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Cerro Moreno, 1949
Panorámica de Santa Cruz de Moya (Cuenca). Finalizado el combate, los cadáveres de los doce guerrilleros son cargados por la Guardia Civil en mulas y bajados hasta la aldea de La Olmeda. Allí un camión los trasladará hasta Teruel, donde aún reposan en el osario diez de los que allí murieron. Mientras los guardias civiles que pertenecían a la comandancia de Teruel se retiraron hacia la Hoya de la Carrasca y Más del Olmo, los que pertenecían a Cuenca y Valencia siguieron los pasos de los mulos. Al entrar en La Olmeda, los guardias pedían agua a los vecinos, pues no habían podido beber desde el día anterior. El paso de los cadáveres por las calles de la aldea aún se recuerda con pavor. Los dueños de las caballerías que los guardias requisaron para el transporte de los guerrilleros, cuentan como debieron limpiar los arreos y serones en el río y que en ellos aún encontraron restos de carne humana. Algunos de los campesinos no quisieron conservar el serón y los lanzaron al río, espantados. |
Una fecha decisiva para la Agrupación Guerrillera
de Levante: 7 de noviembre de 1949 por Salvador F. Cava (Artículo publicado en OLCADES, Segunda época, n 6, Cuenca, 2002, pp. 5-20, con las últimas actualizaciones en 2002) |
Todavía
recientemente, en un libro de historia que está llamado a ser
un éxito editorial sobre el tema de la guerrilla antifranquista,
el escrito por Secundino Serrano, Maquis, con actualizados planteamientos
y una visión acertada del noble esfuerzo de las gentes del monte,
se transita, sin embargo, por el tema de Cerro Moreno (Santa Cruz de
Moya) con poca fortuna. Al suceso, de la más numerosa, organizada
y que más tiempo duró, la organización de
referencia del maquis de posguerra en palabras del propio autor,
se le dedica sección aparte reconociendo su incidencia en el
posterior desarrollo de la AGL. Reconocemos que
el tema histórico es difícil. Ha transcurrido mucho tiempo,
la clandestinidad de todo lo relacionado con la guerrilla antifranquista,
apodos, nombres falsos, silencios, precauciones de toda clase, no exenta
durante un largo periodo de tiempo de ocultación y prohibiciones
de acceso a los documentos de referencia, hace que así se perciba
esa situación y, a la vez, que sobre este episodio histórico
hayan crecido un sinfín de leyendas percibidas hoy en día
con un no pequeño aire de nostalgia y de romanticismo: Que si
Ojos Azules murió en dicho enfrentamiento (y ciertamente
en una de las sorprendentes Actas de Defunción, la n 169, se
consigna este detalle referido a Ramiro, como igualmente
se le aplica al grupo de Cintorrá), que Paisano
y el Manco de La Pesquera pudieron escaparse del cerco,
que si el segundo de ellos fue el traidor, que si hubo un número
trece encontrado tiempo después muerto. Seguramente esa
misma falta de exactitud alguien aducirá tras estas líneas.
No serán mal recibidas sus palabras si posteriormente sus afirmaciones
contribuyen a esclarecer lo acontecido. Con ese propósito, algo
más de luz sí que podemos dar. Subsistencia y lucha armada, ...y un Buró ignorante de la realidad Ciertamente serán los años más duros, donde los enfrentamientos, las deserciones y las purgas irán diezmando a las partidas. Fue un trienio de subsistencia, pero de lucha armada y con una organización siempre uniforme. Su consideración final a modo de pregunta igualmente me parece incorrecta: ¿A qué grado de desintegración había llegado la AGLA para que fuera posible coger indefensos y dormidos a la mayor parte de los nuevos dirigentes guerrilleros? Evidentemente, una parte de la responsabilidad recayó en el Buró Político que envió a liderar a la resistencia armada a militantes que desconocían totalmente la situación de la España franquista. Este parecer hace recaer sobre el sustantivo desintegración una carga negativa de dudas que además de esconder un tono inapropiado presenta como argumento general algo que sólo fue un hecho particular, tremendo ciertamente, la muerte de los doce guerrilleros, pero no por eso la AGL se descompuso. Las causas estaban en las propia evolución de las relaciones internacionales del Régimen de Franco, en la soledad del PC y de los Guerrilleros, en el mucho tiempo que llevaban en el monte para una lucha armada donde no había enemigo militar, la difícil articulación de un cambio de estrategia imposible de llevarla a la práctica y, como casi siempre, algún chivatazo que también se ha convertido en un ovillo difícil de desenredar. De hecho otras organizaciones del resto de España hacía años que ya habían desaparecido, y desde luego ninguna llegó a 1952 con la entereza de la AGL, excepto la de Málaga-Granada. La misma pregunta cabría hacérsela a las otras Agrupaciones. Carecen por lo tanto de proyección tales reproches.
Pero volvamos a
la narración de la vida diaria en el campamento de Santa Cruz,
y a lo acaecido el día 7 de noviembre de 1949. Utilizando algunos
documentos básicos: principalmente el informe de Pedro,
el único superviviente de los que se encontraban en el campamento
en el momento del asalto, y además antiguo jefe de la Agrupación,
también un segundo informe, el de Ibáñez de finales
del mes de noviembre de 1949, correspondiente a su 5 viaje, que es
quien había conducido al nuevo grupo de mandos desde Francia
hasta Cerro Moreno, y en tercer lugar los recuerdos de Alfaro,
quien aún vive y que pertenecía en aquellos momentos a
ese grupo del campamento, pero que había salido una noche antes
a realizar un servicio de avituallamiento con otros cuatro camaradas
y que presenciaron el resultado del cerco desde el propio monte. Nos
basamos también en las Actas de Defunción, en los recuerdos
e informes de otros guerrilleros y de la propia GC, abundantes y bien
recogidos por Fernanda Romeu. Con todo ello se puede hacer una descripción
más exacta de la descrita hasta ahora. De Francia habían
salido en 1949 dos grupos para reforzar los cuadros de mandos de la
AGL. El conducido por José Gros y luego por Cocones
(Juan Fabregat Matamoros), que lo formaban José María,
El Rubio, Pablo, Saturnino y Aniceto,
parte en marzo adentrándose por la ruta de Cataluña, pero
tras algunos enfrentamientos con la GC, tendrán que desviarse
de su itinerario y sólo después de largos meses llegarían
al campamento de Cerro Moreno unos días más tarde de la
muerte de los doce guerrilleros. Desde luego no pudo enlazar con el
de Ibáñez a primeros de agosto, en la zona de Villafranca
del Cid, en Peñagolosa, como tenían previsto: (Quedamos
de acuerdo que nosotros aguardaríamos hasta el día 12
de agosto en el punto de cita, y que al no venir dejaríamos una
nota escribe Ibáñez). Entre los componentes del
grupo, se hallaba Aniceto (Vicente Martínez Galindo),
que meses más tarde, cuando en el otoño de 1950 llegue
el grupo de Antonio el Catalán (José Gross)
será trasladado al 5 Sector como agregado de Agi-prop, con Mauro
y Segundo como jefes. Poco después abandonará
la guerrilla en Villaconejos de Trabaque, su pueblo natal, tras haber
ido a ver a su madre en compañía de Germán. El campamento de Cerro Moreno era uno de los más estables que disponía la AGLA por esas fechas. Otros cercanos estaban situados en Camarena, el Bercoloso, Benagéver, Fuencaliente y Cofrentes. Cerro Moreno es una de tantas estribaciones, de forma redonda, intermedia entre la Sierra de las Cuerdas y la de Javalambre, al sur del Rincón de Ademuz, aspirando el rumor del río Turia que por Santa Cruz de Moya crece joven, se engarganta y serpentea. Cerro Moreno tiene un duro y empinado acceso a pie por sus caras este y oeste, y se halla custodiado en sus vertientes norte y sur por la mole en filo de unos más que respetables peñascos. El campamento guerrillero, el cuarto o quinto de los que hubo por la zona desde 1946, encarado al poniente, mirando hacia Santa Cruz, Manzaneruela, o Landete, situado en una zona boscosa de pinos, enebro y abundante matorral.
Como todos los de
la AGL por estas fechas este campamento se formaba de diversas tiendas
de campaña, sujetas sus bases con piedras, con capacidad para
cuatro personas normalmente. En las proximidades se buscaba un lugar
donde el humo no delatase la presencia de los guerrilleros, y otro,
el monte es amplio, de servicios. La ubicación del campamento
parece que exigía al menos que hubiera dos guardias constantemente
aunque como nos informa Alfaro por aquellos días
tan sólo funcionaba una y solamente por el día. Cada guerrillero,
siguiendo el turno establecido y anotado en un papel que colgará
de un pino, realiza este servicio de vigilancia durante dos horas, situándose
no muy lejos de la zona de tiendas, cara al río. Este documento
le servirá a posteriori a la Guardia Civil para identificar a
los fallecidos. Medios de los guerrilleros en el campamento En el campamento,
tras la llagada del grupo, se disponía de ciertos medios para
la acción guerrillera: multicopista con que editar Mundo Obrero
en lugar de El Guerrillero (1946-1949), ejemplares traídos de
Francia así como fotografías dedicadas de Dolores Ibárruri,
cámara de fotos, emisora y radio con la que contactar y escuchar
las emisiones de radio Pirineica, (aparato de radio que requisará
la GC y que el grupo reorganizado tendrá que comprar otra por
9.500 ptas), materiales teóricos, informes de los sectores, guiones
de las reuniones, sellos de la Agrupación, armamento (con
las armas que tenían escribirá Teo)
y una respetable cantidad de dinero, cercano a las 250.000 ptas. cuyo
objetivo era potenciar la labor política e ir abandonando las
acciones de abastecimiento que mayormente recaían sobre una población
con medios más bien escasos y de la que los propios guerrilleros
se nutrían (esto no era muy bueno, porque hacíamos
dos males anotará Casto en su Informe). Ciertamente
los servicios de abastecimiento como acción guerrillera resultaban
impopulares y conllevaba infinitos riesgos. Los guerrilleros por esta
época también tenían una asignación de 500
ptas. por si se viesen descolgados en alguna situación.
El dinero que se
manejará en el campamento es indicativo de lo mismo. La idea,
sin embargo, no parece que cuajó. Ni tan siquiera cuando se plantease
la renuncia a nuevas incorporaciones de los contornos en
favor de los que lleguen de Francia más capacitados para esta
nueva orientación política. Dos días antes de la
reunión general de la Agrupación, el 11 de octubre, Ibáñez
parte hacia la frontera con José el Alicantino, Manso
para una revisión de sus últimas actuaciones, se hablaba
de desmotivación y hasta de maltrato de algún camarada,
(Respecto a la marcha se ha hecho sin novedad hasta Garde, no
hubo problemas ninguno entre el grupo, y el Manso se ha
portado bien sin protestas ninguna informará Ibáñez),
a los que también acompañan Peñaranda
(Ángel Ruiz Toledo) para ser operado del tabique nasal, y Cuatro
Ojos (José Zuriaga Mínguez) y Maguán
(Francisco Menéndez Martínez) por estar incapacitados
para el servicio. Si el día
11 parte hacia Francia el grupo de Ibáñez, el 20, tras
haberse celebrado las reuniones, empiezan a abandonar el campamento
los diversos jefes de Sector. Esa noche lo harán hacia el campamento
de Manzanera Carmen (Teo), Paco
y el Viejo. El día 24, igualmente, hacia diversos
sectores de Valencia Grande, Tarzán,
Rufino y Elvira (Tomás).
Poco a poco el campamento se va despejando, sin embargo el día
25 de octubre vuelve otra vez a estar concurrido. En esta ocasión
con la llegada de once guerrilleros. Es el grupo de San Martín
de Boniches ya citado. A finales de septiembre todo el conjunto de enlaces
de dicho pueblo se había echado al monte tras la entrega de Regino
(también apodado Luquillas, de La Cierva) y la detención
del enlace Cayo Alcalá. Algo de eso resuena en las palabras de
Pepito el Gafas cuando llega al campamento el día
2 de octubre. El día 13, al inicio de las reuniones, se había
enviado a dos enlaces para que informaran de lo sucedido. El día
25 volverán los dos enlaces más ocho de los nuevos guerrilleros
(Fermín, Cándido, Nicasio,
Ángel, Jaime, Alfaro, Agapito
y Felipe) conjuntamente con otro responsable del Sector
5. El asalto del campamento El asalto
al campamento se inició a las 7 de la mañana del día
7 de noviembre de 1949, y marcó el final de la resistencia organizada
en Levante -orgullo armado del PCE- y, por extensión, en toda
España dice Secundino Serrano, y lo realizaron 500
guardias civiles de las comandancias de Teruel, Cuenca y Valencia y
100 somatenes. Otras fuentes señalan que el total de efectivos
de GC de las Comandancias 134, 135 y 201 era más 1.000, y la
propia guerrilla y la voz pública apuntan hasta 3.000 en lo que
parece un número exagerado, el mismo Pedro lo cuantifica
en unos 1.000 efectivos. A falta de un estudio de los operativos desde
dentro de la propia GC, lo que sí parece seguro es que participaron
fuerzas de las tres provincias, todas ellas al mando del comandante
del puesto de Landete José Vivancos, el cual sería gratificado
y que toda la operación fue seguida al minuto, pero desde lejos,
por el propio General Pizarro. Los preparativos
del asalto debieron de ultimarse en poco tiempo, pues seguramente los
informes de que dispondría la GC no serían muy exactos,
de ser así hubiesen atacado el campamento durante los días
de las reuniones, medio mes antes, porque entonces sí que se
encontraba allí toda la plana mayor guerrillera o incluso un
día antes del día 7 con cinco guerrilleros más
o bien el día 3 con otros cinco, entre ellos Pepito el
Gafas. Lo cierto es que tras el asalto la GC comentará
que sabían que en el campamento habían de 17 a 18;
cuando salió Carmen (Teo) quedamos 16. La referencia
sin duda va dirigida a las sospechas recogidas con posterioridad sobre
Teo y Paco que abandonarían el campamento
en la misma salida. A las siete y media
de la mañana, del lunes 7 de noviembre, es cuando Pedro
sitúa el inicio de los ataques. Hasta las faldas del cerro se
había personado la GC en una operación envolvente. Cada
comandancia se aproximó por su lado natural dejando los camiones
bien lejos y caminando durante toda la noche guiados por guardias civiles
del propio Santa Cruz de Moya. No parece que estuviera montada las guardia
en condiciones pues los guerrilleros no se percataron del cerco hasta
cuando ya fue casi imposible reaccionar. De haberse percatado, la táctica
habitual utilizada en el sector 11 era la que nos indica Grande:
Nosotros cuando teníamos un asalto lo primero que hacíamos
era disparar una ráfaga de metralleta. Entonces los civiles tenían
que hablar, y ese momento era el que aprovechábamos para salir
de allí. Ten en cuenta que tampoco teníamos mucha munición.
¿Tú comprendes que se puedan matar de los trece a doce?
Es que claro, no les dio tiempo a coger las armas, porque nosotros,
mira yo lo máximo que he tenido en un asalto a un campamento
es un muerto, lo máximo, y la mayor parte de las veces ni un
muerto. Yo no puedo juzgar el asalto porque lo que conozco es por Pedro; lo que sí puedo decir, es que las guardias no estaban montadas cuando yo estaba allí dirá en su Informe Teo. Estamos en noviembre. Empieza a amanecer. El asalto lo prepararon minuciosamente durante varios días. Nosotros dos días antes vimos alguna hoguera en algún punto de las inmediaciones y no se tomó ninguna medida; algún camarada dijo: ¡Bah!, será alguna carbonera o pastor y así quedó todo aunque algún otro hizo objeciones para que nos pusiésemos en guardia. Esta preparación la llevaron sin ningún ruido ni manifestación. Esta dejadez será criticada reiteradas veces desde la propia organización: Se hablaba demasiado fuerte, se hacía demasiado humo, habían demasiados rastros y eso éramos varios los que lo veíamos escribirá Teo en si informe de octubre de 1951, y José María en el suyo del año anterior hará referencias a una conversación con Teo: El camarada Teo me dijo dónde estaba el campamento, el tiempo que llevaba instalado, las entradas y salidas constantes, la falta de disciplina en lo de guardar silencio, la excesiva alegría con el fuego funcionando casi todo el día con dos lumbres. El propio Grande en al actualidad aún mantiene vivos los consejos que les diera a sus camaradas: Yo salí de allí, yo les aconsejé, es que eran los que quedaron allí, eran casi todo el nuevo Comité Regional y venían de Francia y traían armas nuevas, tenéis que marcharos de aquí, hay muchos rastros, tenemos sospechas de que a lo mejor alguien conoce ya esto, así que inmediatamente tenéis que marcharos, mañana mismo os tenéis que marchar. Los nuevos no hicieron caso. Y el camarada Andrés
me dijo: Hombre, claro, y yo me marché con El
Chaval, que está ahora por Alemania, y otro, nos marchamos
a Cofrentes porque teníamos allí unos campamentos y yo
quería visitarlos. Y claro, cuando llegamos a Cofrentes, a los
cuatro o cinco días me entero del asalto. Porque se ha dado el
caso en esta lucha guerrillera que los que más nos hemos salvado
hemos sido los que nos hemos incorporado de aquí, de aquí,
no de fuera, porque conocíamos el franquismo, y ellos en Francia,
era jauja al lado de lo que ocurrió aquí, porque tenían
de todo y todo el mundo estaba en eso. Y estos hombres tenían
esta moral, pero yo antes de que ocurriera eso discutí con ellos
y les dije, "mira que estáis equivocados, que esta lucha
no es aquella", y esta gente cometió esa torpeza.
A todo ello además podríamos añadir las palabras
de Alfaro (Melitón Ruiz Pérez): Íbamos
a por agua a un vallejo, al vallejo ese que viene derecho a Santa Cruz,
y a la umbría arriba sube un carril, bajábamos desde lo
alto del cerro a por agua y había una sendeta desde el mismo
campamento que cruzaba el camino abajo al agua, pues ellos (la guardia
civil) se mosquearían también, si vieron la senda aquella,
los resoberos que había de subir y bajar, todas las noches bajábamos
tres o cuatro a por agua, pues fíjate. Un amplio extracto
de la narración de Pedro se puede consultar en el
libro de Fernanda Romeu y en los añexos de Memorias de un guerrillero
de Germán, hermano del joven de 17 años (Fermín,
Acta 172) fallecido en Cerro Moreno. Pedro nos dice que
la GC atacó el campamento a ráfagas de naranjero y bombas
de mano por la parte donde tenían el retrete. En esa mañana
se encontraban trece guerrilleros. Ramiro, Vidal,
Lorenzo y varios camaradas más en la zona donde se
hacía la guardia; Andrés y Pedro
cerca de la cocina. Dirigían los tiros hacia las tiendas de campaña.
La GC tenía tomada también la cumbre del Cerro. Todos
los guerrilleros buscaron la retirada por el lado opuesto a los disparos,
mirando a la carretera, a la izquierda; intentaban llegar hasta el fin
del pinar, aunque para ello tenían que pasar un claro de labores
perdidas. Formaban un línea de unos 50 metros, cerraban el grupo
Andrés, Pedro y dos camaradas de los
nuevos de San Martín, el joven Fermín era
uno de ellos. En esos primeros momentos Andrés tuvo
que dejarse la metralleta colgada de un árbol y Pedro
respondió a los tiros con poca fortuna pues su arma se le encasquilló. Al cruzar el descubierto fue cuando debieron caer abatidos algunos de los doce guerrilleros. En concreto ahí es donde sitúa Pedro la muerte del jefe de la Agrupación, Andrés, del cual parece no alejarse, incluso una vez muerto, de un tiro de bala explosiva que le entró por un costado y le salió por el otro haciéndole a la salida una gran herida. Tras esto, recoge y esconde bajo la josma del pino y un enebro, aprovechando un breve alto de fuego y mientras la GC empieza a estrechar el cerco, los cargadores, la pistola, la cartera con las fotos familiares, su documentación, el cliché con el código de nombres, diversas direcciones de responsables del Partido, algunos folletos teóricos, la pluma, el reloj y el sello que llevaba de la Jefatura de la Agrupación, así como el dinero: 90.000 pesetas. El resto del grupo
se había alejado siguiendo la vertiente izquierda del monte y
dando cara a otro cerro alto que dominaba toda la parte aquella.
Solo un joven de 17 años (Fermín) estaba cerca
de él, y por poco tiempo pues al ser descubiertos y empezar de
nuevo los disparos, tanto uno como otro buscaron una salida monte abajo
siempre hacia su lado izquierdo. Fermín, el
joven camarada, también tiró hacia abajo más a
la izquierda que yo y le asesinaron a pesar de que gritó que
se entregaba. Pedro, a partir de este momento, pierde
todo contacto con cualquier otro componente del grupo. La narración
personal de su huida, más que afortunada, incluye alguna herida,
el deshacerse de la metralleta en mal estado, el esconderse bajo un
pino grande y con mucho ramaje, el perder sangre, la resignación
ante un final previsible me dispuse a vender cara la vida hasta
que me quedara un tiro y resuelto a salir si podía, el
ser de nuevo descubierto, el disparar su pistola a bocajarro tanto a
quien lo descubre como al grupo que rodea el cuerpo sin vida del joven
camarada, pasar con suerte entre varios frentes hasta alcanzar otro
monte, curarse la herida y sortear un barranco para, agotado, ponerse
a salvo. Me estuvieron buscando hasta las 2 de la tarde que empezaron
la retirada comentará para terminar esta parte de su más
que afortunada salvación. Bajas de guardias civiles: Una incógnita En el asalto tomaron
parte unos 1.000 guardias al mando de un teniente coronel que no sabemos
su nombre; iban divididos en tres grupos, los de Valencia, Teruel y
Cuenca, siendo los de Teruel los que atacaron el campamento. Los cadáveres
los desnudaron y fueron arrastrados hasta cargarlos en los mulos. Los
llevaron a Teruel. Según noticias ellos tuvieron 18 muertos y
varios heridos; otros dicen que tuvieron algún muerto y algún
herido pero sin precisar. Los informes de la GC anotarán
el repetido y obligado sin bajas como forma de contrarrestar
los éxitos publicitarios de la Agrupación. Es posible
que en este caso así fuera habida cuenta de los pormenores de
la narración de Pedro, de la sorpresa y contundencia
del ataque, y de la falta de experiencia militar, seguramente todavía
no dispondrían de armamento propio ni en condiciones los recién
incorporados del Sector 5, pero también cabe pensar, en este
caso de modo contrario. El grupo recién llegado de Francia traía
armamento nuevo, el asalto duró demasiadas horas para aceptar
que no hubiese respuesta por parte de los fallecidos, incluso en los
comentarios recogidos en el pueblo se dice que desde uno de los
escarpes de las rocas del lado norte un guerrillero dio cuenta de bastantes
civiles antes de caer abatido. Desde luego nadie tampoco vio los
cadáveres de las posibles bajas de la GC. En este caso sería
evacuadas no hacia La Olmeda como los guerrilleros, sino hacia Mas del
Olmo. Informes de las autopsias Del análisis
de los escuetos datos forenses se deduce una especial crueldad en el
trato de los guerrilleros: No pudiendo apreciar más rasgos
en la cara, tiene la cara y cabeza destrozada, etc.
La GC en este enfrentamiento se entregó con saña a su
labor de exterminio del maquis. Parece que tenían orden
de no dejar vivos se recoge en algunos informes. Idéntica
actitud de desprecio y falta de humanidad con el que desde un punto
de vista militar podría considerarse como su enemigo
se advierte en muchos otros enfrentamientos, donde también los
cadáveres son arrastrados, tirados rodando cuesta abajo, o rematados
a discreción una vez ya fallecidos. Podríamos relatar
aquí también las muertes en Reíllo de Mauro,
Loreto y el Chatillo de Sisantes, o incluso
la del último guerrillero del 5 Sector Samuel, el
hijo del Capador de Sotos. Hemos de consignar por último
en este apartado que la GC como norma hizo fotografías de los
fallecidos en aras de su identificación. Las fotografías
duplicadas y repartidas por las distintas comandancias fueron mostradas
a los guerrilleros que se entregaban o se detenían. Así
consta por ejemplo, entre otros varios, en el proceso del Manco
de la Pesquera quien sólo puede reconocer la de Amador
y la de Basilio, o en el de José Parejas Garrido, 1954, donde
se intenta identificar a Manolo como Simón Giménez
Garrido, hermano de Jacinto. Los fallecidos fueron
Andrés (Miguel Soriano Muñoz) Jefe de la Agrupación,
Ramiro (León García García) responsable
de la dirección política, Lorenzo (Manuel
Gracia Martín), y el radiotelegrafista Eulogio (Jesús
López Mirasol) del grupo de mandos recién llegado de Francia,
Vidal (Lope Rodríguez Rodríguez), Manolo
(Simón Giménez Garrido) y Bartolo (José
Cavero de la Cruz) que ya estaban en el campamento, y los cinco nuevos
incorporados de San Martín de Boniches: Fermín
(Marino Alcalá Ruiz), Cándido (Amador Huerta
Jiménez), Nicasio (Aurelio Huerta Pla), Ángel
(Basilio López Alarte), y Jaime (Antonino Pérez
Hernández). Sus cuerpos serían bajados a rastras con caballerías
hasta la falda del monte. Desde allí trasladados en mulos hasta
el barrio de La Olmeda, para después, sin dejar que la gente
saliese de sus casas, conducirlos en un camión hasta Teruel,
en cuyo cementerio, en su parte civil, serían enterrados en las
zanjas primera y segunda. Hasta las Navidades
de ese año no puede Pedro volver con el nuevo equipo
de mandos de la AGL al campamento y, a la vez que explicar sobre el
terreno la muerte de Andrés y su propia huida, recoger
de donde los había escondido los documentos y el dinero haciendo
un total de 147.000 mil pesetas (sobre este particular cabe comentar
la torpeza de la brigada de remover el monte, acción que se realizó
días después del asalto tanto para no dejar huellas como
para localizar cualquier documentación de la AGLA). La decisión
más importante, no obstante, que se tomará la comenta
José María: Ante la necesidad de enlazar
con la dirección del P. yo le propuse (a Pedro) que
debía salir él con Pepito y así lo
hicieron (Informe de José María, En
campaña, 21/10/50). Tanto Pedro como Pepito
el Gafas desaparecían de la vida de guerrillas en la segunda
mitad de 1950. El segundo, en muerte sin aclarar acaecida en diciembre
de 1950, ni tan siquiera llegaría a pasar la frontera francesa.
El primero ya no regresaría de Francia. Aunque la preocupación más constante y de inmediato, tras el fatídico día, sería la de intentar aclarar de dónde había surgido la información con la que la GC contaba. En este sentido las averiguaciones tomaron cauces diversos, aunque sin ningún resultado preciso de culpabilidad reconocida, pero sin que se libraran de las sospechas varios de los propios guerrilleros. Así hasta seis teorías manejó la dirección de la AGLA, atendiendo a su convicción de que el asalto era obra de una mano traidora y que el enemigo iba sabiendo quiénes había en el campamento, la mayoría de ellas recogidas oralmente por enlaces en comentarios de la GC, a saber: - 1. Que uno de los nuestros se había entregado a la guardia civil y que lo había denunciado. Decían que este tal había venido de Francia hacía un año o año y medio, que era un guardia civil retirado o que estaba en el servicio. Un enlace nuestro dijo ver al que denunció el campamento -se lo indicó un guardia en un café en ocasión de que allí se encontraba la brigadilla con dicho traidor. Las señas que daba él era: De una estatura mediana más bien baja, colorado de cara y esta un poco redonda, fuerte de hechura; - 2. que
habían detenido a dos camaradas entre los que iba alguno de Manzanera,
decía el rumor que esto se produjo por este mismo pueblo. Fue
una noticia muy confusa y no se le dio mucha importancia. Después
hemos pensado que podía tener esto relación porque las
señales que damos del elemento en cuestión coinciden con
Paco que es de ese pueblo, que salió con Carmen y
el Viejo el día 20 de octubre; 3. que un leñador
nos vio y que denunció el campamento a la guardia civil;
4. una patrulla de civiles que había visto rastros nos
localizó; 5. que uno mismo de los que nos suministraba
nos denunció; y 6. que un enlace de una de las aldeas
de allí les llevó al campamento y que dicho elemento se
ha trasladado a Valencia. La primera de las teorías, sin nombrarlo, lanza su dardo contra Teo y la segunda contra Paco (Francisco Doñate Martínez). Pero tampoco Teo ni otros compañeros se arrugarán ante Pedro a los que su salida siempre les parecerá dudosa, lo que sí puedo decir, apunta Teo en su informe, es que las guardias no estaban montadas como cuando yo estaba allí. Es lógico que se busque un culpable entre los presentes en las reuniones del mes de octubre y que se tanteen todas las posibilidades. Primeras sospechas Sin embargo es Tomás,
el responsable del PC en Valencia (a quien no debiéramos de confundirlo
con el penúltimo jefe del Sector 5), quien recibirá las
más duras críticas tanto por parte de Jalisco
que lo considera un traidor ya desde hace tiempo, como por José
María el nuevo jefe de la Agrupación que es quien
explica el origen un tanto de técnica de despiste de las causas
del asalto proporcionadas por este camarada: La conclusión
a que hemos llegado sobre quién fue el provocador, fue Tomás.
Intentó crear toda clase de confusiones para impedir que el P.
descubriese su autor. Primero empezó a divulgar que la traición
había surgido entre nosotros, cargando las sospechas sobre uno
que hacía un año había pasado a Francia, es decir
cargando sobre Teo que había salido hacía
unos días del campamento. Después divulgó que había
sido un carbonero que había observado los fuegos. La última
información que sacamos del propio pueblo de Santa Cruz, dada
por la familia de Frasquito (Julián Ramos Ramos),
es que durante unos días un capitán de la Guardia Civil
llegaba por la mañana con el coche a las inmediaciones de un
bosque de enfrente, observaba y por la tarde se marchaba.
Las manzanas Mientras
se espera a Pepito el Gafas, los enlaces habían salido
en su busca hacia el Sector 5, ocurre la escena de las manzanas que
nos relata Ibáñez: "Yo
estaba en Cerro Moreno" (Testimonio
oral de Melitón Ruiz Pérez Alfaro) En el campamento
habían venido seguramente seis u ocho de Francia. Yo no sé
los nombres porque estuve poco tiempo allí, estaría dos
o tres noches, y ya nos trasladaron a por carne (Francisco,
Julián, Emilio, Fernando
y Alfaro); yo no me acuerdo nada más que de Faico
(Francisco) que era el jefe de los cinco que era de cerca
de Santa Cruz. Salimos al hacerse de noche, un día o dos antes
del asalto, salimos hacia la parte de la Sierra de Camarena a la parte
de allá, pero yo no sé aquello cómo fue porque
de los cinco nos quedamos tres en una pinada, y dos se fueron por la
tarde a ver si veía ganado, lo que yo no sé si estarían
con el pastor o no estarían ni si le pagarían las ovejas
o no; y luego ya volvieron y nos dijeron: Hala, que han encerrado
un ganado allí en unos corrales que había; que por
cierto el Faico ese llevaba una metralleta que habían
traído los de Francia, y yo llevaba un rifle con dos tiros, de
los que uno ya estaba picado, ¡mira qué defensa llevaba
yo!, y otro que me parece era de la parte de Teruel llevaba un fusil
con un cargador, y al llegar al corral, o un poco antes de llegar nos
dice a nosotros dos el Faico: Hala, ahora tenéis
que ir. Antes de llegar al corral dice: Parad aquí,
allí que había una vaguada; dice tenéis que
ir a dar una vuelta al corral; yo me calle porque llevaba cuatro
días, pero aquel muchacho le dice: Faico, esto no
me parece bien, que os quedéis aquí tres con metralletas
y mucha munición, y que vayamos éste y yo a ver si está
la guardia civil allí; bueno, pues voy a ir, pero en la próxima
reunión que tengamos lo voy a exponer esto, ¿por qué
os quedáis aquí con el armamento?, ¿qué
vamos a hacer nosotros, yo que llevo cinco tiros y este muchacho dos,
que uno ya está picado?, Pues tenéis que ir.
Bueno, pues fuimos,
dimos una vuelta por el corral por donde estaba el ganado y como no
oía tiroteo ni nada pues vinieron deseguida, y yo entré
por las ovejas saltando la pared del corral, me mandaron a mí
porque yo había sido pastor. Cogí cinco que se las iba
dando una por una al otro. Cogimos una cada uno, ya nos vinimos más
para acá, las matamos y lo que hicimos en dos noches para allá
descargados, aquella noche lo hicimos en una. Y volvemos al campamento,
yo no me acuerdo qué fecha era pero sería un día
después del asalto ya de mañana pues daba el sol por todos
los sitios, y claro donde tenían estafeta que estaba a la otra
parte del cerro no había nada, y como no vimos nada ya nos metimos
cerro alante al campamento, me cago en la leche, por aquí
unas piedras revueltas, y claro como ellos entendían más
que yo, pero como no había estafeta ni nada, nos metimos en el
campamento, y como desde aquí a la calle vimos todo allí
amontonado, las sartenes, las tiendas, la comida, y yo, pues ignorantemente,
me quito el macuto y me bajo los pantalones a hacer mis menesteres,
cuando veo que tiran para abajo ellos derecho al río que pasa
por allí, !Ven acá, ven acá! me decían,
cojo mi macuto sin subirme los pantalones, ¿qué
pasa?, ¡que han asaltado el campamento!, ¿no
lo ves ahí todo? Nosotros nos corrimos un poco para abajo
y allí debajo de un pino que bajaban las ramas hasta el suelo,
allí nos camuflamos los cinco, y pasaba un carril por allí
a una solana abajo y todo el día subiendo y bajando guardas al
monte, y nosotros allí debajo el pino, y es que seguramente estaban
bajando los cadáveres por allí por el carril. Claro, ya se hace de noche, nosotros allí todo el día sin comer ni poder asar carne, y el Faico nos mando otra vez a nosotros dos a poner estafeta al mismo sitio por si acaso iba algún otro, y le dijo el de Teruel que con el armamento que llevábamos no íbamos, que si quería iban él y Faico con una metralleta, y como no fuimos nosotros Faico tampoco quiso ir. Luego Faico y otro se quedaron por allí, y los tres restantes nos fuimos para otra parte". (Testimonio oral de Melitón Ruiz Pérez Alfaro) BIBLIOGRAFÍA: |
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