Por Guillermo Alberto Arévalo
El camarada Francisco Mosquera Sánchez nació en Piedecuesta,
Santander, el 25 de mayo de 1941. Des de su infancia hasta el día
de su muerte dejó impreso el testimonio de su inquebrantable
vocación revolucionaria, y sembró a lo largo de su fructífera
vida entre sus familiares, sus amigos y sobre todo entre sus copartidarios
y discípulos, la simiente de la insumisión, de la lealtad
con los desposeídos y de la fe indeclinable en el triunfo de
los ideales proletarios que supo encarnar como nadie, hasta el punto
de haberse convertido en el más grande marxista-leninista que
haya conocido la historia de Colombia.
Un rebelde precoz
Nuestro Pacho fue el mayor de los cuatro hijos, tres varones y una
mujer, de don Francisco Mosquera Gómez y doña Lola Sánchez.
Su padre, un educador, autor de varios textos y manuales pedagógicos,
también se desempeñó como visitador escolar.
razón por la cual la familia se trasladaba casi anualmente
de lugar en lugar del departamento: San Gil, Vélez, Málaga,
Barrancabermeja, Socorro, Zapatoca, Floridablanca, fueron las poblaciones
que lo vieron crecer y estudiar la primaria. Su primera maestra, la
que le enseñó a leer y a escribir, se llamaba Carmen
de Tirado. Los cuatro años iniciales del bachillerato los cursaría
en Tunja, en los colegios de los jesuítas y de los padres salesianos.
A los ocho años ya se manifiesta su instinto insumiso. Su
padre recuerda haberle descubierto un texto escrito de su puño
y letra en papel sellado, en el cual manifestaba el deseo de luchar
por los pobres de Colombia; recuerda también que, en una ocasión
en la cual ganó un "5 y 6", y antes de conocer el
monto del premio, que a la postre no bastó para cubrir el gasto
de la reposición, le regaló su cama al hijo de una humilde
celadora, que era su amigo, vecino y compañero de juegos y
que dormía entre cartones; igualmente que "hablaba de
.todo como un hombre maduro", y que siempre guardaba con disciplina
estricta algunas horas de cada día para la lectura y el estudio.
Muy joven comenzó a ejercer el periodismo, vinculado a una
emisora de la capital boyacense.
De regreso a Bucaramanga, Mosquera estudió los últimos
dos años de secundaria en el Colegio Santander. En sus aulas
inició la carrera de dirigente político, cuando se puso
al frente de una huelga estudiantil que logró involucrar a
muchos otros colegios y hasta a la Universidad Industrial de Santander,
UIS. Fue tal la trascendencia de esta batalla, que lo convirtió,
con apenas dieciocho años de edad, en líder de las juventudes
liberales santandereanas; en orador, junto a Carlos Lleras Restrepo
y Augusto Espinosa Valderrama, en la concentración realizada
como homenaje a la memoria de Jorge Eliécer Gaitán;
en candidato a la Cámara de Representantes y en columnista
diario del periódico Vanguardia Liberal, que orientaba Alejandro
Galvis Galvis, en cuyas páginas publicó durante un par
de años la columna "Ocurrencias", en la que siempre
apeló a la opinión pública como respaldo a los
conceptos que planteaba.
La ruptura de Mosquera con el liberalismo tenía que precipitarse
porque sus ideales chocaban con las concepciones y prácticas
de los políticos de la burguesía, y se produjo muy pronto.
El día de su graduación como bachiller, mientras la
familia y los compañeros lo esperaban, llegó tarde,
y en un volante impreso que repartió entre todos los asistentes,
titulado "Yo protesto", anunciaba que de manos de los represores
y reaccionarios se negaba a recibir su diploma. Viajó a Bogotá,
donde inició la carrera de Derecho en la Universidad Nacional,
trabajó fugazmente en El Espectador y tomó contacto,
casi simultáneamente, con la ideología marxista. Tras
una huelga en respaldo a los obreros de Ecopetrol fue expulsado de
la universidad y estudió luego por un breve período
en el Externado de Colombia. En 1961, con motivo del "Día
del Padre", Pacho le escribe al suyo una carta en la cual, entre
muchas otras consideraciones, solicitaba que si no cumplía
con dedicar su vida a la causa de los explotados y oprimidos de su
patria, no se inscribiera sobre su tumba nombre alguno. Tenía
apenas veinte años y ya encaraba su vida como un compromiso
profundo con el futuro de su nación y de su pueblo.
El MOEC, su Primera Batalla
Tan pronto como los guerrilleros de la Sierra Maestra se tomaron el
poder en Cuba, el 1º de enero de 1959, en toda América
Latina brotaron los grupos que quisieron emularlos. Era evidente el
carácter conciliador y revisionista de los llamados partidos
comunistas, y nuevas fuerzas, provenientes de la pequeña burguesía,
querían recorrer otros senderos para acelerar la revolución.
El primero de ellos surgió en Colombia, seis días más
tarde, en un momento en el cual se agudizaba el desprestigio del Frente
Nacional. Se trataba del Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7
de Enero, MOEC, fundado por Antonio Larrota, que despertó el
entusiasmo de amplios sectores de la juventud estudiantil. En 1963,
Francisco Mosquera fue admitido como su militante. Unos meses después
lo enviaron a Cuba, al frente de un grupo de diez personas, para recibir
un entrenamiento político-militar que, en verdad, resultó
ser sólo militar. Al regreso puso de manifiesto su desacuerdo
frente al gobierno de Fidel Castro, frente a su promoción del
foquismo, así como frente a los farragosos y poco sustanciales
discursos de Fidel, que pretendían sustituir la política
y la teoría revolucionarias.
En el seno del MOEC, que venía de sufrir incontables descalabros
militares, bajas y divisiones internas, Mosquera desata entonces una
batalla ideológica enarbolando las banderas del pensamiento
de Mao Tse-tung. En abril de 1964, en el Segundo Congreso, lo eligieron
como tesorero del Comité Ejecutivo Nacional. Fiel a su convicción
de que un partido proletario debe sostenerse por sí mismo para
poder ser independiente, logra que Corea del Norte, China, Albania,
Cuba y otros países suspendan los envíos de dinero al
MOEC, caudal que dirigentes corruptos venían dilapidando. Son
éstos quienes lo amenazan de muerte y lo expulsan acto seguido
de sus filas, junto con unos treinta camaradas que lo respaldan. Con
ellos crea el lº de octubre de 1965 el núcleo de nuestro
Partido, del cual es elegido Secretario General, en una reunión
que aprueba su documento titulado "Hagamos del MOEC un auténtico
partido marxista-leninista", el cual constituyó la base
ideológica interna para la derrota del oportunismo de "izquierda".
El documento reivindicaba la necesidad de crear un partido de carácter
proletario, la del sustento ideológico marxista- leninista,
la dirección de la clase obrera, la obligatoria vinculación
de los cuadros a las masas y el autosostenimiento económico,
cimentado en los propios esfuerzos y en el respaldo del pueblo.
El mismo Pacho caracterizaría al MOEC, años más
tarde, como "un grupo conspirativo de intelectuales, obreros
y campesinos, honestos pero equivocados", al cual con su lucha
transformó en "un núcleo marxista-leninista, con
una estrategia y una táctica acertadas de la revolución
colombiana y cada vez más vinculado e identificado con las
más amplias masas populares".
Surgimiento del MOIR
Desde ese momento, Mosquera cumple una vez más con lo que pregona:
se vincula como funcionario al Sindicato de las Empresas Públicas
de Medellín, y desde ese cargo comienza a difundir su pensamiento;
el bautizo de fuego de su experiencia sindicalista lo tuvo en la huelga
de una mediana empresa productora de calzado, Creaciones Italianas.
De escaramuza en escaramuza, va asimilando a las condiciones del país
los postulados del marxismo-leninismo, y pronto logra el prestigio
necesario para crear un movimiento, inicialmente limitado a Antioquia,
pero que cuenta con destacamentos obreros tan importantes como los
de Coltejer y Vicuña, movimiento que enfrenta el manejo gremial
y proimperialista de la UTC y la CTC, por entonces enseñoreadas
de las organizaciones sindicales. Bajo su dirección, el Bloque
Sindical Independiente de Antioquia sienta un ejemplo que muy pronto
halla eco en el Valle y en Santander, e inclusive en la Unión
Sindical Obrera, USO, a la cual muchos años más tarde
Mosquera calificaría como "la niña de mis ojos".
A la expansión de esta fuerza obrera independiente de los
partidos tradicionales y de la influencia norteamericana contribuye
de muy notable manera la huelga que Francisco Mosquera dirige personalmente
en las minas de carbón de Amagá, pertenecientes a las
empresas Industrial Hullera y Carbones San Fernando. Se trató
de una prolongada batalla que alcanzó a paralizar la industria
del departamento, durante la cual los patronos y el gobierno recurrieron
a las provocaciones violentas a través de antiguos chulavitas.
Los obreros resistieron con ejemplar valentía, y ante la presencia
de mil efectivos de la policía encendieron tres mil hogueras
de protesta. Cuando las fuerzas militares llegaron buscándolo,
arrojados trabajadores dieron el paso al frente diciendo que eran
Pacho, hasta cuando nuestro camarada dijo que sólo él,
ningún otro, era Francisco Mosquera. Lo llevaron detenido a
Medellín, pero la presión de los mineros y de los demás
proletarios del Bloque Sindical Independiente obligaron a su liberación,
la cual fue celebrada en Amagá por una multitud que lo aclamó.
Hoy por hoy, los compañeros que, vivieron a su lado aquella
experiencia la recuerdan como uno de los momentos más fructíferos
de su vida.
Así, en la lucha contra el oportunismo "izquierdista"
de dentro y de fuera de sus filas, se fraguó esta etapa de
la construcción de nuestro Partido, siempre bajo la guía
de Mosquera. Paulatinamente nuestros cuadros se vincularon cada vez
más estrechamente con la clase obrera, y la militancia toda
fue aprendiendo el marxismo y desarrollándolo al calor de luchas
concretas. En lo táctico, Pacho desplegó una audaz política
de alianzas, tantas como fueron necesarias para el avance de la revolución.
En el marco de este proceso, 1969 resultó ser un momento significativo.
Entre el 12 y el 14 de septiembre de aquel año se realizó
en Medellín, en la sede de la Universidad Autónoma Latinoamericana,
el Encuentro Nacional del Sindicalismo Independiente, al cual concurrieron
representantes de todas las fuerzas políticas de la izquierda,
personalidades democráticas y hasta los trotskistas y algunos
delegados sindicales del guerrillerismo. Al término de este
Encuentro se protocolizó la fundación del Movimiento
Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR, que aglutinó al
Bloque antioqueño, al de Santander, al Frente Sindical Autónomo
del Valle, a la USO, a Fenaltracar y a Fedepetrol, con el carácter
de "organización obrera a escala nacional, surgida de
la necesidad de la participación y el desarrollo políticos
de importantes organizaciones sindicales, cuya lucha reivindicativa
se enfrenta cada vez más con el Estado bajo el dominio del
imperialismo: petroleros, carreteras, servicios públicos, etc.
Es un instrumento de lucha para unificar a la clase obrera organizada
en el cumplimiento de su misión histórica, para llevarla
a que se dé su organización política nacida de
ella misma y ponerla en aptitud de conquistar la dirección
de la revolución dentro del frente de liberación que
debe construirse y organizarse con las demás clases populares
de la sociedad."
Durante los meses previos y posteriores al Encuentro, Francisco
Mosquera recorrió el país para preparar reuniones obreras
en Cali e Ibagué, fusionar con el Partido a varios grupos de
los entonces llamados maoístas, provenientes todos de la pequeña
burguesía y hasta entonces cautivos del extremoizquierdismo;
firmó en Villavicencio un acuerdo con los curas rebeldes del
grupo de "Golconda", concurrió a un encuentro de
dirigentes universitarios en el cual se gestó el aguerrido
movimiento estudiantil de los tres años posteriores, y redactó
"¿Qué es el MOIR?", texto que sirvió
como editorial al primer número del periódico Frente
de Liberación aparecido el 20 de julio de 1969.
En medio de todas estas contiendas, el Partido logró determinar
cómo en Colombia existe una burguesía nacional, y estableció
el carácter progresista de misma, en virtud de las contradicciones
objetivas que tal clase tiene con el imperialismo norteamericano.
Esta tesis, aplicada a las condiciones del país, es un desarrollo
de la teoría marxista de nuestra revolución, pues abrió
una nueva ruta en el proceso revolucionario democrático, particularmente
a través, de la estrategia de la conformación de un
frente único.
Además durante aquel período Pacho entró en
contacto con numerosos compañeros obreros campesinos, estudiantes,
intelectuales y artistas que simpatizaban con los ideales revolucionarios,
logró aglutinarlos alrededor de tesis, y en muchos casos vincularlos
al Partido. Algunos se marginarían después, pero sin
excepción recuerdan a Mosquera con especial cariño y
admiración, en particular por su lúcida visión
de la realidad colombiana, por sus aciertos tácticos por su
fraternal tratamiento hacia todo aquel que dejase asomar así
fuese una mínima simpatía por la causa del proletariado.
El Paro Nacional Patriótico
Desde 1968 el gobierno de Lleras Restrepo lanzó una ofensiva,
destinada a cercenar los derechos democráticos conquistados
por la clase obrera colombiana, tales como la organización
sindical, la huelga, la contratación colectiva, las libertades
de movilización, expresión, particularmente lesiva para
los trabajadores del servicio oficial, a los cuales clasificaba como
empleados públicos, aquellos "de libre nombramiento y
remoción". Mosquera inició su ataque a esa política
y el MOIR convocó, en enero de 1970, el Encuentro Nacional
de Trabajadores del Servicio Público, al cual asistieron más
de mil delegados provenientes ciento dos organizaciones sindicales,
quienes aprobaron la realización de un Paro Nacional Patriótico
para rechazar tales medidas.
En aquel momento, los partidos tradicionales ya fraguaban la componenda
electoral por medio de la cual le escamotearon el triunfo a Rojas
Pinilla, maniobra que Mosquera previó y sobre la cual alertó
a los dirigentes de la Anapo, con quienes pactó una alianza.
A raíz de ello, los grupúsculos trotskistas y demás
oportunistas de "izquierda", incluidos algunos integrantes
de nuestras propias filas, desertaron de los acuerdos previos, aprovechando
la difícil situación. Desde entonces, el nombre del
MOIR, por esos ires y venires de la historia, pasó a ser el
de nuestro Partido como organización política. Se había
cumplido el ciclo de las necesarias alianzas con la extrema izquierda,
pues ya lo que hacía ésta era obstaculizar el avance
de la revolución.
El paro se intentó el 24 de abril, luego del escandaloso
chocorazo que llevó a la presidencia de la República
a Misael Pastrana, y fue aplastado por la violencia militar preventiva
y por el sabotaje de los extremoizquierdistas; sólo se llevó
a cabo parcialmente en Antioquia, y no logró recabar el respaldo
de las indignadas masas anapistas, abandonadas por sus propios dirigentes.
En su balance de la jornada, sin embargo, Mosquera consignó:
"El paro no era un fin, ni jamás se planteó como
alternativa la toma del poder, ni siquiera la inmediata solución
de los problemas de represión sindical que lo determinaron".
Pero advirtió que su objetivo adicional de protesta contra
el fraude y la represión militar le conferían al MOIR
"un título más para participar en la lucha del
proletariado". En octubre de ese mismo año, en una finca
cercana al municipio de Cachipay, tiene lugar un evento que marcaría
la culminación del período de nuestra formación
partidaria, cuando un histórico Pleno del Comité Central
del Partido aprueba por unanimidad, tras meses de estudio y discusiones,
los proyectos de Programa y Estatutos que han orientado nuestras luchas
desde entonces. El Pleno de Cachipay formaliza la fusión con
los grupos que coincidieron con nuestros postulados y aclama a Francisco
Mosquera como su Secretario General.
En 1971 estalla a nivel nacional el movimiento estudiantil más
importante de la historia nacional, de carácter resueltamente
antimperialista, al cual Pacho logra orientar en denodada batalla
contra los oportunistas de derecha y de "izquierda", con
quienes al mismo tiempo se efectuaron alianzas, imponiendo la consigna
de luchar por una cultura nacional, científica y de masas.
Las fuerzas de la entonces naciente Juventud Patriótica, JUPA,
organización de los jóvenes moiristas, resultan elegidas
para los cargos en los organismos de dirección de las más
importantes universidades del país. Igualmente se organizan
contingentes de intelectuales y de artistas, que publican manifiestos
y se suman a las lides revolucionarias de las masas. Muchos de los
dirigentes de aquellas jornadas se convirtieron en cuadros que han
cumplido destacado papel en la historia del MOIR.
Al año siguiente, el MOIR, bajo la orientación de
Mosquera, les asesta el golpe de gracia a las tendencias abstencionistas
del infantilismo de "izquierda", al proclamar la concurrencia
a las elecciones. Ello significó "una mayor comprensión
de los principios marxista-leninistas", y otra derrota de las
desviaciones que habíamos venido combatiendo. En alianza con
el Frente Popular, librando una contienda en las más precarias
condiciones y poniendo de manifiesto la tenacidad y el entusiasmo
de nuestros militantes, obtuvimos diecinueve mil pundonorosos votos,
que se convirtieron en paso decisivo para nuestro posterior desarrollo
político. A partir de esta campaña, el Partido comienza
su extensión hacia las zonas rurales, fraguando la alianza
de la clase obrera con el campesinado.
La Prensa Revolucionaria
El 20 de julio de 1971 salió a la calle el primer número
del órgano político del MOIR, Tribuna Roja. Artesanalmente
impreso en el taller de E. Salazar F., de Bogotá, circuló
a un costo de cincuenta centavos el ejemplar con un editorial escrito
por Mosquera, que proclamaba: "Luchemos por una política
proletaria". Desde entonces hasta la fecha de la aparición
de este número 57, en el cual rendimos homenaje a Pacho con
motivo de la inaceptable realidad de su desaparición, el periódico
se convirtió en el vehículo principal de la irradiación
de su pensamiento.
A comienzos de 1976, Mosquera amplió la comisión de
Tribuna y gestó la etapa de formación de un grupo de
periodistas que salieron a cubrir para las páginas de nuestra
prensa la vida, la historia y los combates cotidianos de los habitantes
de las riberas del río Magdalena, de los cultivadores de algodón,
de los mineros del carbón y del oro, de los cosecheros del
café, de los tabacaleros, de los campesinos invasores de tierras,
de los vendedores ambulantes de las ciudades, de los proletarios de
los cañaduzales vallecaucanos, de los madereros de la Costa
del Pacífico, de los obreros ferroviarios. Aparte de ello,
en la comisión se forjó todo un estilo periodístico
caracterizado por el rigor que siempre mantuvo Pacho en todos los
campos; grandes debates hubo, partiendo de la precisión en
el enfoque político de cualquier fenómeno nacional o
internacional, pasando por la diagramación y el aprovechamiento
del más mínimo espacio para la difusión de las
ideas revolucionarias, y llegando hasta la corrección del estilo
literario, acudiendo a la consulta del más variado tipo de
gramáticas y diccionarios.
Desde entonces hasta marzo de 1986 el "esporádico",
como terminamos llamando a nuestro "periódico", logró
persistir en tal línea editorial. En determinado momento se
imprimieron hasta trescientos mil ejemplares de un solo número,
y se publicó por pocos meses con frecuencia quincenal. La palabra
de Mosquera, la línea y los postulados del MOIR, alcanzaron
a llegar en aquellos días hasta apartados rincones, pues nuestra
tribuna viajaba en avión, en tren, en bus, en mula y en canoa,
transportada por cuadros que la leían, analizaban, vendían
y explicaban a obreros, campesinos y estudiantes.
Después de ello, frente al auge de las consignas por una
"paz" a la cual éramos tan ajenos corno a la "guerra"
que se intensificó durante los gobiernos de Betancur y de Barco,
y ante las dificultades vividas por nuestra organización como
consecuencia de la "política paz", Mosquera debió
apelar durante varios años a la publicación de comunicados
pagados en las páginas del diario El Tiempo para orientar al
Partido y a la clase obrera. Hasta el 29 de julio de 1993, cuando
en un "nuevo intento" se reanudó la circulación
de este vocero de los intereses del proletariado colombiano.
Unidad y Combate, Combate y Unidad
En diciembre de 1972, nuestro Secretario General lanzó la consigna
de acercar el mayor número posible de fuerzas políticas
para acordar con ellas un ataque unificado contra los enemigos principales
del pueblo. La tarea se concentraba en dos objetivos: una central
obrera y un frente electoral, en procura de los cuales se realizó
la alianza con el Partido Comunista de Colombia. Tal colaboración
fue favorecida por el hecho de que las centrales sindicales de la
burguesía pretendían fusionarse y de que la Anapo no
sólo se debilitaba sino que rechazaba cualquier programa antiimperialista,
lo cual la dividió y permitió la formación del
Movimiento Amplio Colombiano, MAC, un grupo de importantes parlamentarios
permeables a la unidad con las fuerzas de izquierda.
Tras numerosas reuniones sindicales y políticas, la alianza
cuajó en la disposición de forjar una nueva central
obrera, y en la Unión Nacional de Oposición, UNO, que
obtuvo ciento sesenta mil votos en las elecciones de marzo de 1974
y le permitió al MOIR tener un representante a la Cámara
y un concejal en Bogotá. Con todo, el PCC claudicó luego
del ascenso de Alfonso López Michelsen a la presidencia de
la República y, seducido por la engañosa concertación
del "pacto social", se dio a tartamudear y maniobrar y claudicando
en el frente sindical; respaldó la ofensiva expansionista de
la Unión Soviética, incluida la invasión de Angola,
y trató de imponer el respaldo a Cuba como condición
para cualquier acuerdo, hasta provocar la ruptura de la alianza. La
ruptura se hace patente en la carta abierta que Francisco Mosquera
le dirige al Partido Comunista el 12 de septiembre de 1975, titulada
"Una posición consecuentemente unitaria"; en los
numerosos materiales que escribe por esos años aclara cómo
debe ser el combate contra el reformismo, cuál es la naturaleza
del Estado y la de la democracia burguesa, las inconsecuencias escudadas
en la defensa de los llamados "derechos humanos", la validez
del principio de la autodeterminación de los pueblos.
Bajo el precepto del no alineamiento internacional, Mosquera logra
en 1977 crear el Frente por la Unidad del Pueblo, FUP, continuando
así nuestra política antiimperialista unitaria, amplia
y democrática. Con Jaime Piedrahita Cardona como candidato
concurre el FUP a las elecciones presidenciales del 4 de junio de
1978. En el curso de la campaña señala Mosquera que:
"La revolución colombiana necesita estructurar, bajo la
dirección del proletariado, el más abigarrado frente
que aglutine a todas las clases, capas y sectores revolucionarios,
democráticos y patrióticos. (...) La principal reivindicación
consiste en barrer la sojuzgación neocolonial de los Estados
Unidos e instaurar una república popular, democrática
y realmente soberana, requisito imprescindible para satisfacer el
resto de peticiones e ir desbrozando la senda del socialismo".
Pacho realiza en el mismo período la primera de sus tres
visitas a China, por invitación del Partido Comunista de ese
país. En Pekín se entrevista con Chi Tengkui, viceministro
y miembro del buró político, por medio de quien envía
un saludo solidario al entonces presidente Jua Guofeng. Por aquellos
días, un par de representantes de la primera manifestación
interna que sufrimos del cretinismo parlamentario, quienes pretendían
sacrificar el internacionalismo proletario en aras de los resultados
electorales, abandonaron las filas del MOIR, hecho representativo
de la lucha librada contra el revisionismo y el liberalismo en el
seno del Partido.
No en vano había declarado Mosquera que "las filas del
MOIR se inficionan a menudo de las posiciones ideológicas y
políticas de las clases y tendencias no proletarias, lo cual,
agregado a la presencia abundante de cuadros provenientes de la pequeña
burguesía, configura un caldo de cultivo para toda especie
de oportunismos", y que "la unidad del Partido no se hace
haciendo la unidad', dando a entender que no bastan los buenos deseos
ni la aceptación mecánica de la disciplina", pues
"el Partido sólo se une y se templa en la lucha de clases
que se da fuera y dentro de él". Poco después,
como respuesta a la consecuente línea demostrada por nuestra
acción política, un par de fogueados contingentes marxista-leninistas,
el MIR y los CDPR, entraron a hacer parte del MOIR, fortaleciendo
su presencia en nuevos frentes de las luchas del pueblo.
Con los Pies en la Tierra
En 1975, después de la campaña de la UNO, Mosquera captó
que había llegado el momento de consolidar la influencia del
Partido en el campo, y diseñó entonces la política
que conocemos como "de pies descalzos." En virtud de ella,
decenas de camaradas abandonaron las ciudades y se instalaron en los
más estratégicos lugares del país, con el objetivo
de servir a las masas, vincularse a su producción material,
conocer y sopesar la importancia estratégica de zonas y poblaciones,
determinar los sectores sociales más significativos para la
construcción y desarrollo del Partido, y desplegar nuestra
política de frente único. Con los "pies descalzos"
el MOIR amplió su influencia y su extensión, echando
profundas raíces en las clases fundamentales de la sociedad
colombiana.
Es imposible narrar las experiencias de nuestra militancia descalza.
Para cada compañero habría que dedicar un periódico,
si no un libro entero. Mosquera siempre saludó con emoción
a los creadores de cooperativas de consumo y producción, a
los médicos dedicados a servir a nuestro pueblo, a los dirigentes
de paros cívicos y contiendas obreras y campesinas. Su lección
es imperecedera en la mente de todos los moiristas.
Sin embargo, la polémica que se había entablado con
el Partido Comunista, que inicialmente se mantuvo dentro del campo
de las ideas, se tornó violenta a medida que la Unión
Soviética desplegaba su política de expansión
socialimperialista. Primero fueron pequeñas batallas callejeras,
durante la campaña electoral de 1977; vinieron luego verdaderas
broncas en las asambleas sindicales, y finalmente varios de nuestros
más queridos camaradas, destacados en regiones campesinas,
fueron intimidados por las armas, y algunos asesinados. Comenzaba,
pues, en los albores de la década de los ochentas, el paso
del desierto para nuestras huestes.
Contra el Socialimperialismo
Luego de la invasión del ejército de la URSS a Afganistán,
iniciada el 27 de diciembre de 1979, Mosquera escribe sobre la necesidad
de crear un frente mundial contra el socialimperialismo. En enero
de 1980 dice: "El hegemonismo soviético es un problema
de todos los pueblos, y por ende a éstos corresponde resolverlo,
promoviendo la conformación del más amplio frente de
combate jamás conocido, en el que participen, en una u otra
forma, desde los países atrasados y dependientes del Tercer
Mundo, las repúblicas socialistas y las naciones más
ricas del Segundo Mundo, hasta los Estados Unidos". Por otra
parte, preveía la debacle del revisionismo y sus palabras sobre
el derrumbe del socialimperialismo resultaron proféticas.
Esta década fue pletórica en contactos internacionales.
Mosquera volvió a China, donde se entrevistó con el
vicepresidente Li Xiannian; organizó una reunión en
Bogotá con camaradas de partidos revolucionarios de Perú,
Venezuela, México, Noruega y Argentina; recibió con
honores a una delegación de la resistencia afgana; viajó
al Perú, por invitación del movimiento "Patria
Roja", y en un discurso exaltó la memoria de José
Carlos Mariátegui y se pronunció acerca de las crisis
en Polonia, Cuba, Afganistán, Angola y otros países.
Su posición puede resumirse con las palabras con las cuales
defendió la vigencia histórica del marxismo: "A
los cien años de la muerte del convicto de Bruselas y del exiliado
de Londres, y simbólicamente desde su tumba florecida, los
revolucionarios de las más diversas nacionalidades les espetan
a los socialrenegados de hoy, en todas las lenguas: ¿será
socialismo los patíbulos soviéticos en Afganistán,
los cadalsos vietnamitas en Kampuchea y Laos, los paredones cubanos
en Angola? ( ... ) ¿Puede el proletariado triunfante de un
país imponer la felicidad a otro país sin comprometer
su victoria? ¿No forja sus propias cadenas el pueblo que oprime,
a otro pueblo?"
Durante los ochentas, igualmente, concurrimos a unas y otras elecciones,
con resultados magros, pero siempre llevando adelante la política
de frente único, desenmascarando el expansionismo soviético
y sus repercusiones en Colombia; lo hicimos en alianza con liberales,
conservadores y con los más diversos sectores sociales del
país. En 1983 nos negamos a formar parte de la "Comisión
de Paz" en la cual se nos asignó un cupo de manera inconsulta,
desconociendo que el MOIR nunca ha estado levantado en armas. En 1990,
cuando el gobierno de César Gaviria, pisoteando la Carta, al
Congreso y a las autoridades judiciales, convocó a elecciones
para una Asamblea Nacional Constituyente, Mosquera ordena la abstención,
tras un lúcido análisis de las condiciones que le imponía
al Partido la caótica situación en aquel momento. Demostraba
con ello una vez más su gran capacidad de adaptar las tácticas
del Partido a las variables exigencias de la lucha, cualidad indispensable
para cualquier dirigente que busque el avance de la revolución.
Se trató también de un período al principio
del cual, en 1981, el MOIR logró deshacerse de una minúscula
fracción que venia oponiéndose sistemáticamente
a las políticas y tareas del Partido, que aprobaba las decisiones
en los organismos de dirección y salía a predicar lo
contrario, en un claro acto de sabotaje al centralismo democrático.
En otros campos, Mosquera organiza con científicos militantes
o cercanos al MOIR, médicos, biólogos, físicos,
en fin, los Ateneos de Medellín y Cali, donde se discute acerca
de astronomía, una de sus aficiones, biología, medicina,
ingeniería genética, los nuevos aportes de la ciencia,
la dialéctica de la naturaleza.
Para que pudiésemos vislumbrar "la luz al final del
túnel", Francisco Mosquera trazó en la segunda
mitad de la pasada década un programa de cuatro puntos necesarios
para la conformación del frente único. Tales aspectos
eran la defensa de la actividad productiva nacional frente a las imposiciones
del Fondo Monetario Internacional y los consorcios extranjeros; el
apuntalamiento de la autodeterminación nacional frente a Estados
Unidos, las otras metrópolis occidentales y las acechanzas
del expansionismo soviético; el rechazo al terrorismo, la coacción
y el asesinato como herramientas de la lucha política, y la
atención a las demandas de las masas trabajadoras y del pueblo
en procura de libertades públicas efectivas y de mejores condiciones
de existencia. }
Resistencia Civil por la Soberanía Económica
Antes que cualquier otro pensador latinoamericano, Francisco Mosquera
detectó, analizó y previno acerca de las nefastas consecuencias
de la teoría "neoliberal" y de la llamada "apertura
económica", una estrategia trazada por Washington y desarrollada
por los mandatarios de los países de su "patio trasero"
para procurar el máximo beneficio de los intereses de las multinacionales
yanquis y para sumir a los países sometidos a su órbita
neocolonial en una mayor miseria. A esta situación se le dio
paso en Colombia mediante la Constitución de 1991. Pacho señala,
simultáneamente, que con el hundimiento del imperio del Kremlin
se inicia una nueva etapa, la de una sola superpotencia, la del Pentágono.
Mosquera, al establecer las consecuencias de la apertura económica
en todos los campos, destacó que ésta da paso a la extensión
sin fronteras de las relaciones capitalistas, a la explotación
aún mayor de la mano de obra, a la ruina de la industria y
la agricultura de los países sometidos, y que constituye la
razón para los cambios institucionales que se están
produciendo por doquier. Pero que con la pronta saturación
de los mercados se desencadenarán las luchas proletarias.
Pronosticó, como inevitablemente habrá de suceder,
el derrumbe del imperio. En su última intervención pública,
el 25 de noviembre de 1993, advirtió: "A medida que el
imperialismo alarga sus tentáculos se debilita afuera y adentro.
Su derrumbe será inevitable; ayudémoslo a que su desaparición
sea rápida. Pese a los obvios apremios la situación
actual es excelente. Yo les aconsejaría que no pierdan la marea
alta".
Meses antes había escrito: "Ante las dificultades de
los enemigos y el desbarajuste de Colombia, una descomposición
sin antecedentes y en todos los ámbitos, podemos aspirar, con
realismo, a ponernos a la cabeza del desenvolvimiento revolucionario.
(...) Ante las acucias de la hora requerimos, como nunca jamás,
de la cohesión ideológica y táctica; del freno
al aburguesamiento del Partido. He ahí uno de los papeles esenciales
de Tribuna Roja".
Mosquera en la Memoria
Pacho nos aportó un nuevo estilo y una nueva forma en la lucha
contra el revisionismo; nos inculcó la teoría desarrollada
por Mao Tse-tung en lo referente a las revoluciones democráticas
del Tercer Mundo; enseñó al proletariado de Colombia
principios básicos para la construcción del partido
obrero que habrá de transformar nuestra realidad; asombró
con sus decisiones tácticas probadamente acertadas gracias
a su instinto de clase, a su clarividencia y a su rigor teórico.
Trabajó en los campos de la filosofía, la historia,
las ciencias naturales, el arte, generando cada vez nuevas dudas,
encontrando facetas inimaginadas, resolviendo problemas que sólo
un auténtico discípulo de Marx podría haber afrontado
con tal consagración y honestidad. Fue un hombre universal,
el más grande que nos haya sido dado conocer.
En la mente de quienes lo conocimos perdurarán por siempre
su fidelidad a los principios, su solidaridad y franca amistad con
cada persona del pueblo que cruzó por su camino, su rectitud
política y humana, su exactitud, incluso en el lenguaje, el
cual fue dominando hasta convertirse en un escritor de incomparable
estilo, su entusiamo por los deportes: él mismo fue maratonista,
y en el fútbol admiró a los brasileños, a los
cuales, afortunadamente, alcanzó a ver coronarse campeones
del mundo después de 24 años de espera. También
su alegría permanente que se nutría de fuentes populares.
La recalcó en alguna ocasión cuando dijo: "Muchos
de ustedes se habrán preguntado, al igual que yo, dónde
estriba el temple de un partido que, como el MOIR, desde la cuna rehusó
aceptar padrinos y aguas bautismales de adentro o de afuera del país,
y, aun cuando no haya gozado de la satisfacción de triunfos
resonantes y se halle cercado de ponzoñosos enemigos, persevera
tozudamente, conservando intactos durante tanto tiempo el honor y
el humor. Ello obedece, a mi juicio, a que no descuidamos ni la construcción
teórica ni la lucha ideológica". La semilla de
su pensamiento, tendrá que germinar, florecer y dar sus frutos
en las futuras generaciones colombianas.
Pacho se merecía el triunfo de la revolución que imaginó
y dirigió a través de las dificultades. Pero tuvo que
enfrentar su lucha en un momento en el cual después de cien
años de ascenso, la causa proletaria comenzó un reflujo
que dificultó en todos los países las batallas de los
discípulos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tse-tung. Cabe
decir como él lo hizo ante la tumba de Clemencia Lucena: "Te
sucedió lo que les acontece a los revolucionarios de verdad,
que la vida no les alcanza para culminar cuanto aspiran, no sólo
porque cuando logran una meta se proponen otra y otra, sino porque
la revolución contemporánea será la hazaña
de muchas pero muchas generaciones." Y con el poeta ruso Nekrásov:
¡Qué lumbrera del pensamiento se ha apagado!
¡Qué gran corazón ha dejado de latir!