LOS NIÑOS GAUCHOS

Los niños constituyen un elemento muy importante de la mítica popular. Así, desde hace ya más de un siglo el negrito del pastoreo’ se ha erigido en santo de pedidos a quien se le solicitan favores y gradas. En tiempos más recientes, a muerte heroica de un niño ha dado también origen al nacimiento espontáneo de un culto religioso a su figura y espíritu. Es el caso de Dionisio Díaz. El pequeño héroe de arroyo de Oro, tenía 9 años cuando su abuelo se volvió loco, y al matar a su madre lo acuchillé también a él. A pesar de sus heridas Dionisio logró proteger a su hermana menor durante toda la noche y en la madrugada, mortalmente herido, la cargué en brazos y la llevé por más de una legua para dejarla en sitio seguro. Dos días después, un
11 de mayo de 1929, Dionisio murió a causa de sus heridas. El caso se conoció a lo largo y a o ancho del país, hay una estatua levantada en su nombre en Treinta y Tres y en su tumba aparecen, permanentemente placas, ofrendas y collares. Estuvimos hace poco en la tumba de Dionisio y entre las muchas ofrendas por las gracias concedidas encontramos dos que nos hicieron pensar acerca de la fuerza de esté sentido fenómeno religioso: un caballito de plástico mordido y un muñequito del viejo marinero Popeye. Uno se puede preguntar qué fuerzas emocionales pueden mover esta religiosidad hasta en los niños más pequeños. Y tal vez no es necesario comprenderlo. Acá hay otra expresión de identificación con los valores más puros de la sociedad rural uruguaya: la valentía, la generosidad y la abnegación. En mi fuero intimo, yo creo que aquí se está homenajeando en este niño a todos esos valores profundos del gauchaje que crearon esa identidad que hoy estamos buscando. Y encontrando.

Material extraido del libro URUGUAYPIRÍ del geógrafo uruguayo Danilo Antón. Editado en 1995 por ROSEBUD EDICIONES.

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