Los cruzados


Desde principios del año mil y debido a la gran cantidad de pueblos descreídos, el pontificado tomó la resolución de comenzar con una fuerte campaña evangelizadora. Así surgieron los cruzados que, cargados de escapularios y ardiendo en el fuego santo, debían liberar a Occidente del azote de los infieles. Estos ejércitos solían colmarse de hombres, mujeres y niños que abandonaban sus casas para seguirlos y vivían de la caridad pública, pero cuando ésta faltaba se dedicaban al pillaje.

Levantando entonces su estandarte, los cruzados comenzaron su predicación, es decir el exterminio y acorralamiento de todo pícaro desobediente. Estos bravos evangelizadores tomaban poblaciones a las que acostumbraban poner en regla pasándolas religiosamente por las armas. Allí no quedaba ni una pulga para contarlo.

Frases evangelizadoras:

"¡No hay mas verdad que la que nosotros tenemos en depósito!"

"¡No hay más ciencia que la que nosotros enseñamos !"

Hacia el año 1.100, en una de estas evangelizaciones en la ciudad de Beziers, un oficial comentó a su superior, Arnaul Amalric, abad de la aldea de Citeaux: "¡Señor, entre esta gente hay muchos buenos católicos! ¿Qué hacemos con ellos?". Amalric, que no necesitó mucho tiempo para tomar una resolución, contestó: "¡Que los maten a todos! ¡Dios reconocerá a los suyos!". Y la orden se ejecutó al pie de la letra.

Se dice que después de tan eficaz evangelización, el abad Amalric fue reprendido por su conducta. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que este buen abad ocupara la silla episcopal de Narbona.


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