"El barrio del Cordon"
En el tiempo de los españoles, cuando la ciudad estaba cercada por una muralla reciamente fortificada, lo que estaba más allá de ella era el territorio de "extramuros". A partir de esa muralla comenzaba el paraje del "ejido", que los antiguos vecinos llamaban Campo de Marte, expresión de orígen romano con que aquí se designaba la extensión comprendida fuera de los portones, pero dentro del "tiro de cañón", extensión que se calculaba en unas 600 toesas - medida antigua - lo que equivalía a unos 1.200 metros, vale decir, aproximadamente unas doce cuadras de hoy. Lo de "tiro de cañón" calculado en 600 toesas era sólo una medida longitudinal teórica, y se usaba para marcar la distancia entre los muros y el "ejido". Probablemente nunca nadie disparó un tiro de cañón desde el Portón de San Pedro, o desde el de San Juan, para comprobar hasta donde llegaba la bala. Pero lo cierto es que en el área del mentado "Campo de Marte", que se calculaba en base a esa medida teórica, estaba prohibido edificar desde la época de la vigencia de las leyes de Indias. Esos terrenos se guardaban para desarrollar en ellos una futura extensión o ampliación de la ciudad, ampliación que no se verificó nunca en tiempos del rey, per sí en cuanto se inició la era republicana, cuando se diagramó allí la "ciudad nueva" de Montevideo. La prohibición de edificar se justificaba, además, por el peligro que entrañaba la posición de esas tierras, tan próximas a los muros, en caso de un ataque. Pero el impedimento de levantar construcciones en esa zona, que legal y teóricamente habría sido imperioso durante la colonia, en los hechos no lo fué tanto. La disposición resultó constantemente transgredida y fueron muchos los vecinos que levantaron allí casas, tahonas, depósitos y otros edificios, aunque de fajina y no de materiales, para poder despejar rápidamente el lugar en cualquier emergencia. De modo que el "tiro de cañón", las 600 toesas, marcaba el límite del "Campo de Marte" en los "ejidos" de la ciudad, y se situaba, más o menos, por donde hoy corre la calle que lleva el nombre testimonial de Ejido. Después del ejido, hacia el Este y hacia el Norte, empezaban los "propios" del Cabildo, que eran las dehesas para pastura del ganado común, según preveían las leyes de Indias. Estos terrenos que, como los del "Campo de Marte", también eran de propiedad fiscal, finalizaban donde comenzaban las chacras repartidas por la corona a los pobladores de Montevideo. El límite entre los "propios", o dehesas del Cabildo, y las chacras de los pobladores, estaba marcado, desde el siglo XVIII, por la línea que se llamó "de Propios" (y ahora es el bulevar Batlle y Ordóñez, ex camino Propios). Esta línea se extendía, y se sigue extendiendo, entre el "Cerro de Montevideo Chico" (ahora llamado Cerrito de la Victoria) y el Río de la Plata (a la altura del actual barrio del Buceo). Pero nos habíamos propuesto desentrañar el orígen del nombre del Cordón. Ahora sabemos que después de las murallas de Montevideo se extendían los "ejidos", cuyo límite estaba marcado por el tiro de cañón a una distancia de 600 toesas de la fortificación. Y más allá se extendían los "propios" o dehesas del Cabildo, que eran campos para pastura del ganado. En un mapa se puede observar que las actuales calle Ejido y bulevar Batlle y Ordóñez corren aproximadamente paralelas. Pues bien, en 1750 se dispuso, según relató don Isidoro de María, el disfrutable cronista del Montevideo antiguo, que se practicara una demarcación, con mojones, en la línea del "ejido" que separaba el "Campo de Marte" de los "propios" del Cabildo. Este "cordón de mojones", trazado en 1750 para delimitar ambos parajes, dió orígen al nombre de Cordón con que se conoció entonces la zona por donde se extendían estas señales, nombre que después, desde el siglo XIX, se comunicó al barrio que da inicio a la "ciudad novísima", al Este de la "ciudad nueva". El primer mojón se colocó en la llamada "piedra nativa", contigua al arenal de la fuente de las Canarias, en la Aguada (lugar que situamos aproximadamente en la hoy intersección de las calles La Paz y Yaguarón, donde estuvo la archifamosa Quinta de las Albahacas). La línea demarcatoria continuaba hacia el sur, cruzaba la Cuchilla Grande por donde hoy están la plazoleta del Gaucho y el Palacio Municipal, y culminaba en el Río de la Plata, en la playa que se llamó de Santa Ana, aproximadamente donde se cruzan ahora Gonzalo Ramírez y Barrios Amorin. Este primer trazado del "cordón de mojones" debió ser rectificado en 1786. Para entonces, la pérdida o destrucción de muchas de las marcas y la presencia de vecinos asentados ilegalmente en el paraje - con su secuela de complicados pleitos -, obligaron al Cabildo a practicar una nueva diligencia de mensura, que esta vez fué encomendada al perito agrimensor don Matías Sánchez de la Rozuela. Pero en esta diligencia de 1786, el Cabildo varió la medida primitiva de las 600 toesas y la sustituyó por una distancia de 1.600 varas contadas a partir del extremo de la Ciudadela, lo cual llevó la línea del "cordón de mojones" unos 400 metros mas al Este del lugar donde había estado emplazada la primera. El sitio donde presuntamente, en 1786, se colocó la "ahuja" (léase hoy "aguja") para trazar la línea habría sido ubicado en un predio de la hoy calle Hermano Damasceno, entre Galicia y Cerro Largo. En la finca No. 1728 de esa calle, existe una placa conmemorativa de esta segunda medición, colocada allí, en 1950, en ocasión de los festejos del bicentenario del Cordón. Queda claro, entonces, que, como lo indica la palabra, el Cordón no es otra cosa que un "cordón de mojones". Su objeto fue, simplemente, el de separar los terrenos del ejido de las tierras de propios. "Los barrios de Montevideo" Quien observa hoy las propiedades horizontales de 18 de Julio entre Ejido
y el Bulevar, como una auténtica realidad montevideana; quien advierte
toda la movilización existente entre la referida arteria y la de
Constituyente; quien, en una palabra, halla al Cordón como una
cosa vieja que se va renovando, tendrá sus problemas para relacionar
todo ello con aquella seudo teoría según la cual, para resolver
los problemas urbanísticos, habría que construir las ciudades
en el campo...
Aquello de que el Cordón, o línea imaginaria trazada en los límites del Ejido de la ciudad, tuviera su origen en un tiro de cañón lanzado desde la misma Ciudadela, para convertir todo el espacio intermedio en un terreno despoblado, defensivo de la villa militarizada, terreno que llevó el muy mitológico nombre de Campo de Marte, sonaba a origen ilustre, a ritmo bélico de 1812 de Tchaikowsky, o por lo menos, a charanga de un apuesto regimiento de artillería. Ese tiro quedaba muy bien. Grande habrá sido la decepción de algunos, cuando en 1950, el 26 de abril para ser más exacto, quedó deshecha la hipótesis, al convertirse lo balístico en un simple problema de agrimensura militar. Fue el arquitecto D. Carlos Pérez Montero, quien en conferencia dictada en el Instituto Histórico y Geográfico, con motivo de los festejos motivados por el Bicentenario del Cordón, dijo "que el tiro de cañón era una unidad de medida que se empleaba para señalar una distancia determinada-, y que ahora la tradición modificó la realidad de los hechos convirtiéndolo en un acto simbólico que la imaginación popular lo ha tomado... como un precioso documento". UN AUTENTICO HEROE EN LA BARRIADA: ARTIGAS Si la verdad histórica pudo deshacer una hermosa leyenda, en cambio riquísima documentación prueba que el héroe máximo de la Patria, tuvo larga presencia y mando dentro de la zona. Ahí están los espléndidos tomos Publicados por el Archivo Artigas, para demostrarlo. Un documento de 1804, demuestra las dificultades en medio de las cuales vivían los vecinos. "La extensión de los nuevos muros de fortificación hasta el punto que designa el terreno dominante a esta ciudad y se conoce con el nombre del Cordón es una instancia que al paso que se dirige a constituir al Pueblo en un estado excelente de defensa se consulta con ella al subsistencia de un crecido número de buenos edificios, y se enjuga el llanto de tantos vezinos (sic) que especifica el empadronamiento que acompaña este expediente que sin otro delito que hallarse situados en la distancia del tiro de cañón de la Plaza miran con dolor la demolición de sus avitaciones (sic) con que a cada paso se les “amenaza” (Op. cit, III, LVIII). Y se transcriben muchas listas de Revista. Siempre en las mismas está presente, con cargos de jerarquía, D. José Artigas. Por momentos, se le da como ausente por cumplir importantes comisiones en campaña. Mientras la Guardia del Cordón, recibe a muchos presos, envidos precisamente por el futuro Precursor. Todo ello demuestra que el Cordón fue centro, y buen centro, de actividades del blandengue inmortal. MAS DE HERÁLDICA CORDONENSE Esto de heráldica, no puede pasar de frase generosa, porque según
el testimonio de D. Isidoro, "los cardos y las lagartijas campeaban
por sus respetos”, en el Cordón del 1795, aunque abonaran
en favor del futuro barrio “la ausencia de arenales estériles
y el recuerdo, sobre todo, de que veinte y tantos años antes (1767)
se habían delineado en el Cordón unas sesenta cuadras con
calles de quince varas de anchura, para población, por Bartolomé
Mitre, poblador del paraje y comisionado al efecto”. De donde se
deduce que el Cordón fue bienquisto por el fundador de una rama
ilustre en la nación argentina. Y se dan más apelativos:
Ximénes, del Valle, Medina, Melilla, Sandobal, sin faltar la Paraguaya.
Además, el más importante: José Antonio Artigas. ANTIGÜEDAD Y TOROS EN EL BARRIO Aunque la piqueta se está llevando muchos rastros, la prueba de
que Montevideo cumplió con la orden de "no edificandi"
entre la Ciudadela y la línea del Cordón, la proporciona
ese conjunto de construcciones viejísimas allá por las calles
Paysandú y Cerro Largo, bien enclavadas en zona cordonense, y que
aceptan cualquier comparación de vejez con las de la llamada Ciudad
Nueva. Otra prueba la dan las desigualdades con respecto a la línea
de la calzada. Pero quien quiera observarlo, apresúrese porque
la propiedad horizontal no tiene mucho respeto que digamos por la tradición
y por la historia. UN CRIMEN Y UN MOTIN Ya el Cordón poblado, con sus típicas casonas de un piso,
de patios grandotes, adornados con macetones de barro, fue sacudido por
dos hechos trágicos en la última década del siglo.
El primero de ellos, tuvo una repercusión que llega hasta nosotros
por circunstancias especialísimas. PELIGROS DEL MICROCOSMOS He escrito mucho sobre el tema, lo cual hace sumamente difícil
no repetir algún recuerdo, algún pensamiento o alguna anécdota.
No obstante lo simpático que resulta el desarrollo, permanentemente
hay que estar venciendo otros impulsos. Los de la sensiblería propicia
al microcosmos infantil y de la primera juventud, con su imán de
posibles bandoneones. Pero subsisten dos recuerdos firmes al margen totalmente
de esos inconvenientes: la tranquilidad aldeana y el patriarcalismo. LA CIUDAD UNIVERSITARIA Hubo mucha gente que hizo bien a la infancia y la juventud en la zona. OTRAS INQUIETUDES Política, religión, actividades sociales, beneficencia, han adquirido importancia suma en el lugar. ¿Política? Recuérdense las primeras asambleas colegialistas del “Stella D´ Italia"; la escisión anticolegialista, que explota en el club de la 7ª, de Constituyente y Magallanes, en edificio existente, hoy vidriería; tantas manifestaciones nacionalistas; es decir toda la realidad y la discusión vernáculas. En materia religiosa, aparte de hermosos templos protestantes, la clásica hermandad de los Capuchinos ha proporcionado nada menos que el primer Cardenal uruguayo. Sobre beneficencia, ahí está la obra admirable de la Liga Uruguaya contra la Tuberculosis, que provocaba el interés de la ciudad plena hace 40 años, con sus colectas callejeras, quizás las primeras de importancia realizadas con nobles propósitos, al margen, se entiende, de las casi prehistóricas de la Hermandad de Caridad en el Montevideo viejo. Otra institución de auténtica solidaridad, que honra al barrio, es la Sociedad "Cristóbal Colón". Y no olvidemos al Hermano Marcelino. EL TEATRO EN EL CORDON El subtítulo, también da para mucho, pues el Cordón
ha sido y es un amplísimo escenario. A estar a los, papeles que
he hallado, el origen es de los de franja verde -seguramente muy ingenua-
pues en 1824, cuando comenzaba la decadencia de la Cisplatina, se quejan
de dos titiriteros, Pedro Falcón y José Valenzuela, porque
"representaron modernamente en el Cordón y en esta Ciudad
(la ciudad era Montevideo), la escena de un Frayle y de un Penitente,
confesándose con él por el orden numeral del Decálogo
hasta incluir el sexto precepto de la Ley divina...”Hay que llegar
al 1867, para apreciar en la prensa un TEATRO EN EL CORDON, contiguo a
la plaza de Artola, con el prestidigitador Julio.Bosco. Un año
después, ya se le designa Teatro de la Esperanza e interviene la
Cía. mimoplástica de S. Sanguinetti. Por el 71, cobró
bastante importancia otro lugar de espectáculos en el Recreo del
Cordón, existente en las inmediaciones de Gaboto, Chaná
y Charrúa. Mereció elogios de José Pedro Varela.
Contiguos al actual monumento al Gaucho, hubo un Club Dramático
Italiano y la Sociedad Stella D' Italia, hasta que ésta, en 1895
da el campanazo, e inaugura su teatro, en Mercedes y Yaro (hoy Tristán
Narvaja), que hoy es el que sigue al Solis en esas cosas de la subsistencia.
Ha habido en la sala, con altibajos, actividades escénicas de todo
tipo. En un principio, las familias del Montevideo viejo se abstuvieron
de concurrir, pero luego, con conjuntos aceptables, fue vencida la resistencia.
Y por muchos años, hasta que murió a raíz de un accidente
ocurrido en dicha sala, Enrique Montefusco hizo de bufo y de héroe.
El Pabellón Nacional, (hoy terreno ocupado por la Municipalidad)
tuvo su auge a fines del siglo pasado, Zarzuelas, sainetes y circo criollo
fueron su condimento. Allí José Enrique Rodó, el
grande, se enamoró platónicamente de la actriz Lola Millanes,
y le dedicó una de sus contadísimas composiciones en verso. TIPOS POPULARES Como último recuerdo de la aldea que fue, cabe mencionar a algunas
figuras pintorescas aunque muy al pasar: las damas del "dragoneo"
barroco, las del "abre el pino y corre el lino, para que penetre
el céfiro matutino"; el coronel, famoso guerrero, pero más
famoso por sus analfabetismos que por sus derrotas; la ultra famosa "Cotorrita
del Cordón" toda reminiscencia cromática del pasado;
él báquico "Negro Pío"; el no menos alcoholizante
"Garibaldi con carabanas", frutero y maldiciente; Pablito, el
lotero; y el ultra fiel y ultra divertido Vicente Alvarez Galarza
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