad como un vaso de leche tibia. Pero el cumpleañero se vio a sus anchas, no se achicó y cantó a todo pulmón a pesar de que nadie le escuchaba demasiado entre las guitarras grasosas de la banda y el estruendo que la sangre causó en mis oídos cuando ese par de rubias se sumaron a la fiesta. Qué decir: tal vez no fue un gran cumpleaños, pero sí fue un gran show.


Daniel Villalobos, editor de Bazuca.com, crítico de cine y escritor


Debo decir que al ver a mi amigo Delapé no parece que tuviera 30 años. No es porque tenga cara de niño o algo así, sino simplemente porque pertenece a esa raza de infiltrados no-name a los que no se les nota la edad y que tiene la extraña habilidad de confundir.

Pero hace dos sábados celebró su cumpleaños número 30. Apoteósico cumpleaños... bueno, algo así si no hubiera sido por el diluvio universal que caía sobre Santiago (y luego granizo, luego NIEVE... pero ése es otro cuento). Ese día estuve 20 minutos intentando cruzar Irarrázaval para ir al otro lado de la calle a comprar pan. Mientras intentaba levitar sobre las aguas para no mojarme hasta las rodillas, pensaba seriamente en la opción de no ir al cumpleaños número 30 del querido Delapé. No tenía bote, ni carrito, ni botas decentes porque las mías las había mordido mi perra Caluga, y cada vez con más fuerza la posibilidad de una tarjeta virtual y un llamado telefónico me sonaba como un Tapsin en día lluvioso. Salvo por un ítem que me martilleaba la curiosidad asquerosa que me embriaga siempre: Delapé iba a cantar, con un grupo, con un grupo rock, Delapé iba a cantar rock con un grupo rock en un escenario rock... en pocas palabras cumpliría su sueño (y el de muchos, de paso... de cantar, no de escucharlo... lo siento).

Corto. Me acompañó mi compañera de depto. Y no me arrepentí para nada. Al margen de la odisea acuática de ida y las pruebas de sonido del grupo que se mezclaban junto a la música de fondo, en una oda de una hora a la cacofonía; la escena de Rodrigo cantando Judas y luego una adaptación de un bolero (mi memoria me falla... Tapsín, cerveza, noche... cerveza), su discurso a lo Bilbo, y la seudo-orgía chilensis con dos rusias guatipeladas sobre el escenario acariciando a mi amigo... antológico. Nada que decir. La cara que ponía cada vez que le bailaban a su pelvis, los chistes del bajista del grupo, incluso el vocalista predicador de letras sexoyrock... aplausos de pie.

Un gran cumpleaños amigo Delapé, y que sean muchos más (ojalá tan bizarros como éste). Y los que no fueron... se lo perdieron, como el video del Profesor Rossa y los OVNIS sobre Santiago.


Paloma Soto, periodista, freak y gran amiga
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