DLP: el hombre, el sueño

¡Llegando a 6.000 millones de personas diariamente!

lunes, marzo 21, 2005

Ensalada rusa

Píldoras varias:

  • A pito del aniversario de la FACH, todo el fin de semana estuvieron pasando aviones como si fuera bombardeo de la II Guerra Mundial y no me dejaban escuchar la tele. Yo le perdono eso a los Halcones nomás. ¿Y vieron que el sábado estuvieron escribiendo en el cielo "Fach 75 años"?
  • Dos preguntas sobre el cuerpo de Portales: ¿Cómo no cachaban dónde estaba enterrado, si se supone que era un personaje prominente? Me recuerda cuando encontraron en Ciudad de México el Templo Mayor Azteca, porque también me pregunté cómo se les perdió en primer lugar si era la construcción más grande de la antigua Tenochtitlán. Y ¿qué les parece exhibir el cuerpo como el de Lenin?
  • Les recomiendo un sitio: la página de Jess Nevins, un nerd que se dedica a examinar en detalle todas las viñetas de cómics particularmente densos o seriotes y hace una colección de anotaciones, referencias y trivia. Lo hizo con Top Ten, Kingdom Come y La Liga de Caballeros Extraordinarios, entre otras. Ojo con el último título, que le dio para publicar dos libros con anotaciones de ese cómic, que venden en Amazon y que tienen prólogos y entrevistas de Alan Moore.
  • Odio a Messenger. En el computador de la oficina tengo instalado el MSN 6.2, y cuando me quise conectar el viernes me salió un mensaje que decía "Debe instalar la versión más reciente para iniciar su sesión". Fuck it! No pienso seguirle el juego a Bill y declaro mi renuncia taxativa y perentoria al Messenger. Y no, Stark, estoy seguro de que no es error de usuario.
  • ¿Quién cachó a Fontanarrosa el domingo en La Belleza del Pensar en Canal 13 Cable?
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Replicantes y otras sandeces

¿Por qué en la última semana todos los bloggers que leo postearon entradas tituladas "Las vueltas de la vida"?

¿Conciencia colectiva? ¿Programación subliminal a través de los medios? ¿Un patrón cósmico? ¿Son zombis que piensan todos igual? ¿O es sólo una asombrosa coincidencia?

Hmmm...

En fin. Cosas hechas estos días:

Fashion: Fin de semana de poleras. Estrené mis nuevas T-shirts llegadas de Glarkware (una de ellas es un diseño exclusivo que se hace una sola vez y nunca más, de ahí que la coleción a la que pertenece se llame "Now or Never", así que si te gusta, envídiame) y ya tengo esa polera de Watchmen que pedí hace unos días a la amiga de un amigo. Doy el dato de que esta mina hace poleras a pedido con el diseño que tú le mandes, así que es tu perfecta oportunidad para lucir una camiseta con el afiche de esa película de culto que nadie más cacha.

Equinoccio no: Ayer fue el equinoccio de otoño y la Nasa transmitió en video por Internet la ceremonia de la llegada de Kukulkán, en la Pirámide del Sol en Chichén Itzá. Se supone que se iba a ver un rayo de luz bajando por la exacta pendiente de la escalinata de la pirámide hasta llegar a la cabeza de una serpiente que está en la base, en una de esas muestras de lo secos que eran los Mayas en astronomía. Iba a verlo en el computador de mis papás, que tienen banda ancha, pero algo pasó que se borraron los drivers de sonido y de conexiones a redes y nadie supo arreglarlo. Como siempre, mi mamá es la principal sospechosa de este condoro ("¡Qué apretaste!", rugía mi hermano chico).

Te respiro, gente: El sábado fue de encuentros con viejas amistades, que derivaron en: dos citas pre-aprobadas para ir al estreno de La Venganza de los Sith y de Batman Inicia, el saber que la hija de una amiga tiene poderes psíquicos que le hacen ver gente muerta, y la revelación de que ya son dos las mujeres que me han invitado a vivir con ellas. ¿Qué tengo yo? Díganme, para explotarlo.

Al cierre, dos descubrimientos: el Bailey's es delicioso y Sayid, de Lost, la lleva.

Que tengan un buen día.
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jueves, marzo 17, 2005

Micro contingente

Esto decía un letrero en la micro de ayer:

Aprende la lección de Perú, no rayes este bus.

Toma.
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miércoles, marzo 16, 2005

La Voz

Ya me llegó un palo por no actualizar esta cosa. Bueno, ahora tengo tema. Y es todo relacionado con doblajes, mira tú.

A medio Chile ya le avisé, pero insisto con este recordatorio, porque uno nunca se marketea demasiado a sí mismo. Esta noche se estrena la segunda temporada de El Aprendiz en People+Arts, y tengo un personaje más estable que el del pobre diablo que fue eliminado en el primer capítulo del año pasado. Conozcan a John, egresado de la U. de California en Berkeley, rugbista en sus años de estudio, ex director de marketing de una revista de automovilismo y cofundador de una empresa de bienes raíces. En sus ratos libres se dedica a las carreras de autos y su pintosa facha tendrá el honor de ser complementada con mi voz. Recuerden, cada miércoles a las 22:00 y repiten los domingo. Revisen su cartelera local.



Otro programa que he doblado en estos días es Make Room for the Baby, que parece que se tradujo como Un Cuarto para el Bebé o algo así y que parece que también van a dar en People+Arts. Trata de que mientras mamá está en trabajo de parto en la clínica, un ejército de decoradores y diseñadores le arma una pieza para la guagua, con pintura, muebles, móviles, música ambiental y sistema de seguridad. Onda Mientras no Estabas pero maternal. Y ahí también tengo un personaje estable: Lance, un pintor decorativo que se luce haciendo frescos en las paredes de la pieza. Y no sé, no sé si es gay.

Ahora último estuve en algo llamado Odisea Espacial, una especie de docudrama que trata de misiones tripuladas a Venus, Marte y Júpiter. Me tocó ser Iván, un astronauta ruso que la sufre caminando sobre la superficie de Venus como con 200 grados centígrados. El tío puso bolitas de plomo en el suelo y se fundieron. Y también se le ocurrió decir unas palabras en ruso que todavía no sé cómo las vamos a engrupir.

Y para finalizar, un anticipo: ya llegaron los dos primeros capítulos de Stargate: Atlantis. Lo choro es que como aquí no aparece ninguno de los personajes de la serie original hay que buscar elenco nuevo. Anoche estaban grabando los personajes ya conocidos (como MacGyver), pero todavía no deciden quiénes van a poner sus voces al resto, que son todos nuevos. Así que hay varios con el colmillo largo por las ganas de ganarse un protagónico, que significa unos buenos morlacos. Hmmmm...
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viernes, marzo 04, 2005

Mi nombre es Rodrigo y soy un veinticuatrólico, parte 2

Con esto termino de dar la lata. Pasó que cuando me encargaron el artículo sobre 24 tenía dos ideas en mente, y como no me decidí por ninguna, realicé ambas. Esta segunda versión de "24 visto por un fanático" es, a mi parecer, mucho más original y entretenida que la primera, pero, como dijo Gemita Bueno, "es todo, todo, todo, todo, todo mentira". No sé qué tan publicable era, porque mal que mal era una mentira que no hacía daño a nadie, pero al menos fue un buen ejercicio. Ahí está, para que vean, comparen y juzguen. No, mejor no juzguen, me daría lata.
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“24”, cuarta temporada:

Veinticuatro horas de adicción pura

Uno de los regresos más esperados para este año televisivo es el de 24, una serie que para muchos es una devoción y un vicio como pocos que hay en la vida.

Este mes vuelve a las pantallas de Fox 24, la serie de acción y suspenso protagonizada por Kiefer Sutherland en donde cada episodio es una hora en un día específico del agente federal Jack Bauer. Una de las mejores producciones televisivas que hayan salido de Estados Unidos. Una telenovela de espionaje que genera fanáticos por doquier, seguidores acérrimos y discípulos leales, de los cuales me considero parte. Soy un fan adicto, comprometido y juramentado. 24 es un vicio que sólo puedo explicar con la siguiente historia.

A la protagonista de esta historia la llamaremos Alejandra. Ella trabaja como coordinadora internacional en una ONG, lo que significa que está siempre viajando por varios países, pero su estadía más larga siempre la hace en Chile. Nos conocimos en 2002 por razones de trabajo y debo decir que hubo casi de inmediato una conexión. Empezamos a juntarnos, saliendo una vez a la semana, a veces más. Podía pasar un fin de semana completo en que estuviéramos juntos. Todo aprovechando al máximo el escaso tiempo que su trabajo le dejaba.

Cada cita se convertía en una experiencia añorada, intensa, ansiada. El ritmo cardíaco de cada uno aumentaba en forma exponencial al tiempo que pasábamos juntos. Cada día miraba la agenda contando los días para que Alejandra y yo volviéramos a salir a comer, o al cine, o por último a andar en bicicleta, mirando constantemente el reloj y deseando que anduviera más lento para que pudiéramos hacer más cosas en la ventana de tiempo que se nos permitía.

Pero su estadía de seis meses en el país llegó a su fin y, como debía ser, Alejandra volvió a su país y a retomar el itinerario de trabajo que la llevaba a viajar a otras naciones y continentes donde, quién sabe, quizás habría otros como yo. La despedida, como en todos estos casos, incluyó la promesa de volver.

Y así fue. Alejandra volvió al año siguiente y reanudamos lo que habíamos dejado stand-by. Y volvimos a la emoción, al pulso acelerado de los encuentros. Cada minuto con Alejandra significaba una evasión total del mundo, una dedicación total del uno al otro, un rendez-vous que, aunque podía ser programado, siempre podía estar lleno de sorpresas, de descubrimientos y revelaciones que nos hacían contar las horas tras el beso de buenas noches para volvernos a ver.

Y además, debido al trabajo de Alejandra que la hacía venir a Chile una vez al año por seis meses, se generó una segunda clase de espera. Si primero contábamos las horas para volver a vernos tras una salida, luego contábamos las semanas para ver cuándo ella estaría de vuelta en el país para volver a lo nuestro. El ansia llenaba nuestros días. Una especie de dulce tortura.

Aunque suene extraño o ridículo, algo parecido ocurre con 24. Al igual que en una cita con esa persona especial, la emisión de cada episodio de 24 es un cara a cara con la emoción, con la adrenalina y el vértigo, sesenta minutos donde el espectador está al borde de la taquicardia, deseando que esa hora no se acabe nunca. Una experiencia que, cuando llega a su fin, deja con ganas de más, y que vuelve a la espera por el próximo capítulo (o peor, por la próxima temporada) en algo insoportable.

Pero eventualmente 24 regresa. Cada lunes se calma el ansia al tiempo que se alimentan los deseos de ver las siguientes entregas, tal como en una cita romántica. Y al finalizar cada temporada la vida significa sólo aguardar a que al año siguiente retorne ese viejo conocido y todo comience de nuevo. Como con Alejandra. No es que esté comprándola a ella con una serie de TV. Pero me entienden la idea.

Y al igual que cuando esa persona que estuvo lejos cuenta las novedades de su vida, 24 también trae varias cosas nuevas esta temporada. El año anterior terminó como pocos lo hacen. Al hacer frente a la potencial propagación de un altamente contagioso virus diseñado para matar en horas, malévolo plan del ex agente británico y luego terrorista Stephen Saunders, todos los personajes secundarios desaparecieron de escena de una forma u otra en el consabido lapso de 24 horas. La maquiavélica Sherry Palmer, la supervillana Nina Myers y el severo jefe de Jack Bauer, Ryan Chapelle, murieron asesinados; el presidente David Palmer renunció a la política por el asesinato de su ex esposa, en el que él tuvo implicancias; el agente Tony Almeida cayó preso por traición al dejar escapar a Saunders para salvar la vida de su esposa, Michelle Dessler, quien también debió abandonar la agencia, y la hija de Jack, Kim, anunció su retiro para irse con su pololo, el agente Chase Edmunds.

Todo esto hace que la cuarta temporada (o, mejor dicho, el "día 4") sea un borrón y cuenta nueva para el protagonista. Dieciocho meses han pasado desde el incidente del virus y Jack ya no es parte de las filas de CTU, pues la nueva jefa de la agencia, Erin Driscoll, lo despidió por la adicción a la heroína en que cayó para infiltrarse en una banda de narcotraficantes mexicanos. Nuestro héroe es ahora mano derecha del Secretario de Defensa, James Heller, y tiene en secreto un romance con Audrey, la hija de su jefe.

La crisis que hay que tratar esta vez parece atacar en varios frentes. En el primer episodio veremos un atentado explosivo a un tren de pasajeros, obra de los Araz, una familia turca que no se preocupa de esconder que su negocio es el terrorismo. Pero lo ocurrido en el tren parece ser una distracción para ocultar el verdadero plan, uno de cuyos ingredientes es un software capaz de lanzar un ataque informático global, programa que descubre por accidente el hacker Andrew Paige, quien ahora debe correr por su vida. Jack está en los cuarteles de CTU haciendo una diligencia a nombre del Departamento de Defensa cuando comienzan a llegar las informaciones del atentado ferroviario, y al ver que la investigación no toma el rumbo que él habría seguido, Jack se rebela contra su nuevo empleo de traje y corbata y toma a la fuerza las riendas del combate a esta nueva amenaza al pueblo norteamericano.

Una buena sorpresa de este nuevo año de producción es el nivel del actual elenco. El veterano William Devane interpreta a James Heller, su hija Audrey es Kim Raver, quien viene de hacer de Kim Zambrano en Third Watch y los fanáticos de La Femme Nikita podrán ver a Alberta Watson, quien encarnaba a Madeline, en el papel de Erin Driscoll. La actriz iraní Shohreh Aghdashloo, nominada al Oscar por La Casa de Arena y Niebla, da vida a la turca Dina Araz, y el computín Andrew Paige es nada menos que Lukas Haas, el niñito de Testigo en Peligro, en una muy llamativa vuelta a las pantallas.

Así que marque el 7 de marzo en su agenda. Ese día es el retorno de 24. Y, a propósito, también el de Alejandra.
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jueves, marzo 03, 2005

Mi nombre es Rodrigo y soy un veinticuatrólico

La próxima semana en Fox vuelve 24, mi serie sagrada, mi comunión de lunes por la noche, la única serie que grabo en VHS si no estoy en casa para verla. Mi adicción, mi vicio, mi preciosso. Como soy fiel seguidor de la serie, Ortega me encargó un artículo de doble página para la revista RTV adelantando la nueva temporada, pero desde la perspectiva del fanático. O sea, qué me provoca ver 24 y por qué todos deberían verla. Escribí desde el fondo mismo de las pelotas, como diría Fontanarrosa, pero al final por cuestiones de espacio mi texto quedó reducido a un solo párrafo (pero con una grosa foto, eso sí). Para sacarme la espina pongo aquí el artículo original en versión íntegra. Es largo. Sugiero imprimir para que no les piquen los ojos.
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"24", día 4:

Otra vez contra el cronómetro

La que debe ser la serie más adictiva del cable hace su retorno este mes en Fox. Kiefer Sutherland vuelve a tomarse litros de café para ponerse la piel de Jack Bauer, el superagente que en exactas 24 horas deberá evitar que los terroristas hagan de las suyas en suelo estadounidense. Tensión, angustia y acción al extremo, garantizadas.


Y aquí vamos de nuevo. Por cuarto año consecutivo volver a someterse a una torturante sesión semanal de sudor frío, manos temblorosas, corazón apretado y uñas roídas. Otra vez pasar las noches de lunes, por veinticuatro semanas consecutivas, con la agenda bloqueada y el teléfono apagado para estar sesenta minutos atornillado frente al televisor, como en un fervoroso ritual pagano. Porque el 7 de marzo comienza la cuarta temporada de 24.

¿Cómo tanta devoción? ¿Cómo tanto fanatismo? Oh, es que 24 no es una producción de TV cualquiera. Nunca lo fue. Ya es conocido el mayor artilugio de la serie, el narrar un día completo a razón de una hora por episodio, y es justamente esa característica la que otorga a 24 su mayor cualidad: el manejo de la tensión y el suspenso. Sabemos que el arco argumental de la temporada no puede acabarse antes del último capítulo, y a cada hora vemos cómo los personajes resuelven una crisis para que aparezcan tres, o se salvan de la muerte para ser secuestrados diez minutos después, y uno mira constantemente el reloj para preguntarse cómo diablos harán para solucionar el tremendo entuerto en el tiempo que les resta.

Giros de la historia a cada momento ayudan a alimentar la adicción del espectador. En 24 nunca nada es lo que parece ser. El sospechoso que los protagonistas sufrieron por arrestar durante la mitad del día resulta no tener nada que ver con el caso que siguen, o la persona menos pensada resulta ser un traidor, o las pistas aparecen en los lugares más inesperados. El segundo gimmick de la serie, la pantalla dividida que muestra acontecimientos simultáneos, no sirve tanto para que nos informemos de cómo avanza la historia en distintos frentes, sino para que nos volvamos locos mirando a cada cuadro, con taquicardia galopante, para ver en cuál de todos se dará vuelta la tortilla y nos pondrá el “Continuará” que nos dejará gritando con el corazón en la mano y maldiciendo por tener que esperar siete angustiosos días para ver cómo sigue todo. Sé de gente que no ve la serie en la TV, sino que se aguanta a que salga en DVD porque no se resiste a ver tan sólo un episodio por vez. Y sé de otros que derechamente no la ven porque la tensión que genera cada hora es demasiada. 24, de plano, no es para enfermos cardíacos.

Además, siempre es emocionante ver en pantalla a Kiefer Sutherland, la más celebrada resurrección de uno de los tantos actores que fueron promesa en los 80 y que erraron el camino. Su personaje de Jack Bauer, el tenaz, temerario y casi suicida agente anti terrorista, con sus carreras contrarreloj, órdenes ladradas en celulares de última tecnología y determinación que raya en el trance, ya es un símbolo de la televisión, un modelo de héroe de acción para esta década y hasta un referente cultural (“Se me puso Jack Bauer”).

Otra muestra de que 24 no es cualquier serie es que la tercera temporada terminó como pocas lo hacen. Al hacer frente a la potencial propagación de un virus altamente contagioso diseñado para matar en horas, malévolo plan del ex agente británico y luego terrorista Stephen Saunders, todos los personajes secundarios desaparecieron de escena de una forma u otra en el consabido lapso de 24 horas. La maquiavélica Sherry Palmer, la supervillana Nina Myers y el severo jefe de Jack, Ryan Chapelle, murieron asesinados; el presidente David Palmer renunció a la política por el asesinato de su ex esposa, en el que él tuvo implicancias; el agente Tony Almeida cayó preso por traición al dejar escapar a Saunders para salvar la vida de su esposa, Michelle Dessler, quien también debió abandonar la agencia, y la hija de Jack, Kim, anunció su retiro para irse con su pololo, el agente Chase Edmunds.

Todo esto hace que la cuarta temporada (o, mejor dicho, el “día 4”) sea un borrón y cuenta nueva para Jack Bauer. Dieciocho meses han pasado desde el incidente del virus y Jack ya no es parte de las filas de CTU, pues la nueva jefa de la agencia, Erin Driscoll, lo despidió por la adicción a la heroína en que cayó para infiltrarse en una banda de narcotraficantes mexicanos. Nuestro héroe es ahora mano derecha del Secretario de Defensa, James Heller, y tiene en secreto un romance con Audrey, la hija de su jefe.

La crisis que hay que tratar esta vez parece atacar en varios frentes. En el primer episodio veremos un atentado explosivo a un tren de pasajeros, obra de los Araz, una familia turca que no se preocupa de esconder que su negocio es el terrorismo. Pero lo ocurrido en el tren parece ser una distracción para ocultar el verdadero plan, uno de cuyos ingredientes es un software capaz de lanzar un ataque informático global, programa que descubre por accidente el hacker Andrew Paige, quien ahora debe correr por su vida. Jack está en los cuarteles de CTU haciendo una diligencia a nombre del Departamento de Defensa cuando comienzan a llegar las informaciones del atentado ferroviario, y al ver que la investigación no toma el rumbo que él habría seguido, Jack se rebela contra su nuevo empleo de traje y corbata y toma a la fuerza las riendas del combate contra esta nueva amenaza al pueblo norteamericano.

Un elemento a destacar en este nuevo año de producción es el nivel del actual elenco. El veterano William Devane interpreta a James Heller, su hija Audrey es Kim Raver, quien viene de hacer de Kim Zambrano en Third Watch y los fanáticos de La Femme Nikita podrán ver a Alberta Watson, quien encarnaba a Madeline, en el papel de Erin Driscoll. La actriz iraní Shohreh Aghdashloo, nominada al Oscar por La Casa de Arena y Niebla, da vida a la turca Dina Araz, y el computín Andrew Paige es nada menos que Lukas Haas, el niñito de Testigo en Peligro, en una muy llamativa vuelta a las pantallas.

Servido el plato, se hace la invitación al vicio. 24 es la mejor teleserie que puede haber en la temporada, es una obligación desde el primer capítulo, un compromiso que no acepta invitados que llegan en la mitad de la fiesta. Es un encuentro amoroso que tienes con la vecina más sexy de tu edificio o con el tipo más tincudo del gimnasio: una hora intensa, llena de adrenalina, donde el reloj es tu mayor enemigo, tu corazón late como si fuera a reventar en tu pecho y donde por sesenta minutos no existe nada, pero nada más.
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martes, marzo 01, 2005

Streaking por un Oscar

Gracias a Clint Eastwood, un hombre desnudo corrió por Santiago.

El lunes en la noche, contrario a mi buen juicio, me quedé hasta las dos de la mañana viendo la entrega de los Oscars. Para los que no me conocen, lo contrario al buen juicio no fue en sí ver la ceremonia, porque eso, los Emmys y los MTV Movie Awards son los espacios de frivolidad que me dejo; lo cuestionable fue estar hasta la madrugada sabiendo que iba a terminar durmiendo sólo tres horas porque había que partir a Valparaíso a trabajar tras en fin de las vacaciones.

Pero me estoy desviando. Lo bueno es que, pese a que el lunes me levanté como zombi y me derrumbé a las siete y media de la tarde, no me arrepiento de lo hecho, porque pude presenciar el cumplimiento de una apuesta que pocos se atreven a lanzar.

He de cambiar el nombre de los protagonistas de esta historia para proteger a los culpables. La cosa fue en el departamento de Abelardo, donde nos habíamos juntado a ver películas orientales y picotear otras novedades en DVD, como la versión original de The Manchurian Candidate y un DVD pirata de Justice League Unlimited. La sesión de cine se prolongó hasta los Oscars vistos en La Red, porque no había cable.

La gran gracia de la jornada es que el grupo estaba formado por los freaks cinépatas profesionales que escriben en el diario, revistas y medios en general. Gente no sólo fanática, sino que sabe de lo que habla. Intelectuales con pasión, sujetos que gozan haciendo la lista de las veinte películas que se llevarían a la isla desierta. Con ellos se llega a una nueva dimensión al comentar los chistes de Chris Rock, al defenestrar la elección de Dirección Artística y al reirse de Morgan Freeman que fue sorprendido in fraganti acariciando su estatuilla cual preciosso. Era el mismo grupo con el que ví la sesión maratónica de El Señor de los Anillos, así que los comentarios, nuevamente, eran para grabarlos.

Fue en este ambiente, caldeado un poco por la cerveza, vino blanco y una crema de whisky, que Abelardo, quien anhelaba la noche perfecta en que Million Dollar Baby se lo ganara todo y que Scorsese nuevamente mordiera el polvo, dijo:

-Si Eastwood gana por mejor director y mejor película, voy corriendo ida y vuelta a la casa de Inocencio en pelota.

Sólo sonrisas cómplices dieron la aprobación a la apuesta. No era necesario decir más, sabíamos que si la predicción de Abelardo se cumplía, él iba a tener que cumplir su apuesta para mantener el honor. Además, ya con los premios de Freeman y Hilary Swank, sabíamos que podíamos tener oportunidad de cobrar el desafío.

Bueno, supongo que ya saben el final. Million Dollar Baby se llevó los premios principales y he ahí que, manteniendo un rostro digno que mostraba una expresión de satisfacción por lo que consideraba un acto supremo de justicia, Abelardo se despojó de su vestimenta frente a todos, caminó hasta la puerta de su departamento y, tras entregar las llaves a un compañero, inició la carrera hacia la calle. Por completo calato, con la totalidad de su piel expuesta al aire nocturno de fines de febrero, sin nada encima que lo delatara como integrante de una civilización, como la vida lo recibió, Abelardo cruzó trotando la calle, avanzó el equivalente a una cuadra, fue saludado por un amigo comprensivo que se asomó a su balcón en ese instante, llegó a la puerta del edificio de Inocencio y se devolvió tal como llegó: en un festivo jogging de presas libres.

Por suerte no aparecieron ningún vecino inoportuno ni los pacos, como le pasó a un conocido mío que hizo lo mismo hace unos años y que producto de ese incidente se ganó un apodo que hasta el día de hoy eclipsa su nombre real. Sólo cinco personas fuimos testigos de un acto de alegría, de desafío, de libertad y cierta rebeldía. Lejos del exhibicionismo destrancador de los cuatro mil tunicks y de cualquier acto de protesta política.

Clint, un hombre desnudo corrió en la calle por ti. Buen trabajo.
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