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MARCELO BERBEL
Don Marcelo Berbel, fue el poeta más importante de la Patagonia. El paisaje humano y natural neuquino, primero, y patagónico, después, está presente en sus versos y sus acordes.
Declaración de la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados de la Nación con motivo del fallecimiento de Marcelo Berbel
Solía decir que no le gustaba “pelear por pelear”, lo que era toda una definición del poeta y del hombre.
Era jerarquizar la pelea y ponerla a tono de su verdad. Andaba sentenciando con lucidez sobre cosas que le pasan a diario al bicho humano.
“Yo no leo, me regalan libros pero no leo…” Prefería pensar, mirar, escuchar.
Hacía casi 78 años que se había alzado esta figura de chico humilde y se proyectaba escribiendo versos sobre la montaña, el agua, el cielo, la tierra, los pájaros, pero fundamentalmente sobre el hombre con su sencillo paso por la tierra, con la pequeñez de su estatura y no como lo que cree ser, un gigante.
Don Marcelo Berbel nació el 19 de abril de 1925 en Plaza Huincul. Hijo de María Teresa Arraigada, pasó su infancia entre Huincul y Allen y su adolescencia y juventud en Mariano Moreno. Luego se radicó definitivamente en Neuquén capital. Su primer poema lo escribió a los 7 años en el pizarrón del aula de su escuela, el cual nunca será borrado porque sus maestras pusieron un vidrio delante de la madera verde y permanece así en el colegio. A los 10 años, les dio vida a los primeros acordes de una de sus tantas melodías. A lo largo de su vida compuso alrededor de 2.000 temas, entre los que se destacan La Pasto Verde, Rogativa del Loncomeo, Piñonero, Quimey Neuquén, Pehuenche, Polka del rosedal, Tú que sabes, Río Macho, entre otras.
A la hora de musicalizar sus escritos, prefería el ritmo de la milonga porque –según él– sus compases son la manera más humilde de poder expresar los sentimientos más profundos. También le puso música a obras de grandes poetas, como Canción de los amantes muertos y Un pedazo de amor, de Pablo Neruda.
Participó junto a artistas de la talla de José Larralde, Argentino Luna, Naldo Labrín, entre otros, y en el 2000 compartió junto a León Gieco el escenario del Teatro Opera de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde muy joven se contactó con la cultura de los aborígenes de Neuquén, siendo compadre del cacique Namuncurá. Es autor, además, de varios libros sobre los mapuches.
Además de cantar y componer, trabajó en el campo y formó parte del Ejército Argentino, alcanzando el grado de suboficial principal. En 1987, el Concejo Deliberante de Neuquén lo declaró vecino ilustre.
Es tal el talante artístico de don Marcelo Berbel que tanto el Neuquén como la Patagonia toda son reconocidos a través de su producción poética y musical. Contaba en sus letras: “Yo hablo con lenguaje sencillo, la gente tiene hambre de otras cosas y esas cosas están en el sur; busca verdades y el sur es verdad: el viento, las montañas, los caminos… es verdad, nada está desfigurado por la publicidad o por el canto, es así”. Estos versos y muchos más fueron dando lugar a esa serie de exteriorizaciones que quedaron marcadas en libros, lugares o entidades.
Cuarenta nominaciones para diferentes espacios, varias calles llevan su apellido, sea por su recuerdo o por el de sus hijos, aparte de salas, bibliotecas, escenarios, plazas, radios.
Fue premiado tantas veces que cuando se le preguntaba no lograba recordar y “menos llevar la contabilidad de premios, porque estoy para escribir”, como marcaba. Pero lo que más le había movilizado en cuestión de galardones fue el Cóndor de Oro, premio literario “al creador”, y numerosas estatuillas Pehuén para su producción autoral neuquina, junto a la designación de ciudadano ilustre de Neuquén que recibió hace años.
Toda su extensa obra, más de mil temas de los que se grabaron un centenar, le otorgó una presencia y un espacio entre las grandes figuras del folclore argentino. La última manifestación de reconocimiento nacional y a la vez de homenaje fue, hace poco más de un año, la edición de Los poetas que cantan, editado por la Comisión Municipal de Folclore de Cosquín –a la que se hizo referencia– y que lo encolumnó junto a Ariel Petrocelli, Armando Tejada Gómez, José Augusto Moreno, Manuel José Castilla, Ariel Ferraro, Jaime Dávalos, Pablo Raúl Trullenque, Antonio Esteban Agüero y Ramón Ayala.
Del material editado, dos son las obras de mayor difusión de Berbel: en 1980, La copla nuestra de cada día y Jarillal, poemas y canciones, en 1987; pero siempre alertaba al oyente que era “increíble la cantidad de poemas y cantatas” con que contaba a la espera de publicación.
Era tal su inspiración que hace poco tiempo atrás, y en su casa del barrio La Sirena, expresaba: “Escribo siempre, todos los días, por lo menos una copla. Lo mismo que hago cada día una planta o si se ofrece planto un árbol”; pensaba el poeta que así, con estos gestos, era un “dador de vida, cada día y todos los días, un multiplicarse desde el lugar que es mi razón de ser”.
Lamentablemente, como consecuencia de una infección pulmonar, nos dejó ayer, a los 78 años, luego de una lucha denodada de ocho días, durante los cuales estuvo internado en la unidad coronaria de una policlínica de la ciudad de Neuquén.
Sus restos serán velados en el Concejo Deliberante de la ciudad, como un reconocimiento de la sociedad a su trayectoria como poeta y vecino ilustre de la provincia.
Dada la trascendencia que tiene y tuvo el poeta para la provincia, el gobierno neuquino decretó tres días de duelo con las banderas nacional y provincial a media asta.
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