Escrito en el Sur
(1977-78)


He amanecido alguna vez entre las voces

He amanecido alguna vez
entre las voces de una antigua patria, he ido
a lo largo de un arrabal
de nubes implacables y tiernos caimanes,
bordeando laderas silbantes,
saltando archipi�lagos mojados de caliente luna,
cayendo en pozos de noche
gastada por el insomnio, he vivido
como una ameba complaciente que simula la paz
de una familia.

                           He bebido el tiempo en unos labios
gastados por el �cido del hast�o,
mendigo de lascivia y vino
en un �mbito de hogueras y corrientes, he puesto
la semilla del terror en un alba
llena de canciones y s�banas
perezosas, turbi�n cegador de antiguas idolatr�as,
matarife paciente de hermosos
plenilunios, cruel compilador de un p�nico
que la muerte diviniza.

                           He hallado el pa�s inhabitado,
el clima impreciso donde, entre la palma
y la intemperancia, la lujuria sonr�e
con l�cida grandeza, he pisado la costa inestimable
donde la m�scara del amor y su resina mal�fica
humilla la paz de los cuerpos
con su inocencia.

                           He sido dios de un d�a inacabable,
guerrero abierto a la ruina y la expiaci�n,
macabro heredero de un patrimonio
donde la dicha es apenas m�s vieja que la vida,
momia sin edad en una tierra ingrata,
semilla que deja pasar su sombra
entre monstruos y p�jaros, or�culo de una costumbre
que niega su potestad
al escalofr�o.

                           He muerto en el sonido de un aguacero
tropical, una noche de mulatas
y confesiones, al beber la sal de un sexo cuyo umbral
s�lo se entreabre a la ceniza.

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