Regresar |
El sentido de la Catolicidad y de la unidad en la liturgia.
Por Gianluca Biccini
“La
carta apostólica de Benedicto XVI Summorum Pontificum sobre le uso
del la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970 está haciendo
volver de entre algunos no Católicos a la plena comunión con Roma. Se están
recibiendo peticiones en tal sentido luego que el papa ha renovado la
posibilidad de celebrar según el antiguo rito”. Al afirmarlo el cardenal
Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei,
que en esta entrevista a nuestro periódico, después de la publicación del
documento pontificio en el Acta Apostolicae Sedis, clarifíca su
contenido y evidencia su importancia como instrumento para conservar el
tesoro de la liturgia que viene desde San Gregorio Magno y para un renovado
dialogo con cuantos, en razón de la reforma liturgica, se distanciaron de la
Iglesia de Roma. La publicación en el Acta ha sido precedida por
pocos días por el nombramiento por [parte de] Benedicto XVI del
vicepresidente de la Ecclesia Dei, del anterior secretario monseñor Camille
Perl, y de un secretario, monseñor Marini, que era secretario adjunto.
La carta, en forma de motu proprio, no se refiere a la actual forma
normal —la forma ordinaria— de la liturgia eucarística, que es aquella del
Misal Romano publicado por Paulo VI y reeditado en dos ocasiones por Juan
Pablo II; sino que se refiere al uso de la forma extraordinaria, que es
aquella del Missale Romanum anterior al Concilio, publicado en 1962 con la
autoridad de Juan XXIII. No se trata de dos ritos diferentes, sino de un uso
doble del unico rito romano. Es la forma celebrativa —explica el purpurado
colombiano— “que ha sido usada por más de 1.400 años. Este rito, que
podríamos llamar gregoriano, ha inspirado las Misa de Palestrina, Mozart,
Bach y Beethoven, de las grandes catedrales y maravillosas obras de pintura
y de escultura”.
“Gracias al motu proprio no pocos han pedido el regreso a la plena
comunión y algunos ya han vuelto —añade el presidente de Ecclesia Dei—. En
España, “El Oasis de Jesús Sacerdote”, un monasterio de clausura completo
con treinta hermanas guiadas por su fundador, y ya ha sido reconocido y
regularizado por la Pontificia Comisión; luego hay grupos americanos,
alemanes, y franceses en vía de regularización. Y finalmente están
sacerdotes individuales y muchos laicos quienes nos han contactado,
escribiéndonos y pidiéndonos una reconciliación y de otra parte hay otros
muchos fieles que manifiestan su gratitud al Papa y su complacencia por el
motu proprio”.
Algunos han acusado al Papa de querer imponer un modelo litúrgico en
cuyo lenguaje y gestos del rito parecen ser monopolio exclusivo del
sacerdote, mientras los fieles resultan ser extraños y quedan excluidos de
un trato directo con Dios.
Con ocasión del Bautismo del Señor, por ejemplo, Benedicto XVI efectivamente
ha celebrado en la Capilla Sistina con el rostro vuelto hacia el crucifijo.
El Papa ha celebrado en italiano según la forma ordinaria, que no excluye,
sin embargo, la posibilidad de celebrar hacia el altar y no versus
populum y que prevé también la celebración en latín. Recordemos que la
forma ordinaria es la Misa que dicen todos los sacerdotes, según la reforma
postconciliar; mientras la forma extraordinaria es la Misa anterior a la
reforma liturgica que a tenor del motu proprio hoy pueden celebrar todos y
que no ha sido nunca prohibida.
¿Pero algunas críticas parecen venir también de los obispos?
Algunos tienen dificultad, pero se trata de pocas excepciones, porque la
mayor parte esta de acuerdo con el Papa. Más bien, se muestran dificultades
prácticas. Es necesario hacer claridad: no se trata de un retorno al pasado,
sino de un progreso, porque así hay dos riquezas, en vez de una sola. Se
ofrece por tanto esta riqueza, respetando el derecho de aquellos que están
particularmente ligados a la antigua liturgia. Aquí podemos encontrar
algunos problemas de buen sentido. Por ejemplo, puede suceder que un
sacerdote no tenga la preparación y la sensibilidad cultural adecuada. Basta
pensar en sacerdotes que son originarios de áreas lingüísticas muy
diferentes de la latina. Pero no siempre se trata de un rehusarse; es la
presentación de una dificultad verdadera, que se debe superar.
Nuestra propia Pontificia Comisión está pensando organizar una forma de
ayudar a los seminarios, a las diócesis y las conferencias episcopales. Otra
prospectiva a estudiar es la de promover ayudas multimedia para el
conocimiento y el aprendizaje de la forma extraordinaria con toda la riqueza
teológica, espiritual, artística legada también por la antigua liturgia. Aún
más, parece importante que sean envueltos grupos de sacerdotes que ya usen
la forma extraordinaria, que se ofrezcan a celebrar, ilustrar y enseñar la
celebración según el Misal de 1962.
¿Así que no hay problema?
Es más que nada una controversia nacida de una cierta falta de conocimiento,
Algunos por ejemplo piden permiso, como si se tratase de una concesión o de
un caso excepcional, pero no se necesita: el Papa
ha sido claro. Es un error de algunas personas y de algunos periodistas,
aquello de sostener que el uso de la lengua latina concierne
sólo al antiguo rito, mientras en cambio está previsto en el Misal de Paulo
VI.
Por medio del Motu
Proprio “Summorum Pontificum” el Papa ofrece a todos los sacerdotes
la posibilidad de celebrar la Misa también en la forma tradicional y a los
fieles de ejercitar el derecho de tener este rito cuando hay las condiciones
especificadas en el motu proprio.
¿Cómo han reaccionados grupos como la Fraternidad San Pío X, que
rehúsa celebrar la Misa del Novus Ordo establecido después del Concilio
Vaticano II?
Los lefebvrianos desde el comienzo han afirmado que la forma antigua no
había sido abolida. Es claro que no ha sido abrogada, incluso antes del
Motu Proprio no pocos la consideraban prohibida. Ahora, en cambio,
puede ser ofrecida a todos los fieles que lo deseen de acuerdo a la
posibilidad. Pero también es claro que si no hay un sacerdote adecuadamente
preparado, no se la puede ofrecer, porque no se trata sólo de la lengua
latina, sino también de conocer el uso antiguo como tal. Se necesita conocer
algunas diferencias: el mayor espacio de silencio por los fieles que
favorece la contemplación del misterio y la oración personal. Encontrar
espacios de silencio es, hoy, para nuestra cultura una necesidad no sólo
religiosa. Recuerdo haber participado cuando era obispo, de un curso para la
gestión de empresa de alto nivel, en donde se hablaba de la necesidad que el
jefe tuviera a disposición un cuarto semioscuro en el cual se sentara a
pensar antes de decidir. Silencio y contemplación son actitudes necesarias
incluso hoy, sobre todo cuando se trata de Dios.
Han pasado ocho meses desde la promulgación del documento. ¿Es
verdad que eso ha suscitado muchas consecuencias también en otras realidades
eclesiales?
El Papa ofrece a la Iglesia una riqueza que es espiritual, cultural,
religiosa y Católica. Hemos recibido cartas de consenso también de prelados
de las Iglesias Ortodoxas, de fieles anglicanos y protestantes. En fin, hay
también sacerdotes de la Fraternidad San Pío X que, singularmente, buscan la
regularización de sus posiciones. Algunos de ellos han suscrito ya la
formula de adhesión. Se nos ha informado que hay fieles laicos
tradicionalistas, cercanos a la Fraternidad, que han comenzado a frecuentar
la Misa en el rito antiguo ofrecido en las iglesias de sus diócesis.
¿Cómo es posible un retorno a la “plena comunión” de personas
excomulgadas?
La excomunión se refiere sólo a los cuatro obispos, porque fueron ordenados
en contra del mandato del Papa y contra su voluntad, mientras los sacerdotes
están solamente suspendidos. La Misa que celebran es sin duda valida, pero
no legal y, entonces la participación no es aconsejable, a menos que en los
Domingos no exista otra posibilidad. Ciertamente ni los sacerdotes, ni los
fieles están excomulgados. Me gustaría a propósito resaltar la importancia
de un conocimiento claro de la cuestión para poder juzgarla correctamente.
¿No teme que el intento de volver a traer a la Iglesia a hombres y
mujeres que no reconocen el Concilio Vaticano II, pueda provocar un
alejamiento de aquellos fieles que por el contrario ven en el Vaticano II
una brújula para la navegación de la barca de Pedro, sobre todo en estos
tiempos de continuos cambios?
Sobre todo el
problema frente al Concilio no es, a mi parecer, tan grave como parece. De
hecho, los obispos de la Fraternidad San Pío X, con su cabeza monseñor
Bernard Fellay, han reconocido expresamente el Vaticano II como Concilio
Ecuménico y monseñor Fellay lo ha subrayado en un encuentro con Juan Pablo
II, y más explícitamente en una audiencia del 29 de agosto de 2005 con
Benedicto XVI. No se puede olvidar que monseñor Marcel Lefebvre firmó todos
los documentos del Concilio.
Pienso que su crítica al Concilio se refiere sobre todo a la claridad de
algunos textos, en ausencia de lo cual se abre el camino a interpretaciones
no concordes con la doctrina tradicional. Las dificultades más grandes son
de carácter interpretativo o tienen que ver con algunos gestos en el plano
ecuménico, pero no con la doctrina del Vaticano II. Se trata de discusiones
teológicas, que pueden tener su lugar dentro de la Iglesia, donde de hecho
existen diversas discusiones interpretativas de textos conciliares,
discusiones que podrían continuar también con los grupos que retornen a la
plena comunión.
¿Así que la Iglesia tiende la mano, incluso a través de este nuevo
motu proprio sobre la liturgia antigua?
Si, sin duda, porque es precisamente en la liturgia que el sentido de la
catolicidad se expresa y es fuente de unidad. Me gusta mucho el Novus
Ordo, el cual celebro cotidianamente. No he celebrado según el Misal de
1962, después de la reforma litúrgica postconciliar. Hoy en el retomar
algunas veces el rito extraordinario, también yo he redescubierto la riqueza
de la antigua liturgia que el Papa quiere mantener viva, conservando aquella
forma centenaria de la tradición romana.
No debemos nunca olvidar que el punto supremo de referencia en la liturgia,
como en la vida, es siempre Cristo. Entonces no tememos, también en el rito
litúrgico, volvernos hacia El, hacia el crucifijo, junto con los fieles,
para celebrar el santo sacrificio, en modo incruento, como el Concilio de
Trento ha definido la Misa. |
|
|