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10 / El Mundo
/ Miércoles / Caracas , 29 de Septiembre de 2004 |
Mirando el vecindario
Gran Lavandería
El 09 de enero del
2003, la tasa de cambio del peso colombiano era de 2.902 por dólar.
El 09 de enero de este año, la tasa era de $2.750 por US$. Dado que
la inflación colombiana del 2003 sumó 6,5%, esa revaluación del peso
no solamente fue nominal sino real. Esta tendencia se ha mantenido
en los nueve meses que han rodado del año 2004. El viajero que llega
a Bogotá cada vez recibe menos pesos a cambio de sus dólares, pero
necesita más pesos para pagar sus compras.
Las exportaciones colombianas, muy sensibles al precio, son cada vez
más caras. Las presiones de los exportadores han llegado hasta el
Palacio de Nariño y hasta el Banco de la República BR. En junio y
diciembre del año 2003 el BR abrió subastas para comprar dólares
procurando frenar la revaluación del peso. Este mecanismo continuó
en uso durante el presente año. En los primeros ocho meses del 2004,
el BR compró US$ 1.179 millones sin lograr parar la revaluación. El
17 de septiembre cambió una política fijada desde 1999 que
privilegiaba mecanismos no discrecionales (subastas) para intervenir
en el mercado cambiario. Ahora el BR decidió complementar su
estrategia haciéndolo de forma discrecional.
Pero, las autoridades monetarias colombianas han fracasado en su
intento por detener la revaluación. La tasa representativa de
mercado del lunes 27 de septiembre era de $2.602 por US$.
Nominalmente el peso se ha revaluado en 11,5% ante el dólar desde
enero del 2003. Y esto sin contar que en el mercado callejero se
compran dólares a 2.300 pesos.
La economía colombiana creció 3,7% en el 2003 y 4,12% en el primer
semestre del 2004: no hay razones en la economía formal que
expliquen la actual revaluación del peso. El BR alega que se debe a
factores estructurales de la economía, a eventos que afectan a los
países emergentes y a fenómenos coyunturales del mercado cambiario.
Pero, mientras los economistas oficiales usan este lenguaje técnico,
en las columnas políticas comienza a describirse descarnadamente las
reales razones del fenómeno.
El prestigioso columnista colombiano Roberto Posada (D´Artagnan)
describió en su columna del pasado 22 de septiembre en el diario El
Tiempo, la apertura de ostentosos restaurantes y bares en Bogotá,
frecuentados por "gentes indeseables, rodeadas de escoltas
particulares" "siempre en plan de derroche y sobradez" usando
"vestimenta estrafalaria, más las cadenas, pulseras y anillos
indisimulables".
D´Artagnan está retratando el regreso a la capital colombiana de las
prácticas que implantaron los barones de los carteles de la
marihuana en los setenta y, de la coca en los ochenta.
Pese a los esfuerzos de todo tipo de los gobiernos de Andrés
Pastrana y Álvaro Uribe, la narcoeconomía pareciera renovada y
fortalecida en Colombia. La presencia de abundantes dólares sucios
en la calle sería la prueba. De ser cierto y dados los intensos
flujos económicos existentes hoy en día, es probable que el
vecindario suramericano esté funcionando como una inmensa lavandería
de dinero sucio.
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