1991
#UN MULILLERO
Jesús Catalán Jiménez

UN MULILLERO

El día 29 de septiembre de 1990, fiesta de San Miguel, moría en nuestro pueblo D. Juan Jiménez Librada. Era conocido como Juanito "el moreno".

En torno a estas fiestas, lo recordamos todos desde hace muchos años al lado de "Ias mulillas". Para nosotros, la escena resulta muy familiar.

Antes de la corrida, se juntan en la calle Fitero, nº 9, "morenos", "cuatrena", "musolina", "carabina", etc... para enjaezar y adornar las mulillas... Desde allí hasta la plaza de toros, bajo el sol incierto de la tarde, iban ufanas y coquetas, al aire festivo de sus cascabeles.

El tío Juanito, siempre a su lado, Y, cuando por la edad no pudo correr al par de las mulillas chascando su tralla persuasiva, se contentó con supervisar y estar siempre atento -cerca del callejón de cuadrillas- para que las mulillas salieran a tiempo y engancharan adecuadamente al toro para su arrastre por el ruedo.

El año pasado, con el último toro de la fiesta de San Miguel, se moría la tarde y moría también -a los 90 años- el señor Juan (D.E.P.).

Y en aquella corrida, un sobrino suyo, Jesús Catalán Jiménez, -"meli" y "moreno"-, le dedicaba este "Brindis" que bien merece una página de nuestro programa de fiestas: sirva, pues, de recuerdo y homenaje.:

BRINDIS

Ondean al viento las banderas,
suena el clarín, acalla el vocerío
y sale el toro al redondel de arena,
desafiante, bravo, lleno de poderío.

Empezaba la Fiesta
Mientras tú agonizabas.

Y yo, dejando volar mi fantasía,
bajé al ruedo y, cogiéndole al diestro la montera
quise que fuera para ti aquel brindis
hoy que no estabas con nosotros,
por haber quedado citado de antemano
en otra Plaza

'Por ti, Juan, por bueno,
aficionado,
y hombre cabal donde los haya.

Al abrirse el portón de las cuadrillas
te vi como te viera tantas veces:

pantalón blanco inmaculado,
pañuelo rojo al cuello y faja,
ágil, en la mano la fusta:

tu fusta que nunca maltrataba;
que era en tu mano cetro,
batuta que dirige, caricia
o trueno, al restallarla.

Tus mulillas briosas, relucientes
elegantes, como mujeres recién acicaladas,
enjaezadas con gallardetes y cintas de colores,
oro y plata en sus cascos,
y brillantes al sol, sus cascabeles.

Yo te tendí mis brazos
pero aquí terminó mi sueño;
y otra vez
me sentí apretujado entre las gradas,
ajeno a la alegría de la Fiesta,
hundido en el recuerdo y la nostalgia.

Perdida el habla...
piadosamente el pañuelo ocultó mi llanto,
pues no quise
que los que conmigo se encontraban,
se dieran cuenta
de que en medio de tanta algarabía
había un hombre que lloraba.

Jesús Catalán Jiménez

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