DE LOS RITUALES FUNERARIOS CHARRÚAS

Son conocidos los rituales que observaban los Charrúas en señal de duelo
ante la muerte de sus familiares. Los muertos generalmente eran enterrados
en lugares altos no muy alejados de las tolderías y cubiertos con piedras
de los alrededores.

Muchas veces se colocaba sobre el cuerpo las boleadoras que
le habían pertenecido, a un costado su lanza, y a veces al otro costado
se dejaba atado su caballo. Esto nos indica que habría existido una creencia
en otra vida, una especie de viaje o de regreso para lo cual dejaban el
caballo. Precisamente estando en París cuando le comunican la muerte de
Senaqué a Vaimaca éste habría murmurado resignadamente: ?¡ah, regresó al
país. Volverá otra vez.?

Volviendo a nuestro territorio el ceremonial fúnebre era riguroso.
Antes del siglo XIX las descripciones nos dicen que después del entierro
era tanto el sufrimiento moral, que se atravesaban pequeñas varillas de
madera o caña principalmente en la piel de los brazos, luego el deudo se
iba solo al bosque o a un cerro llevando un palo puntiagudo para hacer un
pozo suficientemente profundo y se lo introducía llegándole hasta el hueso.
Pasaba el resto de la noche de pie y a la mañana se iba a un toldo ya preparado
para los dolientes donde se quedaba dos días sin comer ni beber. Aún por
varios días permanecía en esa situación pero entonces sus compañeros de
la tribu le alcanzaban algunos alimentos. Yendo a los documentos históricos
bastante conocidos, se relata que las mujeres, principalmente, se cortaban
falanges de sus dedos en honor al fallecido, o para participar en su desgracia,
autoflagelándose.

Muchos de estos rituales son semejantes en otros indios de América,
e incluso otras partes del mundo en determinadas épocas.

Si observamos el dibujo de Guyunusa hecho en Francia con el
grupo de los Charrúas, apreciaremos en su brazo cicatrices de incisiones
seguramente practicadas en rituales de duelo por la muerte de algún familiar
cercano.

Este breve apunte nos indica que los Charrúas tomaban con mucha
solemnidad y respeto la tradición funeraria la muerte de cualquiera de
ellos. Sentían un sufrimiento moral muy intenso y lo acompañaban con ayunos
y sufrimiento de orden físico.

También pensaban que el muerto regresaría a este mundo en algún
momento y de allí la explicación de que dejaran un caballo cerca de la fosa.
El sentido del viaje lo expresa Vaimaca claramente en Francia y también
vemos algo similar en el momento de la muerte de Artigas, que había convivido
desde los 16 años con los Charrúas y conocía sus costumbres, cuando sus
últimas palabras son: ?tráiganme mi caballo? .

De modo, pues, que existía un respeto y un verdadero duelo (dolor
moral y físico) ante la muerte. Nunca se observó en estas circunstancias
manifestaciones de alegría o festejos o exhibiciones de los cuerpos. No
se acostumbraba a manifestar con palabras u oraciones ante el difunto los
sentimientos que los poseían. El duelo era un acto sencillo auténticamente
sentido con tristeza y respetando los restos mortales dándoles la debida
sepultura, según su tradición y posibilidades prácticas.

 

ENTERRAMIENTO DE LOS CHARRÚAS DE LA BANDA ORIENTAL

 

Será interesante el tratamiento de este tema en razón de las diversas ideas
que ha suscitado la inhumación del esqueleto del Cacique Charrúa Vaimaca
Perú, a partir de una disposición de la ley Nº 17. 256.

En la misma se establece que los restos mortales serán inhumados en el Panteón
Nacional.

Esta determinación ya existía desde la primera redacción de la ley en 1990
y durante los doce años que transcurrieron hasta la repatriación del Cacique
desde Francia el 17 de julio del 2002, ninguna persona o institución realizó
algún planteamiento diferente para cambiar el destino final de dichos restos.
Durante el proceso del Proyecto de Ley se hicieron modificaciones al texto
original de modo que quienes pensaban distinto pudieron apersonarse al Parlamento
para solicitar modificaciones en dicho Proyecto. El destino ?Panteón Nacional?
se mantuvo siempre, porque se entendió que se trataba de los restos de un
Héroe Nacional, capitán de Artigas y de Rivera siendo cacique de Charrúas,
en las luchas por nuestra Independencia.

Entonces ha resultado algo sorprendente que después de doce años surgieran
propuestas, y algunas muy enérgicas, de las cuales enumeraremos cuatro:

 

Colocar la urna funeraria en el Mausoleo junto a la de Artigas
Trasladar dichos restos a una estancia particular situada en Arerunguá
Trasladarlo a un cementerio de alguno de los departamentos del interior
de la República.
Retirarlo del Cementerio Central por estimar incompatible la presencia de
los restos de un indio en el Panteón Nacional (por más que fuera declarado
Héroe Nacional), y sepultar el esqueleto en un lugar que no fuera cementerio,
y que dicho enterramiento se realizara directamente en la tierra. Esta condición
de ser sepultado (sus huesos) directamente en la tierra se acredita con
el argumento de que los charrúas realizaban tradicionalmente ese tipo de
sepultura. (Ya veremos que este argumento es totalmente inexacto, históricamente
documentado, por lo menos referido a los charrúas orientales).

Cualquiera de estas ideas tendrían que pasar necesariamente por una modificación
sustancial del espíritu de la ley que guió a los legisladores a brindarle
un homenaje no solo a Vaimaca Perú sino a la etnia charrúa representada
por estos únicos restos.

Creemos muy conveniente realizar un chequeo de la documentación y crónicas
existentes respecto a las costumbres de los charrúas de la Banda Oriental
y luego otros ejemplos de indígenas de otras zonas de América.

 

FUNERALES CHARRUAS

 

Los historiadores primitivos del Uruguay, al describir las costumbres funerarias
de los charrúas manifiestan que dichas gentes sepultaban a sus muertos con
sus armas en el cementerio común que tenían en un cerrito, y, una vez que
tuvieron animales domésticos, los parientes o amigos sacrificaban el caballo
de combate del difunto ( Azara. Historia del Paraguay y del Río de l Plata.
Madrid 1847, Vol. I pág. 157).

 

El General Antonio Díaz informa sobre los charrúas que ?en sus duelos y
funerales practicaban una costumbre realmente digna de su condición salvaje.
Las mujeres casadas estaban obligadas a cortarse una falange de los dedos
de las manos cuando morían sus maridos y esta operación era repetida tantas
veces cuantas ellas enviudaban. ?Yo vi en la toldería que por algunos días
tuvieron en la costa del Santa Lucía Grande del año 1812, a una india anciana
que hacía entre ellos el oficio de médica la cual había sido siete veces
mutilada. Sus ceremonias fúnebres traían siempre aparejadas mutilaciones
entre los sobrevivientes?.

Debemos comentar acerca de lo anterior que quizás para el año 1812 dicha
costumbre estaría en desuso entre los indios más jóvenes ya que necesitaban
de su integridad física y de sus manos para el manejo de las boleadoras,
flechas y todo elemento de caza.

Continúa el testimonio del General Antonio Díaz:

?Enterraban a los muertos en las inmediaciones de algún cerro, si lo había
cerca, haciendo una excavación de poca profundidad en que ponían el cadáver
cubriéndolo preferentemente con piedras, si las había a no muy larga distancia;
si no con ramas y tierra. Ponían las boleadoras encima clavando su lanza
a un lado de la sepultura y al otro lado dejaban el caballo atado a una
estaca. Decían ellos que era para el viaje que debía emprender el difunto.
Los varones parientes cercanos del muerto, en señal de duelo se atravesaban
los brazos unos, y otros los muslos, con una vara de guayabo u otra madera,
a falta de esta, del largo de una tercia, levantándose con fuerza la piel
y encajándola lo más cerca posible del hueso?.

Casi todos los autores están de acuerdo en afirmar que los charrúas no adoraban
ninguna divinidad ni tenían ninguna religión.

El General Antonio Díaz también asegura que los charrúas carecían de religión,
como tuvo ocasión de observarlo cuando visitó sus toldos en 1812, y según
las noticias que según ellos mismos recibió, pero que eran supersticiosos.
?Los que yo conocí y examiné por primera vez en el año XII suponían la existencia
de un espíritu maléfico, al que atribuían todas sus desgracias, enfermedades
o desastres: este genio malhechor se llamaba Gualiche?.

El vocablo Gualiche era también utilizado por los indios pampa para designar
su genio maléfico y, a su vez, derivaba de una palabra araucana similar.

?Casi todos los historiadores están de acuerdo en que los charrúas no adoraban
ninguna divinidad ni tenían religión, sin embargo los ritos funerarios y
demás prácticas que observaban así como el modo de asistir a los enfermos
demuestran que existía en ellos la idea, aunque vaga, la idea de fuerzas
sobrenaturales.

En efecto, ¿qué significación tienen las ofrendas funerarias en la evolución
de las sociedades, si no es la creencia en que el muerto, después de la
tumba, llevará una existencia semejante a la que tuviera durante toda su
vida?? ( tomado de José Enriques Figueira ?Los primitivos habitantes del
Uruguay?).

 

Refiriéndose a otra práctica funeraria, al visitar un cementerio chaná-beguá
en Solís Grande, menciona también Lope de Sousa que las sepulturas estaban
protegidas por un cerco de palos clavados y redes. Y todas las pertenencias
de los muertos, colocadas sobre sus tumbas: las pieles con que andaban cubiertos,
las mazas de palos ( macanas) y azagayas de palo tostado, las redes de pescar
y cazar. Todo estaba en torno de cada sepultura, en un total de una treintena
de tumbas?. (Barrios Pintos ?Los aborígenes del Uruguay?).

 

Según el Padre Lozano ?al morir un individuo... lo enterraban con sus elementos
de combate y otras pertenencias, quizás por no conservar prendas del extinto
como los tobas. Practicaban un hueco como para que cupiera el cuerpo, metían
a este allí y, si hallaban piedras a mano, lo cubrían con ellas, si no,
lo hacían con la tierra acopiada del hueco. Si los finados eran varios,
los enterraban a unos cerca de otros y cercaban el lugar con estacas. Si
el paraje no los conformaba para enterrar, cargaban con los difuntos y andaban
aunque fueran días hasta dar con uno que les gustara. En las sepulturas
de lo machos, últimamente, le dejaban el caballo predilecto atado a corto
trecho? ( tomado de Dardo E. Clare, ?El retablo charrúa?)

Comentario: Es de hacer notar que en la documentación existente no se expresa
en forma explícita que a los charrúas fallecidos se les enterrara en una
fosa abierta en la tierra. Sí es frecuente encontrar en los documentos que
preferían colocarlos en las cimas de algún cerro, quitar unos centímetros
de tierra para acomodar el cuerpo y luego cubrirlo con piedras ( quizás
para evitar que fueran devorados por animales).

Una prueba inequívoca la da Lozano cuando dice que llevaban a cuestas aunque
fueran varios días al difunto hasta dar con el lugar adecuado. Si la costumbre
hubiera sido colocarlos en una fosa en la tierra, lo habrían sepultado de
inmediato, ya que tierra se encuentra en todo lugar. Posiblemente buscaran
un cerro,-y no demasiado alto- donde cubrirlo posteriormente con piedras
como se ha dicho. Sería la explicación más coherente con el contenido de
estas conocidas crónicas.

Además tenemos localizados algunos de esos cerros, incluso con las piedras
retiradas y profanadas las tumbas por buscadores de oro, joyas y piedras
preciosas que imaginaban acompañarían al difunto. Hay otros cerros donde
las tumbas están intactas y siempre con gran cantidad de piedras por encima.
Parecería que la intención hubiera sido evitar la depredación del cuerpo
por animales a la vez que colocarlos en un lugar elevado, más cercano a
los cuerpos celestes, al sol, la luna y estrellas.

Aparte de que no hay ninguna referencia a enterramiento en fosas de tierra,
se ha argumentado que los charrúas no aceptarían un Panteón porque sus costumbres
eran otras. Pues bien, tenemos que ubicarnos en la vida, la mente y la época
de ellos. No tenían otra cosa que elementos naturales. Su propia vivienda
era de materiales perecederos. Cómo podrían pensar entonces en tumbas de
mármoles o ladrillos si no tenían ni utilizaban esos materiales. No hicieron
ni una sola vivienda de material pétreo, pero sí en sus tumbas de los cerros
usaron piedras, para mantener al cuerpo para siempre allí, porque evidentemente
deseaban su conservación. De lo contrario los arrojarían a un río o los
enterrarían en la tierra. Todo esto surge de documentos históricos y su
lógica interpretación.

 

En los cerritos de indios el procedimiento es diferente, aunque debemos
dejar bien en claro que no se trataba de indios charrúas. Los cuerpos se
sepultaban junto con otros objetos en la tierra pero en algunos casos habían
enterramientos secundarios, que consistían en retirar los huesos principales
del difunto, empaquetarlos en cuero y volver a sepultarlos en un lugar diferente.

 

SIMILITUDES Y DIFERENCIAS CON OTROS RITUALES

La misma polivalencia tienen las costumbres de duelo que encontramos en
otras culturas, prácticamente en todas. Una de las más extendidas es la
de raparse el pelo o la prohibición a los hijos del difunto de afeitarse
durante el tiempo que dura el duelo. A ello se une, a veces, y la Biblia
nos da de ello numerosos ejemplos en todo el Medio Oriente antiguo, la costumbre
de practicarse incisiones en el cuerpo o en la lengua hasta derramar sangre:
costumbre que encontramos también entre los lejanos aztecas, que durante
el: luto se punzaban la lengua con una espina de maguey. Podríamos aportar
otros testimonios, hasta casi el infinito, de la Grecia clásica y moderna,
de Egipto (testimoniados en las pinturas de sus pirámides), de Irán o Australia,
de África y del mundo árabe.

 

RITOS FUNERARIOS DE LOS TORADJAS (Célebes Centrales)

Celebraban dos funerales. En el primero se depositaban los cadáveres en
chozas provisionales fuera de la aldea; en el segundo se llevaban y recogían
los huesos para enterrarlos.
El cadáver es amortajado inmediatamente después de la muerte, a poder ser
por la misma persona que se ocupará luego de recoger sus huesos. No se lava,
ni se quitan los vestidos ordinarios, se colocan encima ropas nuevas y hermosas.
En su boca se introduce polvo de oro o unas cuentas blancas que se suponen
son el alimento de su espíritu. A veces también se colocan cuentas sobre
los ojos, un espejo sobre el pecho y monedas en las mejillas y frente. Se
corta un mechón de cabello al muerto, también las uñas y junto con el cuchillo
empleado se envuelven en un paquete que se guarda en la casa, sirviendo
durante el primer funeral como sustituto del muerto. Una vez amortajado,
el cadáver se exponía en la casa, sobre él se levantaba una especie de baldaquino
con postes de bambú y telas (batuwali). En torno a éste se trazaba un círculo
que no podía traspasarse para proteger al muerto contra los hechiceros y
las otras almas. El fuego debía permanecer encendido y los que velaban al
muerto no podían dormirse so pena de producirle perjuicios. El ataúd era
a modo de un bote y antes de retirarlo una hechicera celebraba un rito chamánico
para evitar que las almas de los parientes siguieran al muerto. Al trasladarse
el ataúd a su nuevo lugar, se tomaban todo tipo de precauciones para que
el alma del muerto no encontrara el camino de regreso. Con este objeto era
sacado por la ventana o se derribaba una pared. La choza que servía de refugio
provisional al muerto era situada al norte, sur u oeste del poblado para
que no volviera; no tenía paredes y sí un techo muy bajo. El ataúd se depositaba
con los pies hacia el oeste y antes de cerrarse la cubierta, con nueve vueltas
para el varón y ocho para la mujer, se insertaba una caña hueca de bambú
para dar salida a los humores de la descomposición. Además se colgaban del
techo algunos objetos del muerto y alimentos. Al terminarse con todo ello
se despedían del muerto, instándole a que permaneciera allí con los espíritus
parientes y que no regresara.

 

Para acompañar el ritmo de los cantos no se puede utilizar el tan-tan, salvo
cuando el fallecido es un otjimbanda, cuyo funeral requiere de lamentos
más espectaculares. Actualmente se entierra al muerto en posición de decúbito
supino envuelto en la piel (otjinguma) de su buey favorito (ohivirikua).
Antiguamente se enterraba el cuerpo en posición sentada con las piernas
juntas. A distancia del poblado se encuentra el cementerio (oma-langalo),
que puede estar señalado por unas estacas de madera. Sobre las tumbas se
colocan losas de piedra.

 

Aztecas: A los ochenta días lo quemaban, y lo mismo hacían al cabo del año,
y a los dos años, y a los tres, y a los cuatro años; entonces se acababan
y cumplían las obsequias, según tenían costumbre, porque decían que todas
las ofrendas que hacían por los difuntos de este mundo.

 

ENTERRAMIENTOS SECUNDARIOS

 

Este sitio se caracteriza por haber sido habitado por constructores de cerritos,
dejando como testimonio de su estancia en el mismo una estructura monticular
de las denominadas por los lugareños "cerritos de indios". Esta estructura
es de forma elíptica, presentando una base de unos 40 x 35 metros y una
altura aproximada de 3,50 metros.

 

A partir de las excavaciones realizadas se pudo establecer la antigüedad
de la ocupación en 3.660 años antes del presente, ocupación que se continuó
al menos hasta la época de la llegada de los europeos a nuestro territorio.

Las investigaciones permitieron conocer algo más sobre las costumbres funerarias
de estos grupos. Como se puede ver en este caso, los enterramientos aparecen
en forma primaria, o sea, con sus partes esqueletarias articuladas. Sin
embargo, también pudieron observarse otras formas tales como enterramientos
secundarios, con los huesos desarticulados y en forma de "paquete", o enterramientos
parciales, en donde aparecen únicamente algunas partes esqueletarias

 

Cerrito de indios entre el monte donde se realizan las excavaciones

 

Cañon del Chicamocha

La zona Este de Uruguay también formó parte del proceso de guaranitizaciónexperimentado
por otros grupos en el litoral Oeste de nuestro territorio. Un claro ejemplo
de esta influencia cultural se observa en este sitio, el cual puede aportar
datos significativos sobre las relaciones interétnicas entre los ?constructores
de cerritos? y los grupos tupiguaraníes.

 

 

Cañon del Chicamocha

A partir de las excavaciones arqueológicas, han sido recuperadas dos urnas
funerarias atribuidas a la cultura guaraní. Sin embargo, aún se encuentra
en discusión si esto refleja una ocupación guaraní efectiva o si es producto
del intercambio con esos grupos. A partir de entonces, se estructuró un
proyecto arqueológico que se dilató hasta 1941, año en el que se efectuaron
varias excavaciones en las Cuevas de los indios y de La Loma. La primera,
aportó un voluminoso material cultural y definió sitios de enterramiento
con dos patrones funerarios diferentes, el uno en un estrato inferior caracterizado
por enterramientos secundarios en urnas funerarias y el otro en el nivel
superior, representado por momificación. Se plantea así la existencia de
dos niveles de ocupación diferentes, el inferior de probable origen caribe
y el superior de factible origen local.

 

 

Investigaciones Arqueológicas

Donald Sutherland inició trabajos en 1971, en una amplia región que comprendía
los municipios de Barichara, Jordán, Curití, Pinchote, Charalá Oiba. En
sus trabajos se limitó a excavaciones de tumbas de pozo de cámara lateral,
de características muy similares a las ya reseñadas por Miguel Such Martin;
además menciona la existencia de probables sitios de vivienda y de basureros
presuntamente asociados a éstas.

En 1980, Arturo Vargas del Instituto Colombiano de Antropología, efectuó
un trabajo de arqueología de salvamento en el Barrio Mutiz de Bucaramanga
en donde ubicó varias tumbas que fueron alteradas a causa del movimiento
de tierras para la ampliación de la zona urbanizable. Excavó una tumba de
pozo con cámara lateral, en cuyo interior se encontró como ajuar funerario
cerámica típica Guane, una nariguera de oro y algunas cuentas de collar
en concha de molusco. Este hallazgo fue muy significativo, puesto que planteó
el hecho de que el grupo Guane ocupara la meseta de Bucaramanga, en épocas
anteriores a la conquista.

Durante el año de 1982, Arturo Vargas y Roberto Lleras, investigadores del
Instituto Colombiano de Antropología, ubicaron y excavaron un extenso sitio
en Palo Gordo, en jurisdicción de Villanueva. Durante el proceso de excavación
arqueológica encontraron varios enterramientos de características antes
no reseñadas, puesto que se trataba de fosas simples que contenían restos
de adultos en posición de decúbito dorsal, y de siete niños, algunos de
estos nonatos y neonatos los cuales estaban depositados en cerámicas utilitarias
o domésticas, evidenciando, para este momento, una alta mortalidad infantil.
En cuanto al material cerámico, están presentes los mismos tipos establecidos
para la Mesa de los Santos (vereda de los Teres), pero en proporciones diferentes.
También se identificaron restos de conchas de gasterópodos, ratones, iguanas,
venados, armadillos y varios tipos de aves que figuran entre sus fuentes
alimenticias.

Venezuela. Estado de Amazonas

Las Pinturas Rupestres o pictografías son signos pintados sobre la roca.
Sujo Volsky las define como indicadores territoriales de la presencia de
grupos indígenas utilizados desde la época prehispánica hasta el presente.
Han sido encontradas en las paredes y techos de cuevas y en abrigos rocosos,
protegidas del clima y de la visibilidad fácil. Los símbolos eran pintados
en colores blanco, negro, rojo y ocre, con pinturas elaboradas con resinas
vegetales (onoto, carbón caraña), minerales como el óxido de hierro ó huesos
pulverizados de animales. Una de las funciones de estos símbolos se conoce
por su uso aún hoy día entre los Piaroa: la de proteger los sitios sagrados
de enterramientos primario (fardos mortuorios en la tierra) o secundarios
(huesos desenterrados y guardados en vasijas de cerámica)

Fragmento de informe arqueológico sobre enterramientos mayas

(Caves Branch Caves, Distrito de El Cayo, Belice.
Reporte Arqueológico de Campo)

 

Es por ello que, a medida que se incrementan las investigaciones en estos
lugares específicos, hay que resaltar el importante papel que los abrigos
rocosos empiezan a desempeñar en el conocimiento integral de los aspectos
funerarios de los antiguos mayas.

Desde luego que es posible encontrar restos humanos en cuevas, pero estos
van a ser, generalmente, hallazgos aislados o producto de enterramientos
secundarios; pero nunca estas cavernas nos proporcionarán la enorme cantidad
de entierros que es posible observar en los abrigos rocosos, ni dichos hallazgos
nos permitirán establecer patrones de enterramiento claros y definidos como
en el caso del abrigo rocoso de Caves Branch.

 

 

Extraños descubrimientos arqueologicos en Cuba

 

Igualmente el investigador comentó que en el Sumidero de Jibacoa, en las
Alturas de Guamuhaya, zona de actual desarrollo cafetalero, en pleno corazón
del Escambray villaclareño, se han encontrado 50 sitios arqueológicos con
objetos y restos humanos cuyas pruebas de colágeno revelan una antigüedad
de más de 2 000 años.

En torno a estos interesantes asentamientos las conclusiones preliminares
hablan de comunidades pertenecientes a grupos pre-agroalfareros cubanos
dedicados a la caza, la pesca y la recolección. Lo más impresionante es
el hecho de que se han detectado enterramientos primarios, con esqueletos
completos y secundarios, de solo huesos largos y cráneos teñidos de rojo
que hacen pensar, ya en esa época remota, en manifestaciones mágico-religiosas
y animistas.

 

 

CONCLUSIONES FINALES

 

Podemos concluir que del material conocido sobre los indios de Uruguay,
los charrúas tenían preferencia por las sepulturas en las cimas de los cerros,
apenas excavando lo necesario para la colocación del cuerpo, y cubriendo
el cadáver con piedras obtenidas en las cercanías. De otros documentos surge
que si estaban lejos de los cerros hacían una pequeña fosa casi superficial
y cubrían el cuerpo con tierra y ramas colocando encima boleadoras y útiles,
y el caballo, propiedad del occiso, a un costado. Este sistema fue más usado
en los últimos tiempos de su existencia ya que no tenían tiempo para el
ceremonial anterior y además sabemos que el caballo lo conocieron en sus
últimos 200 años. De los otros indios de los cerritos al que algunos denominaron
arachanes, que eran totalmente diferentes a los charrúas, tanto desde el
punto de vista genético como cultural, se han encontrado enterramientos
primarios, o sea directamente en la tierra del cerrito, y enterramientos
secundarios, en que se colocaban solamente los huesos más importantes, empaquetados,
en otro sitio del mismo cerrito.

Una mirada de otros indios de América, hemos tomado de datos de Internet,
que existieron enterramientos primarios y secundarios, de modo que efectuaban
lo que actualmente llamaríamos la reducción de restos. Posteriormente los
huesos eran nuevamente inhumados, generalmente en urnas funerarias en lugares
cercanos a la primera tumba. De modo que la conclusión es que no había una
sola forma de enterramientos en todos los indios que han sido estudiados.
No es verdadera la aseveración de que todos los indios muertos eran inhumados
en la tierra de una vez y para siempre.

Incluso se conocen urnas funerarias guaraníes conteniendo restos óseos,
existen en el Museo de La Plata cuerpos de indios araucanos momificados,
envueltos en una especie de género, y también se han descubierto inhumaciones
de indios en los altos de la cordillera de Los Andes en ataúdes y conservados
por los hielos permanentes de esas regiones.

De todos modos el caso del Cacique Charrúa Vaimaca Perú escaparía a todas
estas enumeraciones ya que se trata solo de restos óseos y no de un cadáver
(cuerpo completo), por lo que no se justificaría un enterramiento primario,
para estar en concordancia con los descubrimientos arqueológicos ya citados.

Reiteramos que no hemos detectado una sola mención sobre los Charrúas de
la Banda Oriental que informe de enterramientos directos en fosas de tierra.
Podría ser factible que Charrúas que vivieran en territorios actualmente
argentinos o brasileños, con geografía diferente, sin tantos cerros como
en esta Banda, debieran necesariamente utilizar fosas de tierra. Pero la
documentación sobre nuestros charrúas no acredita ningún caso de enterramientos
directos en tierra. Tampoco una filopsofía de que sus huesos, (como el caso
de Vaimaca) debieran ransformarse en polvo, como el Antiguo Testamento determinó
para la religión de los judíos.

Por el contrario, lo único que preservaban los charrúas orientales con elementos
sólidos eran los cuerpos de los difuntos, colocando muchas piedras encima,
y en lugares poco accesibles como los cerros. Ahora bien si en estas tierras
no hubieran cerros, quizá la costumbre necesariamente debería haber sido
excavar fosas en la tierra, como probablemente debió suceder con los indios
que habitaban las llanuras mesopotámicas, de lo cual hablaremos en el próximo
capítulo, sobre los indios de la llanura.

Reiteramos que pruebas documentales han sido concluyentes para este trabajo.
Lo más importante, sin duda, fue la observación del Padre Lozano que indica
que los cubrían con piedras o si no cargaban aunque fuera varios días con
el difunto hasta elcontrar el lugar adecuado. La lógica indica que si quisieran
inhumarlos en tierra, no necesitarían más de 30 minutos para encontrarla,
como máximo, ya que lo que abunda es la tierra en nuestros campos, y efectuar
el enterramiento

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