Canto Sexto
Vosotros, cuya envidiable calma sólo puede hacer que se embellezca
vuestro aspecto, no creáis que se trata de seguir lanzando, en estrofas
de catorce o quince líneas, como un alumno de cuarto curso, exclamaciones que se estimarán inoportunas, y cacareos sonoros de gallina conchinchinesa, tan grotescos como uno sea capaz de imaginar, por poca molestia que se tome; pero es preferible probar con hechos las proposiciones que se adelantan. ¿Pretendíais quizás que por haber insultado, como jugando, al hombre, al Creador y a mí mismo, en mis explicables hipérbolas, mi misión habría terminado? No: la parte más importante de mi trabajo no subsiste por ello menos, como tarea que falta por realizar. Desde ahora, las cuerdas de la novela moverán a los tres personajes más arriba citados: se les comunicará así una fuerza menos abstracta. La vitalidad se extenderá magníficamente en el torrente de su aparato circulatorio, y veréis cómo os asombrará encontrar, allí donde al principio sólo habíais creído ver, por una parte, vagas entidades que pertenecían al dominio de la especulación pura, el organismo corporal con sus ramificaciones de nervios y membranas mucosas, y por otra, el principio espiritual que preside las funciones fisiológicas de la carne. Son seres dotados de una enérgica vida que, con los brazos cruzados y el pecho quieto, posarán prosaicamente (aunque estoy seguro de que el efecto será muy poético) ante vuestro rostro, situado solamente a algunos pasos de vosotros, de manera que los rayos solares, golpeando primero las tejas de los tejados y las tapas de las chimeneas, irán luego a reflejarse visiblemente sobre sus cabellos terrestres y materiales. Pero ya no serán anatemas poseedores de la especialidad de provocar risa, ni personalidades ficticias que hubiera sido mejor quepermanecieran en el cerebro del autor, ni pesadillas situadas muy por encima de la existencia ordinaria. Daos cuenta de que por eso mismo mi poesía será más bella. Tocaréis con vuestras manos ramas ascendentes de la aorta y de las cápsulas adrenales, y, además, ¡sentimientos!
 Cantos de Maldoror
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