Mauricio y Cosroes (año 590)


Sucedió que en una de las tantas revoluciones de las cortes orientales, Cosroes, heredero al trono de Persia, se vio obligado a solicitar la ayuda de Mauricio, el emperador bizantino. Ésta le fue concedida y tiempo después Cosroes ocupó el trono de sus mayores. Pero esta amistad entre los dos reyes no fue vista con buenos ojos por Roma.

Entonces, con el centurión Focas al frente del ejército romano, se organizó una rebelión que arremetió contra el emperador Mauricio. Éste se refugió en un santuario pero fue hallado y se lo asesinó junto a sus cinco hijos. Por su parte, la emperatriz fue sometida a tormentos y finalmente decapitada con sus tres hijas. Los allegados a la familia imperial fueron perseguidos con ferocidad y apaleados hasta morir.

Entonces Focas, ya proclamado emperador, envió las cabezas de Mauricio y sus hijos a Cosroes. El rey persa impresionado ante tan terrible espectáculo se lleno de indignación y rápidamente se dispuso a preparar una guerra para vengar a su amigo.

Heraclio, un oficial romano destinado en Cartago, recibió también las horribles noticias de la crueldad ejercida por Focas y se negó a rendir obediencia y tributo a tan despiadado asesino. Decidió entonces Heraclio confiar a su hijo (que llevaba su mismo nombre) la peligrosa empresa de destruir al usurpador Focas.

Un rápido viaje desde Cartago colocó al joven Heraclio en Constantinopla donde su ejército, con el apoyo del pueblo, pudo apresar a Focas, el cual fue decapitado. Pero esto no alcanzó para detener los movimientos del rey persa. Cosroes cruzó el río Éufrates y su ejército arrasó y quemó cuanta ciudad romana encontraba a su paso. Fueron tomadas Antioquía, Cesárea y Damasco. Jerusalén fue tomada por asalto y las iglesias entregadas a las llamas. La ofensiva persa continuó por la costa africana y por Asia Menor donde llegó a ocupar las orillas del Bósforo.

Entonces Heraclio, a esta altura de los acontecimientos, solicitó la paz al rey persa, pero éste replicó: "Nunca concederé la paz al emperador de Roma, hasta que no haya renunciado a su dios...".

Descripción de Focas según Heraclio

"Era Focas pequeño, deforme, barbilampiño; tenía las cejas espesas y unidas por la frente; el pelo rojo, las mejillas desfiguradas y descoloridas por una formidable cicatriz. Ignorante en las letras, en las leyes y aún en las armas, sus cualidades consistían en la lujuria y la embriaguez".


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