Actividad Física y
Salud
Intensidad de la actividad física y riesgo de enfermedad coronaria en
los
hombres
La
relación inversa entre actividad física y riesgo de enfermedad coronaria
(a mayor actividad, menor riesgo) había sido ya bien demostrada. Las
personas sedentarias doblan el riesgo de padecer una enfermedad
coronaria comparadas con las que realizan periódicamente una actividad
física de cierta intensidad.
Pero, lo que aún no está claro es cuál sería el nivel óptimo en la
intensidad de la actividad física, para que fuera más positiva en esta
reducción del riesgo .
A esta interrogante se ha tratado de contestar en un trabajo publicado
en el Journal of American Medical Association del 23/30 de octubre por
un grupo de investigadores de la Harvard Medical School.
Su objetivo ha sido evaluar la cuantía, el tipo y la intensidad de la
actividad física en relación con el riesgo de enfermedad coronaria en
los hombres.
El amplio estudio prospectivo ha sido realizado en una población de
44.452 hombres, seguida a intervalos de 2 años, desde 1986 hasta enero
de 1998. La principal medida final del resultado de la evaluación ha
sido, en cada individuo, la incidencia de un infarto de miocardio
-causara o no la muerte del individuo- durante el periodo de
seguimiento.
La pregunta que se realizaba a los participantes sobre su actividad
física era la siguiente: ¿Durante el pasado año, cuál ha sido el tiempo
medio dedicado cada semana al tipo de actividad física que ha realizado?
Estas actividades físicas se clasificaron así:caminar (walking),
marchar al trote o jogging (< 10 kmph), correr (running)
(>10 kmph), practicar ciclismo, nadar, jugar al tenis o al squash, hacer
una tabla de gimnasia o remar.
Los ejercicios físicos contra resistencia (weight training)
fueron añadidos al cuestionario en el 1990. Caminar, como actividad
física, se subdividió en las siguientes variedades: casual (< 3,3 kmph),
normal (3,3-4,8 kmph), a paso vivo (5-6,5 kmph) y a grandes zancadas
(>6,6 kmph).
Durante el periodo de seguimiento se documentaron 1.700 nuevos casos de
enfermedad coronaria.
Los diversos tipos de actividad física se asociaron inversamente con el
riesgo de enfermedad coronaria. En comparación con los que no realizaban
ningún tipo de actividad física se observaron las siguientes
reducciones, en tanto por ciento, del riesgo de padecer una enfermedad
coronaria.
- Los que corrían una hora o más por semana presentaron una reducción
del riesgo del 42%.
- Los que practicaban ejercicios físicos contra resistencia durante 30
minutos o más por semana presentaron una reducción del riesgo del 23%.
- Los que remaban durante una hora o más por semana reducían el riesgo
en un 18%.
- Los que caminaban con paso vivo durante media hora o más por día
reducían el riesgo en un 18%. El ritmo de la marcha al caminar se
asociaba con una reducción del riesgo de enfermedad coronaria,
independientemente del número de horas caminadas.
En suma, la intensidad media del ejercicio físico se asociaba con una
reducción del riesgo de enfermedad coronaria, independientemente del
número de horas dedicado a la actividad física.
Como conclusión, los autores del trabajo consideran que el incremento
del volumen total de la actividad física, el aumento de la intensidad
del ejercicio aeróbico -de baja a moderada y de moderada a alta- así
como la inclusión de ejercicios contra resistencia en los programas son
las estrategias más efectivas para reducir el riesgo de enfermedad
coronaria en los hombres.
(Fuente:
JAMA)
Lesiones deportivas en la mujer
En
un trabajo publicado en la revista "American Journal of Sports
Medicine", un grupo de investigadores de la Universidad de Carolina del
Norte se plantea cuales son las causas de la mayor frecuencia de
lesiones de los ligamentos de las rodillas en las mujeres que practican
deportes: concretamente, en lo que se refiere al ligamento cruzado
anterior, las lesiones deportivas de este ligamento son casi 8 veces más
frecuentes en las mujeres que practican, por ejemplo, baloncesto, fútbol
y voleibol.
Los autores llegan a la
conclusión de que esta mayor frecuencia es debida al hecho de que las
mujeres, al caer del salto apoyan los pies en el suelo con sus rodillas
más rectas -más extendidas- y más torsionadas que los hombres.
Esta torsión súbita junto
con el exceso de presión en el interior de la cavidad articular de la
rodilla, condicionado por la posición más extendida de sus rodillas,
contribuiría a provocar un excesivo estiramiento de las fibras del
ligamento cruzado anterior e incluso su rotura.
Además, las mujeres
transmiten más fuerza a sus rodillas al caer del salto porque tienden a
utilizar más para elevarse del suelo el músculo cuádriceps -situado en
la cara anterior del muslo- que sus músculos gemelos, situados en la
cara posterior de la pierna.
La conclusión de los autores
del trabajo es que, si se entrenan a las atletas femeninas en la
utilización predominante de sus músculos gemelos para saltar, así como a
flexionar más sus rodillas al apoyar los pies en el suelo, se podrían
prevenir muchas de las lesiones deportivas del ligamento cruzado
anterior.
(Fuente: "
Nature")
La actividad física programada a partir de los 80 años previene las
caídas
Un
programa de ejercicios físicos en ancianos con 80 o más años, realizados
en casa, dirigidos por una enfermera de distrito dedicada a la
asistencia domiciliaria y , entrenada por un/una fisioterapeuta, resulta
no sólo efectivo sino eficiente (relación coste/beneficio) en la
prevención de caídas, según dos estudios publicados en el "British
Medical Journal" del 24 de marzo.
En el primer estudio -un
ensayo realizado con un grupo de control en el que no se realizaron los
ejercicios programados- una enfermera del servicio de salud dedicada a
la asistencia a domicilio, entrenada para este estudio por un/a
fisioterapeuta, realizó cuatro visitas a los ancianos en las semanas 1,
4, 6 y 8, con otra visita de estímulo a los 6 meses.
Los ejercicios consistían en
la potenciación de la musculatura de las extremidades inferiores
colocando pesos progresivamente elevados en los tobillos (1,2, 3 y 4 kg).
Los participantes debían hacer los ejercicios al menos tres veces por
semana -30 minutos cada sesión- y pasear al menos dos veces a la semana,
durante un año. En los meses en los que no estaba prevista visita a
domicilio, se telefoneaba al participante para mantener la motivación.
El programa fue efectivo en
los individuos con 80 años o más, pero no en los que tenían 75 a 79
años. Este programa parece ser más efectivo en los individuos con
musculatura más débil, ya que los ejercicios incrementan la fuerza
muscular lo suficiente para alcanzar el umbral crítico que es necesario
para mantener la estabilidad y disminuir significativamente el número de
caídas.
En el segundo estudio, la
diferencia estriba en que la enfermera que interviene pertenecía a las
unidades de medicina general y los resultados fueron similares en cuanto
a la reducción del número de caídas en los ancianos con 80 o más años.
Los efectos positivos del
programa de ejercicios pueden ser potenciados si tanto el anciano como
los familiares toman conciencia del riesgo de caídas y de las graves
consecuencias de éstas, de la necesidad de revisar las medidas de
seguridad en la casa y de la consultar a su médico de cabecera sobre la
dosis más adecuada de los fármacos psicotrópicos, si se le administra
este tipo de medicación.
(Para más información: "
British Medical Journal
")
Los beneficios de una actividad física regular sobre la salud
Los
beneficios de la actividad física sobre la salud y el bienestar han sido
valorados positivamente a lo largo de la historia en el mundo
occidental, aunque hasta la segunda mitad del siglo XX no se comenzaron
a acumular fundamentos científicos que sostuvieran esta creencia.
En la década de los años 70
se disponía de bastante información acerca de los efectos beneficiosos
de ejercicios vigorosos sobre la buena forma del sistema cardio-respiratorio,
por lo que la American Heart Association (AHA), entre otras
organizaciones, comenzó a publicar textos en los que se recomendaba la
actividad física.
Estas recomendaciones se
centraban en la resistencia cardio-respiratoria y en periodos de intensa
actividad física que implicaban a grupos de músculos largos, que duraban
al menos 20 minutos, durante 3 o más días a la semana.
Cuando se demostraron los
beneficios de una actividad física menos intensa, la AHA y otras
organizaciones pasaron a recomendar ejercicios regulares de actividad
física moderada como una buena opción a la falta de ejercicios. En los
EE.UU, dentro de los objetivos para conseguir un pueblo sano en el año
2000 (Healthy People 2000) se reconoce la importancia de la
actividad física.
Las "Guías Dietéticas" ("Dietary
Guidelines") del año 1995 incluían ya la actividad física para
mantener y mejorar el peso corporal, realizada durante 30 minutos, con
moderada intensidad, todos o, al menos, casi todos los días de la
semana.
Estas recomendaciones se
apoyan científicamente en los recientes hallazgos acerca de cómo la
actividad física afecta a la función fisiológica.
Las respuestas del cuerpo
humano a la actividad física tienen efectos muy positivos sobre los
sistemas músculo-esquelético, cardiovascular, respiratorio, metabólico,
inmunitario y endocrino.
Estos efectos implican una
serie de beneficios tangibles para la salud: reducción del riesgo de
enfermedad coronaria, hipertensión arterial, cáncer de colon y diabetes
mellitus.
La actividad física regular
también parece reducir la depresión y la ansiedad, mejora el carácter y
potencia la capacidad de realizar las tareas diarias a lo largo de la
vida.
Los efectos beneficiosos del
ejercicio disminuyen al cabo de 2 semanas de reducción sustancial de la
actividad física y desaparecen entre 2 y 8 meses, si no se recupera
dicha actividad.
Los riesgos asociados con la
actividad física también deben ser tenidos en cuenta. Los problemas más
comunes relacionados con la actividad física son lesiones
musculoesqueléticas, las cuales pueden producirse en relación con una
actividad física excesiva o bien cuando esta actividad se inicia de modo
súbito, sin preparación apropiada.
Problemas más graves (como
un infarto de miocardio o una muerte súbita) son bastante más raros,
presentándose en personas sedentarias, con arterioesclerosis
generalizada, que realizan bruscamente una actividad física extenuante,
para la que no están acostumbrados.
Las personas de hábito
sedentario que desean aumentar su actividad física deben hacerlo poco a
poco, hasta alcanzar el deseado nivel de actividad. Incluso entre las
personas regularmente activas, el riesgo de infarto de miocardio o de
muerte súbita está algo incrementado durante el ejercicio físico, aunque
sea inferior al de las personas sedentarias.
Las investigaciones sobre la
actividad física beneficiosa para la salud se han centrado sobre las
características que debe tener esta actividad para que suponga dicho
beneficio.
En las personas muy ocupadas
que no disponen de tiempo para realizar un programa de actividad física
durante 30 minutos -tiempo mínimo recomendado- repartir este tiempo en
varios episodios más cortos de actividad, siempre que sumen al final del
día los 30 minutos, produce los mismos resultados positivos.
A pesar de ser conscientes
de los beneficios de la actividad física, más del 60% de los
norteamericanos no llevan a cabo una actividad física de forma regular y
un 25% es totalmente inactivo.
(Fuente: "Physical
Activity and Health. A report of the Surgeon General".
National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion)
Artículos
tomados de
http://SALUDLANDIA.COM