C A P I T U L O      VIII

 

 

CORSARIOS Y PIRATAS

 

 

 

-         Llega el virrey brazo de plata

-         Corsarios contra piratas

-         Nuevos piratas en la costa de Piura

-         El relato del piloto Ibáñez

-         Cuarto y quinto año de piraterías

-         Defensa del virreinato

-         Diego Villegas y Quevedo

-         Azotes para indios que no van al catecismo

-         Trabajo gratuito de las indias.

-         Despoblamiento

-         Organización eclesiástica

-         Virreyes que mueren antes de llegar

-         La sucesión española del trono    

-         Obispo muere en Catacaos

-         El afrancesamiento

-         Donan La Brea y Pariñas al hospital

-         ¿Quién era el capitán Benito de las Heras?

-         Temblores y pestes.

-         Reaparecen los corsarios.

-         Robinson Crusoe” en al Isla Juan Fernández

-         Dampier en Paita

-         Muerte del Virrey conde de Monclova

-         Entregan tierras a indios de la Huaca

-         Corregidor soborna a virrey. – Negociados

-         Robinson Crusoe” en Paita

-         Saqueo de Guayaquil.

-         Muere el virrey Castell Dos Ríos

-         Las balsas de Colán

-         El obispo virrey

-         Desastre pirata

-         Príncipe Santo Bueno, llega de mal humor

-         El Ciego de la Merced

-         Excomunión contra sacerdotes vagos

 

 

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LLEGA EL VIRREY “BRAZO DE PLATA”

 

En junio de 1689, llegaba procedente de México, en donde había sido virrey, don Melchor Portocarrero Lazo de la Vega, conde de Monclova, comendador de Zarza en la orden de Alcántara, consejero de guerra y gentil hombre de la cámara del rey. Era hijo de don Antonio Portocarrero conde Monclova y de doña María de Rejas Manrique de Lara.

En España había tenido destacada actuación en las luchas de ésta en Flandes, Sicilia, Francia, Portugal y Cataluña. En la batalla de Dunas de Dunquerque, perdió el brazo derecho, que le fue sustituido por otro de plata. De ahí que en Lima se le conociera como virrey “brazo de plata”

Sirvió a dos reyes: a Carlos II con el que se extinguió la dinastía de origen austriaco y luego a Felipe V que inició la dinastía francesa de  los Borbones. Fue éste último el que lo hizo grande de España de 1ra clase, siendo por lo tanto el tercer virrey que tuviera tan alta distinción nobiliaria. El primero fue Alba de Liste y el segundo el conde de Lemos.

El conde de Monclova, estaba destinado a ser el virrey que más tiempo gobernó al Perú, 16 años, un mes y siete días.

El duque de la Palata le envió a Paita a la nave capitana, pero prefirió el conde hacer el recorrido por tierra, habiendo entrado en Lima el 15 de agosto de 1689.

 

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CORSARIOS INGLESES Y PIRATAS FRANCESES

 

En el mismo año que el conde de Monclova iniciaba su largo gobierno, aparecían por el sur corsarios ingleses y por el norte piratas de diversa nacionalidad.

A fines de 1689 se tuvo conocimiento de que piratas franceses habían atravesado el istmo y en una pequeña urca habían llegado hasta las costas peruanas. Para perseguirlos y destruirlos, se envió al “San José” bajo el mando del capitán Gregorio Igarza, el cual recorrió todo el litoral hasta Panamá sin encontrar a los filibusteros. Estando ya de regreso, el 19 de junio de 1690 recogió a un indio frente al puerto ecuatoriano de Manta, el que le informó que los piratas se habían apoderado de la nave “San Francisco Javier”, propiedad de Francisco Larraín. El pirata quemó su pequeña urca y acondicionó el barco capturado, transbordando 22 cañones y tras haber avanzado hasta las costas de Trujillo, había retornado para encontrarse en las islas Galápagos.

Igarza examinó nuevamente el litoral, pero no encontró al pirata, aunque sí las huellas de sus depredaciones. Por fin el 30 de junio arribaba a Paita para reabastecerse.

Mientras tanto en el sur, el inglés Strong, luego de pasar con éxito el estrecho de Magallanes en la peor época, se presentó en el puerto de Coquimbo y después de disparar cañonazos de saludo, hizo desembarcar una lancha con un grupo parlamentario que portaba una carta de John Strong para el corregidor

En la carta, redacta en latín, le decía que los reyes de Inglaterra le habían autorizado el corso para destruir a los piratas franceses, pues en esos momentos Inglaterra y España estaban en paz. Manifestaba que no era su intención tomar nada por la fuerza y que deseaba comprar víveres y vender algunas mercaderías. No se llegó a ningún acuerdo y Strong se retiró no sin antes dejar una nueva carta reiterativa de la primera.

De ahí no se vuelven a tener noticias de Strong, sino hasta el 24 de agosto, en que se apodera de una fragata cargada de madera que salía de Guayaquil y tenía como capitán a Alejandro la Madrid. Éste envió una carta al virrey haciéndole conocer el buen trato que recibía a bordo, y que los tripulantes no eran gente desastrada como comúnmente solían serlo los piratas, sino marinos disciplinados y respetuosos, que le habían ofrecido desembarcarlo en Paita. A causa de una tempestad el desembarco se hizo en Guayaquil.

Strong se acerco entonces a Tumbes en donde logró le dieran agua y vendió mercaderías. Ante la necesidad de víveres frescos, capturó a dos embarcaciones de las que tomó vituallas, dejándolas luego seguir su viaje. El 9 de septiembre pasaba frente a Santa Elena y luego se dirigió al norte, tal como informara el corregidor de Guayaquil al virrey.

Cuando Igarza llegaba a Paita el 30 de junio, cansado de buscar a los piratas franceses. Estos se habían apoderado el día anterior de un barco con harina que navegaba entre punta Aguja y la isla de Lobos. Los marineros peruanos tan luego se dieron cuenta de la presencia de los piratas, ganaron tierra en lanchas.

El 25 de agosto de 1691 que se movían frente a las costas de Guayaquil, Tumbes y Piura, dieron otro golpe apoderándose del barco “Santa María Hospital de los Padres” de propiedad de Juan Rodríguez Franco. Esta nave traía de Panamá 500 fardos de tela y un lote de esclavos. Todo lo tomaron los piratas, que además se llevaron el palo mayor, el velamen y las jarcias. Luego la dejaron en libertad con su dotación de marineros.

         

Dos días más tarde, el 4 de septiembre, los piratas  frente a punta Mero capturaban al “Santo Tomás” cuyo capitán era Pedro Delso, al que dejaron en libertad tras de tomar mercadería de las bodegas, jarcia y velamen.

La actitud del pirata causaba asombro, ya que el barco jesuita que transportaba carga por valor de  dos millones de pesos sólo tomó valores que no pasaban de 50,000 pesos. Tampoco se preocupó por retener a personas principales por las cuales pudo pedir y lograr alto rescate.

El virrey dispuso que la nave almirante “San Lorenzo”, que acababa de regresar de Panamá y se encontraba en Paita, saliera rumbo a Guayaquil, para evitar que cayeran en manos de los piratas dos barcos de guerra que se estaban construyendo en ese lugar.

El “San Lorenzo” se unió después al “Santo Tomás” para escoltarlo hasta el Callao.

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RELATO DEL PILOTO IBÁÑEZ

 

El piloto Juan Martín Ibáñez del “San Francisco Javier”, capturado el 15 de octubre de 1689 frente al puerto Manta y liberado el 8 de diciembre de 1692 en la isla Juan Fernández, a centenares millas al sur, hace patético relato de su cautiverio y aclara muchas cosas, pero no revela el nombre del jefe pirata. Hace conocer que fue recluido con Larraín en las bodegas del barco y les aplicaron tormento al igual que a otros pasajeros, para que dieran información sobre la capacidad de fuego del “San Lorenzo” y dónde podrían apropiarse de objetos de plata. El barco que fue capturado entre punta Aguja y la isla de Lobos, pertenecía al escribano trujillano Francisco Miguel Cortijo. Luego fue capturado otro buque del panameño Diego de Santisteban. El barco de Cortijo pasó a incrementar la flota pirata. En las islas Galápagos se produjo una reyerta entre los jefes piratas, separándose algunos de ellos con la urca que se dirigió al norte.

El “San Francisco Javier” estuvo escondido en las Galápagos hasta el l2 de marzo de 1690. Acordaron entonces  desembarcar a Larraín y otros prisioneros.

Se dirigieron al sur, pero a la altura de Huanchaco (Trujillo), en el barco que mandaba un pirata de nombre Loanda se propagó una peste que mató a varios, por cuyo motivo retornaron a las Galápagos. Después de reponerse recorrieron las costas de cabo Blanco y los Órganos. El 29 de junio, frente a punta Aguja, trataron de capturar una embarcación de Gregorio Luarca, pero los tripulantes la hicieron encallar, no obstante se apoderaron de 1,500 costales de harina. En la isla de Lobos permanecieron varios días y el 5 de agosto de 1690 se dirigieron hacia las costas de México donde cometieron una serie de audaces tropelías.

El 8 de julio de 1691 nuevamente estaban cruzando el cabo de San Francisco en el Ecuador. Pasaron un tiempo en la Galápagos y retornaron a sus depredaciones. Es entonces cuando logran capturar el barco “Santa María y Hospital de Pobres”, a cuyo capitán Rodríguez Franco y a un sacerdote sometieron a tortura para que revelaran el paradero de un rico cargamento adquirido en Portobelo. De un cargamento de negros que iba en el barco, tomaron a 14 que quisieron ir con los piratas. El 30 de agosto capturaron el barco jesuita y el 1º de septiembre vieron frente a Tumbes tres velas. Cuando los piratas preguntaron a Ibáñez a qué barcos pertenecían, éste dijo que podrían ser el “San Lorenzo”, “El Pópulo” y “Nuestra Señora del valle”. Asustados los piratas enfilaron a mar abierto. En esta ruta alcanzaron a  un navío y ordenaron a su capitán que se detuviera. Éste les contestó: -vamos andando e iremos hablando. Finalmente los piratas lo capturaron. Era  el “Santo Tomás” con su capitán Delson, a quien decidieron dar muerte por burlarse de ellos. Al presentarse Delso ante los piratas resultó ser un anciano de blanco cabello.

El capitán pirata que esperaba con el alfanje listo para cercenarle la cabeza cambió de parecer y abriéndole los brazos le dijo: “Como buen viejo no arriaste las velas. Mi gente se enojó mucho contigo”. De todos modos el “Santo Tomás” fue saqueado. Se dirigieron a cabo Blanco y avistaron un barco el 8 de diciembre, lo persiguieron pero el barco se refugió en Paita.

Decidieron tomar el camino a la isla de San Juan Fernández, frente a Chile, a donde llegaron el 29 de octubre. Al día siguiente capturaron un barco que pasaba cerca, era “La Begoña”, que conducía dinero para pagar a empleados, harina, víveres y zapatos, vinos, biscochos y quesos, de todo lo cual se apoderaron, al igual que del árbol mayor, velas y jarcias. En este barco pusieron a Ibáñez y otros seis prisioneros, ordenándoles dirigirse, sin escalas, al Callao. Era el 8 de diciembre de 1692.

 

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EL CUARTO AÑO DE PIRATERÍAS

 

El pirata sólo disponía de 89 hombres de los cuales 34 eran franceses y el resto holandeses, ingleses y de otras nacionalidades. Contaba también con seis negros de las colonias portuguesas. A bordo tenían 28 prisioneros.

Sólo eso les bastó para burlarse durante más de cuatro años de todo el poderío del virreinato y poner en zozobra a todos los puertos del litoral

Loa primeros días de marzo de 1693, toma en Iquique una fragata mercantil de propiedad de don Santiago de Mendia y con toda su tripulación. La lleva a Arica en donde se aparece el 25 de ese mes. De primera intención pretende un desembarco pero es rechazado. Entonces propone la entrega de la fragata a cambio de 7,000 pesos lo que no es aceptado. Los piratas desmantelan el barco y en la misma rada de Arica lo queman.

El 6 de abril frente a las islas de Chincha se apodera del “Santo Cristo” y se apropia de 820 fanegas de trigo. Días antes por sorpresa captura un cargamento de vinos que había en la playa de Nazca. El 10 de abril capturan un pequeño barco que capitaneaba Roque Zaera, apoderándose del agua, de los víveres y de algunas velas, dejándolo luego en libertad. El 26 de abril se presenta en Pisco y se apodera del barco mercantil “San Lorenzo” robando 150 botijas de vino.. Esto como se puede apreciar a las puertas de Lima. Vuelven a poner proa al sur.

Durante el mes de mayo y gran parte de junio, el pirata casi desapareció de la vista de todos, pero en junio aparece frente a Iquique, hace un desembarco y se apoderan de varios asnos con los cuales preparan carne salada. Luego salen tras de dos barcos, logrando darle alcance al “Nuestra Señora del Rosario” que llevaba trigo de Chile al Callao. Su capitán desesperado de no poder salvar la nave la abandonó, desembarcando en la quebrada de Vitor. El capitán Juan de Zozaya –que así se llamaba-  informó más tarde el suceso a las autoridades de Ica. Con la presa viró el pirata  al sur y cerca de Arica se apoderó del barco “La Magdalena” de Bartolomé Calderón que también llevaba trigo. El grano era muy necesario en Lima de tal manera que el corregidor de Arica se avino a pagarle al pirata 4,000 pesos por la “Magdalena” y 9,000 pesos por “Nuestra Señora del Rosario”, pero no cumplió con entregar a ésta, pues el pirata se la reservó para su flota.

 Nuevamente pasó un tiempo sin que se supiera nada del pirata. Posiblemente estaba en las islas Galápagos o Juan Fernández adaptando a “Nuestra Señora del Rosario” para operaciones de piratería. El barco “Santiaguillo” que navegaba hacia Arica fue sorprendido el 17 de octubre frente a las costas de Arequipa, por una piragua armada. Como no acataron la orden de rendición, los piratas abrieron fuego sobre el “Santiaguillo” matando al primer disparo a 3 personas e hiriendo a otras cinco. Ante eso el capitán entra en tratos con los piratas y ofreció 17,000 pesos para que le dejaran el barco, pero los piratas no aceptaron.

En noviembre asaltaron en Chancay a un barco de don Nicolás Medina y luego otro de Juan de Garay y tras de despojarlos de víveres, velas, jarcias, anclas y de algunos negros que iban a bordo, los dejaron libres. Los piratas prosiguieron su rumbo al norte y a fines de mes estaban frente a cabo Blanco, con la “Nuestra Señora del Rosario” armada. Se suponía que continuarían hacia Guayaquil, pero no fue así. Las autoridades de Paita se aprestaron para la defensa.

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EL QUINTO AÑO DE PIRATERÍAS

 

La tremenda capacidad de maniobra y de movilidad de los escurridizos piratas, lo demostraron cuando el 29 de enero de 1694 amaneció frente a la bahía de la Concepción, en Chile, la flota pirata integrada por el “Santo Cristo”, “Nuestra Señora del Rosario”, el “Santiaguillo” y otros más. En la noche los piratas se apoderaron de la tripulación del “Santo Cristo de Lezo” anclado frente a Concepción. Por el rescate se pagó 6,000 pesos, 100 botijas de vino y 25 de aguardiente. Los piratas habían incrementado a su gente. En el “Santiaguillo” iban 20 piratas. Por la noche las autoridades de Concepción trataron de tomar por abordaje al “Santo Cristo”, pero fueron descubiertos, fracasando la operación.

Esta fue la última acción de estos piratas que parecen habían estado acumulando el producto de sus robos en la isla Juan Fernández y que provistos de buenas naves decidieron alejarse por el estrecho de Magallanes en donde zozobró el “Santiaguillo”.

Durante todo este tiempo el comercio marítimo de ruta se resintió mucho.

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LA DEFENSA DEL VIRREYNATO

 

Para hacer frente a enemigos tan escurridizos, conocedores de todos los secretos del mar y que a todo trance evitaban encuentros con barcos armados, el virrey sólo tenía tres barcos viejos y pesados que ocupaba mayormente en la conducción de las remesas a Panamá, para de ahí ser enviados a la corte de España.

En junio de 1690, Gregorio Igarza al comando del “San José” llegaba a Paita tras haber buscado inútilmente a los piratas en las costas de Ecuador, las Galápagos y del departamento de Piura.

Fueron una vez más los mercaderes de Lima, los que se presentaron a salvar la situación. Reunieron una bolsa de 200,000 pesos y platearon al virrey la construcción en Guayaquil de una nave capitana de 845 toneladas, una almiranta de 700 y un patache de 250. Esto era en junio de 1691, cuando los piratas ya habían hecho bastante daño.

En Guayaquil se trabajó febrilmente, pero de todos modos, la capitana “El Sacramento” recién se botó al agua en noviembre de 1692; un poco después el patache “Santa Cruz” y la almiranta “Purísima Concepción” sólo se pudo terminar a mediados de 1694.

En 1691 el virrey había comprado en un poco más de 70,000 pesos un barco llamado “Jesús, María, José” del capitán Juan Oriamuño”, de Panamá, que era el mejor de su género en todo el litoral.

La primera tarea que se le entregó al “Jesús, María, José”, como cualquiera podía suponer, era la de trasladar a Panamá los caudales. Al retornar, estaba en Mantas el 20 de julio de 1692, cuando recibió orden de inspeccionar las Galápagos, no encontrando rastros de piratas por lo que se dirigió a Costa Rica.

Al capitán Gregorio Igarza le habían entregado un pequeño barco que llevaba el nombre de “Sacramento”, pues el que tenía el mismo nombre destinado a la nave capitana aún no había salido de la factoría de Guayaquil. Estaba Igarza el 14 de julio de 1692 en Paita, cuando zarpó a las islas Galápagos a donde llegó el día 21. Sólo encontraron un papel escrito en francés, en el que los piratas que habían estado antes daban información a los que deberían llegar después. Como nadie conocía el idioma francés no les sirvió por el momento de ninguna ayuda. Retornó al continente y recorrió las costas de Santa Elena. A Paita llegó Igarza, el 23 de agosto. En el puerto pudo traducirse el papel encontrado en Galápagos. Lo hizo don Guillermo Bautista de Cavaría, y de acuerdo al mismo los piratas debían estar en California; lo que era cierto, pues aún estaban merodeando por los alrededores.

En abril de 1693, se dispuso que el “Jesús, María, José”, que estaba anclado en Paita, al mando de don Pedro Alzamora, procediera a inspeccionar la isla de Lobos y la costa de Lambayeque. No encontró a nadie y retornó  Paita.

Cuando los piratas estuvieron merodeando por Pisco y Nazca, el virrey dispuso que el capitán Igarza al mando del “San José”, pequeño barco artillado, saliera a la búsqueda de los piratas, pero estos iban ya rumbo a Chile.

El 27 de marzo había muerto el almirante Antonio Beas, tras una corta enfermedad de siete días. Beas se encontraba en la isla Puná a donde había ido a hacerse cargo de la nave capitana “Sacramento”, la cual llegó al Callao el 25 de septiembre bajo el mando del general José Alzamora.

No obstante, que ya a fines de 1693 el virrey contaba con fuerzas navales poderosas, no llegaron hacer nada efectivo, aún cuando eso fue posiblemente lo que decidió a los piratas a irse en 1694.

La fuerza naval era: la capitana “Sacramento” con 40 cañones; la almiranta “Purísima Concepción” con 36 cañones; la “Jesús, María y José” con 26  y “Santa Cruz” con 18. Además se contaba con el navío auxiliar “San Miguel”; y “Nuestra Señora de Guadalupe” quedó como pontón artillado frente al Callao.

A partir de 1694, pasaron 10 años de tranquilidad en los mares.

Durante este tiempo, los barcos se fueron deteriorando sin haber entrado en acción y el “Jesús, María y José” fue puesto fuera de servicio en 1705.

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DIEGO DE VILLEGAS Y QUEVEDO

 

Literato piurano de los tiempos de la colonia. El padre Rubén Vargas Ugarte asegura que Villegas  nació en Lima, pero el historiador Guillermo Lohmann Villena, manifiesta que nació en Piura el 24 de agosto de 1696, del matrimonio de don José Villegas y Quevedo, vecino de la ciudad, dos veces alcalde de ella y corregidor interino y de doña Catalina Vélez de Saavedra.

Don José de la Riva Agüero, en “Estudios de la genealogía peruana”, también lo considera nacido en Lima.

Como los padres eran adinerados, enviaron al niño a estudiar a Lima, ingresando en Noviembre de 1711 al colegio  Real de San Martín que dirigían los jesuitas.

Fueron compañeros suyos, otros dos piuranos hijos de acaudaladas familias: Francisco y Martín Sojo de Cantoral como puntualiza su biógrafo el historiador Lohmann Villena.

Cuando cumplía 19 años de edad lograba el bachillerato en Cánones y Leyes y de inmediato optaba el título de abogado.

Cuando cumplía 21 años, se le encargó la Cátedra de Prima de Leyes en San Marcos, y otro importante curso en el colegio mayor de San Felipe.

Todo eso mostraba que se trataba de una inteligencia excepcional.

Fue por ese tiempo cuando empezó a interesarse en los clásicos y en la poesía, publicando sus primeros versos.

El año 1722 optó en San Marcos el doctorado en  Cánones.

Al mismo tiempo que lograba tantos éxitos profesionales y culturales, avanzaba en su carrera sacerdotal y a los 28 años se le confirieron las órdenes del presbiterado.

Estudió la lengua quechua y se convirtió en un experto en ella, lo que facilitó su labor entre los indígenas cuando se le nombró cura en el distrito de Pampachiri, lo cual seguramente no era lugar para un hombre de tan esclarecida inteligencia, lo cual junto a la altura, y a las dificultades que encontró por su carácter severo, resistieron su salud y tuvo que retornar a Lima.

En la capital volvió su vida de entrega al estudio y a la literatura, escribiendo muchos versos. Como aún el medio de Lima le resultaba estrecho para su inquieto espíritu, resolvió viajar a España, en donde tenía relaciones familiares de mucho poder. Con muchas y valiosas recomendaciones en las que se incluía una del virrey marqués de Castelfuerte, llegó a la corte de Madrid y pronto hizo muy buenas amistades. Allí se incorporó a la Academia de la Lengua y contribuyó a la redacción de los vocablos de la décima quinta letra del Diccionario. Eso permitió que se incorporasen al Diccionario, como americanismos, numerosos vocablos con “M”. El intenso trabajo que desplegó resintió su salud y se presentaron, entonces,  síntomas alarmantes en su comportamiento. Sin embargo, fue en este período de crisis que tradujo al castellano las Églogas de Virgilio.

En 1735 retornó al Perú formando parte del séquito del virrey marqués de Villagarcía, conociendo a bordo a Jorge Juan y a Antonio de Ulloa que venían en misión científica. Al llegar al Perú, vino directamente a Piura encontrando viuda y enferma a su madre, impactando poderosamente en su espíritu la muerte de su progenitora el 4 de noviembre de 1736. Tuvo que poner en orden lo referente a los bienes familiares y asumir el cuidado de sus dos hermanas solteras.

En Piura residió cuatro años, después de los cuales retornó al Cuzco.

Luego de dos años de intenso trabajo en la ciudad imperial, su salud nuevamente se resintió y fue obligado a trasladarse a Lima para someterse a cuidados médicos.

Diego de Villegas fue nombrado canónigo de la catedral del Cuzco, en el momento en que ya se manifestaban en él preocupantes perturbaciones mentales, con delirios de persecución, cuyos primeros síntomas habían aparecido en Madrid.

En Lima protagonizó un comprometido incidente cuando al encerrarse durante tres días en su aposento, sus hermanas y una criada negra derribaron la puerta,  motivando el enfurecimiento del enfermo que disparó hiriendo gravemente a la criada.

En sus momentos de  lucidez y tranquilidad, visitaba diversos centros culturales y asistía a tertulias literarias destacando por su rara inteligencia.

Por fin, en 1744 retornó al Cuzco y de inmediato empezaron los problemas. Sólo el respeto que merecía su gran cultura y su asombrosa inteligencia, permitieron que por un tiempo se sobre llevasen sus excentricidades.

Fatalmente con el tiempo se tornó violento y creó muchas situaciones enojosas. En el Cuzco ya se principiaba a decir que Villegas estaba completamente loco, situación que se agravaba al haber hecho abandono de sus funciones, Seguía sin embargo arreglando composiciones poéticas, pero ya no de la calidad de antes.

El 29 de octubre de 1751 termina la atormentada existencia de un hombre que en otras circunstancias podría haber dado mucho más a la literatura y a la cultura.

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AZOTES PARA LOS INDIOS QUE NO VAN AL CATECISMO

 

La teoría de que la letra con sangre entra, se aplicaba en Piura en cuanto al aprendizaje del catecismo, pero sólo con los indios.

En los archivos de Piura hay documentos que tratan de disposiciones dadas por el vicario de la iglesia matriz, de acuerdo a las cuales los indios de la parroquia de San Sebastián que no concurrieran a la doctrina, recibirían seis azotes por la primera inasistencia, doce azotes por dos faltas y dieciocho si el incumplimiento era por tres veces.

La asistencia al catecismo, era más de carácter familiar que personal, es decir, que si un indio estaba impedido o enfermo, podía un pariente suyo reemplazarlo.

Cuando las autoridades eclesiásticas dieron esta cruel y abusiva medida, que no tenía ninguna relación con la auténtica doctrina de Cristo, muchos fueron los que la criticaron por brutal y dura. Uno de ellos fue el alcalde, que asumiendo en forma decidida la defensa de los indios, alegó que no era costumbre la tal obligación de concurrir al catecismo y para hacer notar su protesta, se negó a comulgar en la misa conventual.

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HACEN TRABAJAR GRATUITAMENTE A LAS INDIAS

 

San Sebastián en Piura, era una parroquia esencialmente de indios. A sus misas dominicales concurrían gran cantidad de indios e indias, lo mismo a los oficios que se desarrollaban por las tardes.

Parece, sin embargo, que las damas españolas de Piura, esperaban la llegada de las indias a las que llevaban a sus casas en donde las hacían trabajar en las labores domésticas sin retribución de ninguna naturaleza. Como es lógico suponer, las indias dejaban de cumplir con los deberes religiosos.

Es decir, no obstante la religiosidad de la época, no se tenía ningún escrúpulo en dejar a las indias sin oír la misa. Eso muestra que antes que la devoción estaba el interés, o que existía el criterio generalizado de que los indios eran otra clase de gente y que en las indias no era pecado no oír misa, ni asistir al catecismo, como parece que era en cierto modo el criterio del alcalde de Piura.

Como muestra de este errado criterio basta mencionar que muchos curas tenían relaciones íntimas con multitud de indias y que cuando se trató de frenar estos hechos escandalosos, pues se aprovechaban hasta de los confesionarios para conquistarlas, los curas contestaron a los superiores, que abrieron la investigación, de que tener ayuntamiento carnal con las indias no era pecado.

Para frenar el abuso de las señoras piuranas contra las indias, en 1700 se dio una disposición, nada menos que de carácter episcopal, castigando con penas que iban hasta la excomunión, a los que incurrían en las faltas de hacer trabajar gratuitamente a las indias y les impedían cumplir sus deberes religiosos.

Los documentos no indican si se acató la disposición.

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DESPOBLAMIENTO

 

Primero, las guerras civiles entre conquistadores y, segundo, los trabajos forzados en mitas, obrajes y otras faenas causaron gran mortandad entre los indios.

La población del Tahuantinsuyo que se calculaba en diez millones, fue bajando a partir de la conquista en forma tal que llegó apenas a dos millones.

Eso de acuerdo a los criterios modernos del derecho internacional, fue el fruto de una acción persistente que no tiene otro calificativo que el de genocidio.

El despoblamiento de indios queda patentizado, por ejemplo, en el caso de Tumbes, que al momento de desembarcar los españoles y no obstante la guerra que los naturales del continente sostuvieron contra los indios de la isla Puná, era una comarca sumamente habitada, pero tenía en 1690 sólo doce indios tributarios.

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ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA

En 1691, el obispado de Trujillo comprendía 7 provincias que eran: Trujillo, Luya-Chillaos, Huamachuco, Cajamarquilla, Chachapoyas, Saña y Piura.

Todo el obispado tenía 73  doctrinas y 31,376 sínodos

En cuanto a la provincia eclesiástica de Piura, tenía 12 doctrinas y 6,574 sínodos. Anteriormente Piura había pertenecido al obispado de Quito.

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VIRREYES QUE MUEREN ANTES DE LLEGAR

 

La historia menciona 40 virreyes que llegaron a gobernar, pero otros fueron nombrados y no llegaron al Perú, por que la muerte los sorprendió.

Parece que rachas fatales perseguían a los representantes del rey en el virreinato peruano, por que fueron muchos los que murieron en forma seguida.

La terminación del siglo XVII y la iniciación del siguiente tuvo esa característica.

El conde de Monclova, había solicitado en 1695 ser relevado del mando, lo que fue aceptado por la Corte y aún se le autorizó para viajar a España. A última hora el virrey resolvió esperar a su sucesor.

Para el cargo fue nombrado don Francisco Núñez de Villavicencio, conde de Cañete del Pinar. En realidad había comprado su nombramiento, por que en la Corte española siempre ávida de dinero, se había introducido este vergonzoso sistema de vender los cargos.

El conde de Cañete del Pinar salió de Cádiz rumbo a México para de allí continuar al Perú. A Veracruz llegó el 3 de octubre de 1696 con su esposa y numeroso séquito. El 10 de abril de 1697 el virrey partía de Acapulco rumbo al Perú en el barco que le había mandado el conde de Monclova. De inmediato se produjo una epidemia a bordo que causó numerosas víctimas y el 20 de abril moría el conde de Cañete del Pinar. Desde que salieron de Cádiz la mortandad en el séquito del virrey había sido grande. Murieron dos hermanas del virrey, 3 sobrinos y 30 de sus acompañantes incluidos criados. Eso muestra que la navegación en esos tiempos resultaba sumamente riesgosa.

La condesa viuda desembarcó en Paita el 8 de junio de 1697, en momentos en que la población se mostraba inquieta por las incursiones de los piratas, lo cual sin embargo no impidió que las autoridades y pueblo expresaran su pesar y le brindaron múltiples atenciones, que el corregidor renovó en Piura.

El virrey Monclova observó para con la condesa un comportamiento muy deferente y respetuoso y en atención a los documentos que traía de la Corte la socorrió con 20,000 pesos y le otorgó tres repartimientos. La condesa regresó a España sólo dos años más tarde.

Al conocerse en España la muerte del conde de Cañete del Pinar se nombró al marqués de Villagracía, pero renunció al cargo, por lo cual decidieron entregar las riendas del virreinato a don Antonio Roger de Eril Vicentelo y Toledo, conde de Eril, pero mientras tanto se le confió la gobernación de la Plaza de Cádiz, falleciendo en 1701. Sin embargo ya en 1699 se había dispuesto que el conde de la Monclova continuara al frente del virreinato.

En 1701 se nombró como virrey al presidente de la Real Audiencia de Panamá, don Luis Enrique de Guzmán, conde de Canillas que antes había sido gobernador de Potosí, pero estaba visto que la mala suerte perseguía a los nombrados, por que también el conde de Canillas murió cuando estaba listo para viajar.

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LA SUCESIÓN ESPAÑOLA DEL TRONO   

 

El 29 de octubre de 1700 moría el rey Carlos II, dejando en su testamento el trono de España e Indias al príncipe francés Felipe de Anjou de Borbón, nieto del poderoso Luis XIV de Francia.

Esto disgustó a los monarcas de Austria a cuya familia pertenecía el extinto rey Carlos II, por que pretendían el trono de España para el archiduque de Austria.

El príncipe Felipe tomó el nombre de Felipe V, que contó de inmediato con el apoyo muy valioso de Francia. Sien embargo contra ellos se formó una poderosa coalición que integraban el imperio austriaco, Inglaterra, Holanda, Portugal, el ducado de Brandemburgo (Prusia) y el ducado de Saboya.

La lucha fue larga y sangrienta y se prolongó hasta 1713 en que el tratado de Utrech le puso fin. El tratado reconocía a Felipe V en el trono de España, pero ésta perdía sus posesiones en Italia: Cerdeña, Nápoles, Milán y Sicilia, debiendo Inglaterra quedarse con Gibraltar, que hasta ahora retiene, y con la isla de Menorca que posteriormente España recuperó.

En América, y en especial el Perú, la guerra de Sucesión no se sintió. Sólo la actividad corsaria  hizo recordar que se estaba en guerra. El conde de la Monclova y sus sucesores, respetuosos de la última voluntad del idiotizado rey Carlos II, brindaron su adhesión a la nueva dinastía de los Borbones. Además había la esperanza de que el cambio repercutiera favorablemente en la colonia.

Loa antecedentes de la guerra de la sucesión, parten cuando Felipe IV de España, se casó con Isabel, hermana del rey de Francia Luis XIII y cuan­do enviudó, se casó con  María Ana de Austria. hija del Emperador Fernando III de Alemania.

De su primer matrimonio tuvo dos hijas, la infanta Maria Teresa que se casó con el poderoso rey francés Luis XIV, conocido en la historia como Rey Sol, y a Margarita Teresa, que se casó con el Emperador de Alemania, Leopoldo 1

En su segundo matrimonio, Felipe IV, tuvo a su hijo Carlos, "el hechizado" que le su­cedió en el trono, y como ya lo hemos dicho fue un tarado.

Luis XIV y María Teresa tuvieron un hijo que fue el Gran Delfín, el cual a su vez tuvo dos hijos, siendo el segundo el príncipe Felipe de Anjou. El otro hijo del Gran Delfín fue el príncipe Luis Duque de Borgoña, el cual a su vez tuvo un hijo llamado también Luis. Tanto el Gran De1fín como su hijo el heredero, Duque de Borgoña, murieron antes que el Rey Sol, por cuyo motivo el sucesor del trono fue el biznieto Luis al convertirse en rey fue Luis XV de Francia.

En consecuencia, al morir el rey español Carlos II sin descendencia, fueron muchos los que pretendieron el trono de España, pero los principales fueron dos: Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV y de Maria Teresa y el Príncipe Carlos de Austria segundo hijo del Emperador Leopoldo 1 y de Margarita Teresa.

Como dejamos ya dicho, Carlos II, en su testamento dejó como su heredero a Felipe y también el pueblo español, cansado de los desaciertos de los reyes de la Casa de Austria, querían  un cambio y preferían a los Borbones de Francia.

Fueron virreyes del Perú durante el largo reinado de Felipe V, los siguientes:

-         Conde de la Monclova (terminación de su periodo)

-         Marqués de Castel1-dos Rius. 1707 – 1710

-         Obispo de Quito, Diego Ladrón de Guevara 1 710 – 1716

-         Principe de Santo Buono 1716 – 1720

-         Fray Diego Morcilla Rubio de Auñón 1720 - 1724

-         Marqués de Castelfuerte 1724 – 1736

-         Marqués de Villagarcía 1736 – 1745

-         Conde de Superunda 1745 - 1761

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OBISPO MUERE EN CATACAOS

Trujillo era también un obispado trágico. Muchos de los nombrados morían antes de tomar posesión del cargo, por cuyo motivo siempre este obispado estaba vacante. Así por ejemplo, en 1612 murió frente a Paita el obispo Cárcamo y lo mismo falleció el siguiente antes de llegar al Perú, a lo cual haya que agregar que los dos anteriores a Cárcamo no aceptaron, hasta que por fin en 1616 Francisco Díaz de Cabrera se convierte en el primer obispo de Trujillo, muriendo tres años más tarde de la impresión que le causó el terrible terremoto que destruyó Trujillo.

En abril de 1689 moría en Trujillo el obispo Francisco de Borja, biznieto del santo del mismo nombre. Para sucederle nombraron a don Juan de Bustamante que no llegó a tomar posesión y luego a fray Pedro de la Serena que murió en Cádiz en 1695 antes de embarcarse al Perú.

Permaneció el arzobispado vacante hasta 1697 en que fue nombrado don Pedro Díaz de Cienfuegos. Era este natural de Oviedo (España) y hermano del cardenal Alvaro de Cienfuegos. El 26 de marzo de 1697 tomó posesión de su cargo.

A fines de 1701 inició una visita por su diócesis, como lo hacían generalmente todos los obispos y estando en Catacaos, falleció el 9 de enero de 1702. Tras solemnes funerales en Piura, sus restos fueron trasladados recién en abril de 1705 a la catedral de Trujillo por orden del obispo que le sucedió fray Juan Vitores de Velasco.

El nuevo obispo había desembarcado en Paita el año 1703 y al llegar a Piura se enteró de los pormenores de la muerte de su sucesor, decidiendo llevar el cadáver a Trujillo. Sin embargo eso tuvo que esperar dos años más, por cuanto fray Juan no mostró mayor apuro en llegar a la sede de su obispado y estuvo dos largos años visitando la diócesis, causando la consternación de los dignatarios eclesiásticos de su obispado.

Don Pedro Díaz de Cienfuegos y Villazón, había nacido en la ciudad española de Oviedo, tomando el hábito de jesuita y por influencia de un hermano cardenal, fue nombrado obispo de Popayán.

El obispo Cienfuegos dispuso que los párrocos de Piura, no permitiesen residir en su territorio a sacerdotes vagos, en forma especial a los provenientes del obispado de Quito, al que antes había pertenecido Piura. Tales sacerdotes vagos estaban igualmente impedidos de hacer misa, salvo que hubieran tenido autorización expresa del obispado.

Con mucha frecuencia se dieron en Piura disposiciones contra religiosos, que no tenían cargo alguno dentro de la organización eclesiástica y que pertenecían a conventos de Ecuador. Ellos estaban vagando por los pueblos de indios creando muchos problemas y no pocas veces los soliviantaban.

Refiriéndose a este obispo, asegura el escritor cataquense don Juan Jacobo Cruz, que el prelado era muy amigo de don Pablo Zapata, rico vecino de la villa, que tenía tierras en la Legua. El obispo convenció a Zapata para que proporcionara el dinero necesario destinado a importar de España una burrita blanca de raza fina, en la cual se pudiera pasear la efigie de Jesús, en la festividad del Domingo de Ramos. Cuando el jumento llegó, el obispo Cienfuegos vio la oportunidad de hacer personalmente la entrega y viajó de Trujillo a Piura y a Catacaos. Entonces lo sorprendió la muerte. De acuerdo a la versión de Cruz Villegas, el obispo fue sepultado en el templo de San Juan Bautista de Catacaos, hasta que tiempos más tarde sus restos fueron llevados a Trujillo.

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EL AFRANCESAMIENTO

 

El cambio tan radical de un rey de la casa de Austria, pero español, por otro de la casa de Borbón nacido en Paris, trajo cambios profundos en la política de gobierno en España y en las colonias americanas. El ejército y el sistema administrativo fueron reorganizados y el gran desarrollo cultural y en la literatura que había alcanzado Francia se reflejó en la península y en las colonias.

Hasta los usos y costumbres fueron variando y sobre todo la moda en el vestir y en la vida social.

Estos cambios se fueron dando poco a poco en el corregimiento de Piura. Los barcos procedentes de Francia, llegaban al Perú sin ningún problema y vendían una gran cantidad de mercadería francesa. En Paita esto era muy notorio, pues los artículos que traían las naves galas, constituían toda una novedad.

El nuevo rey Felipe V, había nacido en Versalles, el corazón de la corte de Francia y se había educado según los usos y costumbres francesas. El idioma español apenas lo hablaba. Cuando llegó a Madrid, era un jovencito de 18 años, pero quería de inmediato desempeñar su papel de rey y se puso al frente de las tropas que luchaban en Italia contra los países contrarios a su ascensión al trono.

Cuando arribó a Madrid, lo acompañó un cortejo de muchos nobles, militares y funcionarios que ocuparon los principales cargos del reino. Después siguieron llegando más franceses, que lograban buenas colocaciones.

La producción industrial de España había decaído mucho, por lo que se tuvo comprar mucho a Francia. Por eso todo el oro peruano que llegaba a España de inmediato pasaba a Francia la que en esa época tenía 19 millones de habitantes y España sólo 6.

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DONAN LA BREA Y PARIÑAS AL HOSPITAL

 

El 5 de enero de 1705 se produce un hecho de gran trascendencia para vida futura del país, cuando un acaudalado español dona todas sus extensas propiedades al hospital de Belén.

Don Juan Benito de las Heras y su esposa María Ramírez de Arellano eran propietarios de las extensas haciendas de Máncora y Pariñas.

El 3 de enero de 1705, ante el escribano público don Antonio Rodríguez de las Varillas, hacen donación de esas propiedades al hospital de Santa Ana, administrado por las madres betlehemitas. Expresa el testamento que... “Después de cumplido y pagado este testamento, mandas y legas en él contenido, en lo restante de mis bienes deudos, derechos y acciones, instituyo y nombro por mi único y universal heredero al Convento-Hospital de mi Señora Santa Ana de esta ciudad”.

Don Antonio Rodríguez de las Varillas, cumplió como escribano un destacado papel en Piura. Había nacido en Sevilla siendo sus padres don Francisco Rodríguez de las Varillas y de doña Margarita de Bargas Valerio y Salazar. Se casó con doña Antonia de Medina y Murillo de la que tuvo en Piura a su primogénito Pedro, que también fue escribano.

El 29 de abril de 1960 el diario “La Industria” de Piura, se ocupaba extensamente de la forma “Cómo perdió la Beneficencia, 13 haciendas”, en un artículo que firmaba el doctor Manuel Ato Cueva y el día 14 de abril, el presidente de la Beneficencia, don Carlos León Monzón, en el mismo diario daba a conocer parte de un estudio elaborado sobre el mismo asunto, el que decía entre otras cosas lo siguiente: “Por el año 1815, los indicados fundos se pusieron en pie brillante, despertando la codicia de los hombres, hasta lograr de los conductores, se otorgase a favor de don José de Lama, un contrato enfitéutico del dominio útil de la hacienda Máncora, por un período de 150 años. Consumado este atropello contra los pobres enfermos del Convento-Hospital, don José de Lama y su esposa, al recibir el fundo de Máncora, con mucha astucia al otorgar la fianza y recibo del inventario, incluyeron también los bienes y capitales del fundo Pariñas, como fácilmente se puede comprobar por la escritura pública de 13 de diciembre de 1815 ya referida”.

Posteriormente nos ocuparemos de cómo estas extensas haciendas que fueron del hospital de Belén y por lo tanto de la Beneficencia Pública, pasaron de unas manos a otras hasta originar el problema de la Brea y Pariñas en el siglo XX.

 

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¿QUIÉN ERA EL CAPITÁN BENITO DE LAS HERAS?

 

En setiembre de 1615, llegó a Paita el virrey Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache. Las gentes del puerto, estaban conmovidas por que hacía muy poco, el corsario Spilbergen, había bombardeado la población e intentado desembarcar, 1o que no se llevó a cabo por la defensa que hizo doña Paula Piraldo, encomendera y esposa del corregidor Juan Andrade Colmenero.

El virrey y su esposa permanecieron varias semanas en Paita con su numeroso séquito en­tre los cuales estaba el joven capitán Martín Alonso de Granadino, el que trabó amis­tad con varios paiteños y pudo darse cuenta que en el lugar había la posibilidad de ha­cer fortuna, y por otra parte le atrajo mucho la bahía y el valle.

Granadino estuvo poco tiempo en Lima porque enfermó y solicitó su baja, trasladándose de inmediato a Paita, donde se radicó y años más tarde se casó con la jovencita y a­caudalada María Ramírez de Arellano, de las principales familias de Piura.

Granadino, logró la adjudicación en uso de las tierras realengas del repartimiento de Pariñas que se suponían poco productivas. Se dedicó por lo tanto a la agricultura y buena parte de su tiempo la pasaba en Amotape, que por entonces era una importante po­blación. El área que se le había asignado comprendía lo que ahora es el sur de la pro­vincia de Talara, y aprovechó los pastos naturales y otros que sembró para desarrollar una próspera ganadería, al mismo tiempo que explotaba los yacimientos de brea que afloraban en esa zona.

En 1645 llegó a Piura, el visitador de Tierras, Juan Dávalos Cuba Maldonado y logró Granadino, que en forma definitiva le adjudicaran las tierras de Máncora, lo que a­barcó lo que ahora es casi toda la provincia de Talara. De esa forma, Granadino se con­virtió de la noche a la mañana en un gran terrateniente.

Por desgracia, Granadino se dedicó a la bebida, tornándose pendenciero y sacando a relu­cir hábitos muy rudos. Sus frecuentes borracheras lo llevó a dar muy mal trato a su es­posa a la que faltaba de palabra y de obra.

Por entonces llegó a Paita, el capitán Juan Benito de las Heras, antiguo camarada y amigo de Granadino,  que era el polo opuesto en cuanto a buenos modales

También  el capitán de las Heras llegaba con la finalidad de lograr tierras y mientras hacía las gestiones, frecuentó a Granadino en Paita y en Amotape y fue así como pudo darse cuenta del trato desconsiderado que daba a su esposa. Trató entonces Las Heras de intervenir amigablemente, lo cual fue rechazado airadamente por su amigo y mas bien se mostró celoso y las relaciones de los dos amigos se tornaron muy tirantes, en tal forma que Granadino llegó a retar a duelo a Las Heras, el que no aceptó. Ante eso, Gra­nadino buscó de emboscar a su antiguo amigo y cierta noche lo alcanzó en una calle de Amotape y el duelo se produjo resultando muerto Granadino, pues Las Heras era muy ágil.

Los gendarmes de Amotape, en su ronda encontraron el cadáver y sin hacer mayores averiguaciones enterraron a Granadino. La falta de interés por investigar los hechos se debió a que Granadino no era estimado en Amotape y tenia muchos enemigos.

El Capitán De las Heras huyó a Lima y las tierras de Máncora y Pariñas volvieron a quedar sin dueño.

Prudentemente de las Heras esperó algunos años y cuando creyó que ya se había olvidado el asunto retornó a Paita y una de las primeras visitas que hizo fue a la viuda de su amigo. Las visitas se repitieron frecuentemente y terminaron por casarse. Surge ahora la pregunta ¿De las Heras y doña María habían sido amantes antes, o se enamoraron en el retorno de Las Heras?. Cuando se casaron, ya pasaban los cincuenta años por lo que no tuvieron hijos.

El viejo sueño que siempre había tenido el capitán De las Heras de poseer una extensa hacienda ganadera, lo logró cuando en mancomún con su esposa, le adjudicaron las extensas tierras de Máncora y Pariñas que iban desde Tumbes hasta Amotape. Con trabajo y esfuerzo las tierras se convirtieron en ricas haciendas ganaderas y 1a pareja muy re1igiosa vivió muchos años.

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TEMBLORES Y PESTES

 

El 20 de junio de 1698, un violento temblor causó daños en la población de Ayabaca. Después se supo que las ciudades ecuatorianas de Ambato, Latacunga y Riobamba, habían quedado totalmente destruidas por un terremoto. En Ambato la catástrofe se completó con el represamiento primero de aguas en la cordillera por caída de huaycos, y luego al romperse esos diques, se precipitaron las aguas sobre la población, terminando de destruirla. Bajo las ruinas de Ambato quedaron 3,000 cadáveres y en Latacunga murieron 1,000 personas.

La destrucción de Ambato fue tal, que se decidió abandonarla y se la reconstruyó en un lugar más elevado.

Con anterioridad, la Audiencia de Quito fue asolada por una peste que atacaba en forma más intensa a los indios. En 1694, la peste hizo su aparición en Ayabaca y rápidamente se propagó por todo Piura. Parece que se trataba de una forma muy virulenta de sarampión. Los barcos que hacían tráfico de Guayaquil al Callao, la llevaron a Lima donde se propagó, pero fue en el Cuzco en donde el mal hizo verdaderos estragos entre los indios.

 

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REAPARECEN LOS CORSARIOS

 

Durante 10 años el virreinato había vivido libre de los ataques de corsarios y piratas. Había tranquilidad en los puertos y seguridad en las rutas marinas.

En 1703, la reina Ana de Inglaterra otorgó patente de corso a William Dampior, un experto marino que había hecho antes dos viajes de circunvalación al mundo.

En febrero de 1704 se encontraba ya en el Pacífico comandando al “Saint George” con 26 cañones y 100 hombres de tripulación. Lo acompañaba el “Cinque Port Galley” que tenía 16 cañones y 60 tripulantes al mando del capitán Thomas Stradling.

Como siempre, lo primero que hicieron fue dirigirse al seguro refugio de las islas Juan Fernández para reparar sus barcos.

Mientras tanto, casi al mismo tiempo pasaban el estrecho de Magallanes, tres barcos franceses: el “Saint Joseph” con 24 cañones y 76 tripulantes al mando del capitán Joseph Nermont Troublet; el “Le Baron de Breteuil” con 30 cañones y 120 hombres al mando del capitán Jean Baptiste Becard y el “Saint Espirit” al mando del capitán Alphonse Porré.

Una tempestad en el Cabo de Hornos los obligó a separarse, pero quedaron en reunirse también en la isla Juan Fernández. El 11 de marzo llegaba a esa isla el “Saint Joseph” y las dos velas que a lo lejos divisaron, se pensó que eran de los otros barcos, en realidad resultaron enemigas.

En ese año España y Francia eran aliadas y luchaban contra ingleses, holandeses, alemanes, italianos, portugueses y austriacos.

El capitán Troublet no rehuyó al combate a pesar de su inferioridad numérica y durante 4 horas, a partir de las 6 de la mañana luchó contra  Dampier, al cual causó 9 muertes, numerosos heridos y apreciables daños a los barcos. Vientos favorables, le permitieron al Saint Joseph, escapar.

El 16 de marzo del mismo año llegaron a la isla Juan Fernández los otros dos barcos franceses y en esta oportunidad fue Dampier el que precipitadamente huyó. Los barcos franceses optaron entonces por dirigirse al Perú vía Arica.

 

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“ROBINSÓN CRUSOE” EN LA ISLA JUAN FERNÁNDEZ

 

El capitán Thomas Stradling, del barco “Cinque Port Calley” tuvo un serio disgusto con un oficial de su barco al cual acusó de insubordinación.

Como sanción lo dejó abandonado en la solitaria isla, con una ración de agua y víveres para una temporada. Se trataba de Alexander Selkirk al cual inmortalizó el escritor Daniel de Foe, en la obra “Aventuras de Robinsón Crusoe”.

El Robinsón Crusoe de carne y hueso, no pasó en la isla la larga temporada que vive en la novela, pues la isla era refugio y escalada de piratas y como se verá, bien pronto fue rescatado y hasta lo tuvimos en Paita.

De todos modos se vio precisado en la isla a construir un choza, no se afeitaba y se cubría el cuerpo con cuero de animales silvestres de la islas.. En el aspecto personal había cambiado notablemente.

 

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DAMPIER FRENTE A PAITA

 

El “Saint Joseph” arribó al Callao el 29 de marzo y Dampier el 2 de abril, lo que quiere decir que hizo el viaje directamente desde la isla Juan Fernández. El barco francés de inmediato se guarneció en el puerto y el corsario inglés no se atrevió atacar en estas circunstancias.

Mientras tanto el capitán del barco francés hizo conocer al virrey la presencia de los piratas ingleses, solicitó víveres frescos y atención para los heridos, ofreciendo pagar con mercaderías que tenía a bordo. Todo fue aceptado por el virrey por que se trataba de un barco de una nación aliada. Poco más tarde llegaron los otros dos barcos franceses y solicitaron el mismo trato, lo cual también les fue concedido tras ciertas dudas. Al final los franceses vendieron toda la mercadería, pues en Lima había mucha falta de ellas.

Mientras tanto, el corregidor de Piura hacía conocer al virrey que  Dampier había aparecido en las costas de ese corregimiento y había apresado frente a Paita a dos barcos mercantes.

Los franceses se ofrecieron para unirse a la flota del virrey para perseguir a Dampier, lo cual fue aceptado por el conde de la  Monclova, pues sólo disponía de dos barcos pequeños, el antiguo “Santa Cruz” y el “San Francisco de Asís”.

El 24 de mayo salieron rumbo a Paita los dos barcos peruanos bajo el mando del almirante Pedro Alzamora. La escuadra tenía veinte cañones y 320 hombres. El 25 de junio salió del Callao el “Saint Joseph” para patrullar la costa sur del Perú.

Los barcos peruanos lograron avistar al “Cinque Port Galley” frente a cabo Blanco, al cual no lograron darle alcance por que calló la noche, retornando a Paita. En este puerto se dieron con la noticia de que el otro barco corsario se encontraba frente a Guayaquil. Se decidió entonces que partiera el “San Francisco” y quedara el “Santa Cruz” en Paita en previsión de la aparición del otro barco pirata.

El “San Francisco” avistó al “Saint George” entre Tumbes y la punta Mero, pero necesitó de siete días en una serie de evoluciones, para ponerse a tiro de cañón. Trabada la lucha, el “San Francisco” logró desarbolar totalmente al corsario, desconociéndose el número de víctimas que le causó, obligándolo a huir. El capitán Mendieta del “San Francisco” retornó con su nave a Paita tras de una búsqueda infructuosa de los corsarios, los que optaron por dirigirse al norte. Al intentar desembarcar en Mantas, las autoridades del lugar lograron capturar a todos los tripulantes de la embarcación, nueve en total. Esto desanimó a los ingleses, retirándose al norte del continente y luego a Asia.

Los honores del éxito correspondieron al capitán Mendieta.

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MUERTE DEL VIRREY CONDE DE LA MONCLOVA

 

Cansado de esperar, viejo y achacoso, el conde de la Monclova, terminó por morirse el 22 de septiembre de 1705. Su viuda doña Antonia con sus hijos permaneció sin embargo hasta 1713 en Lima, habiendo tenido problemas familiares por que su hija Josefa se fugó del hogar refugiándose en un convento para tomar el hábito de Santo Domingo. Cuando doña Antonia retornó a España, se llevó el cadáver de su esposo y también una cuantiosa fortuna.

La Real Audiencia dispuso pomposas exequias y sus restos fueron depositados en la cripta de la catedral metropolitana.

A la viuda y a su familia se les permitió seguir viviendo un tiempo en Palacio y fue entonces cuando se protagonizó el hecho de la huída de Josefa, lo que fue motivo de la comidilla limeña. En realidad, Josefa desde que era niña había deseado ser monja cuando estaba en España, pero su padre se había opuesto decididamente a eso. Por tal razón, a los pocos meses de fallecimiento del virrey, se arrojó a la calle desde una de las ventanas de Palacio, siendo recibida por el padre Alonso de Messía que la apoyaba y por un grupo de respetables personas que conocían de antemano lo que iba a suceder, llevándola al convento de Santa Catalina.

Finalmente la familia tuvo que aceptar la vocación de Josefa, y el 4 de junio de 1708 profesó y el 2 de septiembre del mismo año, con otras dos monjas, fundaron el monasterio de Santa Rosa del que fue su primera priora, en el que falleció el 21 de noviembre de 1743 a los 63 años de edad.

 

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ENTREGA DE TIERRAS A LOS INDÍGENAS DE LA HUACA

 

El 1º de agosto de 1702 se procedió a una transacción entre la Real Audiencia representada por el capitán Mateo Gonzáles de Sanjinés y numerosos indígenas representados por don Juan Antonio de Heredia.

La venta de las tierras se hizo ante la notaría de don Antonio Rodríguez de las Varillas.

              

La entrega fue el 29 de enero de 1709 en el lugar llamado La Chira y comprendía desde Punta Arenas, hasta el sitio llamado Camapa, con todo, pastos, agua y abrevaderos.

En el lugar llamado Camapa, existió muy antiguamente un santuario o huaca en donde se adoraban idolillos. Eran dioses locales. En quechua la palabra conapa significa huaca. Se supone que la expresión Camapa es una corrupción de la voz indígena.

Los indígenas poblaron de inmediato la región y lo primero que edificaron fue el templo.

Al proclamarse la independencia, el gobernador de la provincia de Piura, general Juan Pardo de Zela, confirmó a la población con el nombre oficial de La Huaca y autorizó a sus habitantes a formar cabildo.

La situación de los habitantes que ocupaban solares fue regularizada y se les dio posesión legal de los mismos.

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CORREGIDOR SOBORNA A VIRREY

 

El último día del año 1704, el recién ascendido rey Felipe V nombró un nuevo virrey para el Perú. Era don Manuel de Oms de Santa Pau Olim de Santmanat y Lanuza, primer marqués de Castell dos Rius. Este virrey había jugado papel muy importante en los asuntos de la sucesión pues era nada menos que embajador de España ante la corte del rey  Sol, cuando Carlos II de España firmó el testamento que dejaba el trono de España al nieto del monarca francés. Dicen que el alborozado embajador al dar la buena nueva al rey Luis XIV, le dijo aquella famosa frase que la historia ha recogido como pronunciada por el rey: “Desde este momento ya no hay Pirineos”.

El  virrey marqués de Castell recién pudo partir de España el 10 de marzo de 1706, llegando a América el 27 de abril.

Tantos tropiezos tuvieron en el viaje de Panamá a Paita, que recién arribaba a este puerto en marzo de 1707, o sea once meses más tarde. En Piura descansó unos días, logrando una buena amistad con el corregidor de este lugar. Luego siguió viaje a Lima llegando en mayo a la capital.

Cuando el virrey llegó a Piura, se encontró con que el corregidor Francisco Migueles era su paisano. Este lo hospedó y agasajó y al partir a Lima le obsequió 6,000 pesos.

El virrey era una persona pobre, no obstante que gustaba de la fastuosidad y el lujo, por la costumbre que tenía de haber alternado en la corte más lujosa de Europa como era la del Rey Sol.

El corregidor de Piura, al igual que la mayoría de los que le habían antecedido, se enriquecían con el contrabando que se realizaba por el puerto de Paita.

Por eso el obsequio del corregidor tenía todo el carácter de un soborno.

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LOS NEGOCIOS DEL CORREGIDOR

 

Bajo el pretexto de que la misma casa reinante gobernaba Francia y España, fueron numerosos los barcos franceses que cargados de mercadería llegaban al litoral peruano, motivando la protesta de los comerciantes, que veían en eso una competencia desleal.

Pisco y Paita fueron los puertos en donde en forma más activa se hacía este comercio, con la abierta tolerancia del virrey que tenía como corregidores en Piura y en Ica a personas de su entera confianza.

En menor grado también se comerciaba en forma ilícita en Arica y en el puerto de Ilo.

A Paita llegaron dos veleros franceses, el “Villac” y “Confianza” que desembarcaron telas por un monto de un millón de pesos, utilizando los almacenes públicos y expendiendo la mercadería con toda libertad, como si fuera la Feria de Portobelo.

Paita por esos días de convertía en un lugar en donde convergían centenares de personas y comerciantes de todo el corregimiento, deseosas de comprar telas, ropa, cristalería, quincallería, joyería, porcelanas, encajes. Fue novedad las telas de cambray y de bretaña.

Se aseguraba que el virrey tenía una participación del 25% de las utilidades ilegales, lo mismo que en Guayaquil donde el enlace era don Antonio De Mari, el cual otorgaba grandes facilidades a las naves francesas para que desembarcaran su mercadería. Parece que De Mari no solo actuaba en Guayaquil, sino a lo largo de toda la costa, pues también aparece facilitando el comercio ilegal en Pisco.

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“ROBINSÓN CRUSOE” EN PAITA

 

En 1709 apareció en aguas del Pacífico el corsario inglés Woodes Rogers con dos fragatas; la “Duc” con 26 cañones y la “Tduchesse” con 33 cañones, tripuladas con un total de 334 hombres. Como segundo jefe venía otra vez William Dampier, que piloteaba la fragata “Duc”.

Ingresaron por el estrecho de Magallanes arribando a la isla Juan Fernández donde recogieron a Alexander Selkirk, abandonado cuatro años antes por Stradling. Los dos barcos partieron a Paita. Frente a las costas de Sechura apresaron a dos embarcaciones de don José Arrizabalaga y Juan Morel con valiosa mercadería. Una balsa que iba de Paita a Chérrepe con dinero para comprar harina, piloteada por Antonio Lagos y tripulada por seis indios de Colán, cayó en poder de los corsarios el 16 de marzo de 1709.

La barca que desplazaba sólo 17 toneladas, fue convertida por los corsarios en una nave muy maniobrable al cual le dieron el nombre de “Commencement”.

Luego frente a las islas de Lobos, capturaron al barco “Santa Josefa” que iba de Guayaquil a Huanchaco con 50 toneladas de madera, cacao, tabaco y cocos. Esta nave fue incorporada a la flota corsaria y se le dio el nombre de “Accroisement” y piloteada por Selkirk.

Los corsarios hicieron hablar a los prisioneros mediante torturas, enterándose de que en Paita necesariamente recalaban los barcos que iban o retornaban al Callao. Por lo tanto resolvieron desplazarse frente al puerto, imponiendo prácticamente un bloqueo.

Selkirk fue el que más se acercó a tierra en un intento de desembarcar, por que estaban escasos de agua, pero no se atrevieron a hacerlo por que estaban informados que habían llegado milicias de Piura.

El 2 de abril la fragata “Duc” capturó al barco “Ascensión” de 500 toneladas que hacía la ruta de Panamá a Callao. El botín fue cuantioso, ya que tenía mercaderías muy finas, aparte de treinta esclavos. El mismo día el “Commencement” apresaba a una barca de 35 toneladas que piloteaba el capitán Juan Gustellos y secuestró a sus once pasajeros.

El dos de mayo los piratas llegaron a la isla Puná y desembarcaron en ella.

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SAQUEO DE GUAYAQUIL

 

Guayaquil estaba de fiesta. Había repique de campanas, agitación y estallido de bombardas. Los corsarios que habían desembarcado en las sombras de la noche pensaron que eran preparativos para la defensa y enviaron al jefe que capturaron en la isla de Puná, para proponer al corregidor de Guayaquil, la entrega de varios pasajeros, la venta de los negros y no hacer daño a la ciudad todo a cambio de 50,000 pesos. El corregidor se asustó y de inmediato aceptó. Eso envalentonó a los corsarios que terminaron apoderándose de la ciudad y durante 5 días la saquearon, sin que el cobarde corregidor Jerónimo de Boza y Solís hiciera nada por resistir.

Entre tanto, en Paita se conoció del saqueo y se preparó la defensa ante un eventual ataque de los corsarios.

El 8 de mayo los piratas partieron rumbo al norte con dirección a California y luego al Asia.

El virrey, entonces, alistó tres naves con 800 hombres bajo el mando de don Fernando de Arévalo, don Pedro de Lagunas y don Andrés de Valverde, a los cuales se unieron dos barcos franceses. Salieron del Callao el 16 de julio, cuando Rogers estaba ya en California.

El corregidor Jerónimo Boza, tuvo que trasladarse a Piura en donde don Fernando Bravo le abrió instrucción por orden del virrey, siendo condenado a una multa de 8,000 pesos. Sin embargo, años más tarde Felipe V lo hizo marqués de Casa Boza.

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MUERE EL VIRREY CASTELL DOS RIUS

 

El 24 de abril de 1710 moría el virrey Castell Dos Rius, siguiendo de esa forma la racha fatal. En agosto del mismo año moría en la batalla de Zaragoza su hijo José. Mientras tanto en Lima quedaba Félix, el hijo menor del virrey.

Pese al deceso se le siguió el juicio de residencia, haciéndosele serias acusaciones sobre contrabando y de conducta liviana e incontinencia en Palacio. Lo cierto es que el marqués murió pobre y todo se lo gastó en sostener un tren de vida al estilo de Versalles que escandalizó a más de un limeño. Al final quedó absuelto y se reconoció que había sido uno de los últimos virreyes que más caudales había enviado a España, lo que para la monarquía reinante era un gran mérito.

Con este virrey, el afrancesamiento del Perú se inició y desarrolló en forma muy rápida a pesar de que sólo gobernó 2 años, 9 meses y 16 días.

Acostumbrado a la fastuosidad del palacio de Versalles, trató en lo posible de imitar en Lima esas demostraciones de pompa y boato, lo que escandalizó al principio a los limeños acostumbrados a las austeras costumbres de los virreyes de la casa de Austria.

Sin embargo, pronto las tertulias semanales de palacio que instauró el virrey, se vieron concurridas, sobre todo por las personalidades de las letras, las ciencias y del arte; y no pocas familias nobles de Lima, también hicieron tertulias donde el derroche de lujo era la principal característica.

Hay que reconocer que el virrey era una persona culta, de muy buenos modales y que hablaba varios idiomas. Cuando nació el primer hijo del rey de España o príncipe de Asturias que se convertiría en el futuro rey Luis I, el virrey ordenó grandes festejos populares en Lima y en el resto del país. En Piura, donde el corregidor era amigo personal del virrey y socio en el contrabando, las fiestas no sólo comprendieron actos religiosos, sino verbenas y fuegos artificiales durante tres días. En palacio, el virrey hizo representar el drama “Perseo”, que él mismo había compuesto.

La autorización que el virrey había dado a los barcos franceses para desembarcar mercadería en los puertos motivó la protesta de los comerciantes de Lima,  que hicieron un memorial al rey de España, el cual también fue firmado por muchos notables limeños que consideraban escandalosa y derrochadora la vida de virrey. En el memorial se presentaban pruebas de la participación del virrey en el contrabando. Fue tal el cúmulo de acusaciones que Felipe V decidió subrogarlo, pero en forma oportuna intercedió una hija del virrey, doña Catalina, que era dama de la reina, defendiéndolo ardorosamente y la subrogación quedó sin efecto, pero el virrey no sobrevivió mucho tiempo.

En Piura el corregidor introdujo la costumbre de las tertulias y el uso de las pelucas y de los lujosos vestidos franceses. Las damas al concurrir a las tertulias iban recargadas de joyas y con costosos trajes al estilo francés, procurando presentarse más lujosas que las demás.

Hay que reconocer que las tertulias contribuyeron a culturizar la alta clase de Lima y de provincias. En Piura, las tertulias se volvieron una costumbre y siguieron hasta las postrimerías de la colonia, en cuya oportunidad, contribuyeron a la difusión de las ideas revolucionarias independentistas.

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LAS BALSAS DE COLÁN

 

Pero Dampier no era un simple hombre de mar. Era también un buen narrador y es así como al terminar su viaje aventurero editó una obra que llamó “Viaje alrededor del mundo”.

Ahí cuenta la sorpresa que le causaron las habilidades marineras de los paiteños y la forma como construían sus balsas.

Dice Dampier: “Los indios de Colán son todos pescadores. Pescan en el mar en embarcaciones hechas con troncos de los árboles, difiriendo de su forma según el uso a que se les asigne, o de acuerdo con el gusto del que las construye, o finalmente de acuerdo con el material empleado.

Si la embarcación se usa para la pesca, será sólo construida de tres o cuatro troncos de madera liviana, de siete a ocho pies de largo, colocados uno cerca del otro y ligados por medio de otros troncos colocados al través fuertemente atados con cuerdas de bejuco. Estos troncos eran dispuestos de tal manera, que los del centro son más largos que los de los lados, principalmente en la proa, formando así una punta para cortar mejor el agua.

Construyen otras embarcaciones para transportar mercaderías. Están formadas por 20 ó 30 maderos de 20, 30 ó 40 pies de largo, amarrados de la misma forma arriba descrita y con el perfil, o sea, con la proa afilada. Sobre estos troncos cruzan otros m{as pequeños, también fuertemente amarrados entre sí como los de abajo. Este doble juego de maderos forma la plataforma de la embarcación, la cual es de considerables dimensiones. Sobre esta plataforma se levanta la casa, de cerca de diez pies, con hileras de troncos parados, los cuales soportan uno o dos pisos”.

Narra también Dampier, que los indios de Colán colocan en la cubierta inferior cierta cantidad de piedras a modo de lastre. Con estas balsas se viaja a Lima y también a Panamá, pero cuando hay vientos contrarios, se tiene que arriar la única vela que sólo la impulsa hacia delante. Pueden llevar hasta 70 toneladas de mercadería.

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OBISPO VIRREY

 

En julio de 1710 pasaba por Piura el obispo de Quito don Diego Ladrón de Guevara nombrado para suceder al virrey Castell Dos Rius. El viaje lo hizo todo por tierra y el 30 de agosto llegaba a Lima.

Se trataba de un interinato que se prolongó hasta el 2 de mayo de 1716 en que fue destituido, aunque hay que aclarar que el 31 de marzo de 1713 había solicitado autorización para retornar a España y que no obstante que la misma le fue concedida, el virrey-obispo no llegó a utilizarla.

Como es de suponer, durante su gobierno se suspendieron las tertulias palaciegas, pero en casas de los nobles se siguieron celebrando.

El virrey-arzobispo recibió  en 1716, orden de entregar inmediatamente el mando a la Real Audiencia, mientras llegaba el nuevo virrey y así lo hizo el 2 de marzo,  luego de 5 años, 6 meses y 3 días de gobierno. El juicio de residencia duró dos años y murió en el trayecto de su viaje a España.

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DESASTRE PIRATA

 

Con la paz de Utrech en 1713, se había terminado el estado de guerra con Inglaterra, lo que suponía un cese de la actividad de los corsarios.

Sin embargo en 1715 aparecieron dos naves frente a las costas de Paita, que se supone tripuladas por ingleses, pero que no se atrevían a mostrar la  bandera de su patria, por lo tanto eran simples piratas.

Se conoce de hasta dos naves capturadas en la bahía de Paita, una de las cuales el “Jesús María” conducía 400,000 pesos de los que se apropió el pirata. La nave pertenecía a don Juan Bautista Palacios del Callao. Parece que esta buena presa satisfizo a los piratas pues de inmediato desaparecieron.

El virrey-obispo contrató entonces por 5,000 pesos mensuales a la fragata francesa “Santa Rosa” de cincuenta cañones, la que partió en forma veloz al norte y en Panamá logró dar alcance a uno de los barcos, al cual capturó y luego con la ayuda de una nave del gobernador de Panamá capturaron otra  lancha con la cual los piratas con  una parte del tesoro, trataban de ganar tierra de Darién para llegar al Atlántico. El otro barco pirata fue capturado por un barco del virreinato de México, se trataba del navío pirata “Príncipe Eugenio”.

La expedición se pagó sola, pues en total los gastos no pasaron de 35,000 pesos y lo recuperado fue mucho mayor, además de que se tomaron presos a numerosos piratas con los que se hizo duro escarmiento, ahorcándolos en Lima.

 

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UNA VIRREINA MUERE EN EL TRAYECTO

 

El nuevo virrey del Perú fue don Camino Nicolao Caracciolo, príncipe de Santo Buono, duque de Castell de Sangro, marqués de Buquianico, conde de Esquibi, de Santobido y de Capracota, barón de Monferrate, de Castillón de Belmonte de Roca Espinalberti, Grandinarca y Castelnuovo, señor de la ciudad de Auñón y grande de España de 1ra. clase. Como se puede apreciar, este virrey no estaba corto de títulos nobiliarios.

Estaba casado con doña Constanza Rufo, hija del duque de Bagnara, de la que tuvo la friolera de catorce hijos, de los cuales cuatro vinieron acompañando a sus padres a la América.

La princesa de Santo Buono venía en avanzado estado de embarazo y en el trayecto dio a luz a su quincuagésimo hijo, pero a la madre se le presentaron complicaciones muriendo y dejando desolado al esposo, que tuvo que hacer enterrar a la princesa en Cartagena.

 

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EL PRÍNCIPE DE SANTO BUONO LLEGA DE MAL HUMOR

 

En septiembre de 1716 llegaba a Paita el nuevo virrey y de inmediato reclamó que le hicieran entrega de 160,000 pesos que había exigido desde Panamá y por medio del arzobispo Soloaga. La suma no era muy pequeña y el corregidor de Piura pasó grandes apuros para reunir el dinero, tomándolo prestado de los vecinos principales de Piura.

El dinero lo quería para prestarlo entre las personas de su enorme séquito que lo acompañaba.

Los paiteños vieron  con tremendo asombro cómo del barco “Sagrada familia”, en que había llegado el virrey, desembarcaron más de trescientos baúles.

El príncipe Santo Buono, parece que venía predispuesto contra los corregidores de Piura, Saña y Cajamarca y decidido a reemplazarlos.

Por eso al llegar a Piura se negó terminantemente a aceptar agasajos del corregidor y le puso mala cara. Sin embargo se hizo el desentendido por la gran cantidad de regalos que dieron a sus hijos y a personas de su séquito.

Al poco tiempo queda nombrado como corregidor de Piura don Luis del Castillo, cargo en el cual estuvo hasta 1720 o sea todo el tiempo que gobernó el príncipe.

Cabe suponer que el virrey, ya conocía el nuevo nombramiento o lo traía, pues el corregimiento de Piura era de provisión real.

El 5 de octubre el virrey y su enorme séquito llegaban a Lima, recibiendo el cargo de manos del arzobispo de Charcas, Diego Morcillo Rubio de Auñón, que había a su vez recibido el cargo de la Real Audiencia. El arzobispo sólo llegó a gobernar cincuenta días.

 

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EL CIEGO DE LA MERCED

 

En las postrimerías del gobierno del príncipe de Santo Buono, aún continuaba como corregidor de Piura el general don Luis del Castillo, quien era casado con doña Joaquina Tamayo y Sosa, de la cual tuvo el 2 de abril de 1720, un niño al que puso por nombre, Francisco de Paula. Lamentablemente a los tres meses de nacido queda ciego.

Por mucho tiempo se creyó que este niño había nacido en Lima y así lo consigna don Manuel de Mendiburu en su “Diccionario Histórico Biográfico del Perú”, pero en la última edición de esta obra don Evaristo de San Cristóbal, hace una adición, donde se precisa que el niño había nacido en Piura.

Don Ricardo Palma en su tradición “El ciego de La Merced”, establece en forma definitiva que el niño, el cual más tarde brillaría en el mundo de las letras, era auténticamente piurano.

Mejía Baca en el “Diccionario Enciclopédico del Perú” dice que Francisco del Castillo Andrade y Tamayo, nació en Lima en 1716 y murió en la misma el año 1770. Lo cierto, es lo referente a la afirmación de su muerte.

Fue la “Gaceta” de Lima la que el 27 de enero de 1771, al rendir homenaje al Ciego de La Merced recientemente fallecido, la que hizo general la versión de que había nacido en Lima.

Sólo en 1898 por unos valiosos manuscritos que se compraron en la librería Zegarra para la Biblioteca Nacional de Lima se pudo establecer, sin lugar a dudas, todo lo relativo al lugar y fecha de nacimiento.

El general Luis del Castillo dejó de ser corregidor en 1721, por haber entregado el cargo a don Juan Arbizú que lo ejerció por breve tiempo.

Recién en 1724 los padres  llevaron al pequeño Francisco de Paula  a Lima en donde le hicieron tratar de varios médicos sin lograr el menor éxito

Cuando tenía 14 años el niño quedó huérfano y al cuidado de unos parientes que le administraban una imprenta de su propiedad, que era el único patrimonio heredado de sus padres.

Pasaron los años y trataron de casarlo contra su voluntad pero, aconsejado por unos familiares, se refugió en el convento de La Merced pidiendo luego los hábitos.

El joven Castillo fue un auto-didacta, pues a causa de su ceguera no concurrió a ninguna escuela ni tuvo maestro. Sin embargo, se las ingenió para aprender latín e historia. Era poseedor de una privilegiada inteligencia, con gran capacidad de razonamiento, recto juicio y también de palabra. Poseía una facilidad fantástica para versificar sobre cualquier tema que se le propusiera. Dominaba varios instrumentos musicales. Además, por ser una persona sin mayores prejuicios, conquistó una gran popularidad entre la juventud.

Escribió varias obras de teatro, generalmente sobre temas religiosos que eran los que predominaban en la época.

Era un gran animador en las tertulias, por lo que le menudeaban las invitaciones a las fiestas, lo que preocupaba mucho a sus superiores.

En las fiestas cantaba, tocaba vihuela y versificaba. Sus versos eran siempre irónicos y no pocas veces escandalizaban a la concurrencia, por que siendo provenientes de un religioso se les consideraba un poco libertinos.

En el mundo de las letras “El Ciego de la Merced” es como se le conoce y ha ganado ya un merecido lugar.

 

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EXCOMUNIÓN CONTRA RELIGIOSOS VAGOS

 

Por el año de 1718 eran muchos los religiosos que andaban vagando fuera de sus conventos, desparramados por las ciudades y los pueblos de la costa norte, metidos en problemas de los indios, presumiendo de poderosos y dando pocas muestras de buenas costumbres.

“Muchos de ellos eran procedentes del obispado de Quito y llegaban hasta Piura. Por tal motivo, el provincial de la real orden de La Merced de Quito, fray Francisco de Carrera, emitió un decreto, mandando bajo pena de excomunión mayor a todos los religiosos de la provincia de Quito, que se encontrasen en tierras del obispado de Trujillo, debían en el término no mayor de 15 días, saliesen del pueblo, ciudad o lugar donde estuviesen y en un término no mayor de tres meses se restituyesen a sus respectivos conventos”.

Se expresaba en el decreto, que la gran distancia que estaban esos religiosos de sus superiores, daba ocasión a que anduvieran vagos por los pueblos de indios, haciendo de personas poderosas.

Solicitaba el provincial la colaboración de las autoridades religiosas a fin de que las notificaciones pudieran llegar en forma oportuna y que en el caso de desobediencia por parte de los religiosos vagos, procedan a excomulgarlos, para que los tengan por tales todos los feligreses. En caso de permanecer rebeldes y contumaces, autorizaban a prenderlos y embargarles los bienes que tuvieran y remitirlos presos a Quito con buen recaudo.

Expresaba el Provincial que los religiosos vagos, causaban escándalos y descrédito al santo hábito que vestían, constituyendo mal ejemplo, pues además se mostraban  reacios a toda norma de disciplina.

 

 

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