INFIERNO
Cuando miro al cielo, la rabia solitaria De no poder tocar el azul indiferente Por estar para siempre perdido en el inmenso misterio De decirme impotente y me obliga a callarme, La rabia del exilio me apresa la garganta.
Cuando pienso en el pasado, cuando pienso en la historia, En el inmenso osario de los siglos desaparecidos, Oh, me siento invadido de una oscura tristeza Y odio la dicha, pues ya no puedo creer En el día reparador de los futuros paraísos.
Cuando miro el Porvenir, el hombre de las viejas razas Chupando los senos secos de este globo cansado Que bajo el sol muerto erizándose de hielos Va a perderse para siempre sin dejar ningún rastro, Yo me estremezco de horror, de angustia y de piedad.
Cuando veo ir el rebaño de mis hermanos, Hormiguero conducido a través del cielo sordo Ante esa mezcolanza de destinos efímeros, Ante esos dioses, esas artes, esos cienos, esas miserias, La náusea se posesiona de mí y sangro de amor.
Pero si, saciado de todo, desciendo sobre mí Como ante el Ideal, amargamente burlón, Yo arrastro al Ser impuro que me repugna y amo, Sofocante bajo el abro, y solloza, y blasfema, Un oleaje de viejas repugnancias me hace elevar el corazón.
Pero, como todavía sin embargo la música me vierte Su opio enervante, voy a los conciertos. Allí, cierro os ojos, escucho, me adormezco. En mil sonidos lejanos mi ser se dispersa Y todo no es más que un sueño, el hombre y el universo.
|