Miguel Campos
Torreón, Coahuila .- Como si de pronto la iglesia hubiera retrocedido a
través del tiempo, en la catedral de Nuestra Señora del Carmen el
sacerdote apareció parado de frente al altar, al igual que los fieles
católicos presentes, tal y como era la costumbre en el rito católico antes
del Concilio Vaticano II.
Así, como un acontecimiento extraordinario promovido por la agrupación
"Una Voce de México" los participantes vivieron la experiencia de
involucrarse en la celebración de una misa en latín, en la que la
solemnidad de la liturgia fue armonizada con cantos gregorianos, en
ocasión del Día de la Inmaculada Concepción.
De ninguna manera es querer darle la espalda al pueblo sino, por el
contrario, se trata de unirse a él en la celebración de la Eucaristía de
cara al altar, "como viendo a Cristo que nace en el oriente para iluminar
al mundo entero", explicaba antes de la ceremonia el ministro oficiante,
el padre Ramón Sevilla Flores, sacerdote jesuita al servicio de la
parroquia de San Judas Tadeo y vicario del tribunal eclesiástico de la
Diócesis de Torreón.
Esta forma de celebrar, dijo, tiene la ventaja de que acentúa la dimensión
vertical de la misa en alusión al camino hacia la trascendencia que todo
individuo siempre debe seguir al tratar de imitar la actitud de Cristo, y
que complementa la parte horizontal de toda existencia relativa a lo
complementario, a todo aquello que pertenece a este mundo como algo
inminentemente pasajero.
Ya el 8 de febrero del presente año, también en catedral se vivió una misa
en latín e igualmente a iniciativa de "Una Voce de México", la primera en
varias décadas. En esa ocasión la Eucaristía fue oficiada por el padre
Francisco Castillo Santana.
Fue hacia el año de 1966 cuando el padre Ramón Sevilla ofició su última
misa en latín, antes de que entraran en vigor las reformas derivadas del
Concilio Vaticano II, sin embargo, ayer a sus 81 años de edad demostró
tener muy presente lo que aprendió y mantuvo en la práctica durante sus
primera etapa de ejercicio ministerial.
La forma extraordinaria de esta misa se celebró con base en el Misal
Romano de 1962, en el entendido de que solamente lo ordinario de la
Eucaristía fue lo que la gente pudo escuchar en latín, en tanto que las
lecturas, los salmos y el evangelio se presentaron en español.