Iglesia de la Comunidad Metropolitana

Vih/sida: ¿Castigo de Dios?

Un enfoque cristiano de fe, esperanza y amor.

 

¿Es el vih/sida un castigo de Dios?

¿Es el VIH un castigo de Dios? Simplemente para muchos creyentes la respuesta es ¿No!, ¡Definitivamente no!

Pero unas personas siguen respondiendo que "Sí". De hecho algunos de los que viven una religiosidad conservadora radical dan gracias a Dios por esta trágica epidemia que está extinguiendo la vida de cientos de miles de seres humanos en todas partes del mundo. Debido a que el VIH/SIDA, en los primeros años de la epidemia, fue asociado con la comunidad homosexual masculina en el mundo occidental, muchos miembros de la ultraderecha religiosa han usado esta pandemia como un arma para promover sus propios planes homofóbicos. La idea de que el VIH/SIDA es un castigo de Dios se basa en tres falsas concepciones: que los actos homosexuales son pecaminosos, que Dios envía el sufrimiento y que Dios castiga con enfermedades a los pecadores. Estas falsas suposiciones son el resultado de una particular forma de entender y concebir la sociedad, la sexualidad y la manera en que Dios actúa en el mundo.

¿Son pecaminosos los actos homosexuales?

Se ha dicho que existen algunos pasajes en la Biblia donde se condenan los actos homosexuales. Actualmente hay mucha controversia sobre ello. Algunos cristianos creen que estos pasajes condenan toda conducta homosexual. Sin embargo, un número creciente de especialistas en la Biblia están convencidos de que dichos pasajes condenan ciertos actos sexuales, tales como la idolatría o abuso. Por ejemplo, muchos investigadores de la Biblia creen que la historia de Sodoma y Gomorra (Génesis 19) condena la violación, no la homosexualidad, en tanto que la primera es un acto violento y ajeno a las relaciones amorosas entre personas del mismo sexo. En otros pasajes de la Biblia, por ejemplo, Ezequiel 16: 49-54, se identifica el pecado de estas ciudades como injusticia e idolatría. Asimismo, algunas autoridades religiosas

señalan que algunos pasajes del Nuevo Testamento, tales como 1 Corintios 6: 9 y Romanos 1: 24-27 hacen referencia a conductas sexuales abusivas y al margen del amor (por ejemplo, la paidofilia o la prostitución en el templo, actos comunes en esa época). Pese a todo, el mensaje cristiano es de perdón y sanación. Jesús no dijo nada para condenar la homosexualidad. Al contrario, habló mucho sobre fe, esperanza y amor.

Ciertos pasajes de la Biblia sobre los que no se discute afirman que todos pueden llegar a Dios a través de la fe. Juan 3: 16 enseña quien quiera que crea en Cristo tendrá la vida eterna. De acuerdo con ello, como señala en Juan, las lesbianas y hombres gay que crean en Cristo forman parte de esos "quien quiera".

La Biblia no solamente no condena las relaciones afectivas entre personas del mismo sexo, contiene numerosos ejemplos y alusiones positivas a la intimidad física y la sexualidad. Ejemplos de este tipo son las historias de Rut y Noemí, David y Jonathan y el Libro de Cantar de los Cantares.

Hoy en día muchos cristianos creen que la sexualidad tanto heterosexual como homosexual, es un regalo especial de Dios. Los hombres y las mujeres homosexuales necesitan reconocer y aceptar de corazón que el sexo es bueno. Las mujeres y los hombres de fe están llamados a celebrar y confirmar la bondad inherente en la sexualidad.

¿Envía Dios el sufrimiento?

¿Porqué las personas sufren? Todas las religiones han tenido que enfrentar estas preguntas. El mundo está lleno de gente que sufre a causa del hambre, enfermedades, pobreza y varias formas de opresión e injusticia. Si esto ocurre, ¿significa entonces que es ésta la voluntad de Dios, y que por tanto, la voluntad de Dios es que suframos?

La maldad constituye una fuerza muy presente en el mundo, no creada por Dios (Marcos 1: 32-34). El VIH/SIDA es en verdad una maldad devastadora que, sin embargo, no proviene de la voluntad de Dios, no es algo reservado sólo para hombres homosexuales, hemofílicos, neonatos con VIH, usuarios de drogas intravenosas o cualquier persona viviendo con VIH/SIDA. Jesús nunca castigó a nadie con enfermedades. Jesús sanó. El VIH/SIDA es de verdad una tragedia y Dios sufre con quienes por eso son estigmatizados o que han perdido a sus seres queridos. Las cosas malas sucedes. Muchas veces los seres humanos sufrimos sin tener ninguna culpa en tanto que el mundo puede ser un lugar injusto para vivir.

Dios no crea el caos o la injusticia. Dios trae orden al caos y exige justicia ahí donde existe la injusticia. Dios no provoca tragedias. Dios responde al sufrimiento con sanación. En ocasiones Dios sana físicamente. Otras veces envía gracia suficiente para creen en medio del sufrimiento, aún al enfrentar la muerte (1 Corintios 12: 9). Un ejemplo de la sanación de Dios a través de la gracia puede observarse en una mujer que tenía un amigo que murió por complicaciones relacionadas con el SIDA: "siendo un niño él fue abusado y abandonado por su madre. Como adulto, durante sus últimos meses de vida su madre vino a vivir con él. En ese tiempo juntos sanaron viejas heridas. Se perdonaron mutuamente y su fe creció. Mi amigo recibió un regalo sanador de amor de parte de su familia que nunca antes había conocido".

Aunque la injusticia de la tragedia invada nuestra vida, el amor de Dios puede traer la bondad, la belleza, lo bueno en forma de sanación y crecimiento. Podemos encontrar la mano sanadora de Dios en medio de nuestras lágrimas, nuestra tristeza y de nuestros gritos de rabia. Podemos encontrar la mano sanadora de Dios en als palabras de amor y consuelo que los demás nos comparten. Aún más, esa paz interior surgida a partir de la presencia y las promesas de Dios. Después de todo tenemos conocimiento de todo lo bueno que Dios hace por quienes le aman (Romanos 8: 28).

¿Se castiga a los pecadores con enfermedades?

¿Está castigando Dios a los hombres y mujeres homosexuales con VIH/SIDA? Esta clase de preguntas se han realizado durante siglos, aún antes que el VIH/SIDA llegara a ser tópico de actualidad. Cada cierto tiempo alguna enfermedad misteriosa o algún desastre azote a una comunidad determinada.

Siempre ha habido quien dice que Dios lo ha enviado como castigo a las personas afectadas. De ser cierto que el VIH/SIDA es una plaga enviada por Dios a la comunidad lésbico-gay existirían algunas fallas en esa concepción. ¿Qué hay con todos aquellos que no siendo homosexuales se encuentras infectados o han sido afectados por esta enfermedad? ¿Qué explicación puede ser dada al hecho de que el VIH/SIDA ha diezmado a la población del África Central donde el medio de transmisión es fundamentalmente a través de relaciones heterosexuales?

Evidentemente no existe ninguna justificación para sugerir que Dios ha enjuiciado negativamente a la comunidad lésbico-gay. Tampoco para decir que Dios h enviado el VIH/SIDA como castigo. Sería como preguntarse si acaso todas las mujeres con cáncer de pecho son víctimas de la ira de Dios, o si todos aquellos que descienden de africanos son castigados con anemia drepanocítica. ¿Acaso los judíos han hecho algo malo para merecer la enfermedad de Tay-Sachs? La mayor parte de las personas respondería a estas preguntas con un rotundo ¡No!.

En tiempos de Jesucristo las personas se hacía preguntas parecidas. Entonces, como ahora, muchos asumían que el sufrimiento es resultado directo del pecado, pero Cristo desafió esa idea. Jesús vio, al pasar a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: "Rabí, ¿quién peco, él o sus padres para que halla nacido ciego?" Respondió Jesús: "ni él pecó i sus padres, es para que se manifiesten las obras de Dios. (Juan 9: 1-3)

Jesús entonces extendió su mano y sanó al ciego. Los cristiano también debemos rechazar la idea de que l VIH/SIDA o cualquiera otra enfermedad es enviada como castigo por el pecado. Las personas de fe, al igual que Jesucristo deben extender su mano con un toque sanador en vez de extender el sufrimiento como una retribución de Dios, éste puede llegar a ser una oportunidad en la que puede manifestarse su amor.

Cuando los cristianos extiendan su mano y toquen a quienes viven con el VIH/SIDA, pueden convertir el sufrimiento en un ejemplo vivo en el amor de Dios.

¿Qué responsabilidad tienen las personas de fe?

Mientras en la cultura de nuestro tiempo se concentra en mucho frecuencia en el pecado y la maldad como una cuestión individual, la Biblia frecuentemente habla del pecado como algo que involucra a los seres humanos como grupo. En forma similar la maldad acontece en grupos, en estructuras y en elementos que están más allá del individuo. Una respuesta de fe hacia el VIH/SIDA deberá ser una respuesta de grupo y al mismo tiempo una respuesta individual. Si los actos afectivos homosexuales no son pecaminosos y Dios no envía el sufrimiento o castiga a las lesbianas o a los hombres homosexuales con el VIH/SID, entonces ¿qué impide a toda persona, especialmente a hombres homosexuales y mujeres lesbianas, a responder con fe?

Una posible respuesta es la homofobia, el miedo irracional, odio y rechazo a las lesbianas y hombres homosexuales.

La homofobia afecta a las lesbianas y hombres homosexuales que creen que hay algo malo en su sexualidad, lo que les lleva a cuestionarse su validez como personas y a entregarse a un autorrechazo. El resultado será una baja autoestima que puede provocar el abandono de prácticas sexuales seguras. En el caso de los jóvenes homosexuales esta baja autoestima aprendida a partir de la homofobia presente en la cultura, en ocasiones les impide, desde el principio de su actividad sexual la adopción de prácticas sexuales seguras. No es de extrañar que esto, combinado con un sentimiento de invulnerabilidad hacia las enfermedades (común entre los jóvenes) haya provocado u crecimiento más acelerado en los índice de infección por VIH que en cualquier otra población. A la gente e le enseña la homofobia desde muy temprana edad a partir de ciertos chistes cobre "maricones" provocados por la ausencia de modelos positivos o ejemplares. Enfrentar el miedo a la propia enfermedad e identificarla es el primer paso para acabar con la parálisis que afecta a buena parte de la comunidad lésbico-gay Liberarse de la homofobia constituye un importante primer paso hacia la prevención y eliminación de esta trágica enfermedad.

Jesús dijo: "la verdad os hará libres" (Juan 8:32) y sin embargo, con demasiada frecuencia a causa del miedo, la gente continua negando la verdad o evitando aprender acerca del VIH/SIDA. Es responsabilidad de todo hombre y mujer de fe educarse a sí mismo y a todos aquellos a quienes puedan alcanzar. Mucha gente tiene miedo a contagiarse de VOH/SIDA. Ese miedo puede superarse con los hechos mismos de la realidad, con información acerca de cómo se transmite el VIH. La mujeres y hombres de fe pueden seguir teniendo una actitud positiva hacia la sexualidad y al mismo tiempo seguir siendo serenegativos.

Siguiendo el ejemplo de Jesús los hombres y mujeres de fe están llamados comer con quienes viven con el VIH/SIDA, a compartirles su casa (Mateo 25:6), a tocarles y a proporcionarles intimidad (Mateo 8: 24) y a sanarles (Lucas 17:11-19)

Una presencia de fe y cercanía en la vida de quienes viven con VIH/SIDA da testimonio del toque sanador de Jesús. Ésta es una de las mayores responsabilidades de los hombres y mujeres de fe.

¿Es el vih o el sida un castigo de Dios?

En la mente y en el corazón de muchas mujeres y hombres de fe la respuesta es clara, "¡no, de ninguna manera!". Esta pandemia es una tragedia, sin embargo, da a las mujeres y hombres de fe la oportunidad de ser testigos fieles del amor y la gracia sanadora de Dios aún frente al sufrimiento, la muerte y el dolor.

Invitando a toda persona a una nueva vida a través del Evangelio liberador de Jesucristo...

Confrontando la injusticia de la pobreza, el sexismo, el racismo y la homofobia mediante la acción social cristiana...

Motivando a la creación de una comunidad de sanación y reconciliación a través de la fe, la esperanza y el amor.

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Este folleto fue editado en 1985 en cooperación con la Comisión de Fe, Fraternidd y Orden de la FUICM por la Rev. Jennie Boyd Bull, presidenta de la Comisión. La revisión para la edición de 1994 fue hecha por el Rev. A. Stephen Pieters, Director del Ministerio de Sida de la FUICM.

Versión en Castellano 1997.