Álvarez Ortega traductor de Lautréamont


Canto Sexto

Vosotros, cuya envidiable calma sólo puede hacer que se embellezca
vuestro aspecto, no creáis que se trata de seguir lanzando, en estrofas
de catorce o quince líneas, como un alumno de cuarto curso, exclamaciones
que se estimarán inoportunas, y cacareos sonoros de gallina conchinchinesa,
tan grotescos como uno sea capaz de imaginar, por poca
molestia que se tome; pero es preferible probar con hechos las proposiciones
que se adelantan. ¿Pretendíais quizás que por haber
insultado, como jugando, al hombre, al Creador y a mí mismo, en mis
explicables hipérbolas, mi misión habría terminado? No: la parte más
importante de mi trabajo no subsiste por ello menos, como tarea que falta
por realizar. Desde ahora, las cuerdas de la novela moverán a los tres
personajes más arriba citados: se les comunicará así una fuerza menos
abstracta. La vitalidad se extenderá magníficamente en el torrente de su
aparato circulatorio, y veréis cómo os asombrará encontrar, allí donde al
principio sólo habíais creído ver, por una parte, vagas entidades que
pertenecían al dominio de la especulación pura, el organismo corporal con
sus ramificaciones de nervios y membranas mucosas, y por otra, el principio
espiritual que preside las funciones fisiológicas de la carne.
Son seres dotados de una enérgica vida que, con los brazos
cruzados y el pecho quieto, posarán prosaicamente (aunque estoy seguro
de que el efecto será muy poético) ante vuestro rostro, situado solamente a
algunos pasos de vosotros, de manera que los rayos solares, golpeando primero
las tejas de los tejados y las tapas de las chimeneas, irán luego
a reflejarse visiblemente sobre sus cabellos terrestres y
materiales. Pero ya no serán anatemas poseedores de la especialidad de
provocar risa, ni personalidades ficticias que hubiera sido mejor
quepermanecieran en el cerebro del autor, ni pesadillas situadas muy por
encima de la existencia ordinaria. Daos cuenta de que por eso mismo
mi poesía será más bella. Tocaréis con vuestras manos ramas
ascendentes de la aorta y de las cápsulas adrenales, y, además, ¡sentimientos!

                                                                             Cantos de Maldoror

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