|
EL JINETE QUE NO LLEGA
Introducción
Habíamos llegado a la estancia de tardecita. Los propietarios,
un matrimonio con el que habíamos hecho amistad en una mesa redonda
sobre pueblos originarios americanos, no llegarían hasta el día
siguiente, pero habían dado por radio las instrucciones para que
el capataz nos recibiera y su mujer nos preparase la cama en el cuarto
de huéspedes.
El relato
En la estancia se cena muy temprano. Por suerte, el matrimonio amigo
no come aparte sino con el capataz, su mujer, los cuatro hijos y los tres
peones viejos que aún trabajan en el establecimiento. Nosotros
ya estábamos advertidos sobre esta tradición y nos adecuamos
felices a ella.
Son gente de irse temprano a dormir, porque el ordeñe es antes
del alba; pero a todos les interesó un relato que empezó
mi esposa acerca de una famosa "vencedora" de un pago vecino,
y asintiendo y complementando nuestra información pasó más
tiempo del esperado. Los hijos del capataz tampoco daban muestras de querer
irse a dormir. Se habían apretado contra su madre y sus ojos estaban
"como el dos de oro".
En cierto momento se desató un raro viento que azotó primero
el jazminero y después el rosal, para agitar finalmente los macizos
de flores sembrados en la parte del patio que daba al galpón. Entonces
el hijo mayor del capataz, de apenas ocho años de edad, comentó:
-Papá, si será tarde que ya está allí.
El padre lo miró como reprobando el comentario. Nosotros no habíamos
visto nada, pero nos dábamos cuenta de que todos los demás
creían advertir una presencia a la que el niño había
aludido y de la que había hablado con naturalidad.
La madre, comprendiendo que ya no era posible cambiar de conversación
(a pesar de que nosotros no preguntamos nada, o quizás precisamente
por eso) comenzó a hablar:
-Sé que ustedes no se van a reír, aunque no lo crean. Siempre,
a esta hora de la noche, a los de acá nos parece ver a un jinete
que desmonta, saca las garras del caballo, golpea el anca del animal para
que vaya hacia el montecito y él va con el recado al galpón;
pero nunca llega. Después la visión desaparece. Y estamos
acostumbrados a eso.
-Hay seguramente alguna vieja historia... - sugerí yo
-Claro, pero nadie sabía por acá -respondió el capataz-.
Hace treinta años que trabajo en este establecimiento, desde bien
gurí. Éste -y señaló a un peón- me
gana: van para cuarenta. Y cuando él llegó ya estaba la
aparición esa. Nadie nos supo decir cuál era el misterio
y no hubo indicios... hasta que fuimos a una yerra, el año pasado.
En el silencio más profundo de todos el capataz armó un
cigarro, lo encendió en las brasas y continuó:
-Fue en la estancia "La Despedida", a tres leguas de aquí,
por el camino para el río. Conversando con la peonada de allá
nos hablaron de un llanto de mujer, un sollozo, que se oye siempre a eso
de las nueve de la noche... es un llanto ahogado que da mucha pena. Y
no se ve a nadie. Y usted saque cuentas: las nueve de la noche allá,
siempre las nueve; y después tres leguas a caballo, a trote chasquero...
da justito la llegada del hombre por acá. ¡Es la misma historia,
de seguro! Dos partes de lo mismo. Se despidió allá a las
nueve... ¿entiende? Y cambió de estancia. Vaya a saber qué
terminaba allí, esa noche, o qué nueva historia empezaba
acá, tal vez de nuevos amores o de revoluciones, o de contrabando...
y vaya a saber por qué aquella estancia se llama "La Despedida".
Los actuales dueños no lo saben, y de los antiguos no hay rastros:
creo que eran porteños, tienen tierras por Corrientes, no volvieron
más al Uruguay. A la antigua dueña no le gustaba oír
ese sollozo; se angustiaba, eso dicen. No serían gente de campo,
porque nosotros estamos acostumbrados a esas cosas. Ahí tiene.
Ahora ni siquiera sabemos si era la historia de amor de una cocinera o
de una patrona. Quizás una historia de amor medio en secreto...
Pero seguro que fue una historia muy fuerte, de esos amores que no los
vence ni la muerte. Bueno, una más de esas cosas que pasan en el
campo.
Material extraído del libro" Leyendas, mitos y tradiciones
de la Banda Oriental" del historiador Gonzalo Abella Betum San Ediciones
|
|