El emperador Carlos V, comprendió que no podía dejar en manos de los conquistadores el gobierno de las tierras de América. Fue así como convirtió a México en virreinato, quitándole a Hernán Cortés en 1539 todo mando civil y dejándolo como capitán general con limitadísimas atribuciones.
Al conocer el rey la muerte de
Francisco Pizarro ocurrida el 26 de junio de 1541, resolvió hacer del Perú un
virreinato.
Esta decisión fue precedida, por la
promulgación de las primeras ordenanzas que se dieron para el buen gobierno de
los territorios conquistados y evitar el abuso que se cometían con los indios.
En abril de 1543 el emperador Carlos
V, nombraba al primer virrey del Perú en la persona de don Blasco Núñez de Vela
Sólo 11 años habían transcurrido
desde que Pizarro había desembarcado en Tumbes.
En ese corto tiempo, no sólo
conquistó un gran imperio, sino que los españole afianzaron su dominio
No obstante las sangrientas guerras
civiles, las ciudades se habían poblado y crecido. Una gran cantidad de
pequeños pueblos habían surgido. Millares de españoles llegaron atraídos por
las riquezas del Perú, no con el ánimo de hacer fortuna y retornar a la
península, sino con el propósito de afincarse definitivamente en las nuevas
tierras. Por eso es que no venían solos, sino que traían a sus familias.
Se iniciaba el sedentarismo, y aún
cuando en modo alguno se había apagado el espíritu aventurero y una gran
cantidad de españoles prefería placidez del hogar a los azares de la guerra.
Muchos eran encomenderos, pero otros no. Los primeros deseaban dedicarse a explotar lo que
consideraban la justa recompensa de su trabajo y mientras se respetase ese
patrimonio tan duramente ganado, estaban
dispuestos a vivir tranquilamente.
Los españoles trajeron animales
domésticos, que rápidamente se reprodujeron, así como algunas plantas que se
daban en Europa pero no en estas tierras, y que se aclimataron muy bien; pero
también trajeron ciertas enfermedades que no eran conocidas entre los indios y
esos huéspedes indeseables que son las ratas y que los indios las creían
procedentes del mar, por haber llegado a nado desde los barcos que llegaron a
Paita y al Callao.
Muchas ciudades crecieron rápidamente y
tomaron gran importancia como Lima, Cuzco, Arequipa, Trujillo y Quito;
mientras que la primera fundación, San Miguel, seguía vegetando, no obstante
tener escudo.
Con el nombramiento del virrey, se
abre un nuevo capítulo en la historia del Perú que iba a durar 277 años hasta
el momento en que San Martín proclamó la independencia.
Blasco Núñez de Vela inicia una
relación de 40 personas que tuvieron título de virrey, oficialmente otorgado o
cuando menos reconocido por la corona española, que ejercieron el cargo.
La iniciación del virreinato en el
Perú habría pasado desapercibida para los españoles residentes en estas
tierras, si es que no hubiera recibido Blasco de Núñez de Vela la orden de
hacer cumplir las ordenanzas, que fueron tan mal recibidas en toda América. Eso
fue lo que motivó que el virreinato peruano se iniciara con un mar de sangre
Tan pronto los primeros españoles
pusieron pie en las tierras de América con Cristóbal Colón, se comenzó a abusar
de los indios, no solo despojándolos de sus tierras y riquezas, sino también de
su libertad personal, reduciéndolo a la simple condición de siervo, a ellos y
sus familiares.
Fray Bartolomé de las Casas y
otros muchos sacerdotes, así como hombres de gran sensibilidad denunciaron ante
Carlos V estos abusos. En el Perú, los indios tuvieron ardorosos defensores,
que hicieron conocer al Emperador, la triste condición en que se encontraban.
Fray Tomás de San Martín, uno
de los testigos de la fundación de San Miguel, fue de los primeros que denunció
los abusos de los encomenderos.
Fray Tomás de Berlanga, siendo
obispo de Panamá, fue comisionado por el rey de España para que constate en el
Perú, las denuncias que se hacían sobre los abusos de los encomenderos y
conquistadores en general. El citado religioso llegó al Perú cuando se
iniciaban los desacuerdos entre Pizarro y Almagro. El rey le encomendó entonces
que estableciera la línea divisoria entre los gobernantes de los dos conquistadores, pero no pudo
cumplir la misión por la obstrucción de Pizarro. Berlanga hizo un informe duro
pero veraz de la situación sumamente aflictiva de los indios y del
despoblamiento que se estaba produciendo por su mortandad.
Cuando ya se habían iniciado a
redactar las ordenanzas, llegó a España una nueva denuncia del Bachiller Luis de Morales, en la que hacía un largo relato de
crueldades y abusos, al que llamó “Memorial”
Carlos V quedó muy impresionado y
también contrariado por esos informes y decidió cortar el mal de raiz y en forma drástica. Hasta ese momento se carecía de
una legislación para los territorios recién conquistados. Las Ordenanzas o
Leyes de Indias fueron promulgadas por Carlos V el 20 de noviembre de 1542 en
Barcelona y el 4 de junio del año siguiente recibieron adiciones.
Las Ordenanzas comprendían 39
artículos de los que 15 estaban destinados a asegurar un buen trato a los
indios como súbditos del rey de España con todos los derechos.
Disponían las Ordenanzas que:
-
Los indios eran personas libres y vasallos reales
-
Las Reales Audiencias, debían de vigilar que se diera buen trato
a los indios y cuidar de que se cumplieran las ordenanzas dadas en su favor.
-
Por ninguna causa, ya sea por rebelión, guerra, rescate, etc.
se podría reducir a los indios a la esclavitud.
-
Las personas que tenían indios a su servicio sin justo título
debían de ponerlos en libertad
-
No se les podía imponer cargas o impuestos salvo los
absolutamente necesarios, ni obligaciones de trabajos excesivas que pudieran
perjudicar su salud y su vida, debiendo el trabajo ser voluntario y con jornal
justo
-
Se prohibía que los virreyes, los gobernantes, sus tenientes,
oficiales reales, los prelados, monasterios, hospitales, religiosos, cofradías,
casas de moneda, y oficiales de la real hacienda, tuvieran indios en
encomienda. Los que los tuvieran tenían que ponerlos a disposición de la
corona.
-
Los repartimientos que se consideraban excesivos, debían ser
reducidos
-
Los encomenderos que dieran mal trato a los indios, debían
ser privados de ellos y lo mismo los que habían participado en las luchas de
Pizarro y Almagro.
-
En lo sucesivo ni aún los virreyes podrían encomendar indios
y cuando un encomendero muriese, los indios deberían ser puestos a disposición
de
-
Los conquistadores que no tuvieran encomienda debían de
recibir una asignación para su mantenimiento proveniente del tributo que
pagaban los indios
Como se puede apreciar, casi la
totalidad de los encomenderos eran candidatos a perder tierras e indios por
haber participado en las guerras civiles o por haber dado mal trato a los
indios.
Antes de que el rey de España
nombrase al primer virrey del Perú, se conocieron en el Perú las Ordenanzas y
se prepararon a desacatarlas. Se vivía un ambiente tenso y de gran
incertidumbre, y como sabían que el virrey sería el encargado de hacerlas
cumplir, habían decidido solicitarle que las dejara en suspenso mientras se
pedía al rey la modificación de las mismas. Si el virrey no aceptase, estaban
dispuestos ir a la resistencia armada.
Fue en estas circunstancias poco
propicias, que se produjo el nombramiento de Blasco Núñez de Vela.
Los encomenderos piuranos,
participaban del criterio general: eran hostiles a las Ordenanzas, y los hechos
posteriores justificarían sus temores por que fue por Piura en donde se
empezaron a ser cumplidas
Aún no había llegado el primer virrey
al Perú y ya el emperador Carlos V había organizado el virreinato del Perú
dividiéndolo en 7 audiencias que eran: Panamá, Santa Fe, San Francisco de
Quito, Lima, Charcas, Chile y Buenos Aires. Fue según Real Orden del 1º de
marzo de 1542.
De esta forma desaparecían las
gobernaciones de Nueva Castilla y de Nueva Toledo la causa de la
sangrienta lucha entre los
conquistadores Pizarro y Almagro, y del mismo modo quedaba en la nada la
gobernación lograda por Benalcázar. Por último,
Panamá que había jugado papel importante en los tiempos iniciales de la
conquista, quedaba en condición subordinada.
El virreinato de Lima constituía un
enorme territorio que ocupaba la mayor parte de América del Sur. En el lado
oriental del sub-continente sólo existía Brasil que
le había tocado a Portugal.
Quedaron comprendidos dentro de los
límites de
Sin embargo, esta jurisdicción fue
simplemente judicial por que en cuanto a la administración política el Virrey
tenía autoridad directa sobre Tumbes.
Posteriormente se creó el obispado de
Quito, el corregimiento de Piura quedó bajo su jurisdicción hasta 1577 en que
se creó el obispado de Trujillo.
Como se puede apreciar, las áreas
jurisdiccionales de la audiencia de Quito no coincidían con las del obispado.
Fue recién el 27 de mayo de 1717 que
por Real Cédula, se creó el virreinato de Nueva Granada o Santa Fe, que lo
integraron la capitanía general de Venezuela y las audiencias de Nueva Granada,
Panamá y Quito.
Posteriormente veremos como en Julio
de 1803, la provincia de Guayaquil es segregada de la audiencia de Quito y pasa
a constituir parte integrante del virreinato del Perú y así estaba hasta el año
1810 cuando las naciones de América española, aplicaron el principio de Uti possidetis, para la
determinación de sus fronteras.
Por lo tanto, Guayaquil al momento de
su independencia iniciada desde las juntas de gobierno de 1806 era parte del
Perú y sólo las intrigas del libertador Bolívar y de Sucre, y la inercia de San
Martín, permitieron su segregación por acto de fuerza, para que fuera a formar
parte de
Cuando Vaca de Castro llegó al Perú
existían dos gobernaciones.
Se ha dicho que por las
circunstancias, el nombramiento de Blasco Núñez de Vela, fue inconveniente dado
su carácter, en el que la terquedad era lo característico.
El criterio es en realidad injusto.
El virrey actuó como actuó, no por terquedad, sino por que tenía instrucciones
personales y directas del propio emperador de proceder en la forma como lo
hizo, aún cuando más tarde el monarca se desdijera.
Para el virreinato del Perú se había
propuesto una terna compuesta por Blasco Núñez, el mariscal Navarra y don
Antonio de Leiva.
Carlos V tenía mucho afecto por
Blasco Núñez y a eso se unía una gran confianza pues había prestado muy grandes
servicios a la corona. Era honrado,
valiente y leal; pero al mismo tiempo violento, poco contemporizador y
obstinado hasta los límites de la intolerancia.
Blasco Núñez no quiso aceptar el
nombramiento pero el Emperador lo confirmó en abril de 1543 y nombró a los
miembros de
Carlos V dio instrucciones precisas a
Blasco Núñez de la forma como debía proceder:
-
Que revisara las instrucciones que habían sido dadas a Vaca
de Castro, y las que éste no hubiera cumplido, las hiciera cumplir.
-
Que trajera al Perú el mayor número posible de religiosos
para que se instruyera a los indios en la fe católica.
-
Que los indios que estaban en otras tierras se les
restituyera a su lugar de origen.
-
Que procurase atraerse a Manco Inca, otorgándole perdón y
dándole el mejor tratamiento posible
-
Por último, le encargó “mostrase severo, castigador de
pecados, para que nadie presumiese que por no hacerlo los disimulaba o sufría”.
Le encargó también mucho celo en hacer cumplir las nuevas leyes.
Blasco Niñez, como leal servidor del rey y obediente
a su mandato, vino decidido a cumplir con los deseos de su monarca, para
aplicar leyes que consideraba justas. Con eso rubricó su sentencia de muerte.
Blasco de Núñez partió de España el 3
de noviembre de 1543, con gran séquito que incluía a su hermano, cuñado, a
muchos caballeros, y los cuatro oidores
Con el virrey venía al continente
americano una gran flota que se fraccionó a la altura de las islas Canarias,
habiendo llegado Blasco Núñez al istmo de Panamá, el 10 de enero de 1544
De inmediato y en cumplimiento con lo
dispuesto por el Rey, procedió con exagerada energía. A numerosos españoles
que, portando riquezas adquiridas en el Perú, se dirigían a
El virrey dejó en Panamá a los
oidores y partió al Perú, llegando a Tumbes el 4 de marzo
Mientras tanto, Vaca de Castro había
convocado en el Cuzco a una reunión de notables a los cuales leyó las
Ordenanzas y ante las protestas de los encomenderos, los llamó a la obediencia
y el orden. Descontentos los encomenderos fueron a quejarse ante Gonzalo
Pizarro que estaba en su repartimiento de Charcas y lo incitaron a que
encabezara la protesta y se apoderase del Gobierno como heredero del
Conquistador su hermano Francisco.
El virrey llegó solo a Tumbes, pues
los oidores habían quedado aún en Panamá. Blasco Núñez, llegó a conocer en la
ciudad norteña, que había un criterio ya predispuesto en su contra en todo el
Perú. Para atenuar eso, anunció que no pensaba poner en vigencia algunas
disposiciones, que Vaca de Castro había dejado hacer y que se referían a la
utilización de los indios en el laboreo de las minas.
Desde Tumbes, el virrey principió a
dictar disposiciones, a favor de los indios lo cual indignó a los encomenderos.
Entre los que más encono tenían contra el representante del Rey, estaban los
curas párrocos y sacerdotes en general que utilizaban gran cantidad de indios,
ya sea para su servicio personal, de las parroquias, conventos u hospitales. Se
llegó a decir que el virrey había hecho ajusticiar a un religioso en Tumbes, lo
cual era falso.
Al principio, el virrey, quiso
visitar Guayaquil y Quito, pero optó por posponer esa visita y más bien se
dirigió a San Miguel de Piura.
La entrada de Blasco Núñez a la
pequeña ciudad, fue azarosa. Las mujeres de los españoles salieron a las
calles, y pifiaron, insultaron y amenazaron al representante del rey.
El Virrey trató de mostrarse
contemporizador y convocó a los vecinos a una reunión para explicarles lo que
el Emperador le había encargado, sugiriéndoles que solicitaran la modificación
de las ordenanzas y nominasen delegados o personeros para tal gestión. Como los
vecinos solicitaban que mientras tanto suspendiese la ejecución de las
ordenanzas, les manifestó que no estaba en sus atribuciones hacerlo, por cuanto
había recibido orden directa del rey. Esto rompió las negociaciones.
Pero también los indios habían
llegado a tener conocimiento de las ordenanzas que les favorecían, por cuyo
motivo varios caciques se apersonaron ante el virrey, para denunciar que muchos
indios estaban ilegalmente reducidos a la condición de siervos. El virrey
ordenó de inmediato su libertad, lo cual hizo grande el odio de los
encomenderos piuranos.
Los curacas de la región también
acudieron en queja ante el virrey, pidiendo les reconocieran como propietarios
de las tierras que habían recibido de Vaca de Castro a título oneroso.
Los caciques de Colán, Paita, Catacaos,
Sechura y Santo Domingo, exhibieron documentos, que
portaban haber pagado a los tesoreros de Vaca de Castro, hasta el equivalente a
20,000 pesos, según recibos que mostraban, por las tierras de los valles del
Chira y del Bajo Piura.
Ante esta situación, el virrey
expidió una ordenanza en la misma San Miguel, el 9 de mayo de 1544, por la cual
no sólo se les reconocía a los indios la propiedad de tierras libres dentro de
un amplia área, que por el norte principiaba en Pariñas
y por el sur avanzaba hasta Olmos, sino que además suprimió el pago del tributo
de los quintos y de la mita, hasta que entrasen en vigencia a plenitud las
nuevas ordenanzas.
Demás está decir que esto encolerizó
tremendamente a los españoles en Piura, poniéndolos decididamente en su contra.
Jacobo Cruz en “Catac-Caos”
relata la compra de tierras que hicieron los indios a Vaca de Castro.
Partió el virrey hacia Lima por
tierra y en Trujillo, ciudad que había crecido ya grandemente, se hizo tributar
recibimiento oficial y solemne y bajo palio. Era pues una recepción, aunque
obligada, muy diferente a la de Piura. En Trujillo, Blasco Núñez, continuó
poniendo en vigencia las ordenanzas a favor de los indios.
Cada día que transcurría, el virrey
se ganaba más y más poderosos enemigos.
En cambio, los beneficiados que eran los
indios, nada hicieron a favor del representante del monarca. Estaban con
espíritu muy decaído, faltos de iniciativa y sin jefes
de jerarquía que lograran juntarlos para que pudieran significar una fuerza
capaz de hacer frente a sus opresores. Éstos tenían el campo libre frente a
Blasco Núñez.
En Barranca, cerca de Lima, en la
posada donde el virrey hizo un alto, encontró un letrero que decía: “a quien me
viniera a quitar mi hacienda, quitárele he la vida”.
Su autor era el encomendero Antonio del Solar. En todo el trayecto de Trujillo
a Lima, el virrey encontró hostilidad y le negaron las vituallas. Una comisión
que había partido de Lima para recibir al virrey en Piura y pedirle dejara en suspenso
las ordenanzas, se regresó a la capital a poco de salir, porque recibieron
noticias de las decisiones del virrey. Esa comisión la integraban Juan de
Barbarán, el que sepultó el cadáver de Pizarro; Diego de Agüero, que fuera uno
de los fundadores de San Miguel, el factor Illen
Suárez de Carvajal, Lorenzo Estupiñán, Pablo Meneses, Hernán Vargas, el
dominico fray Egidio y
otros más. Al virrey contaron en Barranca que Suárez de Carvajal había
proferido insultos y amenazas en su contra. Desde ese momento le tuvo ojeriza y
eso iba a terminar en tragedia para ambos.
El virrey hizo su ingreso a Lima el
17 de mayo de 1544 con gran pompa. Los oidores con sus familiares llegaron por
tierra el 1º de julio. Durante el recorrido desde Tumbes habían recibido quejas
de los españoles avecindados en las diversas ciudades, contra el virrey y ellos
habían ofrecido ponerles remedio. En Lima las relaciones entre el virrey y los
oidores fueron tirantes.
Despertada la ambición de Gonzalo
Pizarro, marchó desde Charcas al Cuzco al cual encontró revolucionado contra el
virrey. Prácticamente todo el sur se le plegó. Cuando el virrey entraba a Lima,
Gonzalo Pizarro contaba ya con poderosas fuerzas, y se proclamó capitán general
del Perú, desconociendo la autoridad del virrey.
Mientras tanto en Lima el virrey
cometía una serie de errores y arbitrariedades que lo mal quistaron con todos.
Puso en prisión a Vaca de Castro del cual desconfiaba, y rompió definitivamente
con la mayoría de los oidores, que resultaron ser gente desleal y alborotadora
Un gran contingente de vecinos y
soldados de Lima, desertaban de noche y se iban a unir con las tropas de
Gonzalo Pizarro. El 13 de septiembre el virrey mandó a llamar a Illán Suárez de
Carvajal, y lo acusó de instigar las deserciones. Tras la discusión, el virrey
sacó su daga y dio muerte a Suárez de Carvajal. Esto precipitó los hechos. Los
oidores en franca rebelión convocaron a un cabildo abierto y se decidió la
captura del virrey y su remisión a España. El 24 de septiembre partía el virrey
rumbo a Panamá bajo la custodia del oidor Álvarez.
Las traiciones y deslealtades, que
fueron muy comunes en las luchas de Pizarro con Almagro, volvieron a aparecer.
Nadie estaba seguro de nadie.
A poco de zarpar hacia el norte, el
oidor Álvarez que llevaba detenido al virrey cambió de parecer y se puso a
órdenes de su prisionero, enrumbando la nave que los transportaba hacia Tumbes.
En el camino se encontraron con otra embarcación que era comandada por el capitán
Álvarez Cueto, adicto al virrey y por el hermano de éste, Núñez Vela.
El barco llegó hasta Paita, en donde
había dos barcos comandados por Juan Ruiz y por Rodrigo Ponce de León, que
también se pusieron a sus órdenes, avanzando hasta Tumbes y desembarcando aquí,
donde fue bien recibido
Blasco Núñez instaló su gobierno en
Tumbes, y con el oidor Juan Álvarez, reinstaló en ese lugar
El anciano virrey desplegó gran actividad
y envió despachos a diversas ciudades del norte del país, solicitando refuerzos
y obediencia al rey. El llamamiento fue oído y bien pronto la ciudad se llenó
de soldados. De quito llegaron 10 con el estandarte real. De San Miguel de
Piura, con un grupo de soldados llegaron Alonso Sotomayor y Gómez de Estacio. Montemayor había sido un capitán que durante el tiempo de
permanencia del virrey en Lima había permanecido fiel al representante del rey
y cuando, Blasco Núñez fue confinado en un barco en el Callao antes de ser
remitido al Norte, intentó dar un golpe de mano contra el rebelde oidor Cepeda.
Descubierto el complot tuvo que huir para salvar la vida. De Puerto Viejo, el
corregidor Hernando Santillana remitió gruesa suma de
dinero y 25 soldados al mando de Bartolomé Pérez.
El virrey pensaba marchar sobre San
Miguel para hacerla centro de sus operaciones, pero en esos momentos apareció
en la costa de Tumbes la flotilla de Hernando de Bachicao,
que había sido enviado por Gonzalo Pizarro, con órdenes de apoderarse del
virrey en Tumbes. Era éste un hombre ambicioso, interesado y sanguinario, al
cual acompañó la suerte en la navegación, pues desde la salida del Callao, pudo
capturar algunos barcos y al llegar a Tumbes, se apoderó del barco que obedecía al virrey. Días antes Blasco de
Núñez de Vela había enviado a España para informar al rey de todos los sucesos,
a su pariente el capitán Diego Álvarez Cueto y a Juan de Guzmán.
El virrey estableció su campamento a
ocas leguas del norte de Tumbes, con 150 hombres. Bochicao
tuvo noticia de esta fuerza y no se atrevió a desembarcar, siguiendo rumbo a Panamá. En cambio el
virrey, fue mal informado y creyó que la fuerza de Bochicao
era apreciable y como también supo también que otro ejército avanzaba de Lima a
Piura, temió ser encerrado en un movimiento envolvente y se replegó a Quito.
Bochicao llegó a Panamá y se
apoderó a la ciudad, imponiendo un régimen de terror. Era marzo de 1545.
En Quito el virrey fue bien recibido.
Uno de los primeros capitanes que primero llegó al llamamiento del virrey fue
el alcalde de Pasto, Hernández de Girón, que además aportó una regular cantidad
de soldados. Más le hubiera valido no salir de Pasto, porque años más tarde
tendría trágico fin en el Perú. Junto con Blasco de Núñez viajó el tesorero de
Piura, Alfonso Rangel, en cuyo poder estaban
1’200,000 ducados que correspondían al quinto del Rey, provenientes de las
minas
El virrey nombró como teniente
general de su ejército a su hermano Núñez
Vela y como maestre de campo a Rodrigo Ocampo, hombre que más tarde lo iba a
traicionar. Tenían el comando de fuerzas, los capitanes Diego Ocampo, sobrino
de Rodrigo, el fiel Alonso Montemayor, Francisco
Hernández de Girón, Juan Pérez de Vergara y los capitanes Jerónimo
El virrey desde Quito escribió a
Sebastián Benalcazar y a Pascual de Andagoya que se encontraba en Popayán. Fue Andagoya, el español que primero intentó la conquista del
Perú.}
Estando en Quito, supo el virrey que Bochicao se encontraba en Panamá y que de Lima había
partido hacia Piura una fuerza mandada por Jerónimo de Villegas, Gonzalo Días
de Pineda y Hernando de Alvarado. No era en realidad todo un ejército, como al
principio había supuesto, sino un grupo de sólo 25 soldados, pero que
seguramente se iba a ir engrosando en el camino.
El virrey supo también que desde Jaén
y Bracamoros, se dirigía hacia Ayabaca el capitán
Juan Díaz de Pereyra con 40 soldados fieles.
Bien pronto el departamento de Piura
se convirtió en el escenario violento de las luchas entre el virrey y las
fuerzas sublevadas de Gonzalo Pizarro
Blasco Núñez de Vela, decidió marchar
hacia San Miguel de Piura, tanto para unirse a las fuerzas del capitán Pereyra
como para oponerse al avance de Villegas. Por otra parte en Cajamarca, Melchor
Verdugo encomendero de ese lugar se había levantado a favor del virrey y se
proponía tomar Trujillo. En esta ciudad se encontraba el capitán Diego de Mora,
hombre riquísimo, encomendero de Chicama que había
hecho conocer su fidelidad a Gonzalo Pizarro. Era el capitán Mora un hombre
siempre dispuesto a estar con el sol que alumbra para salvar su inmensa
fortuna, lo cual al final logró asegurar.
Jerónimo de Villegas, afianzó a Mora
en Trujillo y engrosó sus tropas con las que siguió hacia San Miguel de Piura,
a donde llegaron con 80 hombres.
Mientras tanto el virrey, salía de
Quito el 4 de marzo de 1545 y por la vía de Riobamba se dirigía hacia Piura,
con el ánimo de unirse a Pereyra y batir a Villegas. Este retrocede entonces
hacia Collique.
Las fuerzas pizarristas cortaron la
retirada d Díaz de Pereyra, lo derrotaron y le dieron muerte, lo mismo que a su
segundo capitán Heredia y a otros dos oficiales más. Los 60 hombres que traían
los incorporaron a su tropa.
Mientras tanto, San Miguel de Piura,
que también mostraba gran volubilidad política, se había declarado a favor de
Gonzalo Pizarro, después de la salida de Montemayor.
El virrey llegó a Piura con 150 jinetes y de inmediato y de inmediato salió
tras de Villegas.
Estando en Ayabaca, el virrey supo de
la derrota de Pereyra. Uno de sus capitanes le aconsejaron que en San Miguel
castigara a su cabildo por su deslealtad, pero optó mas bien por perseguir a
Villegas y a Díaz Pineda. Cinco soldados de éste desertaron y fueron a avisar
al virrey donde se encontraban los pizarristas. Reemprendió la marcha el
anciano Blanco Núñez y en Colliquén sorprendió a
Villegas derrotándolo. Los tres capitanes se internaron en la selva y Villegas
murió en manos de los indios salvajes, mientras que Díaz Pineda y Alvarado
perecieron al comer yerbas que ignoraban eran venenosas. Había sido Gonzalo
Díaz de Pineda uno de los testigos de la fundación de San Miguel y había
intervenido en la famosa expedición a El Dorado. Debe de criticársele de que habiéndose
ofrecido al virrey cuando éste llegó a Lima, logró el mando de tropa para
incursionar sobre Huanuco, pero en el trayecto se rebeló plegándose a Gonzalo
Pizarro.
Luego del triunfo de Colliquén, el virrey celebró una reunión con sus oficiales
y les expuso, su contrariedad por las desavenencias que existían entre ellos y
que había resuelto embarcarse rumbo a España, para hacer conocer de que modo
era servido el rey en el Perú. Era nada menos que Rodrigo de Ocampo, su maestre
de campo el que fomentaba tales problemas, por su conducta sospechosa de
deslealtad. Ocampo había solicitado poco antes al virrey que premiara sus
servicios con condecoraciones y encomiendas ante lo cual el virrey con mucha
dignidad le respondió: “estoy en muy apretada situación, pero yo no compro a
mis soldados, sino los escojo”.
Era el capitán Hernández Girón de los
que más desconfiaba del proceder de Ocampo, habiendo recibido del virrey la
misión de controlarlo. Fue por esta razón que Francisco Hernández Girón
haciendo uso de la palabra, pidió que al capitán que faltase a su deber o no
fuera obediente, se le cortase la cabeza.
El virrey decidió entonces tomar San
Miguel, y sus capitanes le aconsejaron que lo hiciera por sorpresa. Prefirió
sin embargo mandar unos emisarios haciendo conocer que iba hacia la ciudad. La misión fue encomendada a Juan
Delgadillo, el alférez real, hombre leal a toda prueba. Tal actitud permitió
que los pizarristas fugaran. Blasco Núñez autorizó que sus soldados saquearan
las propiedades de los prófugos.
Mandó hacer un sello real y con el
oidor Álvarez, instaló
Desde Piura se envió sobre Saña una
fuerza la cual tuvo que regresarse porque se supo que Gonzalo Pizarro había
salido de Lima y estaba próximo a Trujillo. Era en esa época Saña una ciudad
que había logrado prosperar más que Piura y en poco tiempo se convertiría en
una de las principales del Perú, hasta que fue destruida por el desborde de su
río.
Cuando Gonzalo Pizarro envió a
Villegas y Díaz Pinedo al norte, decidió de inmediato reunir gente para iniciar
personalmente la ofensiva contra el virrey.
Fue así como dispuso que dos ejércitos salieran de Lima, uno por tierra
a las órdenes de Francisco de Carvajal, el famoso Demonio de los Andes, y otro
por mar en dos navíos a las órdenes del mismo Gonzalo Pizarro con 150 soldados.
Con él iba el oidor Cepeda. El anciano oidor Ortiz de Zárate, completamente
achacoso, quedó en Lima. De esta forma, la real audiencia quedó desecha, ya que
anteriormente Lisón de Tejada había sido enviado por
Pizarro a España. Hay que manifestar sin embargo que el rey había autorizado a
Blasco Núñez a formar audiencia aunque sea con un solo oidor, y eso es lo que
había venido haciendo con el oidor Juan Álvarez en Piura.
Gonzalo Pizarro desembarcó con sus
tropas en Santa y por tierra marchó a Trujillo. Ahí juntó sus fuerzas con las
de Carvajal y juntos salieron hacia Collique
(Chiclayo) en donde pasaron revista al ejército que ya contaba con 600
hombres..
Pizarro desde ese lugar, envió
instrucciones a Rodrigo Ocampo, el traidor maestre de campo del virrey, para
que en el mismo San Miguel diera muerte a Blasco Núñez.
Entre Jayanca
y Motupe, se encontraba una tropilla realista al mando de Juan Velásquez Vela
Núñez, la que al saber de la proximidad de las fuerzas de Gonzalo Pizarro se
retiró rápidamente hacia Piura y dio cuenta al virrey.
Hernando de Bochicao
que había tomado Panamá, cometió una gran cantidad de crímenes y robos, por lo
que la población quedó predispuesta en contra de Pizarro. Se tramó una conspiración para
asesinar a este indigno hombre y entre los comprometidos estaba Bartolomé
Pérez, el marino que había capturado en Tumbes y que en Paita se plegó a Blasco
Núñez. Descubierto el complot, hizo dar muerte a varios entre ellos a Pérez.
Cuando Gonzalo Pizarro salía de
Trujillo, lo mismo hacía Bochicao de Panamá.
Retornaba con una flota de 26 barcos de todo tamaño, cargado de riquezas,
producto de hurtos y con 400 hombres.
Al llegar a Tumbes, pensó en
desembarcar para atacar y saquear Quito y cortar también la retirada al virrey
que supo estaba en Piura. El virrey trató de ganarse a Bochicao,
pero este rechazó la oferta. Fue uno de los pocos actos de lealtad que mostró
este feroz individuo.
Blasco Núñez de Vela, en algún
momento pensó en atrincherarse en Piura, pero ante el riesgo de ser cercado
entre las fuerzas de Bochicao y de Gonzalo Pizarro
optó por retroceder hasta Quito en donde podía recibir ayuda de Benalcazar.
A Piura había llegado un soldado
portugués apellidado Oliveira el cual se decía desertor de las tropas de
Pizarro. Pero el virrey sospechó que se trataba de un espía por cuyo motivo
dispuso que Rodrigo de Ocampo lo redujera a prisión y le aplicara tormento para
hacerlo hablar. No acató el maestre de campo la orden y esto aumento la
sospecha del virrey de la complicidad de Ocampo. Por el momento disimuló la
desobediencia y dispuso la vigilancia del capitán Jerónimo
Cuando el virrey decidió evacuar San Miguel de Piura
y retirarse a Cajas para de ahí pasar a Ayabaca y Quito. Ya los ejércitos de
Pizarro estaban muy próximos.
Estando Gonzalo Pizarro en Motupe,
dividió sus fuerzas en dos grupos. Una menor al mando del capitán Juan de
Acosta, debía de seguir por la costa y tomar Piura que había sido abandonada
por el virrey, mientras que la fuerza principal mandada por Pizarro se dirigía
a Serrán para de ahí internarse por las serranías en
persecución de Blasco Núñez de Vela.
Con relación al avance de Gonzalo
Pizarro sobre Piura, el Inca Gracilazo de
“Cuando Pizarro en aquella provincia
de Collique y en sus comarcas, hizo gran diligencia
para recoger muchos bastimentos y cosas necesarias para su ejército,
especialmente porque había de pasar por un despoblado de más de 20 leguas de
largo, que en todas ellas no hay agua ni refrigerio alguno, sino mucho calor.
Para impedir el peligro tan evidente, hizo gran diligencia en que se proveyese
de agua para el camino. Mandó a todos los indios comarcanos que trajesen gran
cantidad de cántaros y tinajas; dejando allí todas las cargas de la gente de
guerra, de vestidos, ropas y camas, que no les eran necesarias, proveyó que los
indios que habían de llevar aquellas cargas fuesen cargados de agua para el
bastimento de aquel despoblado, así para los caballos y otras bestias, como
para sus personas.
Cargaron los indios y se pusieron
todos a la ligera, sin llevar ningún servicio, porque el agua que no les
faltaron, y puestos así a punto enviaron delante veinticinco de a caballo por
el camino ordinario.”
Hasta aquí el relato del Inca Garcilaso de
Como se puede apreciar, una vez más
los indios, completamente subyugados, son utilizados sin miramiento de ninguna
clase, como bestias de carga.
Cuando el virrey dejó Piura, algunos soldados y oficiales no quisieron seguirlo. Los pizarristas tomaron a varios prisioneros y Carvajal dispuso fueran ahorcados. Si embargo el contador Alonso Rangel logró librarse del suplicio entregándole al Demonio de los Andes una buena cantidad de oro y de plata. El feroz capitán pizarrista era muy venal y lo único que lo ablandaba era el dinero.
Gonzalo Pizarro entregó el mando de
su vanguardia a Carvajal para que diera caza al virrey.
La traición de Rodrigo Ocampo se
hacía cada vez más notoria y eso lo notó el virrey
En Cajas desertaron de las filas realistas
los capitanes Jerónimo Castilla y Lope de Urrea. Muy
diferente fue la actitud del capitán Cristóbal de Mosquera que solicitó permiso
del virrey para dejar sus filas pretextando que tenía urgencia de ir a ver a su
hermano que estaba gravemente enfermo. El capitán Jerónimo de
Mientras tanto Rodrigo Ocampo propuso
al virrey entrar en tratos con Gonzalo Pizarro, ofrecerle una buena suma y
persuadirlo que se fuera a España. El virrey aparentó aceptar el plan para
darse un respiro en el acoso a que se veía sometido por las tropas de Pizarro,
pero sin confiar en el éxito del plan y más bien aumentó sus sospechas contra
Ocampo. Se nombró entonces una comisión para entrevistar a Pizarro, la misma
que fue interceptada por Carvajal, que procedió a colgar a todos de un árbol.
El virrey, considerando que muchos de
sus soldados no resistían la agitada campaña en la sierra de Ayabaca, los fue
licenciando y sólo se quedó con un puñado de 80 hombres. En forma muy extraña,
Carvajal, a medida que avanzaba, hacía tocar sus clarines, lo que advertido por
el virrey, hacía que éste apurase la marcha.
En Ayabaca, Carvajal apresó a Antonio
Carrillo, que logró la libertad pagando fuerte suma. Con el correr de los años,
este Carrillo incitó a rebelarse a
Hernández de Girón. Carvajal en su avance capturaba a los rezagados del
virrey y a todos les dio muerte. Entre ellos estaban, un tal Montoya vecino
principal de San Miguel; Rafael Vela, un Balcázar y
un vecino principal de Puerto Viejo apellidado Briceño. Gonzalo Pizarro quedó
muy disgustado de la forma como Carvajal conducía la vanguardia y lo reemplazó
por Benito Suárez de Carvajal, al cual se juntó Juan de Acosta con 60 hombres
de a caballo
El virrey hizo seguir proceso sumario
por traición a los capitanes Jerónimo de
Antes de internarse en el territorio
de Quito, Gonzalo Pizarro reunió a sus capitanes para tomar consejo. Diego de
Maldonado, fue de opinión de que se sometieran a la obediencia del rey, lo cual
irritó a Pizarro y Carvajal y se le mandó a callar. Maldonado era uno de los
que huyó del Cuzco cuando Blasco Núñez de Vela arribó a Lima, puesto que no
quería seguir a Pizarro. Cuando posteriormente Pizarro ingresó a Lima, Carvajal
persiguió a Maldonado con una soga para ahorcarlo por traidor, librándose de morir
por las influencias que tenía el perseguido. Lo mismo sucedió con Benito Suárez
de Carvajal a quien ya Carvajal había puesto la soga al cuello.
Por la noche apareció en la casa de
Gonzalo Pizarro, una carta anónima, en que le dan consejos, en forma tal que le
causó tremendo desagrado. Las sospechas lógicamente recayeron lógicamente en
Maldonado, el cual fue puesto en tormento por Carvajal sin lograr que
confesara. Bochicao en cambio sospechaba del
licenciado Rodrigo Niño, el cual fue acorralado por varios españoles puñal en
mano, terminado por confesar ser el autor. Gonzalo Pizarro pidió disculpas a
Maldonado y desterró a Niño.
Gómez de Estacio,
uno de los que se unió al virrey cuando desembarcó en Tumbes, apareció en Quito
y dijo que era perseguido por Bochicao que marchaba
también rumbo a esa ciudad. Pretendió entonces que se pusiera a sus órdenes las
fuerzas leales que había en esa ciudad pero el alcalde Diego Torres se negó a
ello. Mientras tanto el virrey había tomado conocimiento de las pretensiones de
Estancio y sabiendo que pensaba sustraer las fuerzas
de Quito para ponerlas a disposición de Pizarro, ordenó que se adelantara el
capitán Francisco Hernández Girón y lo neutralizara, lo que así hizo. Cuando
Blasco Núñez llegó a Quito sometió a Estancio a
consejo de guerra y lo condenó a muerte, lo mismo que a Álvaro Carvajal y otro oficial de
apellido Ojeda.
En Quito, el virrey volvió a pedir
asistencia a Benalcazar, el cual le envió al valiente
capitán Juan Cabrera con un contingente de soldados. El virrey siguió avanzando
hasta Popayán, pero Benalcazar no podía darle mayor
ayuda por estar comprometido a una guerra a muerte con irreductibles indios
salvajes. A poco de salir Blasco Núñez de Vela a Quito, la ciudad fue ocupada por
las huestes de Gonzalo Pizarro que en conjunto sumaban 700 hombres
El virrey sólo contaba con 400
hombres y nombró como maestre de campo al capitán Juan de Cabrera. Luego mandó
ahorcar a Oliveira ya que se le llegó a comprobar que tenía intención de asesinar
al virrey.
Pizarro en determinado momento avanzó
con su ejército hacia el norte para seguir persiguiendo al virrey pero
consideró que era más prudente permanecer en Quito y retornó a la ciudad.
En esos días supo Pizarro que el capitán
Diego Centeno se había sublevado al sur del Perú y dispuso que Francisco
Carvajal partiese para combatirlo. Este tomó sólo 12 hombres de su entera
confianza y partió al Perú en octubre de 1545.
Un tránsfuga del ejército se presentó
a Pizarro con la clave secreta que utilizaba Blasco Núñez en sus
comunicaciones. Pizarro recurrió a un ardid, hizo creer mediante la clave de
que partía al Perú para combatir a Centeno y que en Quito sólo quedarían
Puelles con 300 hombres. El virrey cayó en la trampa
El 1º de enero de 1546 salió el
virrey de Pasto rumbo a Quito, con 400 soldados, mientras que Pizarro contaba
con doble fuerza y había salido de la ciudad para esperarlo en una zona
inexpugnable. Sin embargo, el virrey con hábiles maniobras logró penetrar a la
ciudad, que estaba desierta y empobrecida. Tanto Benalcazar
como el virrey comprendieron que su casa estaba perdida, por cuyo motivo aquel
propuso entrar en tratos con Pizarro. El virrey no aceptó la propuesta
manifestando que con traidores ni hay palabra, ni la guardan y que si el rey lo
había hecho caballero, tenía que pelear como tal y así servir a su Dios y a su
rey.
Un sacerdote, Jacobo Ricke, aconsejó al virrey refugiarse en su convento de
Quito y disponer que Benalcázar con las tropas se
retirase hacia Popayán, pero el valeroso anciano, no obstante que sabía que no
tenía ninguna esperanza de triunfo, prefirió luchar. Fue así como las mismas
tropas reales iniciaron el ataque. Aún dada la desproporción numérica, de ánimo
y abastecimiento, la batalla duró más tiempo de lo previsto. Murieron en la
acción 50 realistas y 20 pizarristas, pero éstos después de la batalla mataron
a 70 más, en una acción sin nombre.
El viejo virrey luchó como bravo y
vendió cara su vida. Varios pizarristas cayeron bajo el golpe de su espada,
entre otros el capitán Alonso Montalvo. El virrey cayó cuando recibió un golpe
de hacha que le dio Hernando Torres de Arequipa. Blasco Núñez ya había roto su
lanza. Se encontraba mal herido y estaba confesándose con el sacerdote Francisco
Herrera, cuando se le acercó Benito Suárez de Carvajal, hermano de Illán matado
en Lima por el Virrey. El capitán Benito
había estado buscando a Blasco Núñez por todo el campo de batalla entre los
caídos. El vengativo español iba a darle muerte con su propia mano, pero como
se le afeara ese cobarde comportamiento con un caído, ordenó a un esclavo
morisco que tenía a su servicio que le cortase la cabeza. Así eliminaban sin
escrúpulos antiguamente, obligando hacer a los esclavos lo que suponían no era
digno hacerlo por sí mismo. A la cabeza cercenada le fue taladrado el labio
inferior por donde le pasaron una cuerda, que arrastró Suárez de Carvajal,
mientras el esclavo pregonaba, que así se había hecho justicia con un traidor.
¡Así de errado era el concepto de lealtad!
La cabeza del virrey fue luego puesto
en la picota en Quito. Este salvaje e indigno proceder fue desaprobado por
Gonzalo Pizarro, que ordenó se juntaran los restos y se le tributaran honras
fúnebres como correspondía a su alta investidura. Hubo también un cobarde
capitán pizarrista, Juan de
Este capitán Juan de
Antes de la batalla de Iñaquito
desertaron de las filas del virrey, el incorregible Diego Ocampo y los
desleales capitanes Bazas, Ahumada, Cepeda, Luis
Vargas y otros
Murieron en el campo de batalla
defendiendo la causa del rey, el leal capitán Juan de Cabrera, lo mismo que
Sancho Sánchez Dávila y los capitanes Zamudio,
Gallegos y Seguro.
Resultaron heridos el oidor Álvarez,
que no obstante su edad y achaques luchó como todo un valiente, así como
Sebastián de Benalcázar, Montemayor,
Hernández Girón, Campomanes, Delgadillo, García
Torres, Gaspar Mejía, Ballón, Diego de Torres y
otros.
El indigno y cobarde oidor Cepeda,
hizo ahogar a su colega Juan Álvarez.
Los capitanes Heredia, Antón y Bello fueron ahorcados por orden de Pizarro. Los
capitanes Diego de Torres, Tapia, Sancho de
Carrera y Sarmiento que se habían refugiado en un templo de Quito, fueron
extraídos de él y ahorcados.
Parece que el capitán Diego de Torres estuvo en la fundación de San Miguel y permaneció en esa ciudad, pues no se encuentra en la relación del reparto en Cajamarca..
El hecho es que acompañó a Benalcázar cuando éste marchó sobre Quito y en 1539 Torres
fue nombrado teniente gobernador de San Francisco de Quito, donde recibió
también una encomienda.
Durante su permanencia en San Miguel, el capitán Torres había sido
regidor y tenido un hijo que fue el capitán Juan Torres de Calderón, tesorero
de
Diego de Torres fue destituido de su
cargo en Quito, por Lorenzo Aldana, partidario de Gonzalo Pizarro, pero
posteriormente fue nombrado alcalde de la ciudad, cargo en que lo sorprendió la
llegada del virrey fugitivo, al cual dio recibimiento y apoyó como leal súbdito
del rey. Tomó parte en la batalla de Iñaquito y después de la derrota se
refugió con otros capitanes en el sagrario de la catedral de donde lo sacaron
los partidarios de Gonzalo Pizarro, sin respetar los fueros de
Su hijo el capitán Juan de Torres y
Calderón fue principal vecino de
Trujillo. Entre sus descendientes están los Ramírez Loredo
y el conde de San Javier
La acción de Iñaquito se realizó el
18 de enero de 1546