Los moradores del Domuyo

En un tiempo inmemorial, el creador de los tehuelches habría recorrido el mundo montado en un gran pájaro de alas traslucientes, y sin que nadie captara su presencia, desde lo alto pudo contemplar las numerosas pestes terrenales. Espantado, ante tantos males, se refugió en la cima del Domuyo.

Este sabio de formidable poder, que puede dominar con su vista toda la naturaleza, cada miles y miles de años opta por inundar la tierra para limpiarla de toda inmundicia. Para ello, desorganiza los vientos provocando torbellinos que arrastran el polvo. Después desde lo alto del cielo, día y noche baja el incesante ruido de los truenos que resuenan hasta en las mismas profundidades del océano.

El mundo se convierte en un túmulto de rugidos que parten de todos lados en medio de la oscuridad. Finalmente, se desata una torrencial lluvia que poco a poco va cubriendo toda la tierra de agua. En medio de la tempestad el pánico se apodera de los seres vivos. Algunos tratan de trepar por las montañas para eludir el azote del viento y la lluvia. Los que no alcanzan a subir mutan en peces y sapos y los que no pueden soportar el miedo se convierten en rocas. Sólo a ciertos elegidos le nacen alas que los llevan a las alturas, ellos son los teros que van lanzando un grito que parece clamar por su hacedor: teu, teu, teu...

Cuando al fin cesa la tormenta y las aguas comienzan a bajar, vuelve la placidez de la tibieza del sol. Desde la cumbre, el sabio, sonriendo observa como la tierra entera se aroma con la hierba que vuelve a brotar, mientras infinidad de límpidos arroyos recorren el nacimiento de las montañas.

Dicen que en el escondite del Domuyo acompañando al sabio están también, un gran toro rojo y una mujer bellísima que cubre su cuerpo con una espléndida concha de oro. Pocos son quienes los han visto, pero muchos son los que en las noches serenas han escuchado su vibrante risa a lo lejos...

Entre los pueblos de las regiones del fin del mundo perdurarán por siempre los relatos acerca de los misteriosos moradores del Domuyo.

El volcán Domuyo se encuentra en la Cordillera de los Andes, en la provincia del Neuquén (Argentina). Mide 4.709 metros de altura y su nombre significa en idioma mapuche "el que tiembla y retumba".

 

 

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