31 DE DICIEMBRE DE 1972…
¡ SE CAYO EL AVION DE ROBERTO CLEMENTE ¡
por: Gaspar Garza Gándara*
Noche del año nuevo de 1972 en Carolina, Puerto
Rico. Los chiquillos corretean jugando al escondite, y
estallan cohetones en los barrios de la ciudad. La gente mayor
reunida en el diálogo franco, familiar, y bajo el calor de las
copas, y vistiendo algunos las mejores ropas, brindan por algo
que se avecina inminentemente: la llegada del año nuevo.
Las canciones de Daniel Santos se escuchan en la mayoría de
los hogares, aunque algunos prefieren oír a Chucho Avellanet
con su corte juvenil, o al mexicano (sonorense) Javier Solís y
su inolvidable “Mi viejo San Juan”…
En la cocina, los condimentados manjares están a punto de ser
culminados, para poner punto final al diálogo y con el sonido
de los platillos, llamar a la cena.
Faltan escasos minutos para el momento cumbre, la sidra está
al punto, el abuelo afina la garganta para el discurso
obligado ante los invitados, y el tic-tac del reloj se hace
lento….eterno….
De pronto….el riiiinngggg del teléfono saca del aburrimiento a
alguien, que no era partícipe de la plática.
-“Qué dices?…..¿cómo?….¡No puede ser!”…son las únicas palabras
que alcanza a pronunciar y cae como un pesado fardo sobre un
sillón, colgando el aparato.
Al ser interrogado, sólo contesta mecánicamente, como un
robot: -“ Se cayó el avión de Roberto….”
-“¿Quién es Roberto?”- pregunta el niño de apenas tres años de
edad….silencio, gritos de histeria, llanto, suspiros, rezos
fueron la respuesta.
UNA PATRIA ENTRISTECIDA
A las 11: 40 de la noche del 31 de diciembre de 1972 una gran
tragedia le ocurrió a Puerto Rico. Era un día lluvioso, pésimo
para la navegación aérea, además de ser un día especial para
estar reunido con amigos y familia para despedir el año.
Pero Roberto Clemente tenía una cita con el destino. Varios
aviones habían sido fletados con ayuda al pueblo nicaraguense
en desgracia por un terremoto .
Cuando Clemente se enteró que no llegaba la mercancía a los
damnificados directamente, éste tomó la decisión de ir
personalmente para atestiguar que la ayuda se repartiese. Pero
sus ojos jamás verían esto. La nave en que volaban se desplomó
y cayó al mar, vistiendo de luto a Puerto Rico y al mundo.
Cuando todos se enteraron de su partida, enmudeció la garganta
de su patria, se quedó sin voz el hombre, se quedó sin voz el
corazón y la razón. Calló el bullicio y la canción, y el
hombre de los barrios bajos se fundió en un abrazo con el
encopetado millonario. Había muerto un héroe del diamante.
NACE UN SUPERESTRELLA
Roberto Clemente Walker nació un 16 de agosto de 1935 en el
barrio de San Antón de Carolina, Puerto Rico. Fue el hijo
menor del matrimonio de Luisa Walker y Melchor Clemente. De
esta unión se procrearon Osvaldo, Justino, Andrés, Ana Iiris y
Roberto, quienes junto a dos hijos de un matrimonio anterior
de Luisa formaron un núcleo de siete hijos.
Roberto era el pequeño, el mimado, a quien llamaban “Mome” y
al que había que comprarle ropa de tallas mas grandes debido a
su físico bien desarrollado.
Su padre era comerciante y carnicero, y a pesar de no tratarse
de una familia acomodada, nunca les faltó lo necesario para
vivir.
Roberto y su espíritu despierto, inquieto y su inteligencia y
arrojo hicieron que a los 14 años jugara softbol con adultos ,
además de ganar campeonatos de atletismo, y a los 17 años era
codiciado por muchos equipos de beisbol locales y un año más
tarde ya inquietaba a los buscadores de las Ligas Mayores.
ADIOS BORINQUEN QUERIDA
Clemente creció con la enseñanza religiosa de sus padres
quienes le inculcaron a cada momento el respeto asus
semejantes y el cumplimiento de la palabra, cuando esta se
daba.
Sabía que el coraje y el rencor eran malos, pero en la ruda
brega deportiva que es el juego de beisbol, con sus
Obstáculos, el Corsario Negro de Carolina -como luego se le
llamó- estallaba en cólera contra ampáyers, anotadores, Cascos
y hasta el bebedero, pasando por los cronistas deportivos que
tan duramente hablaban de él en sus inicios.
Sólo cuando pasaba el coraje, la criatura que traía adentro
volvía a tener el control de sus emociones, y le venía el
Arrepentimiento.
Estas escenas fueron más frecuentes cuando Roberto incursionó
en 1953 en el beisbol estadounidense, firmado por Los Dodgers
quienes lo asignaron a su sucursal de los Royals de Montreal de la Liga Internacional. Esta fue
la primer salida de Clemente de su patria, de su Borinquen
querida.
Conocida es la leyenda de que los Dodgers lo habían Enviado a
una sucursal, para que los demás equipós no se interesaran
mucho en él, pues sus facultades eran enormes.
Max Macon era su manager en Montreal, pero casi no le daba
juego, según sesupo, por “instrucciones superiores”.
Si el muchacho entraba en racha bateadora, iba a la banca.
Pero todos estos detalles no habían pasado desapercibidos a
los ojos de los scouts de los Piratas de Pittsburgh.
Y fue nada menos que el propio Branch Rickey ,mandamás De los
bucaneros, quien se trasladó para verlo jugar a Puerto Rico en
el invierno.
Rickey era el locuaz anciano, Quien había abierto a los negros
las puertas de las Ligas Mayores, y no se equivocaría al
firmar al “Mome” Clemente.
En aquel tiempo Roberto jugaba para los Cangrejeros De
Santurce, junto a estrellas de renombre como Willie Mays,
George Crowe y Willie Kirkland.
El viejo Rickey se asombró de la velocidad, brazo y bateo Del
joven pelotero y lo pensó más, lo convenció y los Piratas
tenían ya un jardinero derecho para la temporada Venidera, un
diamante negro con el número 21 que mas Tarde se haría
inmortal.
Atrás quedaban las amargas noches de Montreal, viendo El juego
desde la fría banca y recordando el barrio de San Antón.
EL AMOR DE SU VIDA
Un día Roberto visitó en su pueblo la farmacia de un amigo,
como era su costumbre, y como el encargado tuvo que salir él
atendió el negocio.
El destino tenía preparada ya la cita. Una bella lugareña,
Vera Zavala llegó al negocio, Roberto la atendió y el amor
nació a primera Vista.
Ese día él le confesó a su madre que acababa de conocer a la
que sería su compañera inseparable y consejera, además de que
le daría tres hijos: Roberto, Luis Roberto y Roberto Enrique,
todos nacidos En Puerto Rico.
DE QUE COLOR ES LA PIEL DE DIOS
En su año de novato con Pittsburgh sufrió como nunca la
discriminación por el color de su piel.Peleó por los derechos
civiles de los negros y latinos. Martin Luther King fue su
ídolo, y tuvo La oportunidad de conversar con él algunas
veces.
Decía Roberto: Dios es color Dios y recordaba la canción del
grupo “ Viva la gente “, la que dice “De qué color es la piel
de Dios” que hace referencia a la igualdad de los seres
humanos.
La última batalla que dio por sus hermanos de
raza, fue al defender aAl entonces joven receptor panameño
Manny Sanguillén. Les decía A los periodistas que escribieran
cosas bonitas de Manny; que era el receptor del momento, y así
Roberto se convirtió en su protector Y guía, tanto así que al
fallecer Roberto, Sanguillén confesó que él también había
quedado huérfano.
EN PELIGRO DE MUERTE
En dos ocasiones el ángel de la muerte visitó la cuna de
Clemente En una ocasión sufrió un accidente de carretera en
1965, al chocar Contra un auto por querer llegar a ver a su
hermano Luis Daniel, Quien estaba muy enfermo.
Roberto quedó lisiado, pero su fortaleza Y fe en Dios lograron
su recuperación.
En otra ocacion cayó de un balcón y estuvo a punto de morir,
pero Pudo esquivar un pesado barandal de acero.
De manera que Roberto siempre estuvo crucificado por el dolor
Y salía a dar todo en el terreno de juego, además de que
siempre estaba atento a ayudar a los demás, ya que era un
consumado masajista, oficio que practicaba en su propio
cuerpo.
La ocasión del accidente automovilistico, un amigo lo levantó
con Fisioterapia de entre los lisiados, y lo puso a jugar,
evadiendo el quirófano, por lo que Clemente no podía negarle
ayuda a nadie, así fuera un rival que un día anterior les
hubiese dado un jonrón.
PUERTO RICO Y PITTSBURGH SIEMPRE EN SU CORAZON
Siempre anheló haber lucido el nombre de su patria, Puerto
Rico En su uniforme. Hasta que en una ocasión se le nombró
timonel de la selección boricua en un mundial amateur en
Nicaragua.
Su segunda casa era Pittsburgh…él no concebía que pudiera
jugar en otro equipo más que el de los Piratas.
Llegó como adolescente A esa ciudad, y por su gusto saldría de
allí cuando ya no tuviera Nada que darle. Sus primera
salegrías y recuerdoslos dejó allí.
Por eso, en la soledad del jardín derecho, pensaba en las
cosas Que le gustaría lograr, en las metas alcanzadas……y en
las que Le habían robado.
Sí, porque estaba en constante pelea con los anotadores
oficiales Por quienes siempre se consideró “robado”. Como
poseedor De las piernas mas veloces de su tiempo en el beisbol,
le molestaba que no le dieran como infield hit un batazo que a
juicio del anotador se marcaba como error del fildeador.
LA VOZ DE LOS NIÑOS
Era un puma enjaulado en el campo, quizás por su herencia en
el genio portorriqueño, la indolencia del conquistador, la
ferocidad del guerrero africano y la confusión del mulato
antillano ante la Desigualdad de fuerzas ante el invasor
español.
Pero después que la temporada terminaba, Roberto cambiaba y
era tranquilo. Se dedicaba a enseñar beisbol a los niños y a realizar Obras de caridad, contestaba miles de
cartas, cosas que también hacía en el verano,cuando se iba al
estadio dos horas antes de cada partido cuando los Piratas
jugaban en casa.
Clasificaba en cajas sus cartas, las que le pedían fotos,
banderines, pelotas y en un lugar muy especial las de los
niños enfermos.
Muchas veces escondía su rostro lleno de lágrimas para sus
compañeros no lo vieran.
La voz del niño enfermo del corazón o de cáncer incurable le
Partían el alma, y ahí estaba Clemente puntual a su cita en
los hospitales.
EL RETIRO ESTABA CERCA
Conocía su cuerpo como un anatomista, y tenía la duda de si ya
no estaba dando todo lo que podía dar en el terreno de juego.
Se tocaba sus músculos y se preguntaba si podía seguir jugando
Después de 19 años en las Grandes Ligas.
Una de las anécdotas que se recuerdan de este enorme pelotero,
fue la ocasión en que se rindió homenaje al cronista radial de
los Piratas, Bob Prince, porque tenía algo común con Clemente:
gustaba De ayudar a los necesitados.
En el homenaje en 1972, Roberto quiso estimular con un buen
regalo al cronista y fue donde estaba su padre, don Melchor
Clemente para pedirle el regalo mas preciado de su carrera, El
bat de plata por su primer corona de bateo.
Prince no esperaba un regalo de tal valía, y lo aceptó con la
Condición de que cuando él muriese, el bat volvería a su dueño
Original, don Melchor. Pero el destino quiso que Roberto se
fuera primero, y Prince quiso devolver el regalo.
LA TIERRA SE ENCELO DEL MAR
A Roberto le conmovía todo lo que fuera dolor o tragedia, por
eso Cuando se enteró del terremoto de Managua, Nicaragua, se
aprestó A recolectar víveres y medicamentos para ir en ayuda
de sus Hermanos en desgracia.
Los rostros de los pequeños nicaragüenses cuando Clemente
visitó esa tierra en un campeonato mundial amateur quedaron
grabados en su mente.
Era un 31 de diciembre, a las 6 de la tarde, y el último Avión
con ayuda no había salido aún por fallas en los motores.
Clemente había avisado a su madre y a su esposa que él
personalmente iría en la expedición, a pesar de los ruegos De
Vera su mujer, de que pasara con su familia el fin de año.
Llovizanaba y sería el último vuelo del día, mientras la isla
Vivía los preparativos para despedir el año 72.
Cerca de la medianoche, cinco pasajeros emprendieron el vuelo
Hacia su destino, que sería el fondo del mar, muy cerca de la
costa de Carolina.
Y la tierra se enceló del mar, ya que éste sirvió de tumba al
incansable promotor de la paz, Roberto Clemente y sus
acompañantes.
UNA MUJER VIGILANTE
Manny Sanguillén se encontraba jugando en la pelota invernal
De Puerto Rico, y al enterarse de la noticia,se trasladó a
Carolina, Para buscar a quien siempre consideró su segundo
padre.
Cinco días fueron los que Manny se sumergió en las aguas,
permaneciendo más tiempo del que una persona normal aguanta
bajo el agua, pero su esfuerzo no fructificó.
Sus lágrimas se confundieron con el agua que chorreaba en el
visor De su traje acuático.
Era un huérfano más, como los tres varoncitos De Roberto .
Mientras tanto,una mujer permanecía de frente al mar, con el
corazón estrujado por el dolor, y sus ojos encendidos de
lágrimas Y la esperanza atardeciéndole en la razón.
La espera es inútil, el mar no devuelve a su esposo, y su
llanto Se convierte en una plegaria. El imponente mar fue la
tumba del astro, un sepulcro de inmensa magnitud para un
hombre excepcional, un luchador del bien y la Justicia, el
héroe deportivo portorriqueño más grande de la historia, el
Corsario Negro, Roberto Clemente.
(DICIEMBRE DE 1986)
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