Nietzsche
y la crisis de la cultura occidental. El vitalismo:
Friedrick
Nietzsche es un pensador encajable dentro del movimiento denominado vitalismo.
Como tal, representa un punto de vista que podemos calificar como rupturista
con toda la tradición de pensamiento platónico-cristiana que había sido
predominante a lo largo de la práctica totalidad de la Historia de la Filosofía
europea hasta el siglo XIX. La
concepción de la realidad que hemos llamado platónico-cristiana consideraba
al hombre como un ser esencialmente racional. Partiendo de esta consideración,
es explicable que la mayor parte de los problemas que hemos considerado en la
filosofía tradicional fuesen de índole básicamente epistemológica. La
mayor parte de los pensamientos anteriores al Vitalismo tenían siempre alguna
relación con el “conocimiento”. El
vitalismo representa un punto de partida radicalmente opuesto al anterior. La
filosofía vitalista pone en el concepto de vida su objetivo básico. La vida
entendida como “existencia humana concreta” se coloca en el centro de la
reflexión filosófica, desplazando así al conocimiento racional de este
puesto principal. La
Filosofía Vitalista de Nietzsche. Una nueva teoría de la realidad. La crítica de la tradición platónico-cristiana. El nihilismo. La crítica
a la tradición occidental. La
influencia del platonismo, fundamentalmente su aportación principal, la idea
de “lo en sí”, es decir, la idea, la forma, el bien en sí, la justicia
en sí, etc., concebido como algo inmutable, tiene una tremenda influencia en
toda la filosofía occidental posterior. Nietzsche realizará una crítica
feroz a esta tradición occidental y lo hará en tres direcciones: Crítica a
la moral tradicional. La
moral platónico-cristiana, moral que está representada por los ideales de
moderación, ascetismo y renuncia, es una moral antinatural, una moral que ha
sido establecida por los débiles para, de ese modo, poner freno a los
instintos vitales de los fuertes. Esta moral tiene su base en un resentimiento
hacia todo lo que tiene que ver con la vida. Frente
a esta moral, Nietzsche postula una moral que consiste en una exaltación de
la vida en todos sus aspectos. Los auténticos valores de la nueva moral son
los valores vitales. Crítica a la metafísica. El
fundamento de la metafísica platónico-cristiana está en poner la auténtica
realidad de las cosas en “otro mundo”. De este modo, se establece una
dualidad entre el ser real y el ser aparente, entre este mundo y el otro mundo
con el consecuente detrimento y desprestigio para “este mundo” al que se
considera una mera e imperfecta copia. Sin embargo, este mundo es precisamente
el de aquí, el de la vida. Para
Nietzsche la auténtica y única realidad es el ser en continuo cambio de
creación y destrucción. La
separación de los dos mundos que hacía Platón implicaba igualmente una
distinción entre dos tipos de conocimiento. Por un lado, la razón que es la
que capta la auténtica realidad y por el otro lado los sentidos
que eran relegados a captar únicamente las apariencias. Nietzsche considera
que la razón última de esa división puede explicarse del modo siguiente: El
hombre, ante la imposibilidad de comprender el caos que supone un mundo en
continuo cambio, se inventa un más allá, una
realidad fuera de lo natural. De este modo, se presupone una especie de orden
sobrenatural que solamente puede ser captado por una razón lógica y nunca
por medio de los sentidos. La
consecuencia más trágica de este desdoblamiento, de esta escisión, es que
el hombre queda empequeñecido y sometido a toda una serie de realidades
superiores a él, como pueden ser las Ideas o el propio Dios. El
método científico que se impone en la época de Nietzsche es el que podemos
denominar positivismo mecanicista y cuyo principal objetivo consiste en
alcanzar una matematización de la realidad. Sin
embargo, una matematización radical de la realidad no es otra cosa que un
intento de reducir lo que no son más que meras cualidades diferenciadoras y múltiples,
cambios continuos y caos, a cantidad y número, entidades que pretenden ser
igualadoras por definición. Nos
encontramos ante una situación muy similar a la que se daba en el caso de la
metafísica: Ante el enorme problema y dificultad que supone la compresión de
una realidad caótica y cambiante, se echa mano de unos modelos matemáticos
que pretenden ser igualadores. Sin embargo, las leyes que con este método se
extraen son más formales que reales en tanto que más que constitutivas de la
realidad, son supuestas por el sujeto que las establece. Este
cientificismo tan de moda en esa época, no tiene, por otro lado, nada que
decir ni que aclarar acerca de cuestiones tan vitales, tan importantes para la
vida humana como son las pasiones, la voluntad, el placer, etc. No tienen nada
que decirnos sobre la vida. La
ciencia es acusada también por Nietzsche de estar al servicio de los
intereses y fines del estado (“El más frío y cruel de todos los
monstruos”). Como
consecuencia de la crítica anterior, Nietzsche afirma que “dios ha
muerto”, es decir, nos hemos quedado sin ese punto de referencia firme y
seguro que supone poseer la certeza de una verdad superior y suprasensible.
Esta destrucción de los valores tradicionales trae como consecuencia el
nihilismo. Este Nihilismo (“níhil”, en latín “nada”) que aparentemente es una situación negativa, supone sin embargo una puerta abierta hacia la esperanza. Se trata de una nueva manera de concebir la realidad. Esta nueva manera de interpretar la realidad supone la desaparición de ese Dios único, superior e infinito. Sin embargo, se abre la puerta al resurgimiento de múltiples dioses finitos. La Voluntad de poder y el superhombre. Hacia
una nueva ontología y antropología. El
hecho de que la realidad se interprete y se conciba en términos de cambio y
devenir, en continuo y caótico movimiento, implica una serie de
consecuencias. -
En primer lugar, no podemos aspirar a llevar a cabo una comprensión de esta
realidad que sea fija y definitiva. -
Tendremos que conformarnos con interpretarla en otros términos menos
rigurosos y más acordes con los límites de nuestras propias facultades.
Habremos de aspirar, por decirlo así, a una nueva forma de conocimiento. Este
será el concepto de voluntad de poder. La interpretación de la realidad. La voluntad
de poder. La
realidad es múltiple y cambiante. La realidad está constituida por una
multiplicidad de perspectivas y manifestaciones diversas. Esto hace que
tengamos que establecer un concepto de verdad que sea distinto del concepto
tradicional. En este sentido podemos afirmar varias cosas: -
La verdad, considerada como verdad absoluta, es algo imposible. -
La verdad hemos de encontrarla en lo múltiple y cambiante, en las
apariencias. -
La verdad es una especie de continuo error que necesitamos para vivir. -
La verdad viene determinada por el valor que algo tiene para la vida. Este
conocimiento de lo esencial para la vida, admitiendo el error y la
imposibilidad de un conocimiento absoluto, es llamado por Nietzsche voluntad
de poder. Sin
embargo, este nuevo planteamiento del conocimiento de la realidad exige otro
importante cambio: -
El conocimiento tradicional (fundamentalmente platónico), tenía su base en
el concepto como método ideal para la captación de lo esencial por parte de
la razón. -
El nuevo conocimiento prefiere la metáfora. La metáfora es el auténtico
instrumento para la captación de la realidad. La
voluntad de poder es creativa y pone al hombre en disposición de establecer
unos nuevos valores que sustituyan a los valores tradicionales basados en el
ascetismo. Esta transmutación de los valores pone como objetivo último y máximo
de la filosofía a la alegría y, en definitiva, a todo aquello que suponga la
reafirmación del máximo bien, el de la vida. El eterno retorno y el superhombre. Aunque
anteriormente hemos afirmado que en el mundo no hay uniformidad sino que todo
es devenir y cambio, Nietzsche afirma, sin embargo, que la única necesidad
que en el mundo puede hallarse es una especie de “voluntad de reafirmarse y
de volver eternamente sobre sí mismo”. Este eterno retorno significa que el
mundo se repite eternamente. Toda la vida se repite una y otra vez. Así
pues, podemos concluir que no hay un término definitivo. No existe un fin último
al que el mundo esté dirigido. Lo que hay, por el contrario, es un eterno
movimiento de retorno sobre sí mismo. La idea del superhombre, aunque no está claramente explicada en su obra, es el punto final de la filosofía nietzscheana. El
hombre, dice Nietzsche no es más que una cuerda tendida entre la bestia y el
superhombre: Para
explicar esta cuestión, Nietzsche utiliza una bella metáfora: -
La primera encarnación del espíritu es el camello. El camello es un símbolo
que sirve para representar a los que obedecen ciegamente. -
Este camello quiere superarse y se transforma en león. El león es el símbolo
del hombre que rechaza y niega todo el conjunto de los valores tradicionales.
El león es el símbolo del hombre que corre el riesgo de quedarse sin una
base fija, es el símbolo del Nihilista. -
El león se transforma en niño. El niño es el símbolo de la inocencia y de
la libertad así como de la carencia total de prejuicios. Es una imagen que
quiere representar al hombre ya liberado de la esclavitud a que el
cristianismo le había sometido. El
superhombre es un hombre superior que establece un nuevo sistema moral: -
Esta moral del superhombre no es igualitaria. El igualitarismo es propio de
los débiles. La nueva moral es aristocrática. -
Esta nueva moral valora positivamente todos los instintos vitales. -
Esta nueva moral ama la vida sobre todas las cosas. Nietzsche
se considera a sí mismo destinado a una tarea que no es otra que la
transmutación de todos los valores. El mismo lo proclama: “Mi
destino exige que yo sea el primer hombre honrado, que yo me sienta en oposición
con las mentiras de varios milenios” Cuando
habla de valores se refiere exactamente a “valores morales”, es decir, a
esos principios básicos inmutables de la moral. Entiende
Nietzsche que “la historia de la moral” ha sido un permanente conflicto
entre dos actitudes opuestas: -
Por un lado, la representada por el hombre superior. Este crea sus propios
valores a partir de la abundancia y la energía. Esta moral se basa en la
afirmación triunfal de uno mismo, se convierte en un tipo de moral aristocrática. -
Por el otro lado, encontramos la moral representada por el hombre sumiso e
impotente. Sus valores son los valores del rebaño. El temor que tienen de los
fuertes hace que intenten domeñarlos. Su moral se convierte en una moral de
los esclavos. El
ejemplo más claro de este segundo tipo de moral es el cristianismo, si bien
Nietzsche incluye dentro de este grupo a todo tipo de movimientos democráticos,
socialistas o igualitarios. Así
pues, la transmutación de los valores habrá de comenzar con una radical crítica
a la moral cristiana. Fundamentalmente
se la critica por ser una moral de renuncia y ascetismo y cuyo origen se
encuentra según Nietzsche en: La
rebelión de los esclavos, esto es, la rebelión de los inferiores, de los
sometidos contra la casta aristocrática superior. Esta
rebelión tiene su fundamento en el resentimiento. El
Resentimiento es el sentimiento de aquellos a quienes no les está permitida
la verdadera acción y que encuentra su compensación en la venganza (Vergüenza
que, por supuesto, sólo es imaginaria) De
este modo podemos afirmar que el fundamento de la rebelión tiene carácter
negativo: se trata de una reacción negativa, represiva y destructiva. Las
consecuencias de este resentimiento se hallan claramente plasmadas en los
valores que constituyen la moral de los esclavos: Este conjunto de valores representan lo que se puede llamar ideal ascético y
que no es otra cosa que una imagen de la posición del débil frente a la
vida. Esta posición es claramente una posición negativa. Cuando
el débil se asoma a la vida, descubre horrorizado que ésta incluye dolor.
Este hecho le asusta y le lleva a negar y renegar de este mundo. La negación
de este mundo real, le lleva a la afirmación de un mundo ideal. En este mundo
ideal se colocan todos los valores antivitales. Así
pues, la conclusión sería que el ideal ascético representado por la moral
cristiana tiene un carácter negativo en relación con la vida. Esta
serie de valores ascéticos son los que Nietzsche pretende transmutar. Su
alternativa consistirá en: -
Una exaltación de lo terrenal, corpóreo, antiespiritual e irracional. -
Una concepción del hombre como un ser básicamente corporal. Esto implica la
negación del alma espiritual. El hombre nace para vivir en la tierra y no
existe ningún otro mundo fuera de la propia tierra. -
Un concepto de vida. Que incluye la integración de todos los aspectos de la
naturaleza humana y la aceptación total de ellos. -
La negación de la idea de un mundo creado por Dios, ya que de esta manera se
da al hombre la libertad de atribuir a la vida el sentido que él mismo quiera
darle. De
este modo, la transmutación de los valores consistiría en: - Eliminar las limitaciones que impiden al hombre su dominio absoluto sobre el mundo y sobre el cuerpo. De este modo, la tierra dejaría de ser valle de lágrimas para convertirse en morada gozosa y el cuerpo dejaría de ser cárcel para convertirse en verdadero yo.
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