Álvarez Ortega traductor de Jules Laforgue

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INFIERNO

Cuando miro al cielo, la rabia solitaria
De no poder tocar el azul indiferente
Por estar para siempre perdido en el inmenso misterio
De decirme impotente y me obliga a callarme,
La rabia del exilio me apresa la garganta.

Cuando pienso en el pasado, cuando pienso en la historia,
En el inmenso osario de los siglos desaparecidos,
Oh, me siento invadido de una oscura tristeza
Y odio la dicha, pues ya no puedo creer
En el día reparador de los futuros paraísos.

Cuando miro el Porvenir, el hombre de las viejas razas
Chupando los senos secos de este globo cansado
Que bajo el sol muerto erizándose de hielos
Va a perderse para siempre sin dejar ningún rastro,
Yo me estremezco de horror, de angustia y de piedad.

Cuando veo ir el rebaño de mis hermanos,
Hormiguero conducido a través del cielo sordo
Ante esa mezcolanza de destinos efímeros,
Ante esos dioses, esas artes, esos cienos, esas miserias,
La náusea se posesiona de mí y sangro de amor.

Pero si, saciado de todo, desciendo sobre mí
Como ante el Ideal, amargamente burlón,
Yo arrastro al Ser impuro que me repugna y amo,
Sofocante bajo el abro, y solloza, y blasfema,
Un oleaje de viejas repugnancias me hace elevar el corazón.

Pero, como todavía sin embargo la música me vierte
Su opio enervante, voy a los conciertos.
Allí, cierro os ojos, escucho, me adormezco.
En mil sonidos lejanos mi ser se dispersa
Y todo no es más que un sueño, el hombre y el universo.

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