Brecha 905 4/April/2003
Emilio Frugoni

Qué es el socialismo

El 30 de marzo se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Emilio Frugoni, la figura más importante en el nacimiento de la izquierda uruguaya. Más allá de la circunstancia de la fecha, es importante internarse en su obra, fecunda en propuestas para los desafíos de hoy.

Guillermo Chifflet
Particularmente los jóvenes militantes por un mundo nuevo pueden dialogar, con él, en sus libros. Medir la realidad actual en sus poemas: "Legiones de empleados/ que quedan sin empleos./ Padres que a sus hogares/ tornan a paso lento/ con el puñal clavado/ del despido en el pecho".1
Analizar sus verdades: la necesidad de alcanzar la democracia; de ampliarla en sus tres dimensiones: política, económica y social. Porque "la democracia política no es perfecta ni es completa; sin embargo, aunque incompleta e imperfecta, es una conquista que debemos defender; en la que debemos apoyarnos para superarla y perfeccionarla", porque hay que luchar por "el verdadero reinado de la libertad, de la igualdad y de la justicia" para que llegue el día "en que el hombre pueda vivir en el seno de una sociedad y un mundo reconciliado definitivamente con el hombre".

Es posible valorar, además, en La esfinge roja su testimonio -hoy verdad histórica- sobre los avances de la revolución y la trágica realidad del comunismo desvirtuado. Como es posible admirar su coraje en el "Perjuro: ese juramento es falso" con que apostrofó a Gabriel Terra en una asamblea desbordada de secuaces del dictador, por lo que fue agredido y expulsado del recinto.

Es emocionante, asimismo, espigar en sus metáforas cargadas de intenciones, como las que elogiara Rafael Barret:2 "una lágrima, el punto de las canciones"; aquel reloj, "corazón del tiempo que late sobre el muro"; aquel sauce inclinado hacia el arroyo "como un frustrado pescador de estrellas"; o la "Semblanza", que comienza: "Sé que eres triste, y por lo tanto buena". Y luego: "eres gruta de un hondo desconsuelo/ donde al entrar el alma de las cosas/ se oscurece y se impregna de tu duelo".

Hasta es posible sonreír con las múltiples respuestas, relámpagos de ironía, con las que enfrentó a duros adversarios. Como la réplica al intento de agravio de algún diputado ("famoso, según Roberto Ibáñez,3 por sus devociones nazi-marcianas") en un diálogo recordable:

"-El doctor Frugoni da una en el clavo y otra en la herradura.

-¿Y qué culpa tengo yo, si usted se mueve?".

De lo expuesto surge toda la deuda que el país tiene en reedición de las obras de Emilio Frugoni, en la publicación de múltiples textos casi desconocidos (como "La lección de México", aparecida en la hora histórica de una revolución jaqueada) o en la recopilación de reflexiones que habrá que tomar de escritos, reportajes y discursos.

En la distancia de este nuevo aniversario nos habíamos propuesto contestar, documentadamente, algunas objeciones que hasta compañeros de izquierda han aceptado como verdades. Entre otras, la versión de que Frugoni se habría conformado con la milicia de un "partido picana" en lugar de seguir un camino auténticamente revolucionario. Objeciones de ese estilo, diluidas con el tiempo, decantador de verdades, han nacido del desconocimiento de una larga lucha que incluyó prisiones, exilio, agravios, incomprensiones y soledades de aquel "porfiado guerrillero de la política", como alguna vez se definió a sí mismo.

En un mundo en el que la riqueza se concentra y la miseria se multiplica como efecto de una revolución científico-tecnológica con la misma ideología de los grandes empresarios que definió a la revolución industrial, importa una reflexión sobre lo que puede aportar, para la salida de la crisis actual, la propuesta socialista de Emilio Frugoni.

Toda su acción pugnó por la sustitución del capitalismo por una nueva civilización, como diría Jean Jaurés, a quien don Emilio y un puñado de obreros socialistas recibieron en Montevideo.

El espacio obliga a ceñirnos sólo a ideas básicas de algunos de sus múltiples textos sobre el tema. Veamos alguno: en una oportunidad, jóvenes del Liceo Nocturno invitaron a don Emilio a explicar qué es el socialismo.

Consciente de que hablar a los jóvenes es -como diría Rodó- un género de oratoria sagrada, comenzó diciendo que debía hacer "una exposición de doctrina y no un discurso de propaganda". Pero, con su habitual humor, que también reflejaba su verdad, agregó: "si de la exposición resulta propaganda, porque hay cosas que se recomiendan con sólo exponerlas, nadie tendrá derecho a molestarse".

Entró, entonces, "por la puerta de las definiciones" a exponer qué es el socialismo. Recordó que esa pregunta le fue planteada a Proudhon,4 conducido por revolucionario a un tribunal de justicia. Como aquel pensador, uno de los profetas del anarquismo, respondió: "socialismo es la aspiración a una sociedad más justa y más humana", el presidente del tribunal replicó: "entonces yo también puedo considerarme socialista". Y ello era lógico -comenta Frugoni- porque esas palabras de Proudhon no definen al socialismo. En primer lugar, "porque sólo puede llamarse socialista el que aspira a la socialización de la propiedad, es decir, a que la propiedad sea un derecho de la sociedad y no del individuo".

Frugoni advierte, ya entonces, que hay quienes pueden ser inducidos a error porque algunas fracciones políticas de la burguesía agregan a su denominación verdadera la de socialista sólo por haber tomado algún punto del programa del socialismo. Pone como ejemplo de esa tergiversación al partido Radical Francés, que había agregado a su denominación de Radical, esa otra, "para indicar una tendencia más avanzada y socializante, pero conservando su carácter de perfecto partido burgués", porque permanecía "fiel a los principios de la propiedad privada de los medios de producción y de cambio" y no actuaba "en el terreno de la lucha de clases", cuyo principio no aceptaba.5

Frugoni expone, entonces, las raíces históricas de las ideas socialistas. Importa destacar -de sus múltiples referencias- la afirmación de que "Jesús predicaba máximas socialistas" y que "los primeros padres de la Iglesia condenaban, como él, la riqueza y la propiedad". Cita a San Juan Crisóstomo, que llegó a decir que "nadie debe dar el nombre de propiedad a ninguna cosa, sea cual fuere; lo tuyo y lo mío son mentira". Destaca que "San Ambrosio decía, por su parte, que Dios había dado por igual la tierra a los pobres y a los ricos; ¿por qué, entonces, los ricos consideran la propiedad como exclusiva?"; y recuerda que el mismo predicador cristiano agregaba: "La naturaleza ha creado el derecho común; la usurpación el derecho privado".

Don Emilio analiza, asimismo, a los socialistas utópicos (desde Tomás Moro y Campanella, a los teóricos que impulsan "el florecimiento de las ideas socialistas en la revolución francesa"), a las diversas manifestaciones de un socialismo que califica de "todavía fantasista".

Se refiere también a los reformadores sociales que a fines del siglo xviii y principios del xix se debatían, en generosos impulsos filantrópicos, desde construcciones mentales (como Babeuf, Lerroux, Luis Blanc, Owen, etcétera). Explica, con Engels, que los utopistas eran utopistas porque en una época en que la producción capitalista estaba poco desarrollada no podían ser otra cosa. "Estaban obligados a sacar de su cabeza los elementos de una nueva sociedad, porque en la propia sociedad existente esos elementos no se manifestaban todavía de un modo evidente para todos. Para esbozar los trazos fundamentales de un nuevo edificio se vieron limitados a apelar a la razón, porque no podían apelar a la historia contemporánea. Los socialistas utópicos antecedieron a los socialistas, así como la química y los avances científicos fueron precedidos por los alquimistas.

El conjunto de ideas que el moderno socialismo representa -explica Engels- es sólo el reflejo en las inteligencias, por una parte, de la lucha de clases existente entre poseedores y desposeídos y, por otra parte, de la anarquía reinante en la producción".

Frugoni explica, además, cómo Marx y Engels, en el análisis de la producción capitalista, sacan a luz "la entraña moral del capitalismo; su naturaleza íntima, su resorte oculto, porque hacen el descubrimiento de la plusvalía o plusvalor, probando que el capital se queda con una parte más o menos grande del trabajo no pagado y que la acumulación de ese trabajo no pagado es lo que constituye el capital. Demuestra que mientras el capitalista paga al obrero su fuerza de trabajo tratándola como una mercancía cuyo valor es el que tiene en el mercado, él saca de esa mercancía un valor más grande que el que ha dado por adquirirla".

"(...)Si un obrero puede, durante cuatro horas, por ejemplo, reproducir el valor de su fuerza de trabajo, es decir, producir su salario, tiene todavía que trabajar unas horas más (todas las que permita la legislación industrial o la organización de los obreros) para cubrir el costo de la materia prima, de dirección, de organización, etcétera. Queda explicada así la formación del capital, que no es nunca el producto íntegro del trabajo, y la naturaleza íntima de la explotación capitalista".

Frugoni refiere, además, que cuando se reúnen varias fuerzas individuales surge una nueva fuerza, con un cociente de eficacia superior a la simple suma de las fuerzas personales aisladas. Recuerda, al respecto, el ejemplo que pone Marx sobre el escuadrón de caballería, "cuya fuerza de ataque es superior a las fuerzas puestas en juego por cada uno de los soldados aisladamente".

En la sociedad capitalista -observa- sólo el capital puede formar esos grandes centros en los que se reúnen muchas fuerzas individuales para crear, mediante la división del trabajo, esa gran fuerza colectiva. En otro tipo de organización, donde la propia sociedad tuviese los medios para organizar los mecanismos de producción prescindiendo de la intervención parasitaria del capital, los productos de esa nueva potencia económica pertenecerían a todos y por entero a la colectividad de los trabajadores. Una sociedad que pueda suprimir a ese intermediario inútil que es el capitalista (no ya como organizador y director, que es cosa aparte) y suprimir lo que él se lleva, establece, afirma Frugoni, un sistema más justo en la economía.

Destaca, además, con Jean Jaurés, que "el mayor mérito de Marx consiste en haber acercado y confundido la idea socialista y el movimiento obrero". "(...) La gloria de Marx consiste en haber sido el más claro, el más vigoroso de los que pusieron fin a lo que había de empirismo en el movimiento obrero, a lo que había de utópico en la idea socialista." "(...) Puso el pensamiento socialista en la vida proletaria y la vida proletaria en el pensamiento socialista."

Después de analizar diversos aportes a una definición, explica que "el socialismo es el movimiento, en defensa y por la elevación del pueblo trabajador que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una sociedad libre y sin clases sociales basada en la propiedad social, colectiva, de los medios de producción. 6

En esa definición -entiende Frugoni- están comprendidas la acción y la idea. Las luchas de los trabajadores sin la idealidad socialista no son socialismo. Y el socialismo divorciado de una acción de clase es socialismo a medias.

Se trata, pues, de poner en manos de los desposeídos -hoy los trabajadores y también los desocupados y excluidos- los medios de producción y los adelantos tecnológicos, para crear una sociedad libre y sin clases sociales. La tercera revolución industrial, a la que asistimos, elimina -con cada adelanto- miles de trabajadores, a los que condena, más que a la desocupación, a la exclusión. Pero se trata, en la línea de pensamiento de Emilio Frugoni, de unir todo lo unible, creando -junto a los trabajadores- la nueva antítesis al neoliberalismo (que no es nuevo, sino el viejo liberalismo económico que ha sido, desde siempre, la filosofía de los grandes empresarios). El mundo está dominado, actualmente, por grandes empresas capitalistas, el 50 por ciento de las cuales tienen su base en el centro imperial: Estados Unidos. La globalización neoliberal determina esa concentración de la riqueza (el producto bruto de la General Motors supera el de Dinamarca, el de la Esso Mobil es mayor que el de Austria, cada una de las cien trasnacionales más fuertes supera las ventas de 120 países). El mundo produce más alimentos de los que necesita para nutrir a toda la población mundial, pero 30 millones de personas mueren, cada año, como consecuencia del hambre o enfermedades directamente ligadas a la desnutrición, y 800 millones de seres tienen problemas de alimentación.7 El mundo está hondamente dividido: los dueños de los medios de producción y de los asombrosos adelantos de la revolución tecnológica, por un lado, y los explotados y marginados, por otro. Cómo no reflexionar, con Frugoni, cuando plantea: ¿quién puede negar que entre el capital y el trabajo existe una desarmonía fundamental, como efecto de que aquél está monopolizado para provecho de sus poseedores? ¿Quién puede negar que el capitalismo está en constante función de lucha para conservar y extender sus privilegios?

Más allá de las unidades con otras fuerzas, en el camino inmediato del progreso, el socialismo -camino hacia la libertad, como lo predicó Frugoni- debe estar en la reflexión hacia el futuro. Porque sin soluciones socialistas no será posible suprimir las hondas divisiones sociales, eliminar las clases superando, con ello, las causas profundas que motivan la lucha. Lucha de clases -explica Frugoni- que "no es una invención teórica de nuestras doctrinas", sino "una consecuencia forzosa de las diferencias sociales".

1. "Crisis", de Poemas civiles, uno de los doce libros de poesía publicados por Emilio Frugoni, página 70.

2. "Al margen." Rafael Barret, prólogo a El eterno cantar.

3. Roberto Ibáñez. Prólogo a Poemas civiles. La acción parlamentaria, página 17.

4. Emilio Frugoni también incluye esta anécdota en el primer tomo de Génesis, esencia y fundamentos del socialismo, que comienza diciendo: "Conviene comenzar definiendo, aunque definir es limitar, como diría el gran Leonardo". En Qué es la propiedad, que Marx consideró la mejor de las obras de Proudhon, se sostiene que la propiedad es un robo.

5. "El socialismo", Ediciones de El Sol. Conferencia en el Ateneo, auspiciada por el Centro Cultural Liceo Nocturno, página 6.

6. Esta definición aparece analizada, además, en "Qué es y qué quiere el Partido Socialista" y en Génesis, esencia y fundamentos del socialismo, tomo I.

7. Datos de Ignacio Ramonet en Las guerras del siglo XXI.

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El descrédito de las empresas públicas
"En el terreno de la socialización es, precisamente, donde hemos visto más de una vez al batllismo desacreditar un principio que nosotros hemos sostenido siempre como saludable y necesario para el desenvolvimiento económico del país; desacreditarlo, porque en nuestro país el batllismo ha ido muchas veces a la nacionalización o estatización de algunas industrias, no persiguiendo altos fines sociales o económicos sino persiguiendo, sobre todo, fines políticos.

Le ha preocupado más la injerencia que podía desplegar en el seno de esos organismos, la influencia que podía hacer valer para colocar amigos o contar, al fin de cuentas, con muchos votos, que los intereses generales en juego.

El fracaso de la industrialización oficial en muchos casos es algo que no puede prestarse a la mínima duda.

Tenemos el fracaso, por ejemplo, de la Administración de los Ferrocarriles del Estado, que ha sido un verdadero desastre por obra y gracia de la injerencia política en la Administración […].

[…] porque siempre ha sido así, porque se han recargado esos organismos con frondosos estados mayores, porque se ha recargado su presupuesto con sueldos enormes para estados mayores dirigentes inútiles o funcionarios incapaces.

Ésa es una de las grandes causas por las cuales en nuestro país hay tanta gente que mira con prevención la injerencia del Estado en las actividades de carácter industrial."

(Emilio Frugoni, Diario de sesiones de la Cámara de Representantes, julio de 1930).

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El liberalismo económico conspira contra la libertad
"Mientras el liberalismo político debe ser considerado una real defensa de la libertad, el liberalismo jurídico o económico conspira contra la libertad. El primero se refiere a manifestaciones del hombre en el campo de la vida cívica, en el escenario del derecho público. El segundo se refiere a manifestaciones del hombre en el campo de las relaciones del derecho privado, en el cual traduce jurídicamente los principios científicos o seudocientíficos de la escuela económica liberal.

[...] Tanto uno como otro liberalismo hacen su construcción sobre una plataforma de derechos individuales, pero los derechos individuales que proclama el liberalismo político se refieren a la masa del pueblo, pertenecen a la mayoría de los elementos componentes de la sociedad o aun a la totalidad de esos elementos. Son derechos que la masa utiliza y que sirven para el desenvolvimiento de la personalidad colectiva. En cambio, los derechos personales que defiende el liberalismo económico sólo sirven a una determinada cantidad de individuos y, a veces, en perjuicio de otros individuos. Hasta podemos decir que, a menudo, sólo sirven para afianzar los intereses de los menos en contra de los más."

(Emilio Frugoni, Las tres dimensiones de la democracia: Liberalismo, individualismo y socialismo. Editorial Claridad, página 57.)

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